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La batalla por el agua del pueblo del Río Choapa

El poderoso grupo Luksic, seca, mata y rebela

Fuentes: Rebelión

Combatir por el derecho al agua en Chile se vuelve inmediatamente una causa anticapitalista, esto es, radicalmente humana. El solo caso de los estragos contra los pueblos que componen la comunidad de la región de Coquimbo que ha provocado la Minera Los Pelambres del poderoso grupo Luksic -una de las 100 fortunas del planeta-, ilustra […]

Combatir por el derecho al agua en Chile se vuelve inmediatamente una causa anticapitalista, esto es, radicalmente humana. El solo caso de los estragos contra los pueblos que componen la comunidad de la región de Coquimbo que ha provocado la Minera Los Pelambres del poderoso grupo Luksic -una de las 100 fortunas del planeta-, ilustra las condiciones que impone el Estado empresarial chileno. Estado que no sólo subsidia al capital desde la tiranía pinochetista a través del saqueo de los ahorros previsionales del pueblo trabajador que comportan las AFP, las privatizaciones a precio de feria y la salvación directa, constante y con tramas de crimen perfecto contra la población, sino que también pone a disposición de la minoría que organiza la vida por el momento al sistema judicial, al legislativo y, no faltaba más, a las policías militarizadas. Capitales, burocracia y represión contra la mayoría abrumadora que apenas cuenta con su fuerza de trabajo para sobrevivir (cada vez más flexibilizada y precarizada).

«Comunidades de defensa del recurso hídrico del valle del Choapa» se llama la fuerza popular que enfrenta los intereses privados de Luksic, el mismo holding nativo y en expansión transnacional que alimenta económicamente al partido único del sistema político chileno que aún es denominado como duopolio -Nueva Mayoría y Alianza por Chile-, como si los partidos demócrata y republicano norteamericanos representaran dos proyectos alternativos, toda vez que sus distancias en cuanto a los intereses socio-económicos que expresan, se diluyen a la hora del asesinato y el genocidio en Oriente Medio, África, Asia y en casi la totalidad de América Latina.

Según la Corporación Nacional Forestal (CONAF) e investigaciones realizadas por la ONU, Chile es uno de los países más afectados por la desertificación, degradación de la tierra y sequía a nivel mundial, afectando a casi dos tercios del territorio continental. Por eso la Minera los Pelambres de los Luksic se roba por fuerza y ganancia el agua dulce del Río Choapa con fines de relave de cobre y metales asociados (procesos de flotación y lixiviación de minerales), práctica que envenena todo. Considerando que estamos hechos de agua y tiempo, es un asunto de vida o muerte.

Las «Comunidades de defensa del recurso hídrico del valle del Choapa» están formadas por personas comunes y silvestres puestas en una situación crítica de las localidades de Salamanca, Caimanes, Chillepín, Punta Nueva, Coirón, Panguesillo, Palo Alto, entre otras. En su declaración conjunta, el movimiento afirma que su objetivo es «solicitar a Minera Los Pelambres la instalación de una planta desalinizadora de agua de mar, todo con el fin de que su proceso metalúrgico sea realizado con dicho recurso y no con el poco recurso hídrico actual del Rio Choapa». A vista de luchadores/as de otras latitudes la demanda podría parecer mínima. Sin embargo, en el marco del ultra capitalismo chileno, lo mínimo todavía es lo máximo. La sociedad del país (salvando a la centenaria resistencia Mapuche y a los episódicos levantamientos estudiantiles de los últimos años) transita el pedregoso derrotero de la acumulación de fuerzas sociales en medio de la actualización de las luchas populares históricas y de las derrotas del golpe de Estado de 1973 y de la resistencia contra la dictadura. La pérdida del miedo, la toma de conciencia y las nuevas armaduras del pueblo parecen amanecer desde los bordes y desde abajo. Desde los bordes sociales y geoeconómicos y desde las clases más castigadas por la refundación o contrarrevolución del capitalismo más paradigmático del planeta.

En fin. Las comunidades dañadas por el mega negocio minero y la agroindustria, seca, mata y rebela. Por eso también exigen «detener el amedrentamiento, detención y apremios ilegítimos a dirigentes y miembros de la comunidad organizada». Casi es una obviedad relevar la subsecuente represión policial que han sufrido las mujeres y hombres del Choapa durante su batalla sin más armas que la unidad y las acciones directas que han emprendido a través de cortes de ruta, paralizaciones, tomas, y sin pegar un solo tiro. Qué más da: las comunidades luchan por su vida y las policías, el poder judicial, legislativo y ejecutivo, en cambio, por dinero. Sí, el soborno, la corrupción y los intereses económicos privados suelen llegar al crimen. Pero el combate por la vida saca a relucir la imaginación, solidaridad y fortalezas colectivas que no tienen precio.

Hasta el final de este breve artículo, la batalla de los pueblos del Choapa se mantiene en tensión y se auto organiza a zancadas apremiantes. Tratarán de capitalizar el conflicto aparatos y eventuales caciquismos políticos funcionales al capital con miras a las elecciones de todo tipo. Los de arriba intentarán imponer sus intereses por desgaste. Pero históricamente el capitalismo produce indignación popular y la indignación popular, rebeldía e insubordinación. Y se trata de agua, de la materia liberada desde donde salimos y que nos ha hecho posibles. No es la lucha por un bono de fin de conflicto o la ampliación de la capacidad de endeudamiento de las personas. Aquí está en juego el principio de vida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.