El juicio contra Sadam Hussein ha replanteado la cuestión del doble rasero en la persecución de crímenes internacionales. Desde 1994 se han creado varios tribunales ad hoc (Ruanda, la ex Yugoslavia, Sierra Leona), para juzgar los crímenes perpetrados en eso países. En el caso de Sudán, el fiscal del Tribunal Penal Internacional ha decidido investigar […]
El juicio contra Sadam Hussein ha replanteado la cuestión del doble rasero en la persecución de crímenes internacionales. Desde 1994 se han creado varios tribunales ad hoc (Ruanda, la ex Yugoslavia, Sierra Leona), para juzgar los crímenes perpetrados en eso países. En el caso de Sudán, el fiscal del Tribunal Penal Internacional ha decidido investigar los crímenes en la región de Darfur. Otros hechos, como el intento de enjuiciamiento del ex dictador Pinochet en España o la reciente sentencia del Tribunal Constitucional admitiendo la jurisdicción internacional en España, mantienen la línea de acciones desde el Primer Mundo hacia la periferia. Los enjuiciados son, siempre, ciudadanos del Tercer Mundo, sin más excepción que el caso de la ex Yugoslavia, un país de la Europa adyacente. Nadie osa plantear el enjuiciamiento de ningún gobernante o ex gobernante del Primer Mundo, aunque los crímenes estén probados, la lista de ellos sea extensa y las víctimas se cuenten por millones (Vietnam, Afganistán, Iraq…).
El trato desigual se mantiene en otras latitudes, donde los criminales que sirvieron a Occidente gozan de impunidad. Tal lo ocurrido en Latinoamérica. En nombre de la paz o la reconciliación nacional, las leyes de amnistía o punto final han cerrado uno de los capítulos más sangrientos de la historia de la región.
El caso más actual de la manipulación política que sufre la justicia internacional es el del ex dictador Charles Taylor, de Liberia. Este funesto personaje es el responsable de 200.000 muertos y miles de otros crímenes en Liberia y Sierra Leona. El Tribunal Especial para Sierra Leona, creado por acuerdo entre este país y NNUU en 2000, incoó juicio contra Taylor en marzo de 2003, tras ser acusado por el Fiscal del Tribunal de 17 crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, incluidos asesinatos, mutilaciones, violaciones, esclavitud sexual y reclutamiento de niños soldados. Taylor reside en Nigeria como asilado, rehusando comparecer ante el Tribunal Especial, alegando inmunidad judicial por haber sido jefe de Estado, argumento rechazado en mayo de 2004 por la Cámara de Apelación del Tribunal Especial. Los esfuerzos por lograr que el gobierno de Nigeria entregue a Taylor han fracasado. Entre el silencio y la indiferencia, Taylor sigue libre. No hay sanciones ni escándalo para que Nigeria lo entregue.
El caso de Taylor es opuesto al de Sadam, enjuiciado en Iraq por la muerte de 148 iraquíes. A Sadam se le ha negado el derecho a ser enjuiciado por un tribunal internacional imparcial y asumir su defensa puede ser mortal (dos abogados han sido asesinados). Según parece colegirse de las reglas no escritas que rigen la justicia penal internacional, todos los presuntos criminales son iguales, pero unos más iguales que otros. Y si es del Primer Mundo, hasta un Nóbel puede ganar, como Henry Kissinger.
Augusto Zamora R. es profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid [email protected]