Luego de 28 días de manifestaciones, mayoritariamente pacíficas, a lo largo y ancho de todo Chile, un conjunto importante de fuerzas políticas, alojadas al interior del Congreso Nacional, han firmado un acuerdo político que aunque con retraso y con varias omisiones, en lo formal, da respuesta a una de las demandas que con fuerza el […]
Luego de 28 días de manifestaciones, mayoritariamente pacíficas, a lo largo y ancho de todo Chile, un conjunto importante de fuerzas políticas, alojadas al interior del Congreso Nacional, han firmado un acuerdo político que aunque con retraso y con varias omisiones, en lo formal, da respuesta a una de las demandas que con fuerza el movimiento social planteó, desde el inicio de las movilizaciones: la convocatoria a un Plebiscito para que la ciudadanía manifieste de manera clara si desea o no tener una Nueva Constitución Política y si de resultar esto mayoritario, quien debiera ser el que la redacte.
Los mismos que acordaron a espaldas de la ciudadanía mantener la Constitución del 80, con un par de socios y socias nuevas, terminaron por ceder, al menos formalmente, a lo que la ciudadanía y el pueblo movilizado pedía a gritos, aunque nuevamente lo hicieron encerrados entre cuatro paredes.
Todos al unísono salieron a festejar, pero la ciudadanía no salió con ellos, porque sencillamente, en su perplejidad, no los consideraron ni el primer día, ni el último.
Y todos al unísono salieron a condenar la ausencia del Partido Comunista en la firma de este acuerdo. Algunos incluso salieron a decir lo mismo que en el 88, que la historia le pasaría la cuenta al PC por no haber firmado. Ni siquiera se han dado cuenta que la historia terminó pasándoles la cuenta a los que diseñaron la salida pactada de la dictadura, que fue la que nos trajo a este punto.
Los medios de comunicación hicieron lo propio. Repitieron hasta el cansancio que el PC se había restado, incluso algunos le dieron a este hecho la misma importancia que al acuerdo propiamente tal.
Las razones que el PC tuvo a la vista para no firmar el acuerdo, lo que en ningún caso significa que no valoramos que el pueblo movilizado haya obligado a quienes hasta hace solo un par de semanas se negaban a una nueva constitución y pensaban que Chile era un Oasis, están a la vista aunque muchos no quieran hacerse cargo de ellas.
¿Podía el PC firmar un acuerdo hecho desde arriba y que no comparte en su totalidad? No, de ninguna manera.
¿Podía el PC firmar un acuerdo que no hiciera mención alguna a la necesidad de verdad, justicia y reparación para todas las víctimas de las violaciones a los DD.HH en que el Estado de Chile incurrió en estos 28 días, con un Presidente que le declaró la guerra a su pueblo, haciendo como si los muertos, los mutilados, los que perdieron los ojos, los y las violadas, los detenidos ilegalmente, los heridos, no existieran? No, de ninguna manera.
¿Podía el PC firmar un acuerdo en el que luego de tanto tiempo de vivir, como país, la revolución feminista, no se aseguraran cuotas de género protegidas en la Asamblea Constituyente, llamada Convención Constituyente solo para darle en el gusto a la extrema derecha, que odia solo escuchar el concepto que el pueblo movilizado pedía a gritos? No, de ninguna manera.
¿Podía el PC firmar un acuerdo en que luego de cientos de años de no dar solución a la cuestión de nuestras Primeras Naciones, no se aseguraran cuotas protegidas dentro de la misma Asamblea, para nuestros Pueblos Originarios? No, de ninguna manera, mucho menos si esto estaba pasando el mismo día en que se conmemoraba el primer año del asesinato de Catrillanca.
¿Podía el PC firmar un acuerdo que para «darle garantías a la derecha» instalara los mismos quórums que instaló Jaime Guzmán en la Constitución del 80, para asegurarse que en lo esencial, nada cambiara significativamente y definiera, mañosamente, que solo el plebiscito de salida será con voto obligatorio pero el de entrada con voto voluntario? No, de ninguna manera.
En esta sociedad, que aún analiza todo en forma binaria, para algunos resulta difícil entender la diferencia entre no firmar, que es no ratificar un texto con el que no existe acuerdo pleno y no participar, que es no involucrarse en el proceso.
Por lo mismo, es imprescindible explicar lo que muchos querrán ocultar. Los comunistas no concurrimos al acuerdo, porque los que nos conocen sabían que seríamos una piedra en el zapato para lo que estaban tramando y, por lo mismo, solo nos invitaron a unirnos cuando ya estaba todo definido.
Consistentemente, al tomar conocimiento en detalle del mismo, nuestros valores y principios nos impidieron ratificar un acuerdo, sin la ciudadanía, con esas omisiones y con esas amarras.
A pesar de ello, hemos valorado significativamente lo logrado por el movimiento social, que en síntesis es la oportunidad más clara que hemos tenido en treinta años de derrotar la Constitución de Pinochet.
Hemos decidido, tal como lo hemos hecho siempre, que seguiremos participando en todos los espacios que se vayan abriendo, en la senda de darle a nuestro país más democracia, más justicia social y más equidad.
Seguiremos luchando por la eliminación de cualquier obstáculo evidente o encubierto que provenga de acuerdos cupulares que jamás compartiremos, al tiempo que nos mantendremos participando plenamente de las movilizaciones de nuestro pueblo, de las cuales siempre hemos sido parte.
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