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El permanente recurso a «Cubazuela del Norte»

Fuentes: Rebelión

«Hay una intención de la derecha internacional de detener cualquier proceso de democratización popular, de avance hacia planteos sociales que le den protagonismo a los trabajadores, por lo que se hace cualquier cosa para detener esos cambios, tal como vemos que se está realizando en Venezuela (…). La idea es sacar de en medio cualquier […]

«Hay una intención de la derecha internacional de detener cualquier proceso de democratización popular, de avance hacia planteos sociales que le den protagonismo a los trabajadores, por lo que se hace cualquier cosa para detener esos cambios, tal como vemos que se está realizando en Venezuela (…). La idea es sacar de en medio cualquier proceso que se plantee soberanía nacional. Sabemos que ninguno de estos son gobiernos socialistas en sentido estricto; no son marxistas en sentido clásico, pero sí impulsan mejoras para las grandes mayorías populares. No son gobiernos que llegaron a través de una revolución socialista, pero sí están en contra de las políticas imperiales. Esto le duele a la derecha, y aquí en Venezuela, aunque las grandes empresas mantienen sus negocios, han salido de la dirección política del país. Eso es algo que no perdonan, y por eso mismo el imperio también reacciona«
(Ramón Martínez, Analista Político colombiano-venezolano)

En graciosa expresión que tomamos prestada a Irene Montero, agrupamos bajo este anagrama verbal de «Cubazuela del Norte» a los tres «diablos rojos» (esta vez la expresión es de Armando B. Ginés), que agrupan a Cuba, a Venezuela y a Corea del Norte (Ginés se refiere también a Rusia), que se toman como referencia cuando la derecha política, social y mediática quiere rebatir los argumentos de la izquierda, y pone como ejemplos (de forma torticera y manipulada) la realidad social de estos países para intentar extender una opinión generalizada del casos y del desorden que generan estas políticas. La verdad es que produce vergüenza ajena, ya que mientras se permiten dar consejos a estos países sobre lo que tienen o no tienen que hacer, no miran la fétida charca en que se ha convertido su partido, ni son capaces de ver la miseria que inunda a su pueblo. Un ejemplo de esto le ocurría en estos días a Mariano Rajoy, quien desde Brasil (donde se encontraba de viaje) se pronunciaba sobre Venezuela en estos términos: «Nos preocupa la situación de un país hermano, Venezuela. La solución debe pasar por devolver la palabra al pueblo venezolano». Y mientras pronunciaba estas indecentes palabras, se producía la dimisión de Esperanza Aguirre, acorralada por la corrupción galopante de su partido. La «Cubazuela del Norte» de turno siempre está ahí para recurrir a ella cuando la derecha se queda sin argumentos para rebatir.
De esta forma, demonizando a estos países (que no son estrictamente socialistas, sino que simplemente se han atrevido, como Bolivia o Ecuador, a intentar cambios en su sistema de producción capitalista), desvían el foco de atención, y así evitan asumir responsabilidades políticas, desviando la atención de la opinión pública hacia otros enemigos externos (creados para tal fin), que son transformados irracionalmente y mediante sesgadas y manipuladas informaciones en peligrosos referentes para nuestros «sistemas de libertades» o «escalas de valores». Se les llama continuamente «populistas», y aparecen casi a diario en los noticieros de los diversos medios de comunicación, pero curiosamente nunca para contarnos sobre ellos buenas noticias (que las hay, y muchas), sino para contribuir a su mala imagen. De Cuba o Venezuela nunca nos contaron sus impresionantes logros en reducir la pobreza y la desigualdad, en escolarizar a todos los niños, en erradicar las enfermedades, en redistribuir la riqueza, o en garantizar los derechos humanos básicos para todos. Precisamente esos logros son los que más enfurecen a las derechas locales e internacionales, que son las que se están dedicando a promover las violentas revueltas populares, y a provocar la desestabilización y el desabastecimiento de productos básicos para la población. Para ellos la «Cubazuela del Norte» es una república bananera, donde no existe un Estado de Derecho, cuando la realidad es que son ellos los que quieren eliminar esos Estados de Derecho, porque simplemente no les interesa que existan en el mundo referentes de que otras políticas son posibles.

De Bolivia o Ecuador nunca nos contaron sus tremendos avances recogidos en sus respectivas Constituciones, sus éxitos en conseguir reducir su deuda (incluyendo la realización de auditorías y su reconocimiento como deuda ilegítima, ilegal e insostenible), o sus transformaciones en sus modelos extractivistas. Nunca nos contaron sus avances en las políticas del Buen Vivir, y en el reconocimiento de derechos a la Madre Naturaleza. Más bien al contrario, están atentos a cualquier pequeño conflicto que ocurra, a cualquier desliz que pueda cometer su gobierno, para amplificarlo, difundirlo, ridiculizarlo, manipularlo y demonizarlo. En este fantástico artículo, Pascual Serrano ya explicó hasta qué punto se manipula la información procedente de Venezuela, ocultando lo que en verdad ocurre en sus calles, y los motivos de sus violentas manifestaciones. Y es que las derechas representadas por ese frente del Occidente «libre y civilizado», que en realidad bailan al son que le marca Estados Unidos, profesan un odio visceral hacia todo lo que huela a izquierda radical, rebelde o transformadora. Más aún, recelan de todo aquél país que ose enfrentarse a los designios del capitalismo globalizado. El pensamiento dominante intenta formarnos una imagen de dichos países caótica, violenta y desorganizada, sin salida, predisponiendo a la opinión pública hacia actitudes de rechazo visceral contra las políticas y los gobernantes de estos países.

Sus respectivos Presidentes (Nicolás Maduro, Evo Morales, Raúl Castro, Kim Jong-un, incluso Vladimir Putin) son constantemente ridiculizados, mientras alaban a otros Presidentes que se alinean sin fisuras con las tesis neoliberales, aún suponiendo para sus respectivos pueblos claros retrocesos sociales (como Mauricio Macri en Argentina), o Golpes de Estado encubiertos (como es el caso de Michel Temer, en Brasil). A las derechas, a las élites dominantes, a los organismos internacionales y a Estados Unidos y sus aliados sólo les interesa reconocer y llevarse bien con los países que muestren ciega devoción hacia los planes de austeridad, el servilismo hacia las grandes empresas transnacionales, el desmantelamiento de los servicios públicos, y que se manifiesten fervorosamente a favor de las guerras «contra el terrorismo», para seguir saqueando los recursos naturales de los países atacados, y continuando sus políticas armamentistas. Cualquier país que manifieste una línea diferente de actuación, un enfrentamiento claro contra estos postulados, será vilmente atacado, ridiculizado, bloqueado, sancionado, chantajeado, y en el peor de los casos, invadido o atacado. Es lo que lleva pasando a lo largo de nuestra reciente historia, desde el Chile de Salvador Allende, la Cuba de Fidel, la Venezuela de Chávez, el Brasil de Lula y Dilma, el Ecuador de Correa, la Argentina de Néstor y Cristina, o la Bolivia de Evo. El recurso indignante y manipulador hacia la «Cubazuela del Norte» siempre está ahí disponible, para recurrir a él cada vez que queramos mostrar a los incrédulos que no existe alternativa al pensamiento dominante.

Y así, el discurso y el relato informativo de los grandes medios de comunicación continúa su acoso, sin prisa pero sin pausa. No le duelen prendas al utilizar todos los medios a su alcance para transformar la realidad social de un país, y ofrecerlo al resto del mundo como un constante caos. Lo que no nos cuentan es que ese caos es inducido, financiado y controlado por las mafias de la derecha local e internacional. Y da igual que existan otras muchas partes del mundo donde se violen constantemente y de forma flagrante los derechos humanos (comenzando por los propios Estados Unidos, y continuando por México, Honduras, Colombia, etc.), el caso venezolano está un día sí y otro también en primera plana de nuestros programas informativos. Hemos de denunciar tanta falacia y tanta hipocresía, porque el interés de la derecha española al recurrir constantemente a «Cubazuela del Norte» no tiene nada que ver con la defensa de los Derechos Humanos, sino con la clara injerencia política y el intervencionismo, con la intoxicación mediática permanente, en un proceso de apoyo a los sectores violentos para el derrocamiento del gobierno legítimo y democrático. Bajo una sarta de mentiras amplificadas con la inestimable colaboración de la prensa dominante, se vierten un conjunto de acusaciones sin fundamento, y se teje toda una construcción absolutamente falseada de la realidad. Desmontemos este engañoso recurso a los países que se enfrentan a los perversos postulados capitalistas, seamos capaces de romper una lanza a su favor, y denunciemos la constante manipulación y ocultación de la realidad social de estos países. Ellos nos están mostrando el camino hacia otro mundo posible.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.