Fue la revolución de 1959 la que supo aprovechar el caudal de conocimientos en medicina que en la época colonial y neocolonial se abrió paso con la inteligencia y el afán humanista de los profesionales cubanos de la salud entre los que se destacaron nombres como el del sagüero Joaquín Albarrán o el habanero Carlos Juan Finlay.
Y fueron nobles herederos de ese caudal los médicos que no cedieron a las presiones de la política imperialista contra Cuba y no abandonaron su Patria después del triunfo revolucionario. Ellos se convirtieron en la simiente del sistema de salud pública forjado por el socialismo que ha resistido junto a su pueblo las difíciles pruebas que la historia ha puesto en su devenir, el bloqueo económico, el período especial, hoy la pandemia…
No es de extrañar que los medios de comunicación subordinados a la política del gobierno norteamericano, el periodismo canalla, los reproductores de fake news en las redes sociales, por diferentes motivos -desde el pago por el trabajo sucio hasta el odio visceral, o ambos- centren su veneno en uno de los resultados culturales y humanistas más importantes de la revolución cubana.
Conozco artículos “periodísticos” que leerlos provoca vergüenza ajena, escritos por plumíferos sordos y ciegos ante la realidad de la salud pública en sus propios países y en el mundo en los que desgraciadamente la actual pandemia campea por sus respetos, y quienes -empleando una sarta de supuestos argumentos que se mueven entre la mala intención, la ignorancia y la estupidez-, la emprenden contra la medicina cubana y los trabajadores cubanos de la salud. Un periodismo canalla, que solo puede publicar en medios de comunicación de igual calaña.
Uno de los ataques más recurrentes es el que repite –siguiendo el guión anticubano del gobierno de los EEUU- que los médicos que prestan sus servicios en otros países son esclavos del Estado totalitario cubano. Esa acusación intenta denigrar -en primera instancia- a los propios médicos, enfermeras y técnicos de la salud cubanos, que tendrían que aceptar mansamente tal esclavitud. Después, denigrar al sistema socialista cubano que se niega a concebir la salud como una mercancía. Finalmente, denigrar a los países que han convenido con la parte cubana esa colaboración y a las organizaciones de la ONU que han respaldado esos acuerdos.
El otro ataque que se repite como receta a cumplir es que los médicos cubanos no tienen una buena preparación. Pero mal que le pese al periodismo canalla, los datos hablan solos.
Cuba cuenta con un médico por cada 122 habitantes y una enfermera por cada 128. Alrededor de 100 000 profesionales de la salud trabajan en 11 432 consultorios del Médico y Enfermera de la Familia, 420 policlínicos, 149 hospitales, 71 centros de educación médica superior y 12 institutos de investigación.
El esfuerzo cubano por preparar profesionales de la salud pública y atender a los más necesitados se comparte solidariamente con el mundo. Hasta el pasado 2019 en la Escuela Latinoamericana de Medicina se habían graduado 37 333 jóvenes de 141 nacionalidades –incluyendo norteamericanos-, en distintas especialidades de salud, el 96% doctores en medicina.
Miles de profesionales de la salud durante décadas han acudido a prestar sus servicios por el mundo ante desastres naturales, terremotos, inundaciones, epidemias, huracanes, arriesgando su salud y su vida para salvar las de otros.
En total, desde el primer servicio médico cubano en el exterior en 1963 hasta el más reciente, profesionales cubanos de la salud, médicos, enfermeros, técnicos, han cumplido más de 420 000 misiones médicas brindando sus servicios en 134 países, números que siguen creciendo ante las nuevas solicitudes.
Las cifras de sus servicios en más de medio siglo también hablan por sí solas: 1 900 millones de atenciones médicas y 14 millones de operaciones quirúrgicas. Los profesionales de la salud cubanos han recibido 4 millones de bebés en el mundo y han salvado la vida a más de 8 millones de personas. Eso sin contar todo lo que han hecho hasta ahora en este año en más de 30 países que han solicitado y obtenido sus servicios para combatir la COVID19.
Pero más allá de las cifras, lo más valioso y lo que llena de sano orgullo a nuestro pueblo, es cuando se produce lo que el personal de salud cubano por el mundo siente como su principal recompensa: el sincero agradecimiento de cualquier terrícola atendido por ellos. Pero eso, claro, ni siquiera lo entiende el periodismo canalla.
Hay que tener muy poca vergüenza para intentar denigrar tan humanitaria labor. Pero lamentablemente los hay así por el mundo, que se destacan como lo hace la mosca en la leche. Sin embargo, el agradecimiento de millones de seres humanos por las atenciones de los profesionales cubanos de la salud hunde en la ignominia las injustas y malintencionadas acusaciones.
Países que han seguido el instructivo de Washington, como Brasil, Bolivia y Ecuador expulsaron a miles de colabores cubanos de la salud que podrían estar enfrentando con éxito la actual pandemia, contribuyendo a salvar vidas en esos lugares donde las políticas neoliberales han incrementado peligrosamente la vulnerabilidad de los sectores sociales más necesitados.
El periodismo canalla tampoco concede veracidad a una personalidad como Carissa Etienne, Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) quien afirmó que “Más de la tercera parte de los habitantes de esta región no tienen acceso a servicios de salud integrales” y tampoco al Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director de la Organización Mundial de la Salud” quien en esa misma ocasión en abril de 2018, al referirse a la aspiración universal a un sistema de salud integral para todos que “Los países como Cuba nos recuerdan que esto no es un sueño para el futuro, sino una realidad. Y lo han logrado no porque Cuba sea rica, sino porque se lo han propuesto como un compromiso.”
Como en toda obra humana, hay luces y sombras en la salud pública cubana. Es cierto que una parte minoritaria de los profesionales que marchan a cumplir misión han optado por quedarse a vivir fuera de Cuba, nos alegramos por los pacientes que reciben los eficaces servicios de ese personal médico preparado en Cuba, como también es cierto que la gran mayoría de quienes salen a cumplir misión regresa a la Patria con el sentimiento del deber cumplido. Es cierto que en Cuba escasean algunas medicinas e insumos médicos, como también es cierto que se ha recrudecido la guerra económica de los EEUU sin lograr el colapso del sistema de salud que ha sido capaz de controlar la pandemia de la COVID19 y sigue luchando por mantener aplanada la curva. Hay en la medicina cubana mucha más luz.
De algo no tengo duda, si alguno de esos periodistas canallas, por cosas de la vida, necesitan un día atención médica, los profesionales cubanos de la salud se la darían sin preguntarle cuál es su ideología, su fe o su filiación política.
Es cuestión de humanismo.