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El perro judío a la sombra del escarmiento

Fuentes: Noticias de Navarra

«Cosas de la guerra». Esta es la expresión que se repetía una y otra vez para ocultar u olvidar la represión, incluso después de la Transición en la construcción de la democracia española y su Estado. Lo recuerda Miguel Sánchez-Ostiz en La sombra del Escarmiento, un ensayo escrito desde este presente desmemoriado en una sociedad […]

«Cosas de la guerra». Esta es la expresión que se repetía una y otra vez para ocultar u olvidar la represión, incluso después de la Transición en la construcción de la democracia española y su Estado. Lo recuerda Miguel Sánchez-Ostiz en La sombra del Escarmiento, un ensayo escrito desde este presente desmemoriado en una sociedad que ha abandonado en fosas y cunetas los restos de su dignidad. 

Por un lado, las familias responsables y ejecutoras de la represión decían que eran cosas de la guerra todos los desmanes, las infamias, las mentiras, los expolios, los crímenes, para silenciar su parte en el escarmiento y el exterminio. Por otro lado, las víctimas y sus familias lo hacían por censura o por miedo en un régimen que marcó sus vidas y la de sus descendientes.

«Cosas de la guerra» y «cosas del pasado» son dos formas de reduccionismo según Miguel Sánchez-Ostiz, dos maneras de evitar hablar de un golpe militar que condujo a una guerra y después a una dictadura «con todo su aparato de represión, legislación torcida y corrupción institucional generalizada».

Cosa del pasado era aquella proclama del 1 de agosto de 1936 en el primer número del diario falangista Arriba España de Pamplona: «¡Camarada! Tienes la obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas. ¡Camarada! ¡Por Dios y por la Patria!».

Cosa del presente es, por ejemplo, que la candidata a alcaldesa de Collado Villalba responda a un cuestionario delante de micrófonos y cámaras como muestra de sinceridad. Una de las preguntas preparadas de antemano versaba en torno a la veracidad de sus palabras. Ella respondió: «Es que, ¿qué te voy a decir yo de mí misma? No te voy a decir que soy un perro judío». Pasados unos pocos días alcanzó la alcaldía y pretendió excusarse de su antisemitismo con esta declaración: «Utilicé una expresión coloquial, muy madrileña, pero muy desafortunada. Cuando dije perro judío era una expresión coloquial, sin más».

Y así, sin más, las cosas del pasado se hacen presentes y las cosas de la guerra se convierten en cosas de la democracia, sin que nadie, ni siquiera la oposición, se inmute.

 

* Publicado en: http://www.noticiasdenavarra.com/2014/11/23/sociedad/el-perro-judio-a-la-sombra-del-escarmiento