Desde el pasado miércoles 8 de agosto empezaron a llegar al puente de la quebrada «El Pescador», en la vía Hobo-Gigante (Huila), decenas de «Chivas» (buses de transporte público rural) que movilizaron tanto a indígenas de los pueblos Nasa, Yanacona y Misai; como a pescadores artesanales, campesinos sin tierra y en general, cerca de 1500 […]
Desde el pasado miércoles 8 de agosto empezaron a llegar al puente de la quebrada «El Pescador», en la vía Hobo-Gigante (Huila), decenas de «Chivas» (buses de transporte público rural) que movilizaron tanto a indígenas de los pueblos Nasa, Yanacona y Misai; como a pescadores artesanales, campesinos sin tierra y en general, cerca de 1500 mujeres y hombres armados con la dignidad, el esfuerzo y el amor, con el que a diario labran la tierra que les quieren quitar, la tierra que les hace falta. El motivo de ésta movilización, es la defensa del territorio y la liberación de la madre tierra, de todas aquellas amenazas que representan las multinacionales y su metalizada idea de «progreso».
Sin embargo, los que Lugo llamara «pájaros de muerte» no tardaron en aparecer como la representación infaltable del Estado en Colombia.
Dos retenes de la policía, uno al sur y otro al norte del punto de encuentro de los comuneros, se convirtieron en la primer talanquera superada en ésta jornada; algunas tuvieron que caminar, otros se cambiaron de bus para burlar al siempre risible gendarme; pero en general, todas y todos llegaron a una cita que el gobierno nacional todavía se empeña en evadir, pues a pesar de los múltiples compromisos rotos y de la agencia de la administración departamental, hoy los únicos funcionarios públicos que hicieron presencia en el sitio de la convocatoria eran los de siempre, los: lamentablemente armados.
Fue así como el 11 de agosto, después de deliberar en asamblea, después de oír a los taitas, después de escuchar a las mujeres campesinas y de aprender de la paciencia de los pescadores; éste espacio de multi-logo intercultural, decidió salir nuevamente a la carretera que comunica el centro del país con los departamentos de Putumayo, Huila y Caquetá, a exigir un escenario de interlocución directa con el gobierno nacional, frente a cuatro puntos claramente delimitados: El primero, es el rechazo a un modelo territorial pensado para satisfacer los caprichos del mercado, aún acosta de desoír las necesidades humanas; como en el caso del proyecto hidroeléctrico «El Quimbo», que fue enfáticamente rechazado por indígenas, pescadores y campesinos desterrados, por cuanto según ellos, éste representa la punta de lanza del ataque de las multinacionales a la cuenca alta del rio madre, del rio de la Magdalena.
El segundo, ha estado en los pliegos de peticiones de las comunidades agrarias desde siempre: ¡¡¡queremos tierra!!!, ¡¡¡queremos cuidar, trabajar y vivir la tierra!!! Este grito se oyó en las voces de niños, mujeres y hombres que empuñaban en alto bastones, machetes y por supuesto, una que otra cauchera; voceros de las comunidades campesinas e indígenas indicaron que los vergonzantes índices de concentración de la tierra, ratificados por recientes estudios de organismos internacionales , exigen del gobierno nacional medidas urgentes. Sobre la mesa se puso de presente la necesidad de ampliar los resguardos indígenas, así como la necesidad de constituir zonas de reserva campesina con carácter agroalimentario en la región.
El tercer punto, irónicamente, es el rechazo a la militarización de los territorios, la exigencia de retiro de las bases militares y batallones energéticos que garantizan la «seguridad» de las inversiones extranjeras en el territorio, así como el retiro de TODOS los actores armados de los territorios indígenas y campesinos. Por último, tanto comunidades indígenas como campesinas exigieron su derecho constitucional a la participación y la consulta previa, al tiempo que pusieron de relieve la obligación que tiene el gobierno de obtener el consentimiento previo, libre e informado de las comunidades antes de cualquier decisión que pueda afectarles, esto particularmente en el marco de la llamada locomotora legislativa de la administración Santos.
Ante esto y muy tristemente para quienes creemos que una Colombia soberana y en paz es posible, la única (reiteramos) respuesta de la institucionalidad fue, la petulancia, la imposición y la estigmatización que la comunidad sufrió de parte de un personaje tan lamentable como el funestamente célebre, por sus continuas amenazas en contra de destacados académicos y de miembros de la Asamblea Departamental del Huila ; el coronel Juan Francisco Peláez. Este señor haciendo gala de la actitud pendenciera y belicosa, propia de un pequeño tirano, reiteró en múltiples oportunidades a la comunidad que estaba siendo rodeada por personal del ESMAD y de la «contraguerrilla» a su mando; esto por no mencionar el hecho de que según él mismo, los helicópteros de guerra, al parecer tipo Black Hawk, que sobrevolaban a las comunidades, estaban en capacidad de hacer desembarcos aéreos de tropa en cualquier momento.
Ahora mismo las comunidades han re-establecido el tránsito por la carretera en ambos sentidos y se encuentran a la espera de una respuesta no armada por parte del Estado; sin embargo, como lo indica una vaya en la carretera, la posición de las comunidades es clara:
O LAS TRANSNACIONALES SE VAN DEL TERRITORIO O LAS SACAMOS. NO AL QUIMBO