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El Reformismo es Utopía, lo Nuestro una Realidad por Construir

Fuentes:

«Soñar con cosas imposibles se llama utopía; luchar por objetivos no sólo alcanzables, sino imprescindibles para la supervivencia de la especie, se llama realismo». (Comandante Fidel Castro, discurso pronunciado en ocasión del aniversario 45 del triunfo de la Revolución Cubana, en el teatro «Carlos Marx», el 3 de enero de 2004). Hoy nos encontramos viviendo […]

«Soñar con cosas imposibles se llama utopía; luchar por objetivos no sólo alcanzables, sino imprescindibles para la supervivencia de la especie, se llama realismo». (Comandante Fidel Castro, discurso pronunciado en ocasión del aniversario 45 del triunfo de la Revolución Cubana, en el teatro «Carlos Marx», el 3 de enero de 2004).

Hoy nos encontramos viviendo uno de los procesos económicos-sociales y ambientales más graves y determinantes que nuestra historia ha conocido, tanto desde la organización social, como de las proyecciones de existencia del planeta y de las generaciones futuras. No está demás recordar algunas cifras entregadas, que nos dan una voz de alerta todos los días: – El aumento de las temperaturas provocadas por el uso de combustibles fósiles lleva, inevitablemente, a un calentamiento global del planeta, ello lo vemos reflejado en la cantidad de incendios que arrasan grandes zonas; – La alteración de los ecosistemas, poniendo el ejemplo del periodo que va desde 1980 a 1995 donde el mundo perdió 200 millones de hectáreas de bosques, lo que acarrea una complejidad de problemas: daño a la purificación del aire, alteración del suelo susceptible de ser cultivado, extinción de especies animales y vegetales. A propósito de esto, un reciente estudio del estado de la vida en la tierra, realizado por la Unión Mundial Para La Conservación, UICN, estima que el 11% de todas las especies del planeta están amenazadas para siempre. Otro caso es el daño provocado a la capa de ozono. – El aumento de la población que hoy llega a 6.374 millones de personas en el mundo, con un promedio de crecimiento de 70 millones por cada 10 años. Sin mencionar lo catastrófico e insostenible, que representa el problema del agua dulce.

Resulta además, que los niveles de pobreza, producto del poder de dependencia y dominación de los países del primer mundo, hacen que nuestros Estados coloniales, serviles y no soberanos, nos venden y peor aún nos entregan como humanos, como naturaleza, es decir, como recursos transables en el mercado, a través de los llamados acuerdos comerciales o tratados de libre comercio, que significan el broche jurídico y definitivo a lo que en realidad es la anexión, en todo sentido, al imperialismo mundial.

Si comparamos el proceso llamado por Marx como «acumulación originaria», en que los nuevos explotados de esa época -el naciente proletariado-, fueron despojados de todo lo que poseían, para así, sin nada y «libres» jurídicamente, tuvieran que verse forzados a vender lo único que les quedaba: su fuerza de trabajo; nuestra realidad, en similitud a aquel proceso descrito por Marx, no dista mucho, ya que en la actualidad nos están despojando a escalas regionales de todo; de naturaleza, de dignidad, de cerebros, de empresas, etc. Recordemos que las dictaduras americanas, dirigidas por el imperio, se encontraron con un Estado fuerte, y paradójicamente tuvieron como objetivo, precisamente lo contrario; limitar este Estado, hasta reducirlo. Ello lo comprobamos con certeza, cuando entre los años 1.985 y 1.989, el Estado chileno se desprendió de mas de 30 empresas, lo que significó una pérdida de mas de 1.000 millones de dólares para nuestro país, así queda demostrado y así lo ha sostenido, incluso la Contraloría General de la República, que representa estas entregas de patrimonio nacional «como cuentas de pérdidas para el Estado y su lógica de gasto público». También, el Estado se limitó, incluso Constitucionalmente, ha participar en actividades empresariales, ya que en la actualidad sólo puede hacerlo por una ley de quórum calificado.

Por lo anterior, es que hemos entrado a un círculo progresivo de endeudamiento mundial, lo que nos lleva a escasos niveles de sobre vivencia, ya que con nuestra explotación, no se pagan ni los intereses de esta deuda, que la historia nos dice que la hemos pagado tres veces y más. De acuerdo entonces, al nuevo complejo e interrelacionado movimiento del capital, tanto productivo como de la banca, que juntos forman la lógica del capital actual, llamado financiero; el que, no podemos pensarlo como simplemente dinero, sino que este dinero, representa nuevas relaciones de explotación, pues el dinero, sólo expresa aquello y no al revés.

Lo expuesto, que en la realidad aparece por donde miremos, desde lo cotidiano a lo más teórico, nos hace plantearnos la imperiosa necesidad, por el momento histórico que vivimos, de una verdadera Revolución; un cambio material, de ideas y de organización; como señalara Lenin «la revolución es una transformación que destruye lo viejo en lo que tiene de fundamental y más profundo, pero no lo realiza cautelosa, lenta y gradualmente, no se esfuerza por destruir lo menos posible»

Los momentos de decisiones deben asumirse hoy, con una seriedad real y profunda, no estamos inmersos en un simple juego de ajedrez en que los blancos son la derecha, y los negros la izquierda. Seguramente nos encontraremos con alianzas oportunistas, negociaciones que van y vienen. Nos estamos jugando la vida del planeta, por lo mismo, pensamos que nuestro objetivo no es derrotar al enemigo en una mesa o en una elección; pues él no es una persona, ni un conjunto de personas o partidos políticos: él se llama capital.

El capital es una relación social que organiza a los miembros de la sociedad, entre quienes son los dueños de los medios de producción y lo que éstos producen, que hoy en una globalización económica, con características neoliberales, resulta cualitativamente más compleja, pero sigue, manteniendo en esencia, la división del trabajo y la apropiación privada del producto. Es esta relación denominada capital, la que hay que cambiar, es la que le da la característica a este mundo que no nos gusta; no son los cerebros de las personas, ni las intenciones, ni razones. Es una relación social y material.

Es el capital entonces, en su relación, la que daña el medio ambiente, y su cuidado no es posible pensarlo desde un hombre conciente que no consuma aerosoles, ni use menos productos. Este cuidado proviene de una nueva organización de la sociedad. Sería utópico pensarlo de a uno, pero SÍ es pensado desde el término de la actual organización de la producción, distribución y consumo centradas en la ganancia. Es esta la relación denominada capital, la que mantiene y multiplica el hambre, y no es posible reformarla, pues no hay ningún parámetro posible que no sea desde la explotación, y ella nos lleva a entender lo utópico que ello significa, pues de lo que se trata es de eliminarla, y para ello, la única forma es eliminando la contradicción capital-trabajo que la origina. Para eliminar la pobreza hay que eliminar la riqueza, esto es una unidad.

Para ello, es fundamental que comencemos a juntar lo que nos han separado. Lo que nos diferencia del planteamiento reformista, es justamente la utopía. Estos creen que es posible derrocar el sistema por partes, por ejemplo de mejorar la salud que apellidan digna, o una educación digna; como si fuera posible separar lo que esencialmente hace o constituye un sistema, pues justamente a este lo definen sus interconexiones y su proceso dialéctico de relaciones y contradicciones. Para pensar que «otro mundo es posible», sin duda, hay que entenderlo como una unidad llamada mundo, y ella hoy funciona con la lógica del capital.

Es utopía arreglar algo que no se ha descompuesto. Este sistema actual en su fase imperialista, no ha fracasado, es así, tal y como se muestra. No está funcionando mal, es su forma de funcionar. Las contradicciones están implícitas, por lo tanto, no es posible corregirlas, y menos retroceder. Lo que hay que hacer es avanzar a cambios revolucionarios. Es por ello que cuando nos referimos a la salud o educación por ejemplo, no podemos ser utópicos y pensar en una salud gratis, educación gratis, en este modo de producción; la salud o educación, hay que verlas como el aparecer del sistema de explotación y marginación, puesto en funcionamiento, y así todo el resto. Este sistema y su aparecer, no es separable en aspectos buenos y malos, pues no puede funcionar sin explotación, sin deuda, sin hambre, o ¿a base de qué creemos que se construyen las medianas o grandes fortunas?.

En nosotros de utópicos no hay nada; simplemente estamos leyendo una realidad material, global, interconectada y dialéctica, lo que nos da de resultado un mundo, y sólo ahí nos situamos para hacer nuestra propuesta. La utopía es un sueño sin sustento de construcción real, como el querer mejorar lo que esencialmente no tiene mejoras; Los cambios deben empezar en el lugar correcto, son expresión de una realidad material; no se inventan en acuerdos, ni en mesas políticas cupulares y mediáticas , no se encuentran en la cabezas de los hombres, ni en las simples ideas de justicia, sino cambiando de raíz lo que realmente oprime, que es el actual modo de producción y de cambio.

Si podemos leer la realidad acertadamente, podremos conducir a una verdadera superación de las contradicciones esenciales. Por ello no podemos enmascarar los discursos: Aún nos llamamos pueblo, no teman y no nos cambien por «ciudadanos»; por mucho que se planteen luchas en contra del neoliberalismo, este sigue siendo el mismo capitalismo en su fase imperialista, basta ver al mundo, como es abordado económica y militarmente a diario; existen las mismas contradicciones , sigue habiendo proletariados y muchos más oprimidos que antes, no cambien los conceptos, que no va a cambiar el estado de explotación existente.

No nos hemos quedado en el pasado, no vivimos de caricaturas, nos pesan las mismas cadenas de siempre, en el estómago, en nuestro aire, en la angustia, en el analfabetismo y en la mortalidad infantil.

Nuestros acuerdos serán siempre para avanzar jamás para retroceder. No hay ningún derecho que recuperar. Nunca los hemos tenido, mientras ha existido explotación… mientras ha existido el capitalismo.

SOLO PODEMOS… LA VÍA REVOLUCIONARIA ¡COMBATE O MUERTE!…