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El pueblo habla, el pueblo manda

Fuentes: Rebelión

En Colombia «la paz que propone la oligarquía» como única opción es aquella ligada a las empresas transnacionales imperialistas u oligárquicas, por eso poco se puede avanzar, y lo que ocurrirá es que se acentuará como expresión inevitable la lucha de clases, para romper la concentración y la centralización del capital. Del lado de los […]

En Colombia «la paz que propone la oligarquía» como única opción es aquella ligada a las empresas transnacionales imperialistas u oligárquicas, por eso poco se puede avanzar, y lo que ocurrirá es que se acentuará como expresión inevitable la lucha de clases, para romper la concentración y la centralización del capital.

Del lado de los oprimidos, y de la clase popular lo que se propone es alcanzar el desarrollo autónomo, desde una solución histórica que sea capaz de vencer los tremendos obstáculos de la miseria, la guerra, y el hambre, que con el terrorismo Estatal han profundizado un demencial sistema de opresión y explotación para las mayorías.

Si persiste la hegemonía del gran capital monopolista y financiero, además unido al para-militarismo latifundista, y al militarismo, la paz que propone el poder no sería más que una variante extrema, – con algunas modificaciones retóricas-, de antidemocracia, dependencia del capital extranjero, la continuación del despojo y la centralización de las riquezas nacionales, y desde luego una mayor súper- exploración para l@s trabajador@s y el pueblo, que por cierto no está aún en la mesa para debatir desde su autonomía, mirada, y determinación de paz, la propuesta que se construye desde las bases de la sociedad Colombiana, su campesinado, l@s indígenas, obrer@s, estudiantes, desempleados, subempleados, profesionales, y/o desde la amplia gama de manifestaciones que hay, por la paz, el diálogo y la democracia.

Los eventuales acuerdos de paz con todas las fuerzas populares deben tratar y dar respuestas concretas a las responsabilidades del capital monopolista y financiero en las brutales repercusiones directas contra el pueblo Colombiano, sus riquezas, salario e intereses soberanos.

Una paz que carezca de la participación real del pueblo, no sería una verdadera paz, podría ser- y es-, un acuerdo muy importante, pero no una paz para tod@s, y que podría – como efectivamente ha ocurrido – , convertirse en un esfuerzo que no se coloque más allá de un «catálogo» de intenciones, en el cual el modelo de dominación se recicla con una mayor polarización de la estructura social, olvidando en el tiempo que no luchamos por el reordenamiento del estado burgués, o para atenuar la lucha de clases, sino por una alternativa al subdesarrollo que no devenga en sucesivos fracasos por la debilidad para enfrentar a las estructuras injustas que sustentan el sistema de dominación en Colombia.

Hay que poner en la mesa, o en las mesas de diálogo, los intereses de las mayorías populares, con ellas, que se niegan a compartir de nuevo el poder económico y político con quienes les asesinan, o que desde los monopolios locales y extranjeros los expolian y saquean, obteniendo siempre por la fuerza el máximo provecho, mintiendo y sometiendo a la nación a un proyecto depredador, o a la imposición de mecanismos estatales criminales, intentando por todos los medios que las organizaciones populares y revolucionarias encuentren mayores potencialidades para desenvolver sus luchas, y conquistar una paz digna.

Y si el pueblo habla, y el pueblo manda, estarán en las mesas de diálogo, o en la convergencia, movilización y la unidad de la izquierda nuestros objetivos comunes, se verán mayormente las diversas expresiones nacionales, y la importancia de la solución definitiva a las contradicciones del sistema de explotación y opresión imperialista, pero por la vía de la unidad del pueblo, y de las transformaciones revolucionarias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.