A los Estados Unidos no hay que creerles. Sólo una persona que no conozca ni un centímetro de la historia de América Latina, podría darle crédito a los eufemismos que el Departamento de Estado utiliza para evitar llamar las cosas por su nombre. A las Bases no se les llama Bases ni siquiera en Irak, […]
A los Estados Unidos no hay que creerles. Sólo una persona que no conozca ni un centímetro de la historia de América Latina, podría darle crédito a los eufemismos que el Departamento de Estado utiliza para evitar llamar las cosas por su nombre. A las Bases no se les llama Bases ni siquiera en Irak, un país que, todo el mundo lo sabe con excepción del pueblo norteamericano, fue invadido a sangre y fuego para reacomodar geopolíticamente a la región más volátil del planeta. En el caso de Colombia no se las llamará «Bases» sino « cooperative security location» (localidad de seguridad cooperativa); y ya se han destinado $ 46 millones en el presupuesto de defensa norteamericano de 2010 para comenzar la renovación de Palanquero.
Al coro de voces de la Casa Blanca se ha unido el Presidente Uribe, quién en sus viajes a Washington parece haber aprendido lo mejor del repertorio; para él la única manera de acabar con el narcotráfico es exterminando a las FARC, quiénes son la columna vertebral de todo el tráfico de drogas. Se le olvidó al presidente Uribe que las FARC nacieron veinte años antes de que el tráfico de drogas llegara de Chile a instalarse en Colombia a finales de los 70s; también se le olvida que la gran idea de catalogar a las FARC como un movimiento terrorista se le ocurrió a él, que ninguno de sus antecesores lo había hecho, y que ningún país latinoamericano (con la excepción de Perú, y sólo extraoficialmente) se ha hecho eco de semejante mentira.
La única locación que realmente interesa a EUA es Palanquero; las demás han sido una expansión del acuerdo por parte de los colombianos para renovar la infraestructura de las otras bases, incluyéndolas en el presupuesto norteamericano. ¿Por qué Palanquero? Porque está en el centro del país, y porque es la única que tiene capacidad para anidar monstruos como el C-17 (con el cual pueden colocar a un ejército entero en cuestión de horas donde quieran), que tiene capacidad para cubrir media América del Sur sin abastecerse de combustible; otro de los juguetes que vendrían a aterrizar en Palanquero son los AWACS, un avión con capacidad de vigilancia, rastreo, comando y comunicaciones en cualquier tipo de condiciones climáticas; y no faltarán tampoco los P-3 Orion, utilizados para patrullaje marítimo, reconocimiento, guerra antisuperficie y guerra antisubmarina.
El despliegue en Colombia responde a una estrategia de reposicionamiento global de cara a las nuevas realidades geopolíticas: Global Denfense Posture. Los tres mayores objetivos de este plan en Latinoamérica son: el desarrollo de nuevos nodos de acceso y arreglos para «operaciones de contingencia«, logística y «entrenamiento» en Central y Sur América. No es difícil imaginar que significa «operación de contingencia» en el lenguaje eufemístico de la Casa Blanca, mucho menos la palabra «entrenamiento» vistas las credenciales de la Escuela de las Américas.
Es mentira que los EUA respetarán y harán uso exclusivo del espacio aéreo colombiano para sus operaciones. Primero porque la capacidad tecnológica de los artefactos que desplegará en la región sobrepasa con creces la lucha «antinarcóticos«, aunque un AWACS vuele dentro del espacio aéreo colombiano justo en la frontera con Venezuela, sus radares y detectores tienen capacidad para espiar cientos de kilómetros dentro de territorio venezolano. Segundo, porque el Presidente Obama respaldó incondicionalmente la intrusión aérea de Colombia en territorio ecuatoriano, durante su discurso (aún como Senador) ante la Fundación Nacional Cubano Americana el 23 de mayo de 2008. Lo que significa que se mantiene en pie la doctrina de ataque transnacional contra grupos denominados por Washington «terroristas» (sino pregúntenle a Pakistán). Venezuela corre un grave peligro, la configuración de las «locaciones» norteamericanas alrededor de las principales rutas comerciales (Colombia) y marítimas (Caribe), permitirían un rápido despliegue en zonas de importancia estratégica para el país, amén del disuasivo militar de tener las bases colombianas y las de Aruba y Curaçao.
Por otro lado el Presidente Uribe, cuyo gobierno se ha visto salpicado de innumerables escándalos a lo largo de sus dos mandatos, le ha mentido al país. Primero dijo que acabaría con las FARC en un año; como no lo logró pidió otro mandato, y como éste era inconstitucional sobornó a cuánto diputado pudo para aprobar la reforma; ahora pide otro término para afianzar su política de «Seguridad Democrática«. Las FARC siguen vivas y coleando, los paramilitares se reagrupan, mientras a los comandantes los extraditan para que sus declaraciones se queden en Estados Unidos y nunca puedan rendirse ante tribunales colombianos; la producción de droga se ha mantenido estable durante los últimos diez años, y por último las violaciones a los derecho humanos han pasado de ser cometidas por paramilitares, a ser cometidas por organismos del Estado (llámense Fuerzas Armadas).
Otro tema inquietante es el de la responsabilidad de efectivos militares norteamericanos en suelo colombiano; es bien claro que EUA no aceptará ninguna cláusula que los obligue a convertir a sus efectivos en «imputables» ante la justicia colombiana. Caso bien triste éste considerando la cantidad de colombianos que se encuentran pudriéndose en las cárceles de Estados Unidos, por más delincuentes que sean; ¿o es que la reciprocidad de los tratados se la dejamos a los estudiosos de Derecho Romano?
Estados Unidos no estacionará sus C-17 ni sus AWACS inmediatamente, como tampoco ha venido aumentando el tamaño de la partida contrainsurgencia del presupuesto del Plan Patriota de la noche a la mañana. Lo ha venido haciendo paulatinamente, para evadir mayores cuestionamientos en el Congreso y en la prensa; así actuará en Colombia, sin prisa pero sin pausa. Estamos completamente seguros de que el Acuerdo no se ha firmado por «diez años» como con Ecuador; esto es el comienzo de un largo enquiste en los órganos vitales de la sociedad colombiana, tristemente. Colombia se hará «ayuda dependiente», los políticos de corte uribista le harán ver al país que la ayuda que recibe de Estados Unidos es necesaria e insustituible, y que la única manera de acabar con la violencia (como en los incendios descontrolados) es soltando bombas sobre la selva colombiana y rociando venenos que luego circularán por los cuerpos fluviales, matando todo a su paso.
Colombia ha tenido los más aguerridos dirigentes que la izquierda latinoamericana ha podido producir; qué lástima que haya que ir al cementerio a ponerles flores, o verlos en la Televisión con uniforme de camuflaje convertidos en instrumentos de una guerra sin tregua por 60 años ya. Es hora de que el pueblo colombiano reaccione ante la víspera de las elecciones; toda vez que Uribe ya comienza a sobornar a todo el congreso para salvar su segunda reelección.