En  los continuos estudios sobre las nuevas relaciones mundiales entre  bloques y países que se han producido en medio de imparables  transformaciones de la economía y la política internacionales del siglo  XXI, va quedando en claro que la era de la globalización capitalista  hegemonizada por los Estados Unidos tras el derrumbe del socialismo de  tipo soviético se debilita. Lo cual no significa que haya caído el  poder que mantiene esa potencia. Pero el proceso de construcción de un  mundo multipolar, particularmente determinado por el ascenso de China y  Rusia, junto con la conformación de bloques con capacidades autónomas  como los BRICS, es irreversible. Y en ese contexto se inserta la  Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que quedó  constituida en la Cumbre de 2010.
 La CELAC es un espacio de coordinación y convergencia de acciones  conjuntas entre los países de la región, con exclusión de los EE.UU. y  Canadá. Este solo hecho da cuenta de su importancia y de la ruptura que  ocasionó con el americanismo monroísta. La visión  latinoamericanista fue posible por las claras posiciones asumidas por  los gobernantes del primer ciclo progresista, se debilitó con  gobernantes derechistas que les sucedieron (entre los cuales destacó  Jair Bolsonaro, de Brasil) y ha sido revitalizada por mandatarios de un  nuevo ciclo progresista y particularmente con el retorno de Brasil  gracias al presidente Lula da Silva.
 La reciente cumbre de la CELAC y la Unión Europea (UE), realizada el 17 y  18 de julio (2023), ha puesto de manifiesto, una vez más, que América  Latina afianza sus propias políticas internacionales. Ello se refleja en  la Declaración final (https://rb.gy/pifqn),  un documento de 41 puntos, en los que hay señalamientos de carácter  general, redactados en el tono diplomático con el que suelen valorarse  las relaciones entre América Latina y Europa, la democracia, los  derechos y principios sociales universales, el reconocimiento a pueblos y  nacionalidades tanto como a la institucionalidad o las esperanzas por  una humanidad que logre solucionar sus problemas y límites históricos.
 Pero hay varios asuntos que merecen ser resaltados. El 10 se refiere a  la esclavitud y la trata de esclavos, que incluye la trata  transatlántica, como “tragedias atroces” y un “crimen de lesa  humanidad”, lo cual constituye una clara alusión al colonialismo  europeo. Punto 11: expresa condena al “bloqueo económico, comercial y  financiero impuesto contra Cuba” y rechaza la designación de este país  como “Estado promotor del terrorismo”, lo cual evidencia una nueva  derrota histórica y directa para los EE.UU. Punto 12: se “toma nota” de  que es la CELAC la que ha declarado que América Latina y el Caribe son  una “Zona de Paz”, sin dejar en claro si Europa participa de un criterio  similar. Punto 13: también la UE declara haber “tomado nota” de la  “cuestión de la soberanía sobre las Islas Malvinas” y de “la posición  histórica de la CELAC, basada en la importancia del diálogo y el  respeto del Derecho internacional en la solución pacífica de  controversias”, lo cual es un eficaz golpe diplomático a la misma Europa  y aún más directo a Inglaterra. Punto 15: frente a las presiones  europeas y las que desde el origen del conflicto vienen realizando los  EE.UU., no se ha logrado que América Latina se una al Occidente  hegemónico para inculpar a Rusia, de manera que la Declaración tuvo que  acoger la diplomática frase: “Expresamos nuestra profunda preocupación  por la guerra en curso contra Ucrania”. De este modo, los  países latinoamericanos han ratificado su clara posición de no  inmiscuirse en una guerra ajena y preservar a la región como Zona de  Paz. Punto 17: Dice la Declaración: “Destacamos la necesidad de reforzar  el sistema multilateral y de promover una gobernanza mundial más  eficaz e inclusiva, que respete el Derecho internacional”. Con ello  igualmente la región latinoamericana no se ha unido a la ideología de  los EE.UU., compartida por Europa, de tratar de imponer un “orden basado  en reglas”, que ha sido el concepto forjado para enfrentar  especialmente a China, sino que se refuerza la idea del Derecho  internacional, que exige respeto a la soberanía de los países, la  convivencia pacífica y el reconocimiento de la variedad de sistemas  políticos, sin caer en la maniquea división entre el mundo de la  “democracia” y el de los “autoritarismos”. Punto 18: se postula un nuevo  orden económico-financiero, “que engloba el Pacto de París por los  Pueblos y por el Planeta, la Agenda de Acción de Adís Abeba y la  Iniciativa de Bridgetown”, lo cual es un golpe al FMI y al BM. Los  puntos 19 hasta el 26 igualmente refuerzan no solo la protección del  medio ambiente sino la preservación de los recursos existentes en  América Latina y que siguen en la voraz mira de empresas transnacionales  y países que las respaldan.  
 Se añaden compromisos teóricos sobre los avances tecnológicos, la  inteligencia artificial, la seguridad ciudadana, la justicia social, el  combate a la delincuencia y a la corrupción. Sobre todo, la preocupación  por “el continuo deterioro de la seguridad pública y la situación  humanitaria en Haití” (punto 38); el “pleno apoyo al proceso de paz en  Colombia” (punto 39), que resulta en un cuestionamiento a los  guerreristas y extremas derechas de este país, y un respaldo de enorme  significación para el presidente Gustavo Petro, quien enfrenta la  creciente oposición y reacción de esas fuerzas contrarias a la paz.  También el aliento al “diálogo constructivo entre las partes en las  negociaciones dirigidas por Venezuela en Ciudad de México” (punto 40),  que podía incluir la condena al bloqueo que sufre el país, comparable  con el que soporta Cuba, y que la Declaración no lo contiene.
 Por todo lo señalado, la Declaración final de la Cumbra CELAC-UE no es  tan agridulce como algunos suponen o demasiado tibia, como otros han  subrayado. Y esto, a pesar pesar de las voces disonantes como las del  presidente de Chile, Gabriel Boric, abogando por la condena a Rusia; o  la de Guillermo Lasso de Ecuador, privilegiando la eliminación de la  visa Schengen como demanda central (https://rb.gy/ni165),  para añadir, días después y una vez retornado al país, la suscripción  de un “Memorando de Entendimiento” (MOU) sobre asuntos militares y de  seguridad con los EE.UU., totalmente ajenos al espíritu de la CELAC (https://shorturl.at/jEPY0); e incluso la de Nicaragua, negándose a suscribir la Declaración.
 De todos modos, lo que queda en evidencia es que no se logró doblegar  los principios históricos fundamentales que han caracterizado a las  posiciones latinoamericanistas desde el siglo XIX y que solo han crecido  con el paso de los siglos y hoy se muestran suficientemente sólidos y  con fuerte presencia. De manera que la cumbre ha sido de vital  importancia histórica para posicionar a América Latina con su propio  peso continental e internacional.
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