Existen varias interpretaciones o adecuaciones de la sabiduría colectiva, al conocido enunciado tautológico del profesor estadounidense de administración de negocios Lauren J. Peters (1969) de que «la nata sube hasta cortarse». Por ejemplo, «cuando una cosa va mal, seguro empeorará»… etc. Pero fue durante mi trabajo en el ministerio de salud en Bogotá, donde le […]
Existen varias interpretaciones o adecuaciones de la sabiduría colectiva, al conocido enunciado tautológico del profesor estadounidense de administración de negocios Lauren J. Peters (1969) de que «la nata sube hasta cortarse». Por ejemplo, «cuando una cosa va mal, seguro empeorará»… etc.
Pero fue durante mi trabajo en el ministerio de salud en Bogotá, donde le escuché al jefe de personal esta joya de su simple y raro pensamiento sobre el principio de Peters: «Ningún tonto se recupera de un éxito», para lo cual argumentaba, claro está, sin mayor análisis histórico o de cualquier otro tipo, el caso de Hitler, elevado a pesar suyo, hasta su propio nivel jerárquico de incompetencia.
Hoy después del «paro absoluto», que como lo dijo uno de sus promotores mostró «quien es el que manda aquí», y fuera organizado y decretado por los paramilitares de la costa norte o Caribe de Colombia, a quienes el gobierno denomina bandas criminales o Bacrim pero el pueblo identifica como «la Seguridad», paralizando totalmente no sólo los departamentos costeños, sino el Chocó, Antioquia y parte de la ciudad de Medellín; el presidente de Colombia debe estar dándole vueltas al principio de Peters, pintado en la caricatura de Vladdo en la última revista Semana, donde en un diálogo con su ministro de defensa se dividen la competencia «administrativa» de los frentes de guerra: Pinzón el bueno se encargará de los Urabeños en Córdoba, mientras el presidente se encargará de los «Uribeños» en Twitter.
¿Por qué Twitter? Porque desde esa red, una vez finalizado exitosamente el paro, el expresidente Uribe Vélez trinó de alegría pidiéndole (a Santos obviamente) la suspensión inmediata de toda «persecución política a los «probos e insignes» funcionarios de su «impoluto» gobierno. No más persecución política a Uribito Arias (Agro Ingreso Seguro) ni a Ternura Restrepo por las falsas desmovilizaciones de guerrilleros organizadas con el general Montoya y el general Naranjo (a quien este tildó de sepulcro blanqueado) ni más interrogatorios a Bernardo Moreno por el asunto del cohecho de su reelección, ni más persecución a la conejita (todo orejitas) María del Pilar en Panamá. No más afrentas a los héroes «positivos» de la Patria, Rito Alejo, Montoya, Plazas y violadores en Arauca, etc.
¿Cómo logró JM Santos ganarse la confianza y el respaldo de Uribe Vélez, y hacerse elegir en el llamado «solio» de Bolívar? ¿Qué de compromisos hubo de adquirir, o realizar para pasar desapercibido y hacerse llevar hasta su propio nivel de incompetencia? Es algo que demoraremos en saber, pero seguro se sabrá. Lo que por ahora está claro es que la alianza de clases realizada en 2002 entre Pacho Santos y Uribe Vélez para llevar a la presidencia al actual bloque dominante (tradicional y mafioso) está disolviéndose a causa de sus contradicciones íntimas y profundas, difíciles de captar a primera vista.
Sin embargo este paro de la región Caribe, que verdaderamente mostró «quien es el que manda allí», no es un simple problema de bandas criminales como pretende desinformar la falsimedia adicta al gobierno. Es más hondito.
Lo que el hecho sacó a flote o puso en evidencia es lo que una vez firmada la Agenda Común del Caguán, Carlos Castaño con su verborrea (diarrea) imparable contra el proceso de paz, anunció públicamente a los colombianos aterrorizados aquel 1 de mayo del 2000, cara a cara con el «doctor» Arizmendi, y por la noche del 8 de agosto de 2000 con Claudia Gurisatti: La partición de Colombia. «Una Colombia del norte anti- insurgente y una Colombia del sur, incluida Bogotá, para Pastrana y las Farc».
Viejo sueño localista, para el Ordenamiento Territorial, tanto de la oligarquía tradicional como de la mafiosa, celebrado y comentado por los violentólogos del régimen, como una forma de resolver el conflicto histórico social y armado colombiano.
Poco días antes de la aparición calculada de Castaño en la televisión colombiana en el año 2000, el entonces senador por el partido liberal de Risaralda Rodrigo Rivera (quien 10 años después llegaría a ser ministro de defensa de JM Santos por el partido de Uribe Vélez y conocido como «Riverita») presentaba ante el parlamento colombiano en compañía del representante del partido conservador por el Cauca, Juan Ignacio Castrillón, el proyecto para federalizar a Colombia mediante una ley. Su argumentación simple y pelada de que «era imposible gobernar a Colombia desde un solo centro de poder político», fue editada en el 2001 por la Oveja Negra como un libro prologado por su mentor o patrocinador César Gaviria, con el nombre de «Hacia un nuevo federalismo para Colombia».
Salido Rivera del ministerio de defensa por su nivel de incompetencia, y no pudiendo cumplir su proyecto político desde esa tarima con micrófono, no significó el abandono del mismo. Por el contrario, ha sido, es y seguirá siendo una de las motivaciones estratégicas del militarismo oligárquico, que está en marcha para refundar totalmente el país tal como lo planteó inicialmente Castaño y, como base estratégica para solucionar el conflicto armado colombiano. Este exitoso paro armado regional lo acaba de confirmar.
¿Qué responderá JM Santos a tamaño desafío? ¿Se hará pasito con Uribe Vélez suspendiendo la judicialización de sus socios y compinches? ¿Permitirá que cumpla su promesa de que si hay diálogos con las Farc, «incendiará el país»?
No cabe duda que la respuestas dadas por Santos a estas preguntas básicas, resolverán el asunto de la incompetencia señalada por Peters. ¡Lo que pueden las tautologías gringas!
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