La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Valentina Saavedra, ha definido muy bien la reforma educacional impulsada por el gobierno y aprobada en el Parlamento: «Reemplazaron el diálogo social por sus 280 asesores y sus acuerdos con la iglesia y la DC, y resultó un proyecto de puras excepciones». Es […]
La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Valentina Saavedra, ha definido muy bien la reforma educacional impulsada por el gobierno y aprobada en el Parlamento: «Reemplazaron el diálogo social por sus 280 asesores y sus acuerdos con la iglesia y la DC, y resultó un proyecto de puras excepciones». Es decir, la Nueva Mayoría ha mantenido la práctica que por veinte años sostuvo la Concertación: el imperio de hacer política sobre la base de la manipulación, resumida en el concepto de «en la medida de lo posible», haciendo creer a la ciudadanía que cualquier cambio profundo y estructural a la herencia económica y política de la dictadura era imposible de realizar o traería consecuencias no deseadas.
Tamaña falacia se debe exclusivamente a que los dirigentes (y militantes privilegiados) de los partidos de la Concertación -a la que hoy se ha sumado el PC- se acomodaron al sistema neoliberal y terminaron haciéndolo suyo a cambio de sustanciosas prebendas. En ese sentido, entre la Concertación (hoy Nueva Mayoría) y la derecha no existen mayores diferencias. Un ejemplo histórico de ello es que la Concertación jamás quiso recuperar las empresas estatales privatizadas fraudulentamente durante la dictadura, por el contrario. Tampoco quisieron acabar con el fraude de las AFPs e Isapres. Y para la Nueva Mayoría estos asuntos no son tema.
Desde el mismo momento en que asumió la presidencia Patricio Aylwin, en 1990, la mayoría de los dirigentes de la Concertación se fueron derechizando sin pudor alguno. Sin contar, evidentemente, a los que estaban soterradamente derechizados desde los años ochenta. El dinero y el poder cumplieron su misión evangelizadora, dando por el piso con las antiguas convicciones. Al pueblo, para mantenerlo contento, le daban y siguen dando, un granito por aquí, un granito por allá. El resultado de todo aquel proceso es lo que tenemos hoy, donde los cambios son meros maquillajes acompañados de muchas esperanzas y extensas «medidas de lo posible».
Y nada es más demostrativo de esto que la «reforma educacional», aprobada al filo de las vacaciones de los parlamentarios. Finalmente, agregar que mientras diputados y senadores se alistan a vacacionar a lo magnate, a costa del trabajo de todos los chilenos, cientos de profesores y estudiantes sólo podrán mirar las playas en la televisión. Los estudiantes y el movimiento social jamás hablaron de mejorar el sistema educacional neoliberal, hablaron de cambiarlo.
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