Tenemos en este país por presidente a un registrador de la propiedad en excedencia. Siempre, a pesar de ser yo jurista o precisamente por serlo, me llamó la atención que para anotar en un libro que es usted propietario de su casa necesitase de un opositor retribuído millonariamente, cuando para eso basta la escritura otorgada […]
Tenemos en este país por presidente a un registrador de la propiedad en excedencia.
Siempre, a pesar de ser yo jurista o precisamente por serlo, me llamó la atención que para anotar en un libro que es usted propietario de su casa necesitase de un opositor retribuído millonariamente, cuando para eso basta la escritura otorgada ante un notario o un juez y alguien con buena letra… Para mí esto era otra prueba más de que el ordenamiento jurídico de este país y de otros, así como sus secuaces, no tienen otro fin que proteger a las clases dominantes y dar facilidades a estas oara que se protejan entre sí.
Y más me la llama que el registrador pase por inteligente cuando (como en toda oposición, a excepción de la que tiene que ver con la enseñanza o la cátedra, y alguna otra) el mérito de esa clase de opositor se reduce a tener algo de memoria y a mano un texto de la ley hipotecaria.
Dedicar un empleo formidablemente remunerado sólo a inscribir, a escribir (aunque eso lo hace el otro, el sustituto) en un tocho la filiación del dueño de un inmueble, datos y eventualmente las cargas y peripecias de ésta es una demasía, una burla y un truco más de los muchos que hay en el sistema para servir a las clases privilegiadas. Véase qué sucede con las viviendas de los que no pertenecen a estas. Quizá para entender lo que quiero decir hay que despojarse de tantos prejuicios que acerca de lo que es la verdadera inteligencia circulan por este país…
Quien no lo ve así es porque está demasiado afectado por la ampulosidad de que se rodea a ciertos cargos y ciertas funciones, y porque es incapaz de salirse siquiera por un momento del pensamiento único y de los auténticos contravalores de este sistema.
El caso es que la aridez mental, la propensión a exagerar, el convertir en insignificante lo importante y dar importancia a lo accesorio, la cortedad de miras, la pobreza de lenguaje, el ramplón vocabulario, la vaciedad, la reiteración y la mentecatez que viene exhibiendo el actual presidente de gobierno español desde que entró en la política, desacreditan a ésta, ponen en cuestión la aparatosa y superflua figura del registrador y desprestigia a ésta aún más de lo que está…
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