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El sentido de Auschwitz

El racismo es el reino de lo particular… propio, claro

Fuentes: Rebelión

Conmemorando el fin del campo de concentración y muerte de Auschwitz, este 27 de enero se juntó gente en ese lugar recordando los 65 años. Un periodista, anónimo, glosa la ceremonia y discursos en Página12 (BsAs, 28 ene 2010) en una columna titulada «A 65 años de la liberación». Contrasta la voz de un sobreviviente, […]

Conmemorando el fin del campo de concentración y muerte de Auschwitz, este 27 de enero se juntó gente en ese lugar recordando los 65 años.

Un periodista, anónimo, glosa la ceremonia y discursos en Página12 (BsAs, 28 ene 2010) en una columna titulada «A 65 años de la liberación».

Contrasta la voz de un sobreviviente, Vladislav Bartoszewski, 87 años: «Para construir un futuro mejor para todos los habitantes de Europa y del mundo, cualquiera que sea su origen o su confesión

Y la del premier israelí Netanyahu: «Juro en mi calidad de dirigente del pueblo judío que nunca más permitiremos que el mal haga sufrir a nuestro pueblo.»

Bartoszewski, como Mandela, pasa por encima de su peripecia individual para aspirar a un mundo para todos. Lo dice expresamente y sin ponerse él mismo ni como modelo ni por encima.

Netanyahu, todo lo opuesto: aclara, para algún despistado, como tanto dirigente local que conocemos, que no pertenece a la generalidad de los humanos sino a la peculiar napa de homo dirigentiis. Y desde allí, jura. Jura preservar al «pueblo judío». Que los demás se encomienden.

No están incluidos en ese amparo.

¡Guay de los que se sienten tan, pero tan garantes de la felicidad de los propios! Porque son a la vez la garantía de la infelicidad y la muerte de «el resto».

Para cualquier «pueblo elegido», el mundo está compuesto por ellos, los que sean, un uno por ciento o un uno por mil, y «los otros», meros extranjeros.

Si la invocación de Netanyahu es preocupante, el alcance del racismo inconsciente que expresa es mucho mayor cuando vemos otros comentarios ante el mismo acontecimiento.

Conmemorando la fecha, Fulvio Pompeo, al parecer una suerte de canciller («director de Relaciones Internacionales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires») de la República Autónoma de la ciudad intramuros de la Gral. Paz, publica un artículo; «El Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto» en El Argentino, (BsAs, 27 ene 2010).

En él, sostiene que: «[…] nos debe servir para recordar y reflexionar sobre la tragedia y el horror vividos por el pueblo judío […]», como si los nazis hubiesen concentrado todo su desprecio racista, toda su política archiautoritaria y despótica únicamente en los judíos.

Luego viene la enseñanza, la reparación, la senda positiva:

«Es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros que la historia no se repita. […] que se construyan sociedades que defiendan y promueva los derechos humanos de todos los ciudadanos

¡Epa! Ya caímos en el cuadro rosa de fin de año de escuela para idiotas. ¿Qué pasa, qué está pasando en el Congo, en Nigeria, en Somalía, en el Caribe, en Myanmar, en Irak, en Nueva Guinea… y en Palestina, precisamente allí a cargo de judíos, de algunos judíos, sionistas (aunque con excesiva complacencia de muchos otros judíos)? ¿Qué es lo que aprendimos? Difícil pensar un momento de la sufrida historia humana con más genocidios «en marcha».

Según Pompeo, hay que aprender a «consustanciarnos con el dolor del pueblo y la comunidad judía.» Pese a que semejante exhortación ya debería, desde hace por lo menos sesenta largos años, mostrarnos que esa consustanciación es condición necesaria pero en absoluto suficiente. En rigor, es terriblemente insuficiente, enceguecedora.

Lo prueba el mismo Pompeo. Que no tiene ojos para ver los delitos atroces cometidos, que se están cometiendo por parte de quienes se consideran los representantes en la Tierra del «pueblo judío» sobre seres humanos no judíos, seres humanos no aceptados, no reconocidos, subhumanos, en el lenguaje nazi.

Luis E. Sabini Fernández es editor de la revista rioplatense Futuros

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.