Se preguntaba Marcuse en El hombre unidimensional si los medios de comunicación de masas habían conseguido suplantar las categorías de pensamiento y acción de los individuos por las del sistema dominante. Seguramente estas fiestas tendremos una buena oportunidad para comprobar que estaba en lo cierto. Solo habrá que sentarse a la mesa y escuchar al […]
Se preguntaba Marcuse en El hombre unidimensional si los medios de comunicación de masas habían conseguido suplantar las categorías de pensamiento y acción de los individuos por las del sistema dominante. Seguramente estas fiestas tendremos una buena oportunidad para comprobar que estaba en lo cierto. Solo habrá que sentarse a la mesa y escuchar al personal repitiendo hasta la extenuación los mantras que se han venido disparando por la televisión desde el 20D.
Llamamos ingobernabilidad a la necesidad de gobernar dialogando y gobernabilidad a la carta blanca para legislar sin necesidad de dar explicaciones. Parece ser que esa es la primera consigna de los medios tras el resultado de las elecciones generales. La segunda, que ya la conocíamos desde el caso griego, es que la inestabilidad consiste en la posibilidad de que la democracia ponga coto al poder financiero, mientras que la estabilidad describe el sistema que permite beneficio económico a costa de la explotación laboral.
Las dos interpretaciones anteriores pueden parecer exageradas, pero lo cierto es que ambos calificativos han sido utilizados hasta la saciedad para describir la situación política actual cuando tan solo han pasado unos pocos días desde que el bipartidismo hiciera aguas por primera vez en tiempos de democracia. Si el obispo San Sebastián ha calificado el veredicto de las urnas como el síntoma de una sociedad enferma, me pregunto qué pensará del unipartidismo, ¿sería el bien común que tanto necesitamos? A lo mejor es que, en un cruce de cables, lo confundió con el pensamiento unidimensional.
También estamos viendo estos días cómo se hacen insistentes llamamientos a la responsabilidad, en referencia a pactos que favorezcan la gobernabilidad, es decir, gobiernos estables que no tengan que dar muchas explicaciones. En otras palabras, que la irresponsabilidad se ha convertido en algo bastante reprobable, porque consiste básicamente en provocar asociaciones muy inestables que lo único que buscan es ingobernabilidad. Unos locos que quieren que sus propuestas de cambio político se tengan en cuenta dentro del futuro gobierno. Insensatos que pensaban que en verdad lo inestable era la miseria estructural del país, la falta de control democrático, la falta de entendimiento entre territorios, la destrucción de empleo, la corrupción, la pérdida de derechos laborales, los desahucios, la violencia machista o la economía sumergida.
Además, ante este panorama, lo que favorece la estabilidad del país es impedir cualquier tipo de cesión a los secesionistas, grupo en el que los medios se han esforzado por incluir veladamente a los autodeterministas. Todos estos rupturistas -personas sin cabeza que solo piensan en destruir− impiden la gobernabilidad, volviendo la situación muy inestable porque habría que hacer muchas reuniones y dar muchas explicaciones para encontrar soluciones intermedias. Y es que la política parece consistir en acumular poder, no en repartirlo, según los partidos autodenominados serios.
La seriedad es algo que no se debe tomar a la ligera, sobre todo en periodos de inestabilidad. Tiene que ver mucho con la responsabilidad, pero se refiere más a la capacidad de poner cara de consternación cuando emergen soluciones muy diferentes. Soluciones poco serias. Porque las soluciones nuevas, en definitiva, son poco serias. Son casi inventos.
Lo nuevo es, por lo tanto, algo muy viejo, porque no asume la modernidad seria y estable y propone barrabasadas que solo traen inestabilidad e ingobernabilidad. Una irresponsabilidad de magnitud supina. Es todo un discurso redondo, sin costuras, como cuando Eddie Murphy se dirigía a sus feligreses en Un vampiro suelto en Brooklyn y todos terminaban creyendo fielmente que «el mal es bueno».
De todo lo anterior se extrae un mensaje claro que en estas fechas navideñas los medios de masas, los partidos políticos del régimen y los poderes financieros nos desean transmitir. Un mensaje de seriedad y responsabilidad. Porque es verdad, españoles, no hemos sido ni serios ni responsables votando, y merecemos un tirón de orejas y una fuerte reprimenda. Hemos metido al país en una situación ingobernable e inestable y deberíamos asustarnos por todo el trastorno e incertidumbre que estamos causado a la clase política y financiera. Sin embargo, ellos lo solucionarán por el pueblo, pactando y dialogando, aunque sea aburridísimo. Aunque haya que apelar a la responsabilidad de los irresponsables que vienen armando ruido. Como dejando caer agónicamente que esto no se debe volver a repetir.
La democracia es que tiene un puntito alocado. Según lo pintan, quizá sea mejor volver a lo de antes, que era mucho más sano. O a lo de antes de lo de antes, que era mucho más unidimensional. ¿No?
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