En Colombia el paramilitarismo busca ser legitimado como un instrumento propio de la clase dominante, es decir para dar la legalidad que burguesía e imperialismo exigen y construir un estado fascista. El fenómeno paramilitar, es un importante hecho político y social en Colombia, que alcanza niveles críticos y que con su legalización pone en riesgo […]
En Colombia el paramilitarismo busca ser legitimado como un instrumento propio de la clase dominante, es decir para dar la legalidad que burguesía e imperialismo exigen y construir un estado fascista.
El fenómeno paramilitar, es un importante hecho político y social en Colombia, que alcanza niveles críticos y que con su legalización pone en riesgo la economía del país y desde luego cuestiona la propia supervivencia del régimen. Suplanta ya a los mismos partidos burgueses, sus creadores.
Es el paramilitarismo un pilar del terrorismo de estado de concepción fascista, cercano a la derecha radical neoliberal y neoconservadora, que evidencia el grado de contradicción política y social que ha alcanzado la lucha de clases en el país y muestra el debilitamiento agudo del Estado, el agotamiento de la capacidad de la burguesía para contener la ilegitimidad del régimen, así como el avance revolucionario de la insurgencia guerrillera y del pueblo.
El paramilitarismo constituye una de las mayores afrentas sociales violatorias de los derechos humanos y en particular del Derecho Internacional Humanitario, debido a que su blanco de ataque son las masas populares, las organizaciones sociales y dirigentes de oposición democrática revolucionaria al régimen, puesto que presume que algunos de sus miembros son proclives o tienen nexos con la insurgencia armada.
El fenómeno paramilitar es un hecho internacional inherente a la fase imperialista, que tiende a desarrollarse y generalizarse con la aplicación del neoliberalismo y ha sido tradicionalmente utilizado por regímenes fascistas en todo el mundo, cuando las contradicciones sociales llegan a nivel crítico, como instrumento desesperado y atroz del régimen para aplastar a sangre y fuego las luchas revolucionarias de los pueblos. Como en Chile, en Perú, Guatemala y Colombia han sido necesarias dictaduras sangrientas, regímenes represivos y el uso del paramilitarismo para implantar el neoliberalismo y el ALCA.
En Colombia el número de dirigentes sindicales, campesinos y políticos de izquierda asesinados en una década de guerra sucia sobrepasan los 5000, entre ellos el virtual aniquilamiento de la Asociación de Usuarios Campesinos y la UP, Unión Patriótica, A Luchar, Frente Popular, la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, Sinaltrainal, Coca Cola; principalmente a manos de los paramilitares.
Las diferentes modalidades del paramilitarismo surgen de acuerdo a las condiciones concretas de cada país y al grado de conflicto social y político, como lo fueron agrupaciones conocidas como las «camisas negras» de Mussolini, para destruir el germen del poder obrero y popular, que se extendía en campos y ciudades italianas; el «Gladio» – espada en italiano – creado en Europa y coordinado por la OTAN tras la II guerra mundial, que funcionó en la mayoría de los países del «viejo continente» y llevó a cabo múltiples asesinatos, atentados y sabotajes, para impedir el ascenso electoral de la izquierda al poder; los GAL- Grupos Armados de Liberación, formados por el gobierno español para aniquilar la base social de la insurgencia nacionalista vasca «Eta»; los escuadrones de la muerte y las Brigadas Blancas de Nassar Haro en México; los «Contras» de Centroamérica, Guatemala, Salvador, Nicaragua y Honduras bajo regímenes «notables» como Somoza y D´Abuisson, para arrasar las masas populares que se consideraban cercanas a los movimientos de liberación de esos países; similares agrupaciones se formaron en el Cono Sur: Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil, con «célebres» dirigentes como Videla , Pinochet. Stroesner y Galtieri para exterminar el movimiento popular que se intuía próximo a las guerrillas izquierdistas; las «rondas campesinas» en Perú y Guatemala; la «Triple A» en Argentina, los grupos de «limpieza social» supuestamente contra indigentes y delincuentes en Colombia y Brasil, las «CONVIVIR» y las redes de informantes de la política de «Seguridad Democrática» del gobierno paramilitar de Álvaro Uribe Vélez-Mancuso.
La concepción y funcionamiento de la fuerza paramilitar consiste en la creación de grupos comandos de naturaleza irregular, es decir por fuera de la estructura legal del Estado burgués, articulados e integrados a los grupos secretos y de inteligencia de la CIA, el ejército, la policía y los entes investigadores como la Fiscalía, de ahí que su estructura y operatividad varía de acuerdo a las necesidades de cada coyuntura y de cada región o zona del país. La estructura paramilitar es muy jerarquizada y en ella existen al menos tres niveles:
· La dirección centrada en sectores terratenientes, algunos Gobernadores departamentales y Alcaldes, capos del narcotráfico apoyados y financiados por los magnates de los monopolios criollos, las multinacionales extranjeras y altos oficiales del ejército y la policía.
· Los grupos de sangre, que están integrados por toda clase de personas descompuestas de la sociedad, provenientes del hampa, como pistoleros, matones, sicarios, así como mercenarios, policías, soldados, hombres y mujeres cooptados por el régimen y en general el lúmpen y asesinos a sueldo, que constituyen hoy la columna vertebral del gobierno de la Seguridad Democrática paramilitarista de Uribe, y que se apresta a legalizar en la farsa de Santafé del Ralito.
· Algunas bases sociales ínfimas, obligadas o aterrorizadas a aceptar el control paramilitar a cambio de dinero y posibilidad de sobrevivir.
Ha sido de conocimiento público la participación y dirección paramilitar en cabeza de Gobernadores departamentales como en Arauca, donde de la mano institucional se producen la persecución y el asesinato de dirigentes sindicales y de organizaciones sociales enteras. Por otro lado, organizaciones como Fedegán (Federación Nacional de Ganaderos), la SAC-(Sociedad de Agricultores de Colombia) y el Sindicato Antioqueño, participan directamente en la formación de este tipo de grupos fascistas, así como la obtención, dotación y pago de instructores, asesores y mercenarios extranjeros. También en empresas como Coca Cola, Ecopetrol (Empresa Colombiana de Petróleos), la British Petroleum y Suramericana de Seguros han convertido sus sistemas de seguridad interna en verdaderos aparatos de espionaje sobre los sindicatos, ligadas a los grupos de seguridad de Estado y los organismos secretos de las multinacionales, más otros oscuros nexos como es el caso contra la USO (Unión Sindical Obrera); además de la creación de la red paramilitar institucionalizada por la presidencia de la república.
En toda América Latina, las huestes macabras paramilitares son producto de la concepción y práctica geopolítica contrainsurgente diseñadas por el imperialismo, en particular las llamadas de «soberanía limitada», «guerras de baja intensidad «y «Seguridad Nacional»; que si bien tuvieron su auge en el periodo de la «guerra fría», aún continúa su aplicación contra los pueblos y el «comunismo internacional», hoy calificado de Terrorista.
Las escuelas militares norteamericanas para la guerra y la intervención se mantienen y fortalecen con asesores del «Tío Sam» y agencias de espionaje en los ejércitos criollos, como la CIA; las misiones militares yanquis, bases militares, centros de entrenamiento y difusión de las técnicas de terror, tortura, desapariciones forzadas, desplazamientos violentos , atentados, asesinatos , masacres, chantajes, guerra psicológica, químico-bacteriológica; que devastaron y siguen haciendo estragos en los pueblos latinoamericanos; aunque el gobierno gringo hoy enarbole la bandera de los derechos humanos , la paz y la lucha contra el «terrorismo» en el mundo y particularmente en Colombia .
Uno de los métodos más infames de la estrategia paramilitar, consiste en aniquilar totalmente o lograr el desplazamiento forzado, mediante el terror y la intimidación de poblaciones enteras, en aquellas zonas en las cuales no basta el asesinato selectivo de dirigentes o personas que considera desafectos al proyecto político Uribista y se requiere de un dominio hegemónico económico, político y militar total para sus huestes.
En particular este método se puede constatar en las zonas de proyectos estratégicos, como el Canal Interoceánico del Chocó, las cuencas petrolíferas, el triángulo Amazónico, la Sierra Nevada de Santa Marta, el Sur de Bolívar, los resguardos indígenas, los proyectos hidroeléctricos, los territorios cercanos a las vías principales, etc.; y últimamente en áreas vitales para el movimiento popular como Bogotá, Medellín, Calí, Putumayo, Barrancabermeja, y las comunas nororientales en Medellín, etc.
La característica principal del paramilitarismo en la actualidad radica en que ha logrado un reconocimiento como fuerza política, presionado por el gobierno, los industriales, el imperialismo y la socialdemocracia, lo cual constituye un elemento más hacia la conformación de un partido fascista en Colombia.
Además el paramilitarismo ya no es un fenómeno exclusivamente rural, pues toma gran fuerza en las ciudades, en donde igual asesina e intimida a dirigentes sindicales, intelectuales, universitarios, religiosos, dirigentes barriales y de derechos humanos, lo cual evidencia que el fascismo entraña una realidad cada vez más cercana y terrible en Colombia, que solo se detendrá en la medida que se articule una correcta solidaridad internacional, una correcta unidad clasista, al frente de una tenaz lucha antineoliberal y antiimperialista.
El paramilitarismo es el responsable directo de las más horrendas masacres ocurridas en Colombia desde la mitad del siglo pasado, cuando la barbarie conservadora de Laureano Gómez y Mariano Ospina formó la policía «chulavita» y las bandas de «pájaros», que produjeron un horrendo genocidio campesino con 300 mil muertos, llamado por historia la época de la «violencia», verdaderos gérmenes del actual paramilitarismo, con el cual el presidente Uribe Vélez acaba de negociar, regocijado con los crímenes perpetrados con una sevicia demencial, digna del régimen hitleriano, con prácticas como despedazamiento de seres vivos con motosierras, en las cuales han participado con total impunidad altos oficiales del ejército y la policía premiados con honores militares por sus «excelentes» servicios, pese a que en su gran mayoría han sido acusados y condenados en cortes internacionales de Derechos Humanos y además repudiados por los pueblos del mundo.
Pese a todo este panorama , el pueblo Colombiano que ha visto caer bajo las balas asesinas del ejército oficial y paramilitar y ser arrebatados, detenidos, exiliados y encarcelados en las mazmorras del régimen, much@s de sus dirigentes históricos, así mismo ha presenciado la destrucción de algunas de sus mejores organizaciones sociales y políticas, en parte bajo la peste militarista y la complicidad del régimen , sin embargo estas fuerzas bárbaras no han podido arrasar su gran acumulado ideológico, político y revolucionario; su importante experiencia organizativa, su gran tradición combativa, enorme potencial de lucha; ni tampoco su decisión de construir la paz.
El contundente triunfo del pueblo Colombiano contra el referéndum fascista de Uribe Vélez, así como la segura derrota de sus aspiraciones electorales; evidencia nuevamente la creatividad y la fortaleza de nuestro pueblo contra el Show presidencial de Santafé del Ralito y la reinserción paramilitar.
Por todo lo anterior, Uribe Vélez debe renunciar, y el pueblo colombiano tiene la responsabilidad de conquistar un gobierno democrático y popular.