Entre el 1° y el 3 de abril pasado tuvo lugar la clausura del XXV Congreso del Partido Comunista. Como se anticipaba, se ratificó la permanencia del partido en la Nueva Mayoría, confirmando así la línea de alianza estratégica con el «centro político», es decir la DC. Esta línea estratégica se sustenta en una muy […]
Entre el 1° y el 3 de abril pasado tuvo lugar la clausura del XXV Congreso del Partido Comunista. Como se anticipaba, se ratificó la permanencia del partido en la Nueva Mayoría, confirmando así la línea de alianza estratégica con el «centro político», es decir la DC. Esta línea estratégica se sustenta en una muy peculiar concepción teórica sobre las clases sociales y la que sería la clase social dominante en Chile: la «derecha». Lejos de ser sólo un disparate teórico, esta conceptualización sobre las «clases» es la base de un proceso político en curso desde hace diez años: una versión de la «renovación socialista» adaptada a la cultura política del PC, encabezada por su dirigencia.
Clases sociales puestas de cabeza
La convocatoria al XXV Congreso del PC sostiene, a propósito de sus apuestas estratégicas, que «En esa dirección, todo muestra que ha sido justa la determinación de plantearnos, para esta fase, una derrota estratégica de la derecha en su condición de clase dominante, que se expresa en la hegemonía que mantiene en los planos político, económico, militar, cultural y comunicacional».
Este giro en la interpretación de las clases sociales, que tradicionalmente se han concebido en el marxismo como definidas a partir de las relaciones sociales de producción y no desde las posiciones políticas, no es en ningún caso una idea aislada. Por ejemplo, hablando sobre el programa de la Nueva Mayoría en el mismo documento de convocatoria, el PC sostiene que «responde a un diagnóstico colectivo que, en lo esencial, cuestiona al neoliberalismo en tanto forma de expresión de un «capitalismo salvaje» opuesto a la democracia, considerado ése neoliberalismo tanto como categoría de la política en sentido estricto (forma autoritaria, excluyente y «tutelada» de ejercicio del poder del Estado) como amplio (impregnando las distintas esferas de la vida social: relaciones económicas, sociales, ideológicas, manifestaciones artístico-culturales)». Nuevamente constatamos la prioridad de la política sobre las relaciones de producción.
Por su parte, en un artículo para la revista «Trama», titulado «La tarea de la derecha ante la izquierda y sus cómplices», la integrante del comité central de las JJCC, Rebeca Gaete, construye su argumento a partir del alineamiento de fuerzas derecha-izquierda, priorizando las oposiciones políticas por sobre las oposiciones sociales. Sostiene Gaete, a propósito del debate para «resolver quién es y quién no es de izquierda», que de éste deriva «la definición de lo que es izquierda y derecha, principio básico para determinar la correlación de fuerzas en las que se implementará la política para cada periodo, es decir, para definir, evaluar y proyectar la fuerza propia, la de la contraparte y la gestación de políticas de alianzas acorde a las necesidades de cada momento». Otra vez las caracterizaciones políticas se anteponen a las caracterizaciones sociales y estructurales de las fuerzas.
Estamos en presencia, por lo tanto, de un desplazamiento significativo y no accidental del concepto de clases y de lo que constituye la dinámica de la lucha social. Este desplazamiento permite seguir hablando de lucha de clases cuando en los hechos se está hablando sólo de enfrentamientos «derecha-izquierda». De este modo, cuando el PC habla de «lucha de clases», sólo se está refiriendo a los tironeos entre la derecha y la Nueva Mayoría en el parlamento y el gobierno.
Este cambio de sentido del término permite al PC mantener velada la dinámica contradictoria de la propia Nueva Mayoría, pues los sectores que dentro de la coalición se oponen al «programa» son reducidos a «sectores conservadores», escamoteando su carácter de clase burgués. La oposición de la DC a varios aspectos relevantes de las reformas es presentada entonces como un asunto de «conservadurismo», en lugar de, como sucede efectivamente, intereses de clase ligados a segmentos más o menos específicos de la burguesía chilena: la oposición a las reformas educacionales, a los intereses de la burguesía educacional crecida al amparo de los subsidios estatales; la oposición a la reforma laboral, a su interés general de clase por evitar mejores condiciones de organización y lucha para los trabajadores. Y así, un largo etcétera.
Esta desnaturalización del concepto de clase social se complementa, en función de pavimentar la alianza con el «centro político», con una reinterpretación de la historia de las últimas cinco décadas referentes a la Democracia Cristiana, su primer gobierno, su rol durante la Unidad Popular y su papel posterior durante la dictadura y la transición, que tiene por objetivo blanquear los episodios más «incómodos» de la DC en la historia reciente.
El año 2008, en un discurso con ocasión del acto de celebración del centenario del natalicio de Salvador Allende, Guillermo Teillier afirmó que el golpe de 1973 se debió a la acción del imperialismo y la derecha, por un lado, y a la falta de unidad de las fuerzas democráticas, por otro. Por «fuerzas democráticas» se refería obviamente a la Unidad Popular y la Democracia Cristiana. El año 2011, ya como diputado, reiteró dicha lectura política en un discurso en la Cámara de Diputados el año 2011, esta vez por el centenario del natalicio de Eduardo Frei Montalva.
En un discurso en la Cámara de Diputados con ocasión del 50° aniversario del triunfo presidencial de Eduardo Frei Montalva, el 4 de septiembre de 2014, Teillier fue más allá y trasladó la cuestión de la «falta de unidad de las fuerzas democráticas» desde el golpe de 1973 hasta la elección presidencial de 1970, al indicar que «las reformas que llevó adelante el gobierno encabezado por Eduardo Frei Montalva creaban las condiciones y la necesidad de que el gobierno que lo sucediera fuera del mismo signo o de una posición que de alguna manera diera cuenta de los sentimientos del país». Agregó que «en esos tiempos se perdió una oportunidad histórica, la de haber puesto en movimiento al conjunto de las fuerzas progresistas».
En pocas palabras, lo que afirma el presidente del PC es que en 1970 los partidos de la Unidad Popular debieran haber apoyado a un candidato de la DC o a un candidato acordado con la DC. No es difícil concluir que, bajo esta nueva interpretación, el gobierno de la UP habría sido un error en la medida que dividió a las «fuerzas democráticas».
Respecto del rol de la DC durante la dictadura, la nueva lectura del PC se limita a destacar el rol opositor de los democratacristianos y de su líder, Eduardo Frei. Se guarda silencio tanto del rol de la DC en la desestabilización del gobierno de la UP como de su justificación del golpe y apoyo a la Junta Militar en los primeros años de la dictadura. Se omite también la negativa tajante de la DC durante los años 70 a conformar un frente común opositor y su rol en la salida pactada que finalmente permitió no sólo mantener incólume el modelo creado por la dictadura, sino también mantener a Pinochet como Comandancia en Jefe del Ejército, ejerciendo un rol tutelar sobre la transición.
Esta nueva interpretación histórica sobre la Democracia Cristiana constituye un retroceso respecto de las caracterizaciones históricas que hizo el PC sobre la cuestión. En primer lugar, sobre la DC como partido burgués reformista y «pluriclasista» que levantaba una alternativa a las fuerzas de izquierda, caracterización manifestada en los congresos del PC de 1965 y 1969. En segundo lugar, es un retroceso respecto de la identificación de las causas del golpe militar de 1973, no sólo en relación a las tesis de la Política de Rebelión Popular -el golpe de Estado se debió, básicamente, a los errores e insuficiencias de derecha de la UP y el PC- sino incluso respecto de las tesis del ex secretario general Luis Corvalán, quien en sus últimos escritos sostuvo que la causa de la derrota de la UP fue el no llegar a un entendimiento con la DC. En la nueva interpretación político-histórica del PC, es el hecho mismo de levantar la Unidad Popular y llegar al gobierno con Salvador Allende fue un error.
Esta mirada benevolente y distorsionada sobre la DC no se limita sólo al pasado. En la misma convocatoria al XXV Congreso se manifiesta que, a nivel internacional, la construcción de una correlación continental de fuerzas favorables a la emancipación es una necesidad política fundamental. Pero se omite cuidadosamente cualquier referencia al rol pro imperialista no sólo de la DC, sino también de otros de sus aliados, como el PS y el PPD, en los intentos de aislar y desestabilizar a gobiernos progresistas radicales como el de Venezuela.
La «renovación socialista» del PC
Este cambio en la concepción de las clases y la lucha de clases y la reinterpretación de la historia chilena reciente por parte del PC nos lleva a plantear una hipótesis: desde hace diez años, el PC está realizando su propia versión, adaptada a su cultura política, del proceso de «renovación socialista» que el PS y otros grupos de izquierda, como el MAPU y la IC, llevaron a cabo en los años 80.
La «renovación socialista» fue el proceso político que llevó al PS y a otras fuerzas menores de la izquierda a tomar distancia de sus postulados políticos hasta 1973 y a cambiar el eje de sus alianzas desde la izquierda hacia el centro político. Comenzó con el quiebre del PS en el congreso de Argel, Argelia, de 1979; continuó con los encuentro de Chantilly, Francia, en 1982 y 1983, que reunieron a los socialistas de derecha escindidos en Argel con el MAPU y la Izquierda Cristiana; en los 80 se conformó el Bloque Socialista; el proceso culminó en 1990 con el «Congreso de Unidad Salvador Allende» del PS, donde quedó definitivamente abandonada la línea anticapitalista histórica del PS.
Los postulados centrales de esta «renovación socialista» fueron el giro hacia una alianza estratégica con el centro político, la «revalorización» de la democracia y la renuncia al socialismo, entendido como la construcción de una sociedad alternativa y opuesta al capitalismo.
La alianza con el centro político es la consecuencia del diagnóstico de la «renovación» sobre las causas del golpe: el no construir una mayoría a favor de los cambios. La «revalorización de la democracia» -es decir, de la democracia burguesa liberal- y la renuncia al proyecto socialista son consecuencia, a su vez, tanto de la necesidad de articular dicha alianza con el centro como de la influencia de la Internacional Socialista, que había hecho el mismo camino ideológico y político a partir de los años 50 y que ahora se alineaba dentro de la OTAN para combatir el «peligro comunista».
Por su cultura política, una renuncia abierta al concepto de lucha de clases, como se dio en el PS, no es viable políticamente en el PC. Por eso su «renovación» mantiene la cáscara pero cambia radicalmente el contenido. Al reducir el enfrentamiento de clases a la contradicción derecha-izquierda, el PC no sólo elude analizar la naturaleza real de las contradicciones sociales, sino que puede reescribir la historia del golpe, la dictadura y la transición adoptando las tesis principales de la renovación socialista en una forma apta para el consumo interno de la militancia comunista.
¿Cómo se expresan en el PC los ejes centrales de la «renovación socialista»? La alianza con el centro político, es decir con la DC, es una definición explícita del PC, tanto en este congreso recién concluido como en documentos y entrevistas de sus dirigentes. Sobre la «revalorización de la democracia», la cuestión es más matizada, pues a diferencia del PS desde los años 60, en el PC nunca hubo un discurso tan crítico y tajante contra la «democracia burguesa» y tuvo una participación significativa en la democratización ocurrida a fines de los años 50 (creación de registros electorales y cédula única, derogación de la «Ley Maldita», legislación contra el cohecho, etc.). De todas maneras, desde mediados de la década del 2000, el PC comenzó a poner el acento en sus credenciales democráticas en su discurso político. Un hito en este sentido fue la publicación el año 2008 del libro «Los comunistas y la democracia», de Luis Corvalán, el ex secretario general del partido.
Tanto la alianza con el centro como la «revalorización» de la democracia no son cuestiones ajenas a la práctica política histórica del PC. Tiene además antecedentes dentro del propio movimiento comunista, como el llamado «Compromesso storico» (compromiso histórico) del PC de Italia bajo la conducción de Enrico Berlinguer, que en 1974 buscó por todos los medios un acuerdo con la DCI, que nunca llegó a concretarse, pues la dirigencia de la DCI estaba concertada con el Vaticano y EEUU para aislar al PCI.
Respecto de la reinterpretación del socialismo como «democracia plena», es decir no como un nuevo modo de producción basado en la propiedad social de los medios de producción, sino como la ampliación de derechos democráticos dentro del capitalismo y que abordaría las esferas política, económica, social y cultural, el PC también ha dado pasos en esa dirección. En entrevista al semanario del partido, El Siglo, a propósito del congreso partidario, Teillier declaró que «Para mí, el socialismo es la democracia participativa, en que la libertad y la igualdad procura la realización plena de las personas y sus derechos» (El Siglo N° 9.513, 1 al 7 de abril de 2016). No es muy distinto al punto número uno de la declaración de principios del Partido Socialista, que afirma que «El socialismo es la más plena expresión de la democracia. En tal virtud, el Partido Socialista de Chile proclama su inclaudicable voluntad de contribuir siempre a la defensa y al constante perfeccionamiento de la democracia». En la declaración de Teillier y en la del PS ha desaparecido toda referencia a la sustitución del capitalismo y al poder de la clase trabajadora.
Este desplazamiento es más radical respecto de la tradición histórica del PC, en la que marcó distancia respecto del eurocomunismo y se alineó con la URSS y los países socialistas del Este de Europa cuando el debate se abrió a partir de los años 60. En la entrevista citada, Teillier agregó que «el valor intrínseco del socialismo no se ha realizado en ninguna parte», muy lejos de la opinión comunista tradicional sobre la experiencia socialista en la URSS, que siempre se entendió plena y paradigmática.
Hablar de democracia plena, sin referirse a la explotación y la alienación consustanciales al capitalismo y que limitan cualquier posibilidad de «plenitud» democrática -y que se basa a su vez en la propiedad capitalista de los medios de producción -, es la marca tradicional del abandono de la lucha de clases como eje histórico sobre el que se construye una sociedad alternativa al capitalismo, el socialismo. Una «revolución democrática» sólo tiene sentido en la medida de que es un camino de aproximación a la superación del capitalismo, lo que exige a su vez marcar siempre las distancias con las fuerzas burguesas, por más democráticas y progresistas que éstas se presenten. Por el contrario, una alianza «estratégica» con dichas fuerzas condena a las fuerzas de izquierda a ser furgón de cola de las políticas burguesas. Es lo que estamos viendo con el PC en el gobierno de la Nueva Mayoría.
Amarrado a la alianza estratégica con el centro político, el PC puede sólo plantearse transformaciones dentro del horizonte admitido por el reformismo burgués de la Democracia Cristiana; y este reformismo burgués, una vez realizada la «modernización capitalista» de Chile por la dictadura, se encuentra constreñido por los límites del consenso de Washington. Por ello el programa de la Nueva Mayoría, descontados los fuegos artificiales y el humo, no pasó más allá de una cosmética del modelo neoliberal, manteniendo intactos sus pilares fundamentales. A consecuencia de eso es que las medidas que está proponiendo hoy el PC van en esa misma dirección, con una tímida propuesta de un «nuevo modelo económico» que aporte mayor valor agregado que está totalmente dentro del terreno de la «segunda fase exportadora» proclamada en los 90 por la entonces canciller Soledad Alvear.
Dentro de este marco tímido y conservador, el congreso que acaba de terminar ha marcado el paso del PC a una etapa defensiva que busca «consolidar las reformas» ante los ataques de la derecha y los «sectores conservadores». Es decir, dentro de la pugna entre distintas fracciones políticas burguesas, el PC se alinea con el reformismo burgués más progresista, pero sin rebasar los límites definidos por éste. Que hoy el PC plantee como propuestas programáticas para un segundo gobierno de la Nueva Mayoría medidas como «nueva constitución» y AFP estatal -un refrito de las promesas no cumplidas por el actual gobierno- es la demostración palmaria de ello.
http://vittality.blogspot.fr/2016/05/el-pc-lucha-de-clases-puesta-de-cabeza.html
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.