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El procurador Ordóñez en la Barcelona indignada

Fuentes: Semana

La llegada del procurador a Barcelona fue divulgada con el mismo arrebato con la que se anuncia la presentación de un artista de moda.  Casa América Catalunya. Calle Còrsega 299. Barcelona. Los ojos del procurador se movían como los de un gato cazando murciélagos. Inquietos. Unas veces detenía la mirada en Nelly, una socióloga colombiana […]

La llegada del procurador a Barcelona fue divulgada con el mismo arrebato con la que se anuncia la presentación de un artista de moda. 

Casa América Catalunya. Calle Còrsega 299. Barcelona. Los ojos del procurador se movían como los de un gato cazando murciélagos. Inquietos. Unas veces detenía la mirada en Nelly, una socióloga colombiana radicada en Barcelona que confesó sin aspavientos su condición de lesbiana y le pidió una explicación sobre su LGTBfobia. Otras veces se fijaba en una de las paredes del salón de actos en la que reposa una réplica de «Inauguración», la obra de Carlos Alonso que recrea el terrorismo de Estado en la Argentina. Alonso sufrió censura, amenazas y exilio, y su hija Paloma fue desaparecida.

La llegada del procurador a Barcelona fue divulgada con el mismo arrebato con que se anuncia la presentación de un artista de moda. La Procuraduría representa a la sociedad, dijo Ordóñez en su lenguaje ladino. Los asistentes eran todos colombianos y colombianas. Vengo a hablar de las víctimas y de las pensiones. Cuando el público oyó la palabra «pensiones» quedó hechizado. Era el abracadabra que Ordóñez traía escondido en la manga para enganchar al proletariado colombiano que desde hace años se deja la piel en las excavaciones hechas por las tuneladoras o limpiando la mierda que los turistas dejan en los hoteles. Política con las necesidades de la gente.

Ordóñez pasó de puntillas sobre el tema de las víctimas. Las pensiones era el número esperado por el público y Ordóñez lo sabía, y para conseguir el efecto deseado trajo desde Bogotá un equipo de funcionarios lustrosamente vestidos que, en menos de lo que canta un gallo, le dirían al inmigrante colombiano qué se hizo el dinero de sus cotizaciones realizadas en Colombia y España. Tal como sucede en los espectáculos circenses, el jefe de prensa de la Procuraduría anunció a la pobre gente reunida que en el maletín de su jefe venía una lista de 24 colombianos a los que se les notificaría la buena nueva. Puro tilín tilín y nada de paletas. El procurador y su comitiva cruzaron el Océano Atlántico para notificarles a 24 trabajadores colombianos radicados en España que sus solicitudes de pensión de jubilación estaban en trámite. No fue más.

Con el ruido de un heraldo del Evangelio, el funcionario, gesticulando cada letra, leyó uno por uno los 24 nombres guardados celosamente en la lista traída desde la Sabana de Bogotá. Para mala suerte de los asistentes y las intenciones del procurador, no había uno solo de los nombrados en la sala. Se murieron esperando la notificación, dijo alguien. La gente se carcajeó. Esto parece un consejo comunitario, sentenció una chica que no ocultaba su cabreo. Una señora pequeña y encorvada se sacudió en su silla y levantándose tomó la palabra para decir que estaba cerca a cumplir 70 años y cansada de limpiar casas y que al averiguar por su suerte en Colpensiones, le dijeron que en el registro aparecía como muerta.

El fresco de Carlos Alonso parecía resumir el chistoso, para no llamarlo patético, espectáculo que a instancias del procurador se hizo en el salón de actos de la Casa América Catalunya. En el fresco se aprecia un burócrata acompañado de un cortejo de mujeres tocadas de sombrero, banqueros, gánsteres y golpistas, que corta una cinta con una tijera mientras en el suelo yace un cadáver entre la basura y los escombros. En un salón de la vanguardista Barcelona se estaba reproduciendo en escala reducida la miserable tabla de valores que predomina en el suelo colombiano.

A unas cuadras de allí, Gabriel García Márquez escribió El Otoño del Patriarca, la obra que describe la arbitraria relación entre el gobernante y sus súbditos. En Colombia no es el Estado quien provee los servicios sino el funcionario X, Y o Z, quien aparece como benefactor o filántropo y el ciudadano como mero pordiosero que espera la limosna. Así mandaban Fulgencio Batista, Rafael Leonidas Trujillo y Anastasio Somoza en Cuba, Santo Domingo y Nicaragua. Clientelismo lo llaman ahora. El procurador y su séquito se habrían podido ahorrar, amén de lo caros que están los pasajes, las diez aburridísimas horas de vuelo que hay entre Bogotá y España con simplemente enviar por correo electrónico la hoja con los 24 nombres a un funcionario consular para que los buscaran y los notificaran.

Más de 4.000 colombianos mayores de 60 años, residentes en España, le agradecerían al procurador Ordóñez que averigüe con su gente qué se hizo la plata de las cuotas que religiosamente pagaron a los fondos privados de pensiones. Que averigüe allá. No aquí. Los rateros están allá. Son miles a quienes les birlaron los años cotizados y sobre eso no hay quien responda. El procurador, como él mismo lo dijo, representa a la sociedad. Sociedad de la que hacen parte miles de colombianos y colombianas que en España transitan por el filo de un puñal. Una sociedad variopinta que durante años envió remesas para que sus familias pudieran comprar la comida, el vestido, el techo, las cervezas y el aguardiente que los gobiernos les negaban.

El procurador debería interesarse por la suerte de las familias colombianas que han perdido sus ahorros y fueron desahuciadas de sus viviendas y continúan pagando deudas a los bancos españoles. El procurador debería interesarse por las mujeres colombianas que, para sobrevivir y mantener una familia, deben ejercer la prostitución callejera en La Península y las Islas. El procurador debería interesarse por los colombianos que están en una especie de limbo en los centros de internamiento porque llegaron sin papeles a España huyendo de la violencia y el hambre. El procurador debería interesarse por él mismo y evitar que Colombia siga haciendo el ridículo en reuniones como las sucedidas en Madrid y Barcelona.

Si algo aprenden los colombianos en otras latitudes son las buenas prácticas y la tolerancia y por estas razones toleraron, a pesar de los chistes, al procurador Ordóñez. En un gesto de cortesía los asistentes aplaudieron tímidamente sus ocurrencias. En cambio Nelly, la mujer que en tono sereno reivindicó su inclinación lésbica, fue aplaudida con convicción por sus paisanos. Barcelona es uno de los epicentros de los indignados del mundo, tal como quedó demostrado en las recientes elecciones locales, y no son pocos los colombianos y colombianas que han estado allí. Indignados.

Fuente original: http://www.semana.com/opinion/articulo/yezid-arteta-davila-el-procurador-ordonez-en-la-barcelona-indignada/429374-3