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Educación y comunicación para la cooperación desarrollo

El proceso de privatización en el sector educativo

Fuentes: Rebelión

La estructura neoliberal que se ha venido desarrollando desde los años setenta gracias a los chicos de la ‘escuela de Chicago’ [1], entre otros, ha acabado por convertir el espacio público en un gran salón por cuyas puertas giratorias van pasando los representantes de las clases dirigentes más ligados al sector empresarial transnacional. EE.UU., probablemente […]

La estructura neoliberal que se ha venido desarrollando desde los años setenta gracias a los chicos de la ‘escuela de Chicago’ [1], entre otros, ha acabado por convertir el espacio público en un gran salón por cuyas puertas giratorias van pasando los representantes de las clases dirigentes más ligados al sector empresarial transnacional. EE.UU., probablemente por su estructura social, económica y política, sea el paradigma de esta situación como hemos visto alrededor de personajes como George Bush (sector petrolífero) o Dick Cheney (sector armamentístico). Sin embargo Europa no se queda atrás y, durante los últimos años, hemos ido viendo cómo los asesores y consejeros de grandes empresas se han ido posicionando en puestos políticos clave o cómo muchos políticos han pasado a engrosar las plantillas de grandes empresas [2]. Esta tendencia se ha ido incrementando desde que la caída del Muro de Berlín y el Consenso de Washington acabasen por abrir del todo la puerta a la expansión del modelo neoliberal a través de una mayor privatización del espacio público. Desde entonces se ha venido trabajando en el reordenamiento de las prioridades de gasto público hacia sectores como la educación, la salud pública, la investigación o las infraestructuras, pero poco a poco venimos siendo testigos de la conversión del Estado en una herramienta más de los únicos actores que han conseguido sobreponerse a esta estructura tradicional de poder estatal: las grandes empresas transnacionales.

Uno de los sectores más preocupantes es la educación porque representa uno de los músculos principales del desarrollo social. La cuestión, por lo tanto, pasa por preguntarnos hacia dónde deberíamos orientar los esfuerzos en función del camino que queramos escoger para ese desarrollo social. En este sentido, el planteamiento economicista que tanto se ha extendido al amparo del modelo neoliberal parece ir ganando la partida y, si el lector cree que no es así, le invito a tomar en consideración los procesos de asesoramiento en la política educativa y en las propuestas curriculares o muchos de los métodos de investigación y evaluación que se llevan a cabo actualmente en el mundo educativo. A esto hay que añadir los procesos de designación de calidad de las entidades educativas que dan lugar a los informes de rankings, los cuales os invito a estudiar en profundidad para analizar de dónde provienen y si realmente no responden a criterios productivistas y mercantilistas, a pesar de que se presenten y sean aceptados como estudios científicamente serios [3]. De este modo, se han trasladado las estructuras y las lógicas del sistema capitalista también a las aulas: competitividad, eficiencia, respuesta a las demandas del mercado… Una situación que se ha expandido por el mundo gracias a las ‘buenas intenciones’ de instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que han puesto el sector educativo [4] como una de las principales prioridades de inversión para el desarrollo, cuyos principios fundamentales van en esa línea economicista y se pone de manifiesto en el tipo de proyectos que se llevan a cabo en función de los objetivos planteados por las propias instituciones en sus diversos informes y documentos de planificación estratégica. Por otro lado, esta mayor privatización del sector educativo se ha producido gracias al Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) [5], el primer paso para la apertura progresiva de los mercados de servicios. Como no, dentro de ese grupo de sectores se encuentra la educación, siempre y cuando no sea dominio exclusivo del, cada vez más debilitado en términos de decisión y operatividad, Estado.

Esta traslación de la estructura comercial al sector educativo forma parte de un cambio tácito hacia nuevas formas más parecidas a los principios empresariales tradicionales. No obstante, es posible que muchos de los actores activamente implicados ni siquiera se estén dando cuenta de este proceso de carácter endógeno, pero la cada vez mayor preocupación por la imagen pública y el prestigio de los centros educativos y la gestión por resultados puede ayudar a poner luz sobre este asunto. Pero también nos encontramos con una importante participación del sector privado de manera evidente y abierta a través de la subcontratación de servicios de todo tipo, tanto educativos como no. Las empresas no ven en ello sólo una forma de lucro, sino también un medio para expandir otros productos entre clientes potenciales aprovechando así las ventajas de las economías de escala. He aquí cuando nos encontramos a entidades financieras, bancos, constructoras u otras empresas capaces de reunir el capital suficiente para sostener instituciones educativas, gestionando otro sector más que da beneficios. Esta situación puede ir en aumento en función de la presión que ejerzan (y el caso que se les haga) actores como: la Fundación del Mercado Social, Instituto de Asuntos Económicos (Reino Unido), la Fundación Milton y Rose D. Friedman (Estados Unidos – Suecia), la Fundación John M. Templeton (Estados Unidos), el Instituto Maxim, Foro de la Educación, VisionSchools (Nueva Zelanda), el Centro Nacional de Educación y Economía (EE UU) o el Instituto Fraser (Canadá), cuyos dirigentes suelen formar parte de los grupos de decisión política y que no sólo tienen puesto el ojo sobre el sector educativo.

De esta manera, vemos cómo los criterios que encuadran el sistema educativo están en proceso de cambio. Se manifiesta en el hecho de que las carreras técnicas y las que responden a la satisfacción de un mercado basado en el comercio y los servicios tienen cada vez más éxito en detrimento de las especialidades humanísticas. Personalmente, veo muy preocupante este hecho en el momento de crisis productiva y humana por el que pasamos, donde precisamente quizá sean cada vez más necesarios los humanistas y menos los meros técnicos, lo cual no quiere decir que no se puedan fusionar ambos. Estos elementos facilitan la reproducción de un sistema de educación bancario, tomando las concepciones de Freire [6], donde cada vez hay menos espacio para la problematización de las realidades cotidianas y donde asistimos cada vez más a un proceso de capitalización del conocimiento por parte de los individuos. Un sistema en el que es mejor aprender a gestionar y a ganar dinero gracias a los MBA o aprender la legislación vigente sin cuestionarla, que introducir en las aulas el trabajo socialmente útil, el análisis del mundo en el que vivimos o la cultura política, tal y como se hace en países como Cuba [7]. ¿Estas cuestiones deben quedar sólo, tal y como defienden los sectores más partidarios de la privatización, a la libre elección de cada individuo?

En ese caso, la resolución de estas pequeñas disfunciones se podría solventar con propuestas como las que el señor Friedman hizo para el sector educativo [8]. La apertura total al mercado del sistema educativo daría libertad a las familias para elegir en qué institución estudiar, en función de los valores y el currículum establecidos por cada centro. Una buen parte de la financiación correría a cargo del Estado a través del reembolso (una especie de ‘vale’) de una parte de los impuestos para el pago de esos servicios. Sin embargo, el señor Friedman pareció olvidar problemas importantes como el simple hecho de que esa libertad de elección se ve limitada desde el principio por el mero hecho de que en un sistema así los que tienen el poder de selección no son las familias, sino los gestores de los centros escolares. A este problema, si seguimos sus principios de intervención mínima del Estado, se añaden muchos otros como que nos arriesgamos al fomento de los radicalismos de todo tipo o a una mayor desigualdad entre las clases sociales, en las que la de Warren Buffet «va ganando» [9]. De esta forma, por ejemplo, ¿deberíamos dejar que se crearan instituciones educativas religiosas con un profundo carácter fundamentalista? ¿Deberíamos dejar que se transmitiesen los valores neoliberales que han demostrado ser profundamente injustos a nivel global? Llevado al extremo… ¿deberíamos permitir una educación que promueva el exterminio humano (aunque quizá esto ya se esté haciendo) a partir de diferentes mecanismos? ¿Qué límites se han de poner a esta ‘ley de la selva’ donde no todos parten del mismo punto?

Aunque pensándolo fríamente, en un contexto así quizá sea más fácil desarrollar maneras alternativas de educación. Esto lo hemos percibido en las diferencias que podemos ver entre un sistema controlado principalmente por el Estado y sostenido por los impuestos, como es el caso de España, y otro más liberalizado como el estadounidense. Las experiencias educativas alternativas han sido más numerosas en los últimos 50 años [10] y la causa puede ser meramente material: pensemos que en España se pagan muchos más impuestos, de los cuales una parte va a parar al sector educativo. De esta forma, si somos realistas, una familia que debe pagar directamente por la educación de sus hijos podemos pensar que tiene una capacidad mayor para organizarse en grupo y desarrollar formas alternativas, que no dependan tanto de la constricción del Estado. Este es uno de los principales problemas de un sector público mal gestionado, donde la capacidad de actuación, seguimiento y, sobre todo, decisión de los ciudadanos es bastante escasa. No nos engañemos, en un sistema como el español no es que tengamos una menor capacidad de organización, sino que la gestión de los recursos la hemos cedido a un determinado grupo de personas cuya posición ya hemos analizado al comienzo de este artículo y nuestra posición al respecto es débil, se limita a un proceso electoral de votación y a lucha en las calles a través de las protestas (al menos por el momento). En este punto es donde entran los procesos de empoderamiento que se han vivido en lugares como Chile [11] , Canadá [12] o en diferentes países de Europa en la lucha contra la implantación del llamado Plan Bolonia [13] de reforma educativa, con mayor o menor éxito.

Muchas de estas reacciones por todo el mundo han dicho no a un proceso en el que los intereses privados de las grandes corporaciones cada vez están penetrando más en el sector de la educación. Por medio de la financiación de equipamientos e investigaciones, estos agentes son capaces de orientar las líneas de trabajo al mismo tiempo que abren nuevos mercados, captan futuros clientes y aprovechan parte de la inversión pública en esos recursos humanos para sacar adelante sus propias patentes, por ejemplo. Incluso me atrevería a decir que pueden llegar a influir en el establecimiento de los programas educativos y en los procesos de selección de los futuros estudiantes. En el Reino Unido, el sindicato de profesores Nasuwt [14] está siendo uno de los grupos más activos con las políticas del Gobierno Cameron, encaminadas a una cada vez mayor privatización de un sector educativo cuyos rendimientos en territorio británico están dejando en los bolsillos de algunos inversores beneficios de hasta el 30%. Así mismo ocurre en EE.UU., donde la educación (sobre todo la superior) puede llegar a convertirse en la próxima burbuja crediticia [15] y si explota en el futuro puede llegar a acarrear grandes problemas, no sólo al sector, sino sociales. Las dos principales firmas dedicadas a comercializar la educación superior en el país norteamericano, Apollo y Sylvan Learning, cotizan en Wall Street y este sector ha pasado a ser objeto de serios estudios por parte de instituciones financieras y bancarias como Merrill Lynch o el Banco Santander.

Por otro lado, en esta nueva dinámica de transición en la que el sector privado transnacional cada vez tiene más peso en la educación somos testigos de una situación en la que se producen serias disfunciones en los planes de «Educación para todos» [16]. Si la educación pública se ha ido construyendo sobre la base de una mayor democratización de la sociedad y con la convicción de poder llegar cada vez a más gente (sobre todo a los sectores más desfavorecidos), lo que vemos ahora es cómo se produce una transferencia de fondos públicos a los bolsillos de aquellas personas que menos lo necesitan. De esta forma, en lugares como Chile la mayor parte de las becas estatales para la movilidad al exterior acaba en manos de estudiantes de instituciones académicas privadas y en Brasil son éstos los que tienen mayor facilidad para acceder a las universidades públicas, que son las mejores del país. Una situación así no sólo choca con los principios rectores que venimos comentando, sino que facilita la reproducción social y clasista de un sistema injusto y excluyente, donde uno de los principales factores determinantes en el desarrollo de los individuos es la suerte o desgracia de haber nacido aquí o allá. Desde luego, la igualdad de oportunidades brilla por su ausencia en un contexto como este.

No obstante, y a pesar de que sigamos oyendo continuamente el manido discurso sobre que no hay alternativa, pienso que existen otras formas de hacer las cosas. Pero esas formas deben nacer acompañadas de una concepción de la educación alejada totalmente del mercantilismo, es decir, con una base en la responsabilidad social y la contribución de este sector al bien común [17] . Es fundamental la participación activa de todos los agentes (profesores, padres, alumnos, pequeños comerciantes…) en el proceso educativo y pedagógico de las comunidades, desde el desarrollo de los programas hasta los procesos de evaluación. Esto, que ya se está haciendo en algunas instituciones educativas aunque son muy pocas, forma parte de un proceso de empoderamiento comunitario de los espacios públicos que ayuda a la regeneración democrática. En todo caso, no asistimos a un proceso de privatización, sino a la comunitarización de la educación (garantizada por el Estado como representante del poder público) por parte de los agentes y además puede responder mejor a las necesidades de la propia comunidad, de manera que no sea la imposición externa (de cualquier tipo) la que marque las líneas a seguir.

Si a esto le añadimos el hecho de que, por ejemplo España, es un país con escasos recursos y materias primas la inversión en el conocimiento se podría convertir en una parte importante del desarrollo del país. A pesar de que la tendencia es otra: recortes en educación, recortes en investigación, etc.; ejemplos como los de Suecia o Dinamarca, que parecen tener más claro este tema porque se encuentran en una situación parecida a la nuestra (no tienen muchos recursos) y se sitúan en los primeros puestos en lo que a educación se refiere, nos podrían iluminar un poco el camino. También China está haciendo fuertes inversiones en la proyección internacional de sus estudiantes para formarlos y luego recuperarlos para su emergente sector económico, por lo que incluso el gasto público puede servir a criterios meramente economicistas con una visión pública. Por lo tanto, parte de la inversión que se está haciendo en educación, y esto sirve de excusa para una mayor privatización y elitización del sector, se está perdiendo porque el mercado laboral español no puede absorber a sus propios egresados y se ven obligados a salir al extranjero. La solución a este problema, evidentemente, debe ir acompañada de voluntad política para los cambios, pero la creación de agencias públicas con proyección internacional (en diferentes sectores), en las que pudieran integrarse estas personas aunque tuvieran que salir fuera del país, no sólo crearía empleo sino que supondría un reembolso de la inversión educativa. Esta concepción, aunque desde luego habría que estudiar bien sus peculiaridades en la adaptación a cada país, ya es utilizada por Cuba en algunos sectores, como la medicina, a través de sus Brigadas Médicas Cubanas. Si no, a largo plazo, quizá veamos crecer el porcentaje de las remesas extranjeras en el PIB de los países de la periferia europea. Por supuesto, estas iniciativas deberían ir acompañadas de una reestructuración del espacio público que facilite los procesos de empoderamiento a través de, por ejemplo, la creación o fortalecimiento (allá donde ya existe) de una banca pública capaz de reorientar los principios de inversión en base a nuevos criterios de desarrollo social y económico (como los que hemos venido comentando a lo largo del artículo) en los que la ciudadanía tenga cada vez mayor participación.

 

Otras fuentes consultadas

– Banco Mundial (2011), Aprendizaje para todos. Invertir en los conocimientos y las capacidades de las personas para fomentar el desarrollo. Resumen Ejecutivo de la Estrategia de Educación 2020 del Grupo del Banco Mundial. Disponible en: http://siteresources.worldbank.org/EDUCATION/Resources/ESSU/463292-1306181142935/Spanish_Exec_Summary_2020_FINAL.pdf

– Ball, Stephen J. y Youdell, Deborah (2007), Privatización encubierta en la educación pública, Internacional de la Educación, V Congreso Mundial, Instituto de Educación, Universidad de Londres. Disponible en: http://firgoa.usc.es/drupal/files/2007-00242-01-S.pdf (consultado el 15/11/2012).

– Bjarnason, Svava et al. (2009), A New Dynamic: Private Higher Education, Conferencia Mundial de Educación Superior, UNESCO. Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0018/001831/183174e.pdf (consultado el 17/11/2012). 

– Draxler, Alexandra (2008), New Partnerships for EFA: Building on Experience, UNESCO. Disponible en: http://www.unesco.org/iiep/PDF/pubs/Partnerships_EFA.pdf?class=IIEP_PDF_pubs&page=Partnerships_EFA&estat_url=http://www.unesco.org/iiep/PDF/pubs/Partnerships_EFA.pdf (consultado el 15/11/2012).

– Salmi, Jamil (2009), The Challenge of Establishing World-Class Universities, Banco Mundial. Disponible en: http://siteresources.worldbank.org/EDUCATION/Resources/278200-1099079877269/547664-1099079956815/547670-1237305262556/WCU.pdf (consultado el 17/11/2012).



[1] La Escuela de Chicago es un grupo de pensamiento económico, liderado por los Nobel Milton Friedman y George Stigler, que entra completamente en contradicción con las teorías intervencionistas del Keynesianismo al defender la libertad total de mercado.

[2] Sólo unos ejemplos. De los activos: Mario Monti (Primer Ministro italiano) fue asesor de Goldman Sachs; Luis de Guindos (Ministro de Economía español) fue asesor de Lehman Brothers; Pedro Morenés (Ministro de Defensa español) fue director de la filial española de la empresa de misiles MBDA y consejero de la empresa de bombas de racimo Instalaza S.A. De los retirados: Tony Blair (Ex Primer Ministro del Reino Unido) es asesor de empresas como UI Energy (petróleo), Mubdala (servicios financieros) o JP Morgan Chase, entre otros; José María Aznar (Ex Presidente español) es consejero de News Corporation (grupo mediático de Rupert Murdoch) y asesor de Centaurus Capital (finanzas de alto riesgo).

[3] Uno de los estudios más utilizados, a nivel universitario, es el de la Universidad Jiao Tong de Shanghai.

[4] Ver el documento: Aprendizaje para todos. Invertir en los conocimientos y las capacidades de las personas para fomentar el desarrollo. Estrategia de Educación 2020 del Grupo del Banco Mundial.

[5] Ver la lista MTN.GNS/W/120 (Services Sectorial Classification List) de la Organización Mundial del Comercio. Disponible en: http://www.international.gc.ca/trade-agreements-accords-commerciaux/assets/pdfs/w120_e.pdf (consultado el 15/11/2012).

[6] Ver Freire, Paulo (1970), Pedagogía del Oprimido, Siglo XXI editores.

[7] Ver el documento de la UNESCO correspondiente a Cuba: Datos Mundiales de Educación Séptima edición 2010/11. Disponible en: http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/Publications/WDE/2010/pdf-versions/Cuba.pdf (consultado el 15/11/2012).

[8] Ver Milton y Rose Friedman (1980), Libertad de elegir, Ediciones Orbis, Nueva York.

[9] Buffet, Warren (14/08/2011), Stop Coddling the Super-Rich, en The New York Times. Disponible en: http://www.nytimes.com/2011/08/15/opinion/stop-coddling-the-super-rich.html?_r=0 (consultado el 15/11/2012).

[10] Ver a autores como Bertrand Russell ( Educación y el orden social , 1932), John Dewey (Democracia y Educación, 1975) o Noam Chomsky (La [des]educación, 2001).

[11] A través de las huelgas estudiantiles de 2006 y las de 2010-2011.

[12] La huelga general en Quebec de 2012.

[13] Ver Alegre, Luis, Moreno, Víctor et al. (2009), Bolonia no existe. La destrucción de la universidad Europea.

[14] Este es uno de los sindicatos más importantes. Su página web: http://www.nasuwt.org.uk/

[15] Ver el documental The College Conspiracy.

[16] Por utilizar la expresión de la UNESCO, tan utilizada por agentes como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional en sus estrategias de priorización de la educación como sector fundamental en los procesos de desarrollo: Education for All.

[17] En este tema es interesante ver las propuestas y concepciones que Cristian Felber hace en su proyecto económico de la Economía del bien común, donde dedica algunas reflexiones a educación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.