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Entrevista a Iran Morejón

El régimen de los cooperativistas cultos es el socialismo (II)

Fuentes:

¿Cuáles son las ventajas desde el punto de vista ecológico, racional y económico de las cooperativas sobre otras formas de propiedad?

El planeta está enfrentando una crisis ecológica sin precedentes y se sabe que la principal causa del cambio climático es el ciclo de producción y consumo. Así lo reflejan claramente los informes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).[1]

La empresa privada se enfoca en maximizar las ganancias para satisfacer las ambiciones de sus dueños y los capitalistas enriquecidos consumen en exceso al poseer un poder de gasto superior al de un trabajador promedio. Por supuesto que los efectos negativos de la explotación capitalista no se aprecian con nitidez cuando se observa la dinámica de un pequeño negocio, pero ese ciclo de sobreproducción y sobreconsumo al servicio de las élites se transforma en desigualdad, pobreza y presión sobre los ecosistemas cuando las empresas privadas prevalecen en el escenario económico.

Si las estadísticas nos dicen claramente que el 12.2 % de la población mundial acapara el 85 % de la riqueza global, mientras que el restante 87.8 % de la civilización tiene que apañárselas con un exiguo 15 %, entonces tenemos la obligación moral de reconocer que la humanidad está haciendo las cosas mal. [2]

Dado que la empresa privada no está vinculada directamente a las necesidades de los consumidores, sus procesos productivos se basan en la elaboración de un pronóstico estadístico de lo que desea el cliente, me refiero a los famosos estudios de mercado.

Cada vez que una empresa privada quiebra o produce mercancías en exceso, una parte de sus producciones termina siendo desechada, pero para producir esas mercancías que nunca llegan a ser usadas por los consumidores se utilizaron materias primas y energía. Por tanto, cada mercancía que no es consumida por un cliente implica un gasto que nunca debió ocurrir y una presión innecesaria sobre los recursos naturales del planeta.

Durante muchos años las organizaciones de izquierda se enfrascaron en nacionalizar empresas y en administrarlas de forma centralizada como entidades estatales, pero ese esquema de gestión económica no consiguió resolver los problemas de mala planificación, producción ineficiente, corrupción, escasez y contaminación ambiental.

Lo único que le interesa al trabajador de una empresa estatal es que le paguen bien por el trabajo que realiza, más allá de si el dueño de la empresa se apropia de la mayor parte de las ganancias. Esa enajenación que provoca el trabajo asalariado explica de manera coherente por qué la clase obrera no se opuso a la privatización de las empresas estatales en los países del desaparecido Bloque del Este.

Para convertirse en socio de una cooperativa es necesario realizar un aporte dinerario inicial. Se aporta dinero como cooperativista porque cada socio es dueño de una porción de la empresa, aunque el patrimonio de la cooperativa sea indivisible. Esa identificación con «lo que se posee» constituye una herramienta jurídica, psicológica y cultural para combatir la alienación que experimenta el trabajador de una empresa privada en relación al fruto del trabajo colectivo o la enajenación que siente el obrero-usufructuario de una empresa estatal.

Como lo demostró la obra El gobierno de los bienes comunes,[3] de la premio Nobel de Economía Elinor Ostrom, la mejor alternativa para administrar de forma racional y sostenible los recursos naturales escasos es la democracia económica, y las cooperativas son una expresión de la democracia económica en el entramado empresarial. Cuando se constituyen cooperativas de consumo de participantes múltiples que integran a productores y a consumidores en la toma de decisiones, la producción se ve impulsada por una demanda cognoscible y no por el afán de maximizar las ganancias, por lo que la presión para utilizar los recursos naturales disminuye.

También recomiendo consultar las investigaciones que ha realizado Johnston Birchall,[4] sobre la capacidad de supervivencia de las cooperativas, porque demuestran que cuando la toma de decisiones recae en el colectivo los socios cooperativos ajustan sus ingresos sabiendo que podrán recuperar sus ganancias una vez que mejore la situación, lo cual le garantiza a la empresa mayores posibilidades de sobrevivir en periodos de crisis.

El éxito de las cooperativas reside en su cultura organizacional, me refiero a los valores y creencias que influyen en el comportamiento de los individuos durante las interacciones que se producen en el ecosistema empresarial. Las cooperativas han diseñado y perfeccionado sus Siete Principios,[5] y han emitido documentos que recomiendan las maneras de aplicar esas directrices.

La idea y la práctica de mancomunar intereses colectivos en cooperativas figura desde 2016 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Ese es el acervo cultural que diferencia a las cooperativas de otras formas de emprendimiento y la correcta adopción de ese «saber hacer» ha garantizado que las cooperativas triunfen a largo plazo y nos iluminen el camino hacia la extinción de la explotación económica.

¿Cuán importante es la propiedad cooperativa para la promoción de valores solidarios, colectivos y humanistas ante la extensión del individualismo y el consumo irracional a escala planetaria?

Lo primero que quisiera comentar con respecto a esta pregunta es que el cambio de una forma de propiedad por otra no garantiza de forma automática que ocurra un cambio en los comportamientos de los individuos. No quiero decir con esto que no sea necesario abolir la propiedad privada sobre los medios de producción para acabar con la explotación capitalista, lo que deseo que todos comprendan es que los cambios jurídicos tienen que estar asociados a cambios en los patrones culturales, porque es el modo de pensar y de actuar de la gente lo que garantiza el cumplimiento de lo que establece la ley.

Un error que le ha costado bastante caro a la izquierda consistió en suponer que la nacionalización de las empresas privadas y su posterior gestión como empresas estatales al servicio del pueblo constituía el objetivo medular de una revolución socialista. Si queremos fomentar mecanismos de participación democrática en las empresas debemos transformar la manera en que educamos en los centros de enseñanza a los jóvenes que luego se convertirán en directivos y trabajadores.

De nada serviría registrar una empresa como cooperativa si en la práctica cotidiana sus miembros no aplican los Siete Principios del cooperativismo, pues la aparente cooperativa terminaría operando como un negocio privado o como una unidad estatal. Esto ha ocurrido con relativa frecuencia, sobre todo cuando los gobiernos han decidido inducir a gran escala la fundación de cooperativas en entornos donde la población no conoce mucho de estas temáticas.

Forzar el cooperativismo casi siempre desemboca en un fracaso y siembra en la opinión pública una inmerecida desconfianza hacia las cooperativas. Por ello, insisto una vez más en la trascendencia de que la sociedad aprenda los elementos que caracterizan la cultura organizacional de las cooperativas.

En la tradición de los fundadores de la primera cooperativa moderna, la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, figuran la inclusión y la prohibición de la discriminación. Dicha cooperativa, surgida en 1844, admitía a mujeres y a personas de cualquier clase social, al margen de sus ideas políticas o concepciones religiosas.

Aunque la mayoría de los directivos de las cooperativas siguen siendo hombres por el peso de la tradición, las cooperativas crean oportunidades de acceso al capital empresarial y a los mercados para las mujeres. Por ejemplo, la flexibilidad y la organización democrática de la jornada laboral ha permitido que las mujeres puedan armonizar la crianza de los hijos con la participación en la empresa cooperativa.

También quiero mencionar a las cooperativas que integran a colectivos históricamente muy discriminados, como Estilo Diversa en Argentina, cuyos asociados son personas trans, o Palam Rural en India, que agrupa a personas de la casta intocable.

El segundo principio Control democrático por parte de los miembros facilita las intervenciones sociales y que los asociados promuevan la atención de sus necesidades en el lugar de trabajo. La gestión colectiva en democracia permite adquirir una capacidad de negociación colectiva para interactuar con proveedores y acceder a los recursos necesarios para trabajar, además de propiciar la transparencia en las transacciones financieras y en la organización de las actividades, lo cual mejora la eficiencia y la rentabilidad de la empresa.

Los cooperativistas son propensos a tomar decisiones que equilibran su bienestar con la necesidad de generar ganancias y realizan auditorías más profundas, que no se limitan a lo financiero, pues implican además la evaluación social y ecológica del desempeño de la empresa.

Para que las personas comprendan a cabalidad cómo deben ser las relaciones entre los socios de las cooperativas, yo siempre las comparo con un parlamento. Todos los cooperativistas tienen los mismos derechos de votación: cada miembro representa un voto, de la misma manera en que los legisladores de un parlamento tienen derecho a un solo voto, independientemente de que sean millonarios o pobres.

Los estatutos de una cooperativa se erigen en la norma fundamental que garantiza unas buenas prácticas de gobernanza, por lo que se asemeja a la Constitución de un país. El órgano de administración de una cooperativa equivale al consejo de gobierno, mientras que el órgano de fiscalización vendría a ser una especie de contraloría para auditar el desempeño de los directivos.

Todos los miembros deben tener la posibilidad de proponer representantes y de revocarlos mediante el voto por mayoría cuando ocurran casos de indisciplina o de corrupción. Los comités electorales no pueden ser designados por el órgano de administración y el voto debe ser secreto. Si todo esto que acabo de explicar se parece mucho a las cuestiones que atañen a la democracia es porque las cooperativas representan precisamente la concreción de la democracia en el escenario empresarial.

Otro aspecto medular que le ha aportado el desarrollo del modelo cooperativo a la humanidad es la integración de productores y consumidores en una misma estructura empresarial. Me refiero a las cooperativas de consumo de participantes múltiples. Esta forma cooperativa empodera a los trabajadores en una estructura empresarial democrática, pero fomenta además la sinergia con los consumidores que intervienen en la toma de decisiones a través de representantes electos, quienes velarán por la calidad de las mercancías y el establecimiento de precios racionales y asequibles.

El maridaje entre trabajadores y consumidores permite planificar de manera más eficiente los procesos productivos, pues el diálogo directo y constante con el cliente garantiza el flujo de información sobre qué se debe producir, en qué cantidades y con cuáles estándares de calidad.

La humanidad tardó milenios en entender que para producir riqueza no era necesario explotar mano de obra esclava ni someternos a la voluntad de un monarca. Ahora, el gran reto que nos queda consiste en enseñar a nuestros conciudadanos las ventajas de la democracia económica. Cuando la clase trabajadora asimile la cultura organizacional del cooperativismo, los cambios jurídicos y económicos a gran escala ocurrirán de forma más expedita.   

¿Qué les sugiere a las personas de formación ortodoxa que siguen aferradas a la idea de la propiedad estatal como socialista y consideran a la cooperativa como un modelo empresarial capitalista?

Que lean a Marx y a Lenin. Un asunto que me resulta deliciosamente interesante es observar cómo algunas personas utilizan el capítulo XXVII del tercer tomo de El capital para justificar su rechazo a las cooperativas. Digo esto porque el capítulo en cuestión aborda el papel del crédito en la producción capitalista y no es precisamente un análisis del modo de producción cooperativo.

Sobre lo que Marx plantea en ese capítulo quisiera resaltar lo siguiente:

Estas fábricas [cooperativas] demuestran cómo al llegar a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas materiales productivas y de formas sociales de producción adecuadas a ellas, del seno de un régimen de producción surge y se desarrolla naturalmente otro nuevo […] Las empresas capitalistas por acciones deben ser consideradas, al igual que las fábricas cooperativas, como formas de transición entre el régimen capitalista de producción y el de producción asociada; la única diferencia es que en un caso el antagonismo aparece abolido negativamente, mientras que en el otro caso aparece abolido en sentido positivo.

En ese capítulo Marx solo menciona de forma sucinta el tema de las cooperativas de producción, ni siquiera se refiere a todas las cooperativas, por lo que quedan fuera de ese análisis las cooperativas de consumo.

¿Se equivocó Marx al sentenciar que las cooperativas de producción y las sociedades anónimas constituyen formas transicionales hacia un modelo de economía socialista? No creo.

La realidad ha demostrado que los trabajadores de las sociedades anónimas pueden emanciparse al adquirir las acciones hasta poseer el 50% o más del capital social, para luego distribuir las acciones entre ellos mismos equitativamente y modificar los estatutos de la empresa con el objetivo de administrarla en democracia.

Ese tipo de sociedad anónima democratizada se denomina empresa propiedad de los empleados y por sus características la gente tiende a confundirlas con las cooperativas.

No pretendo endiosar a Marx ni venerar cada una de sus palabras. Simplemente deseo dejar bien clara mi postura favorable en cuanto a su sagaz señalamiento. Lo que se escribió no se puede soslayar ni silenciar mediante un olvido malintencionado. Cuando Marx concibió el Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores planteó lo siguiente:

[…] Al mismo tiempo, la experiencia del período ha demostrado sin lugar a dudas que el trabajo cooperativo, por excelente que sea en teoría y por muy útil que sea en la práctica, si no va más allá del estrecho círculo de los esfuerzos ocasionales de unos trabajadores a título individual, jamás será capaz de detener el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, de liberar a las masas ni de aliviar siquiera mínimamente la carga de sus miserias. Para salvar a las masas obreras, el trabajo cooperativo tendría que desarrollarse a escala nacional y, consiguientemente, debería ser fomentado con medios de la misma naturaleza. Sin embargo, los señores de la tierra y los señores del capital usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus monopolios económicos. Por eso, lejos de promoverla, seguirán poniendo todos los obstáculos posibles en el camino de la emancipación del trabajo […].[6]

En cuanto a Lenin, abordar su legado histórico me deja una sensación agridulce. Por un lado, se debe reconocer su papel imprescindible al frente de un proceso histórico colosal como lo fue la Revolución Socialista de Octubre, pero tampoco podemos obviar que el control bolchevique ahogó la democracia de los soviets industriales y que sometió con el lenguaje de las armas a la Revolución Majnovista de corte anarquista que había desarrollado el cooperativismo a gran escala en la Ucrania de 1920. Quisiera señalar que esa primera experiencia de cooperativismo a gran escala caló hondamente en territorio ucraniano y que se mantuvo viva durante una década, hasta el nefasto ascenso de Stalin.

Bajo la tutela de Lenin acontecería el retorno a la explotación capitalista bajo el esquema de la NEP, estrategia económica muy utilizada como excusa por quienes se oponen a la democracia obrera. Lo que muchos de esos admiradores de las pequeñas empresas privadas tratan de silenciar es el discurso de Lenin ante el Soviet Supremo en el que reconoció con sinceridad amarga que la NEP solo sirvió para articular en la URSS un sistema de capitalismo de Estado.[7]

Rectificar es de sabios, y Lenin era un hombre brillante. Por suerte para la humanidad, al final de su vida nos aportó un texto meridiano, me refiero a la obra Sobre las cooperativas en la que sentenció lo siguiente: «[] cuando existe la propiedad social de los medios de producción y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos es el socialismo».[8]

¿Cuán importante es la extensión de estas ideas para emancipar a la clase trabajadora de las políticas autoritarias estatales y la dominación económica de los empresarios privados?

Las empresas privadas y estatales basan su esquema de producción en la utilización de mano de obra asalariada. Cuando el trabajador firma el contrato sin saberlo está renunciando al derecho legítimo de participar en el proceso de toma de decisiones que compromete el destino de la riqueza que se crea mediante el trabajo colectivo.

El fomento de una cultura basada en la cooperación tiene que devenir uno de los objetivos estratégicos de los movimientos de izquierda porque constituye una excelente herramienta sociológica para desterrar el pensamiento esclavizante que se apodera del trabajador cuando se resigna a ser explotado por un empresario.

La izquierda tiene que renovarse y asumir su papel de vanguardia en la lucha por legarles a las nuevas generaciones un mundo mejor. Eso no se va a lograr mientras los movimientos de izquierda sigan apoyando modelos empresariales que explotan mano de obra asalariada.

El cambio climático no es cosa de juego. No podemos seguir aferrados a esquemas de producción y consumo que derrochan los recursos naturales cada vez más escasos. Necesitamos cambiar nuestra manera de entender las relaciones sociales y económicas porque estamos destruyendo el único planeta en el que podemos vivir.

La esperanza no ha sido derrotada, pero los trabajadores tendrán que aprender a emanciparse por sí mismos.

Notas:

[1] WWF. Informe Planeta Vivo 2020. Revertir la curva de la pérdida de biodiversidad. Resumen. Almond, R.E.A., Grooten M. y Petersen, T. (Eds). WWF, Gland, Suiza, 2020, pp. 4-5.

[2] Davies, J., Lluberas, R., y Shorrocks, A. Global wealth report 2021. Credit Suisse Research Institute, 2021, pág. 17.

[3] Ostrom, E. El Gobierno de los Bienes Comunes: La evolución de las instituciones de acción colectiva. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica de México, 2000.

[4] Birchall, J. y Hammond, L. Resilience of the cooperative business model in times of crisis. Sustainable Enterprise Programme, ILO, Geneva, 2009.

[5] Alianza Cooperativa Internacional. Notas de orientación para los principios cooperativos. 2015.

[6] Marx, C. «Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores». Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas, Tomo II, Moscú, Editorial Progreso, 1980, p. 395.

[7] Lenin, V. I. Obras completas. Tomo XLV, Editorial Progreso, Moscú, 1981, págs. 278-294.

[8] Lenin, V. I. Sobre la cooperación. Últimos artículos y cartas. Editorial Progreso, Moscú, 1981, p. 76.Iran Morejón La Habana, 1985. Graduado de nivel superior en la rama de las Ciencias Económicas enfocadas en el sector turístico. Ha publicado sobre temáticas de ciencia de la religión desde una perspectiva atea, marketing y cooperativismo. Cofundador del proyecto sociocultural CO-EMPRENDE para la promoción del cooperativismo y la economía social y solidaria.

Iran Morejón (La Habana, 1985). Graduado de nivel superior en la rama de las Ciencias Económicas enfocadas en el sector turístico. Ha publicado sobre temáticas de ciencia de la religión desde una perspectiva atea, marketing y cooperativismo. Cofundador del proyecto sociocultural CO-EMPRENDE para la promoción del cooperativismo y la economía social y solidaria.

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/el-regimen-de-los-cooperativistas-cultos-es-el-socialismo-ii-entrevista-a-iran-morejon