El Doctor Renán Vega, colombiano licenciado en Ciencias Sociales, maestro en Economía y doctor en Historia, es el autor de un ensayo titulado «La Dimensión Internacional del Conflicto Social y Armado en Colombia: Injerencia de los Estados Unidos, Contrainsurgencia y Terrorismo de Estado». Este ensayo del Dr. Vega hace parte de un informe publicado en […]
El Doctor Renán Vega, colombiano licenciado en Ciencias Sociales, maestro en Economía y doctor en Historia, es el autor de un ensayo titulado «La Dimensión Internacional del Conflicto Social y Armado en Colombia: Injerencia de los Estados Unidos, Contrainsurgencia y Terrorismo de Estado». Este ensayo del Dr. Vega hace parte de un informe publicado en febrero de 2015, con ocasión de los Diálogos de Paz de la Habana. El mencionado informe agrupa, además, otros ensayos de diversos y reputados académicos, quienes junto a Renán Vega, conforman lo que se denominó «Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas» (CHCV), y su propósito es ayudar a comprender mejor el conflicto que lleva más de 60 años entre el Estado Colombiano y la guerrilla de las FARC.
El ensayo del Dr. Vega es un documento científico del tipo de investigación en Historia, donde expone varias tesis sobre el origen del anticomunismo en el país y el papel de los Estados Unidos de América como agente activo del conflicto social y armado nacional. Por ello, para su análisis histórico, selecciona un periodo de estudio (la historia republicana de Colombia) y lo divide en cinco fases [1].
El trabajo que se propone este académico se nutre de muchas referencias a eventos o procesos históricos, donde se contextualizan sus afirmaciones y de entre las que cabe destacar: la historia de las intervenciones de EE.UU. en Panamá durante el s. XIX y la pérdida del istmo en los albores del s. XX, la Masacre de las Bananeras, El Bogotazo, la participación del Batallón Colombia en la Guerra de Corea, etc. O bien, se alimenta de referencias a sucesos recientes como los asesinatos cometidos por las Fuerzas Militares -mal llamados «falsos positivos»- o el espionaje ilegal, la intimidación y los asesinatos cometidos por el ya desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad de Colombia (DAS). Sus fuentes son primarias, incluso del propio gobierno de los Estados Unidos, fuentes hemerográficas y fuentes secundarias -como otras investigaciones especializadas en español e inglés. Si bien el Dr. Vega previene al lector de que intentará reducir las citas textuales y las referencias a las estrictamente necesarias, sentencia que sus afirmaciones están apoyadas en los documentos de la bibliografía que se consigna al final del texto.
Ahora bien, la reacción que se tuvo en el país por este trabajo del Dr. Vega fue inusitada. El revuelo que desató su ensayo fue mayor al que se produjo por los otros ensayos del informe. Pero, lamentablemente, no se debió a un debate profundo sobre las explicaciones que este académico da para comprender el conflicto armado en un momento tan crucial, sino por el escándalo y la banalización de una sola de sus afirmaciones. Una sola afirmación con la que él sostiene la idea de que el imperialismo estadounidense se extiende a ámbitos tan inverosímiles como el sexual, y que en el contexto del ensayo, se usa para ilustrar el alcance del servilismo de los gobiernos de Colombia ante los intereses de los EE.UU. y la subsecuente vulneración que esto supone a la soberanía nacional. Intenta el Dr. Vega recalcar cómo la inmunidad jurídica de que gozan los militares estadounidenses en territorio colombiano les permite salir impunes de hechos tan despreciables como el abuso sexual y la pornografía con menores de edad.
Bastaron estos tres elementos: militares estadounidenses, abuso sexual con menores y pornografía, en un momento en que todavía estaba presente el escándalo de prostitución que involucró al Servicio Secreto de los EE.UU. antes de la Cumbre de las Américas en Cartagena en el 2012, para que se desatara un nuevo escándalo mediático de alcance nacional e internacional. Lo indignante es que esta vez las repercusiones del escándalo no se dirigieron a los involucrados o a cuestionar el sistema que, en efecto, le brinda inmunidad a los victimarios, sino que en esta ocasión se dirigió en contra del Dr. Renán Vega.
Para destruir su prestigio se llegó a afirmar en un artículo en inglés que el Doctor Vega era un pseudo intelectual, cuya motivación era un sentimiento antiestadounidense. Un «pseudo intelectual» que es graduado de las Universidades Distrital y Nacional en Bogotá, y Doctor de la Universidad París VIII de Francia, con tesis y libros leídos, citados y elogiados internacionalmente, y con una amplia y prestigiosa carrera de treinta años como educador. Pero eso no es lo más grave, también se afirmó en columnas nacionales que él era un intelectual de izquierda y un historiador seleccionado por las FARC, poniendo con ello su vida en riesgo, porque debe recordarse que Colombia es un país lacerado por el paramilitarismo de derecha y el terrorismo de Estado -que en últimas resultan ser lo mismo. Incluso, hay que decir que, el Dr. Vega en años anteriores ya ha tenido que exiliarse del país por amenazas realizadas a través de panfletos firmados por paramilitares. Ahora, es muy grave en Colombia que a alguien públicamente se le ponga una etiqueta como estas y más si este prejuicio se hace desde los medios masivos de comunicación ¿Entienden acaso los «periodistas» cómo sus palabras irresponsables pueden mandar a matar a un ser humano?
Pero, además -y quizá lo que más le duele a un historiador- se afirmó que cuando él en su ensayo habla de por lo menos 53 casos de niñas violadas y filmadas con fines pornográficos en los municipios de Girardot y Melgar, no tenía fuente alguna para sostener tal aseveración.
Por supuesto, el Dr. Renán Vega reclamó su derecho a réplica, un derecho fundamental y, a penas, elemental en este tipo de casos y, además, interpuso acciones legales en contra de medios de comunicación nacionales demostrando que la aseveración que él estaba haciendo en el ensayo provenía de una fuente académica verificable que él había referido con rigor. Su réplica, aunque fue publicada en un medio en internet, no era suficiente para reparar el daño que se había hecho a su prestigio, buen nombre y seguridad personal. Hace poco, una corte ordenó a uno de los medios a retirar los artículos en que se decía que el Dr. Vega no tenía cómo sostener la afirmación sobre estos aberrantes casos y a presentarle excusas públicas; y sin embargo, no ordenó lo mismo en el sentido de retirar aquellos textos donde se le cataloga como de «izquierda» o «historiador de las FARC», aduciendo que el plazo para presentar esa réplica, con respecto a los tiempos en que se publicaron los mencionados artículos en que lacera su buen nombre, ya había prescrito.
El escándalo desatado tuvo como efecto colateral que se visibilizara brevemente, aunque con repercusión internacional, estas injusticias en contra de menores colombianos, por parte de militares estadounidenses, de las que el grueso de los medios masivos de comunicación no habla. A raíz de estos hechos, varias víctimas han tenido la valentía de salir -de nuevo o por primera vez- a denunciar los crímenes de los militares estadounidenses, lo mismo que, poco a poco, otras fuentes salen a la luz y siguen apoyando sus denuncias. Pero el daño que se le ha hecho al Dr. Vega es lamentable, y aún continúa poniendo su vida en peligro.
A pesar de todo ello, el Dr. Renán Vega goza de un enorme prestigio que en el medio académico internacional es muy difícil de alcanzar. Recientemente, un discurso suyo titulado «Elogio del pensamiento crítico» salió publicado en una antología del pensamiento crítico latinoamericano, que lo recoge como un orgulloso aporte del país a las Ciencias Sociales de la región y el mundo. También, el Dr. Vega ha presentado un nuevo libro: «La Universidad de la Ignorancia» y tan solo su introducción, que ya apareció publicada en línea, resulta contundente y esclarecedora sobre el efecto nefasto del neoliberalismo en la educación superior.
A propósito de este caso, se debe reflexionar que lo sucedido al Dr. Vega no es un evento anecdótico o aislado. Todo lo contrario, es parte de una ofensiva sistemática contra todos aquellos que buscan la paz con justicia social y ambiental en Colombia. El ataque a este historiador es un torpedo más disparado por parte de los grandes medios masivos de comunicación contra el diálogo de paz en La Habana; es un acto deliberado dentro del gran concierto de exterminio al pensamiento disidente y de oposición. Y no porque en ese diálogo necesariamente se vayan a resolver los problemas históricos del país, sino porque intelectuales, líderes, activistas y políticos progresistas osan aprovechar esta gran oportunidad para que el país se entere de lo que los periodistas de los grandes medios no han querido informar tal cual es su deber. Eso es lo que no le pueden perdonar al Dr. Vega, que un intelectual alce su voz para cuestionar ese país de mentiras que todos los días se pinta en televisión, radio, prensa y, ahora, internet.
Se firme o no el acuerdo entre guerrilla y gobierno en la Habana, las causas del conflicto social y político, que tanta sangre y lágrimas le ha costado al país, van a seguir allí. Causas que, irónicamente, se podrían comprender mejor leyendo el informe, algo que seguramente pocos de los que atacaron al Dr. Vega realmente hicieron. ¿Cómo solucionar un problema si no se conocen sus causas? Valdría la pena, en este sentido, retar a estos periodistas que han tenido la cobardía de atacar a un intelectual, de insultar su carrera, de poner su vida en riesgo, a que lean realmente y a profundidad el informe, a que de cara al país debatan, sin falacias, qué ideas de las allí contenidas no aceptan, con qué argumentos se oponen y qué proponen. Pero es mejor no darnos golpes de espalda unos con otros para decirnos mentiras y creérnoslas, no lo van a hacer, porque su papel no es ese, sus intereses están con la agenda de las clases de oligarcas, trasnacionales y mafiosos a las que representan, eso en el peor de los casos y, en el mejor, porque sencillamente son perezosos, ya no leen, ya no escriben, solo copian y pegan notas de agencias de noticias internacionales; las pocas notas que escriben están plagadas de errores de ortografía y sintaxis y rebosan contradicciones y prejuicios evidentes, algo que las universidades donde se enseña periodismo debería corregirles antes de lanzarlos a un mundo de trabajo subcontratado y de autocensura.
Está clara la valentía que a través de la historia varios intelectuales han tenido al exponer sus ideas para aportar a la construcción de la paz en Colombia, muchos de ellos a contracorriente, que como el Dr. Vega, han respondido con dignidad a su oficio, muy a pesar de la violencia que se empecina en eliminar física, penal, política y, ahora, mediáticamente a profesores, estudiantes, funcionarios, líderes sociales, indígenas, campesinos y barriales, etc. Es momento de rendir homenaje a sus esfuerzos y exigir una Ley de medios para la paz, y de construir y usar fuentes de información alternativa que hagan frente a esta maquinaria de mediocridad periodística que se cierne sobre el país.
Nota:
[1] Estas fases son: I. Desde el nacimiento de la República (1821) hasta el fin de la Hegemonía Conservadora (1930). II. La República Liberal (1930-1946). III. Desde el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947 hasta la misión militar estadounidense de William P. Yarborough en 1962. IV. Desde los inicios de la contrainsurgencia moderna (1962) hasta el Plan Colombia (1999) y V. El Plan Colombia hasta el 2014.
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