«Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas […]
«Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola».
-Lenin.
Conocida táctica tienen las clases dominantes para neutralizar las ideas que subvierten el sistema, y por ende, a quienes esgrimen esas ideas. De esta forma, los grupos que antiguamente resistían el orden de cosas imperantes ya no se les elimina por regla general sino que se les coopta, y las ideas que alguna vez fundaron el actuar de dichas fuerzas comienzan a ser valoradas en la belleza que entrega la distancia y lo abstracto, despojándolas de todo su contenido original hasta transformarlas en simples objetos de contemplación, como quién asiste a un museo de la historia para maravillarse por los ejemplos de lucha de otra época. Una que ya no nos involucra.
Lo que ayer la clase dominante hizo con el Che intentando transformarlo de enemigo mortal de la burguesía a joven idealista y soñador, se pretende repetir con la imagen del revolucionario chileno Luis Emilio Recabarren. Lo preocupante es que esta operación en particular no se está realizando por parte de quienes tradicionalmente manejan las ideas hegemónicas sino que se está llevando a cabo desde dentro de la misma izquierda.
Luis Emilio Recabarren es considerado ampliamente como el padre del movimiento sindical chileno. Enemigo acérrimo del capitalismo y fundador del Partido Obrero Socialista, posteriormente Partido Comunista de Chile, ha resultado víctima de las más groseras deformaciones de su discurso, con el fin de justificar las posturas de la cúpula del Partido que hoy levanta sus banderas y le nombra en los discursos.
En los debates contemporáneos sobre la próxima elección presidencial es bastante común escuchar las acusaciones entre jóvenes sobre que resulta infantil no apoyar la opción de Bachelet que levanta el PC. Otra acusación típica, con el mismo objetivo, es la de que aquellos críticos de la candidatura carecen de análisis político, no entienden que la revolución va paso a paso, no son hijos de Luis Emilio Recabarren. Condición que sería exclusiva de los que adhieren al análisis de que Chile cambió y que con una nueva presidencia de Bachelet podemos avanzar en democratizar el sistema, lo que vendría a ser una manera de herir al neoliberalismo y dotaría a las masas de la conciencia necesaria para avanzar hacia «un nuevo Chile», el cual sería construido desde las instituciones burguesas presionadas por la fuerza de la calle.
Dichas afirmaciones y formas de entender el legado de Recabarren, que podrían creerse producto de la sola visión de algunos militantes particulares, tiene raíces más profundas. Provienen de una manera de entender la historia del Partido Comunista y, particularmente, a Recabarren como un institucionalista cuyo ejemplo insta a los trabajadores a mantenerse dentro del sistema, una concepción bastante difundida dentro de grupos de militantes de izquierda. En ese sentido, el secretario general del Partido Comunista de Chile, compañero diputado Lautaro Carmona, en declaraciones recientes proclamó : «La historia del Partido Comunista desde Recabarren -que fue el fundador del movimiento sindical- y también un gran parlamentario, el Partido Comunista tiene vocación de poder y va a vincular siempre la lucha social sobre todos los sindicatos con la lucha política Parlamentaria». [1]
O al decir del presidente del PC Guillermo Teillier, refiriéndose al compañero Luis Corvalán » él fue parte de aquellos que, siguiendo la obra de Luis Emilio Recabarren y Elías Lafertte, construyeron partido y movimiento popular bajo el rigor de una represión anticomunista implacable, pero con la visión clara y precisa, de que en el caso chileno se necesitaba de la unidad de los trabajadores y de los partidos de entonces que los representaban, el socialista y el comunista, más otras fuerzas progresistas e independientes, para conquista
Pero ¿qué pensaba realmente Luis Emilio Recabarren? El fundador del Partido Obrero Socialista es autor de numerosos textos de riquísimo contenido que nos orientan dentro de la lucha de clases existente en Chile y de la necesidad de organizar a los trabajadores en la conquista de su propia emancipación. Para esto, usó todas las tribunas a las que pudo acceder con el fin de promover la conciencia de clases, llegando incluso al parlamento. Acción que llevó a cabo por motivos distintos a las que sirven para justificar este aprecio republicano por la institucionalidad que majaderamente demuestra la dirección del PC.
Recabarren era claro «El objeto que nos lleva al Parlamento, a la Cámara de Diputados o al Senado, es única y exclusivamente conquistar una posición más para nuestra propaganda revolucionaria, antiparlamentaria, anticapitalista, y de ataque directo al estado burgués y a sus instituciones decrépitas». [3]
Una valoración sobre el Estado Republicano disímil con la que expresó el actual Presidente del PC durante su discurso en la cámara de diputados con motivo de los 98 años de la fundación del Partido: «La existencia del Partido Comunista de Chile está fuertemente vinculada a la vida democrática y republicana de nuestra Nación» [4]
Por otra parte, allí dónde Recabarren señalaba que: » Un representante comunista no va al Congreso a hacer política, a cooperar con los burgueses, a pedir empleos, a mendigar sueldos, o a intrigas entre pasillos » la dirección de Guillermo Teillier oponía su propia visión el 2008 al expresar que no formaría parte de una oposición confrontacional al gobierno de Piñera, ya que: «Nunca los comunistas hemos tenido oposiciones confrontacionales en el Parlamento. Será propositiva, constructiva, pero muy firme«. [5]
Y es que un mismo acto -ingresar al Parlamento- puede ser llevado a cabo por razones totalmente opuestas. Para Recabarren, al igual que para Marx, la liberación de los trabajadores sería obra de los trabajadores mismos. Por esto denunciaba como burguesa la concepción de un partido que se propusiera «defender a los trabajadores». Al respecto señalaba que » Si nos tomáramos el papel de defender a los trabajadores, ellos se quedarían tranquilos esperando de nuestra acción su defensa y entonces los burgueses nos llamarían con razón intrusos. En cambio dando al trabajador las armas y el valor, la asociación y la instrucción, haremos de cada trabajador un atleta, un gigante capaz de defenderse y de vencer». [6]
Consecuente con esta visión, Luis Emilio expresaba que cualquier ley -aparentemente beneficiosa- que un diputado socialista obtuviera, no serviría de nada al pueblo ya que solo contribuiría a mejorar las condiciones del estado capitalista, postergando y retardando la emancipación popular al darle al pueblo esperanzas que jamás se podrán convertir en bienestar social. [7] Por eso decía que él no iba al Congreso a hacer leyes que perfeccionaran el sistema de esclavitud, sino que iba a criticar y combatir el régimen de explotación y señalarle al pueblo desde la tribuna parlamentaria, el camino más corto para alcanzar su completa libertad y felicidad.[8]
Qué enfoque más diferente al que ha dado el PC en sus últimas declaraciones para referirse a las candidaturas que lleva para la próxima elección de diputados: «Creo que estamos viviendo un momento histórico, que es entregarle a nuestro país una esperanza de transformaciones, de cambios -no lo digo por mi candidatura- lo digo por las candidaturas que levanta el Partido Comunista, la Nueva Mayoría, desde el movimiento social» .[9] Bajo ésta concepción ¿Las transformaciones vendrán por obra de las candidaturas de un conglomerado de partidos mayoritariamente burgueses?
Hace un par de años, en entrevista con el presidente del PC, se le consultó si el partido continuaba siendo de carácter revolucionario, a lo que el compañero señaló que: «De la manera como fue concebido en Chile hace 100 años, el partido comunista sigue teniendo los mismos planteamientos, tomando en cuenta los cambios sociales «[10] . Para analizar la veracidad de esa afirmación habría que leer cuáles son hoy los planteamientos del partido. Un documento útil a ese propósito son las propuestas programáticas que el PC entregó durante el mes de Junio al comando de Michelle Bachelet.
En el documento se reclama por una nueva institucionalidad y un nuevo modelo económico que supere al neoliberalismo. La nueva visión del Estado vendría dada por el reemplazo de la concepción subsidiaria del mismo, para pasar a un Estado «garante de derechos». Un Estado solidario, como se le llama en el texto. Respecto al modelo económico se plantea la necesidad de acabar con el neoliberalismo y pasar a un modelo neodesarrollista del capitalismo. Esto al señalar la necesidad de la industrialización y productividad con valor agregado y agregar que es necesario construir en nuestro país, las capacidades para refinar, procesar sus metales asociados y elaborar productos de cobre. [11]
Para propiciar este modelo se busca contraponer el capital financiero al capital industrial. Tesis reivindicada en las últimas décadas en países como el Brasil de la presidenta Rousseff y que implica un nuevo pacto, ahora con la burguesía industrial -supuestamente más progresista- en miras a limitar al sector financiero. Algo así como volver a la tesis del «enemigo principal» pero ya no tan confrontacional.
De ésta manera el país se industrializaría, recuperaría sus recursos y -como lo plantean las propuestas programáticas del PC- podríamos tener un Estado garante de derechos con educación pública y gratuita, salud universal, cobertura de medicamentos garantizada, sueldos más altos, limitaciones a los despidos, organización y defensa de los trabajadores, etc.
Pero si el capitalismo periférico chileno pudiera garantizar todos esos derechos ¿cuál sería la necesidad de luchar por el socialismo? La verdad es que luchamos por el socialismo porque sabemos que el capitalismo no puede entregarle bienestar a nuestro pueblo. Los países subdesarrollados padecemos dicha calidad no porque la burguesía haya olvidado industrializar al país, sino por la importancia económica que poseemos para las potencias capitalistas. Esto es así debido a que -al decir de Jaime Osorio Urbina- América Latina ayuda a contrarrestar las tendencias a la caída de la tasa de ganancia en las economías desarrolladas, favoreciendo el incremento de la tasa de explotación y rebajando el valor del capital constante (vía exportación masiva de materias primas) [12] .
El subdesarrollo latinoamericano no es un escalón inferior ante el desarrollo de las potencias capitalistas, en vez, son dos caras del mismo proceso. Las potencias -a las que nos referimos- mantienen su nivel de desarrollo en base a nuestra condición de atrasados. Es por esto que nuestra dependencia no se supera con más y mejor capitalismo sino que esta condición es el resultado de nuestro rol dentro de la expansión histórica del capitalismo mundial. De ahí que solo podamos solucionar el problema con la construcción de un nuevo modelo económico regional: el socialismo. La confusión del PC a éste respecto lo lleva a proponer -en su programa para el nuevo gobierno- una industrialización que sería llevada adelante por el Estado aliado con burgueses y el capital extranjero. Eso señala cuando expresa que se permitirá la autorización de inversiones extranjeras en la minería, así como en otros casos de materias primas naturales , siempre que se condicionen bajo el respeto a los objetivos que estima necesarios para el período.[13] Pero una industrialización con estas características solo podría implicar mayores niveles de explotación (¿por qué otra razón se sumaría la burguesía y el capital extranjero a este proceso?) donde las ganancias obtenidas se volcarían hacia los bolsillos de los más poderosos. A menos que sigamos creyendo en la tesis del chorreo, a esta altura deberíamos estar prevenidos.
Eduardo Galeano en su famoso libro Las venas abiertas de América Latina ya nos alertaba de estas concepciones cuando escribía en su última página » No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su función de servidumbre internacional» .
Quienes postergan a un futuro incierto el socialismo, proponen anteponerle una nueva y más moderna fase de capitalismo. El desarrollo de las fuerzas productivas y el empoderamiento de la ciudadanía nos llevarían a avanzar hacia una nueva sociedad. Quienes sostienen esta tesis, han llegado a afirmar que se debe a que el pueblo no puede esperar más por mejoras y que es tiempo de transformar las ideas abstractas en reformas concretas de una vez por todas. Dicen que no se puede seguir esperando otros cien años levantando consignas. Pero no toman en cuenta que es justamente su línea política la que posterga la lucha por la emancipación al enviar a los trabajadores a construir un nuevo tipo de capitalismo con la ilusión de desarrollar el país a tal nivel que entonces podamos recién plantearnos la construcción del socialismo. Olvidan estos compañeros que América Latina no posee un carácter feudal que requiera una alianza con la burguesía para introducir el capitalismo en la región ya que éste se encuentra férreamente establecido en su fase más depredadora. Olvidan también el accionar del imperio ante los pueblos que buscan emanciparse y -principalmente- que toda revolución socialista exitosa en la historia se ha llevado a cabo usando diferentes tácticas y estrategias pero compartiendo un factor común: han avanzado en la dirección contraria a esta concepción etapista. Contradiciéndola, de hecho.
Es importante entender que la crítica no va dirigida hacia la velocidad con la que deba llevarse adelante la revolución, sino al planteamiento de que para llegar a esta se necesita de imponer una nueva etapa de capitalismo al capitalismo actual, lo que es falso y es uno de los aportes ideológicos más catastróficos de Stalin al movimiento comunista internacional. Ninguna victoria socialista en la historia y solo proyectos derrotados o cooptados lo demuestran.
Por otra parte, volcar a las masas hacia la construcción de un proyecto de desarrollo capitalista que también las explote pero a un grado diferente, generará desconcierto entre ellas, las hará desconfiar de sus propias fuerzas y las relegará al lugar de vagón de cola del proyecto industrial burgués. Tal como señalan diversos autores latinoamericanos, entre ellos Claudio Katz; la carencia de agenda propia es el principal obstáculo que poseen los explotados para luchar por el socialismo.[14]
Luis Emilio Recabarren pensaba lo mismo. En la sexta parte de su escrito «Democracia y Socialismo» afirmaba que » Mientras más se acentúe, por la actuación del Partido, la lucha de clases, más rápidamente mejorará sus filas y con ello aumentará su potencia, su conciencia y su representación «. Recabarren no busca que el Partido se transforme en una fuerza dogmática y predicadora sino que prosiga creando una política de clase independiente. Sin embargo no hay que caer en el error de creer que este tipo de política debe ser aislacionista. Para avanzar efectivamente se necesita de una política de alianzas, la cual varía según los diferentes contextos, pero una alianza no debe significar nunca abandonar o castrar nuestras ideas emancipadoras.
De la manera en que es fácil ser cooptado por el sistema, también lo es caer en el cretinismo antiparlamentario que esgrimen diversas fuerzas políticas. Sería bueno aclarar que la institucionalidad es una arena de lucha válida y necesaria desde donde se puede agitar y denunciar a la misma institucionalidad mientras, al mismo tiempo, se construye por fuera un poder popular que se contraponga al Estado que buscamos superar.
En este sentido nos encontramos inmersos en un contexto donde todas las fuerzas de izquierda deberían participar de la lucha institucional, como lo plantea el PC, aunque no por los objetivos que éste le asigna a la misma.
Nuestro objetivo tiene que ser la revolución democrática. Revolución que no busca perfeccionar y legitimar las instituciones de éste régimen decadente sino que se plantea acabar con él. La revolución democrática no es una manera inofensiva de volver la sociedad más participativa y pluralista, es la idea con la cual se busca superar el orden de clases de un momento determinado y suplantarlo con otro. Así fue durante la revolución francesa y durante la revolución cubana. Siendo la primera una de carácter burgués que expandió el capitalismo y la segunda una revolución que con el paso del tiempo se fue conformando como socialista, en los dos casos hablamos de procesos que acabaron con las instituciones del orden que las precedió. Y es que debemos entender que una revolución democrática en nuestra época necesariamente implica el avance de la participación y organización popular con el objetivo de desbordar el sistema. Este proceso revolucionario, al igual que como ocurrió en Cuba y Nicaragua, no necesariamente se inicia como socialista sino que tiene la potencialidad de adquirir éste carácter en la medida que avanza y progresa desarrollando objetivos contrapuestos a la dominación burguesa. El capitalismo sólo puede soportar hasta un cierto punto los avances populares y las reformas al sistema (las que espera poder revertir cuando el movimiento de masas afloje), por eso es que al traspasar esa frontera la clase dominante contraataca con toda su fuerza económica, política y militar.
Es claro que el PC comparte y apuesta por la necesidad de una Revolución Democrática para construir el socialismo. Pero allí donde cree que perfeccionando las instituciones del Estado mediante sucesivas reformas y usando la presión del pueblo movilizado puede cambiar el carácter de clase del Estado (nunca señala específicamente de qué forma cree que sucedería un suceso tan relevante y sin precedentes) desde otros sectores de la izquierda entendemos que esa concepción confía y se apoya en la ilusión de pasividad o total desarticulación de la clase dominante y el imperialismo mientras paso a paso los revolucionarios se dedican a desmontar los poderes del Estado, incluido el ejército. Esta concepción olvida incluso las condiciones adversas que su programa económico generaría para una opción de éste tipo basado en la alianza con la burguesía industrial y los partidos burgueses, los que se supone esperarían pasivos que el pueblo llevara adelante su labor libertaria.
El problema principal de no apostar por barrer la institucionalidad vigente (perfeccionándola en vez) y confiar en la revolución por etapas consiste en la falsa creencia de que las conquistas sociales no son reversibles y que las masas tienen la capacidad de defenderlas en toda época y contexto. Cuando las insurrecciones y luchas populares consiguen arrebatarle reformas a la burguesía es porque ésta las concede con el fin de apaciguar los ánimos revolucionarios de las masas, el problema radica en que estas conquistas son siempre arrebatadas total o parcialmente con el paso del tiempo. Maneras hay muchas, ya sea con la desmantelación de los derechos sociales producto de una nueva crisis económica como sucede hoy en Europa o con la acción militar directa y represiva una vez que las fuerzas de izquierda ganan terreno dentro de la institucionalidad poniendo en jaque el control burgués que ya no puede seguir dominando con las herramientas convencionales, tal como sucedió en el Chile de la Unidad Popular. Al final la conclusión es la misma, la burguesía regresa las cosas a un estado anterior y de pronto la causa popular retrocede décadas por lo que hay que partir de cero hasta que el círculo se vuelva a repetir.
Por esto, la lucha por reformas tiene que ir enfocada en aumentar la organización del pueblo. Arrebatarle reformas al poder implica aumentar la confianza de los oprimidos en que a través de su fuerza se puede conquistar una nueva sociedad. Si entendemos que la organización de las masas y la lucha electoral no son contrapuestas, solo basta resolver cuál de las dos debe supeditar sus objetivos a la otra. Así, no es el movimiento popular el que debe calmar su radicalidad para no favorecer a la derecha (como esgrimían los burócratas neoliberales del Partido Socialista durante las protestas del último gobierno de Bachelet), sino que es la izquierda que participa del poder político la que debe radicalizarse para estar en sintonía con los objetivos del movimiento social y fomentar desde su tribuna mayores niveles de conciencia en las masas, radicalizando a sectores que aún se encuentren desarticulados para sumarse a la lucha general. Independiente que afecte a tal o cual gobierno burgués.
En declaraciones a la prensa, lamentablemente el Presidente del PC da indicios de resolver la anterior disyuntiva al revés cuando señala que ante la iniciativa de reformas que lleven adelante los partidos de izquierda el movimiento social tendrá que responder acercándose al gobierno y los parlamentarios afines » Veamos el momento en se lleve la reforma educacional Parlamento. O la reforma laboral. Van a existir fuerzas dentro del Congreso que van a estar en contra y otras que van a estar a favor. ¿Qué hará el movimiento social? Tiene que tomar una actitud. Creo que se tendrá que producir una relación estrecha del movimiento social con el gobierno y los parlamentarios que estén en la dirección de producir la reforma» . [15]
Por último, el documento programático del PC, luego de señalar que no está en contra de la intervención privada en los mercados siempre que se aumente la regulación y fiscalización en ellas, señala que el origen de la desigualdad social se encuentra en los bajos salarios y el empleo precario, lo que sería producto de la flexibilización de los derechos laborales individuales junto a la falta de herramientas de los trabajadores para organizarse y participar en la distribución de la riqueza nacional[16]. Ante dicha afirmación cabría entonces preguntarse si acaso no existía una desigualdad brutal antes que la mencionada flexibilización ocurriera durante la dictadura. O si existe capitalismo donde el trabajo carezca de elementos de flexibilización. O también si la falta de distribución de riqueza es porque los trabajadores no pueden organizarse, algo así como si fomentar los sindicatos solucionaría por sí el problema. Pues bien, afirmar que los trabajadores eran menos explotados antes de la entrada del neoliberalismo es una cosa, pero llegar a señalar que la flexibilización es la causa de la desigualdad social es demasiado. Los marxistas sabemos que la desigualdad social no se supera con una simple redistribución de recursos o ingresos, sino que se supera atacando su causa: es decir, apuntando hacia conseguir el dominio colectivo sobre los medios de producción. A raíz de esto es que todas nuestras estrategias y tácticas, avances y repliegues no deberían perder de vista ese fin.
Durante el siglo pasado la lucha entre las izquierdas se basaba en las distintas formas, tácticas y estrategias que existían para llegar a un mismo fin. El fin era la erradicación de la explotación del hombre por el hombre, lo que basado en la concepción de socialismo científico de Marx, se entendía que solo podía ocurrir al abolir la propiedad burguesa y llegar a la sociedad sin clases.
El obrero Recabarren tuvo la audacia y visión para difundir esas posturas dentro del proletariado incluso antes del triunfo de la Revolución Rusa -que disparó la creación de partidos comunistas a lo largo del mundo- por lo que ya el año 1912 señalaba que el Partido Obrero Socialista buscaba «la emancipación total de la humanidad, aboliendo las diferencias de clases y convirtiendo a todos en una sola clase de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo » . [17] A lo que agregaba que por tanto, se hacía necesaria la transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva[18].
Estas posturas las vuelve a repetir el año 1921 cuando en el Proyecto de Constitución para la República Federal Socialista de Chile, expresa que » No hay sino un SOLO Y UNICO REMEDIO, que consiste en lo siguiente:
Abolir toda propiedad particular o privada, de la misma manera que una ley anula otra ley.
Entendemos por ley: la voluntad que se manifieste por el Congreso legislador, como la voluntad que se resuelva hacer efectiva por la mayoría del pueblo organizado cuyo poder y soberanía es superior al Congreso, puesto que el Congreso no existiría si el pueblo no lo eligiera.
Si las cámaras no quieren hacer esta ley que el pueblo necesita y reclama, porque las cámaras están compuestas de burgueses que viven de la explotación, es entonces el pueblo organizado el que hará esta nueva ley y obligará a todos a observarla, imponiendo su observancia por medio de la dictadura proletaria establecida por la organización » [19] .
Esta idea de abolir la propiedad privada y la sociedad de clases son un eje central de la teoría revolucionaria marxista. Sin embargo si leemos el Programa del Partido Comunista de Chile elaborado por la comisión de programa designada en el XXI Congreso Nacional del año 2001 -disponible en su página web-, el partido desarrolla su visión sobre el socialismo que desea para Chile. De carácter ecléctico, el PC llega a sostener que: «En el transcurso de la construcción del socialismo existirán diferentes formas de propiedad de los medios de producción y diversos tipos de empresas, si bien las formas colectivas de propiedad tenderán a ser predominantes.
En el área de la propiedad privada existirá la empresa individual o familiar, sociedades de personas, sociedades por acciones. En estas últimas, el poder decisorio no dependerá del capital de los accionistas sino que se inspirará de una autogestión democrática» [20] . Esta visión más que socialismo pareciera describir un tipo de «capitalismo democrático».
El programa nunca se plantea la erradicación de la sociedad de clases, solo se refiere al tema diciendo: «En la nueva sociedad continuarán existiendo diversas clases sociales, estratos y capas que expresarán multiplicidad de intereses y enfoques». [21]
Como señalara Nestor Kohan, el reformismo moderno ha abandonado al socialismo como horizonte y ahora solo se propone modificar al capitalismo. En tanto se estima que éste sistema económico no se puede superar, se propone un capitalismo ético, democrático, pluralista.[22]
Derrumbado el poder soviético pareciera que el PC estima necesaria una capitulación en cuanto a sus objetivos históricos al punto de postular en su Programa un capitalismo civilizado y pluralista bajo el nombre de «socialismo». Pero transformar el proyecto de emancipación y cambiar nuestros objetivos para apaciguar la desconfianza de los poderosos nunca ha sido el camino de los comunistas.
Entonces surge la pregunta de si el problema es de los impacientes (impacientes «de qué» podríamos preguntarnos si es el Partido Comunista quien se adelanta a participar de un gobierno sin importar su carácter de clase adverso) que no esperan a que maduren las condiciones o, en cambio, el problema es de quienes retrasan el avance de las masas invitándolas a proyectos «realistas» donde pareciera que no hay nada más real que dedicarse a reformar el capitalismo.
Muchos orgullosos militantes puede que mal-entiendan éste artículo, creerán que quien critica la línea del partido dice algo sobre ellos como individuos también, cuando la verdad es que no se les critica en su calidad de personas, de revolucionarios honestos, sino que se critica la línea política que su partido adopta y que pone a grandes capas del pueblo a trabajar por una opción que lleva inevitablemente al fracaso, la represión y la perpetuación del sistema económico. Hoy, como siempre, las necesidades urgentes de emancipación hacen necesaria la confluencia de todos quienes formamos parte de la izquierda. Si la batalla de ideas debe darse ahora antes que sea muy tarde entonces no debemos rehuirla.
Recabarren estaba al tanto de este tipo de discusiones, por eso, aunque se intente transformar su letra rebelde en una pluma institucional, su verdad llegaba al punto de afirmar que «En Chile no faltan leyes que den al pueblo más amplios derechos políticos; lo único que falta es más conciencia y educación política en el proletariado».
El legado de Luis Emilio vive en todos quienes buscan liberar a la humanidad de la explotación capitalista, en los que saben que la construcción de la nueva sociedad será obra de los trabajadores organizados, en quienes levantan los ideales que nos legaron los compañeros que dieron la vida por la causa. A 40 años del golpe de estado en Chile que nos arrebató las conquistas sociales conseguidas con sangre durante el siglo XX, el mejor homenaje no es encerrarnos en la nostalgia sino que levantar las ideas libertarias por las que cayeron tantos y transformarlas en organización popular. Transformarlas en avances del pueblo. El mejor homenaje es seguir luchando, aprendiendo de los errores cometidos para enmendarlos, no para glorificarlos como ejemplos de «consecuencia de lucha» o, su contrario, de «madurez política».
Hoy el llamado es a discutir, no hay insulto más grande hacia los trabajadores que señalar que el debate ideológico le corresponde solo a la academia. Que ciertos temas solo le interesan a los universitarios porque el proletariado no está interesado en discusiones doctrinarias. Es hora de retomar la educación popular de masas, de recuperar a los pensadores revolucionarios que han sido deformados. Es tiempo de denunciar las ideas que nos desarman, de dar la discusión ideológica, de entregarle las herramientas al trabajador para que vuelva a comprender que él, por el rol que cumple en la producción, en alianza con el resto de las capas oprimidas tiene la misión histórica de liberarse a sí mismo y, por ende, a la humanidad. Después de todo, ése continúa siendo el fin de la izquierda ¿no?
[1] http://www.pcchile.cl/?p=
[2] Intervención de Guillermo Teillier durante los funerales del compañero ex secretario general del PC Luis Corvalán. http://www.rebelion.
[3] http://www.
[4] http://www.camara.cl/pdf.
[5] http://www.lanacion.cl/
[6] http://www.
[7] http://www.
[8] idem
[9] http://www.pcchile.cl/?p=
[10] http://contintanegra.cl/
[11] Propuestas programáticas para una convergencia social y política. Punto 3. Un Nuevo Estado para un nuevo Modelo de Desarrollo Económico y Social http://www.pcchile.cl/?
[12] «El marxismo latinoamericano y la dependencia» Jaime Osorio Urbina. Cuadernos Políticos , número 38, ediciones era, México, D.F. Pág. 13 del ensayo.
[13] Propuestas programáticas para una convergencia social y política. Punto 3.2. Un Nuevo Estado para un nuevo Modelo de Desarrollo Económico y Social.
[14] «Las disyuntivas de la izquierda en América Latina» Claudio Katz. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2010.
[15] http://www.
[16] Propuestas programáticas para una convergencia social y política. Punto 2. Las necesarias y urgentes Reformas Laborales http://www.pcchile.
[17] Programa y Reglamento del Partido Obrero Socialista (1912) https://www.marxists.
[18] Idem.
[19] Proyecto de Constitución para la República Federal Socialista de Chile (1921)
https://www.marxists.org/
[20] Programa del Partido Comunista de Chile. Pág 29.
[21] Programa del Partido Comunista de Chile. Pág 28.
[22] Entrevista a revista La Chispa.
http://www.lachispa.cl/
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