La Seguridad «democrática» es a Uribe Vélez, lo que la concepción de Alternativa de Poder son a las Farc: Innegociables. La concepción de la Seguridad de Uribe es la férrea estructura sobre la cual se soporta en el campo y en la ciudad la economía y el modelo neoliberal, el blindaje más fuerte a la […]
La Seguridad «democrática» es a Uribe Vélez, lo que la concepción de Alternativa de Poder son a las Farc: Innegociables.
La concepción de la Seguridad de Uribe es la férrea estructura sobre la cual se soporta en el campo y en la ciudad la economía y el modelo neoliberal, el blindaje más fuerte a la inversión extranjera, arma que disuade y contiene cualquier brote de inconformidad social. El gran capital necesita más al Estado fuerte, fascista, que otros grupos de presión económica. La salida fascista que en Colombia expresa el maridaje Estado-para-Estado, seguirá siendo el arma de reserva del capitalismo decadente.
Uribe Vélez y el gran capital no quieren adelantar el acuerdo humanitario, porque al sentarse con la guerrilla, queda al descubierto la fragilidad de la Seguridad «democrática» y saltaría en pedazos, porque justo esta se ha diseñado y adelantado para acabar con la guerrilla. La seguridad no se puede sentar con su homicida.
Es por esto que Uribe no permite que se le compare y menos se le coloque en pie de igualdad con la guerrilla, pues, esta es la razón de ser de su de Seguridad militar.
«Para un mal gobierno – escribía el astuto conservador De Tocqueville -el momento más peligroso es seguramente aquel en que empieza a cambiar». El gobierno de Uribe Vélez, empieza a cambiar en la forma más no en sus contenidos. Cambia para perpetuarse en un tercer mandato, segunda reelección y para armonizarse con el resto de América Latina ante su conservadora soledad y los giros de la política estadounidense. La mejor puerta de entrada es resolver el embarazoso lío del acuerdo humanitario. Pero endosándoselo a otros y no hacerlo directamente frente a las Farc, por esto su negación al despeje de un territorio para realizarlo.
Por otro lado la concepción de Alternativa de Poder de las FARC, constituye la piedra de toque de su accionar, ya no para impugnar a la oligarquía en una clásica guerra de guerrillas, sino en adelantar los atributos de soberanía propios de las fuerzas armadas nacionales, es decir el control del territorio y de ser Estado. Estado paralelo al Estado burgués. Cuán equivocados están los revolucionarios de las Farc. El doble poder no surge en un momento cualquiera de una decisión o de las capacidades de una organización revolucionaria. Está circunscrito a un momento histórico, un tiempo bien preciso y excepcional en el curso de una formación social dada: dentro de una «crisis nacional general», característica de un periodo prerrevolucionario llegado a su punto culminante. En este sentido, antes que producto de un acto voluntario de creación de un partido, de una guerrilla o de un ejército, el doble poder es primeramente un estado de hecho que brota espontáneamente de una iniciativa de las masas, en un levantamiento popular, de una insurrección.
Es sobre la base de esta realidad objetiva y ya existente que se apoya una organización revolucionaria para dirigir y conducir los acontecimientos junto a las explotados. Cada polo del doble poder lo ocupa una clase social o un bloque de fuerzas sociales, no un partido político ni un instrumento político-militar, la dualidad de poderes se expresa en la existencia de dos gobiernos en cuya cabeza están dos clases sociales en choque o en confrontación. Ser alternativa de poder es ante todo ser alternativa ante toda la sociedad, no en representación sino directamente ejerciendo poder como clase social desde el campo de los explotados y oprimidos, no desde una guerrilla o ejército, esto es lo que enseña el fenómeno político del doble poder, tan antiguo como la historia de las revoluciones.
Aunque las Farc dicen estar por el acuerdo humanitario, en la práctica su concepción de alternativa de poder les impide adelantarlo, porque primero está su reconocimiento como alternativa de poder. En la búsqueda de su identidad y reconocimiento sólo quiere sentarse frente a frente con el gobierno. En aras de demostrar su poderío como «nuevo gobierno» frente al establecido, se sacrifica la vida de los prisioneros. Si no hay despeje para hacer gala de su alternativa de poder y de gobierno, no hay acuerdo humanitario.
El gobierno deja pasar el tiempo porque está a su favor y porque no tiene ningún premura, los secuestrados no son de su clase, no son hijos de la oligarquía, no son cercanos al mandatario, son servidores del Estado y algunos políticos sin mucho peso y valor económico, con más valor simbólico.
Mientras esto sucede, la dictadura mediática aprovecha cada error para demoler a las Farc y liquidarla políticamente. Prolongar la situación de no acuerdo humanitario, es la mejor estrategia y el mejor escenario donde gana políticamente Uribe y el gran capital, pues golpea a las Farc y se le vuelve pretexto para emparentar a la izquierda con esta situación, desprestigiar cualquier salida de las fuerzas democráticas y del pueblo colombiano por las transformaciones sociales, económicas y políticas.
Solo un gobierno revolucionario como el de Venezuela, junto al pueblo colombiano que presiona tomándose las calles, mas una oposición aguerrida y libertaria como la de la Senadora Piedad Córdoba, pero ante todo una postura política de las Farc, que consulte la realidad y le de aire a la izquierda y a los movimientos sociales, pueden desbloquear el Acuerdo humanitario de las lógicas binarias, rescatarlo del duelo militar, devolverle su naturaleza humanitaria, sacándolo del pantano de lodo y sangre en que se encuentra.