Primera escena: sale el Partido Comunista Vaya, vaya… ¡macartismo de izquierda! Y en pleno tercer milenio. Con esa «estrategia» me parece ver a Uribe, tras bambalinas, insuflando el espíritu «revolucionario» y de cambio social del Polo Democrático Alternativo. Un partido «democrático» que, sin ningún pudor democrático saca de sus huestes a una organización política legal, […]
Primera escena: sale el Partido Comunista
Vaya, vaya… ¡macartismo de izquierda! Y en pleno tercer milenio. Con esa «estrategia» me parece ver a Uribe, tras bambalinas, insuflando el espíritu «revolucionario» y de cambio social del Polo Democrático Alternativo. Un partido «democrático» que, sin ningún pudor democrático saca de sus huestes a una organización política legal, histórica, y de enorme influencia en todos y cada uno de los cambios históricos de la humanidad en los últimos cien años es, simplemente, un partido perdido. Pero como había que encontrarle una justificación vitrinera a tamaña boutade política, la señora Clara López Obregón y los señores Carlos Gaviria Díaz y Jorge Enrique Robledo no dudaron en hacerle eco a las tramoyas gubernamentales respecto de la inclinación fariana del movimiento Marcha Patriótica y… a papaya puesta, papaya partida. Si enmarcado dentro de la más exigua presencia electoral, de militancia activa o simpatizante y de representación legislativa se da estos aires de pudor ideológico y soberbia dictatorial, ¿qué sería de él en la cúspide del poder? ¿Cuántas y cuáles efectistas y publicitarias purgas se ingeniarían?
Carlos Gaviria, en quien muchos reconocemos un altísimo nivel intelectual, una inteligencia prodigiosa y una reciedumbre moral ejemplarizante, nos sorprendió con un desvío retórico débil y a todas luces oportunista cuando afirmó, para explicar la descachada polista, que «En política, la percepción es algo muy importante». Como queriendo montarnos un axioma que rezaría que, todo lo que nos parezca, puede ser. Y, no. Hay muchas cosas que aunque nos parezcan, no lo son. El expresidente Uribe, por ejemplo, a tantos y tantos colombianos les pareció en un comienzo un hombre de gran sensibilidad social y el pacificador de la patria y, sin embargo, por simplemente haberles parecido, no lo fue. Muy por el contrario, fue el más descarnado, delirante y contumaz guerrerista, en cuyos gobiernos su «sensibilidad social» se la dio en ofrenda a las multinacionales, y cuyos tres enunciados de la «Seguridad Democrática», la «Confianza Inversionista» y la «cohesión social», dieron como resultado el más descarado y criminal auge de la corrupción que se haya registrado en la historia de Colombia, y el mayor derramamiento de sangre jamás visto en nuestro país durante el gobierno de un presidente.
Hace poco Lisandro Duque se explayaba en una reflexión sobre lo equivocado que estaba el Polo con decisiones como esta, y dolido con los tres dirigentes ya mencionados, que mientras expulsaban al Partido Comunista de su organización lo que querían era enviar el mensaje de repudio hacia la Marcha Patriótica, para ellos y para Uribe -¡qué curioso!- maloliente y presumiblemente terrorista -cómo no, si frente a ella marchaba llevando el estandarte de la rebeldía y el clamor por la justicia social la negra Piedad, o la «Teodora Bolívar» de su devaneos- se refería al tema en estos precisos términos:
«Me imagino entonces al senador Robledo pidiendo certificado de buena conducta a los vendedores de rifas… para que sus manifestantes no ofrezcan una «percepción» equívoca y desgualetada, similar a la que tanto a él como al Ejército les merece la Marcha Patriótica… Y en todo caso es una carencia de estilo eso de echarle agua sucia a Gloria Inés Ramírez, Jaime Caicedo y Carlos Lozano, dirigentes del PC, con quienes él mismo compartió hace poco el infortunio de ser empapelado como «miembro de las Farc». «En cuanto a Clara López, la presidenta del Polo, después de 30 años de ser aliada, o como se decía antes, «compañera de viaje», de los comunistas, cayó en cuenta de que lo mejor era retirarles la confianza. Se pregunta uno si la que pierde credibilidad pública no es ella, por su «percepción» tan tardía.»
Segunda escena: entra Clara
Y aquí si se armó la de Troya. A mi parecer, salvo por su condición de mujer, Clara López Obregón, que unas veces sí, y otras no, alcanzó a coquetear con Uribe y hasta estuvo tentada a fungir de uribista desde un alto cargo gubernamental, nada distinto a un boleto seguro para la entrada a la función de defunción del Polo será lo que aporte. Su representación de género en la contienda presidencial será tan efímera y vaporosa como ya lo ha demostrado que lo fue el Polo como partido de oposición simulando representar a la izquierda. No nos engañemos: Clara López, más que hábil para el manejo del poder o la responsabilidad en la administración pública, o para el liderazgo popular y la estrategia electoral, es una dama ensayando a ser líder por lo que, y ya lo hemos visto, su condición de contemporizadora, o conciliadora, o administradora de la cosa pública, puestas al servicio de tal liderazgo, solo le han servido para que lleve a feliz término lo que se propuso el Polo al escogerla como candidata, es decir, su réquiem en voz de soprano.
Cuando vemos que el Polo comienza a contagiarse del calenturiento razonar de la derecha uniéndose a sus voces para condenar partidos y movimientos que le son incómodos, endilgándoles irresponsablemente a la manera de Uribe calificativos de terroristas y bandidos, no podemos menos que volver a las palabras de Lisandro Duque:
Adiós al Polo. ¡Sale por chatarra!
(*) Germán Uribe es escritor colombiano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.