El jefe paramilitar colombiano Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40”, cumplió una condena por narcotráfico en Estados Unidos y llegaría a Colombia en septiembre.
Jorge 40 fue procesado bajo la Ley 975 de 2005, auspiciada por Uribe como auto-desmovilización paramilitar, por los delitos de desplazamiento forzado, homicidio en persona protegida, tortura en persona protegida, desaparición forzada y reclutamiento ilícito, destrucción y apropiación de bienes protegidos, entre otros.
Jorge 40 aceptó su participación en más de 600 actos criminales durante sus años como líder del paramilitarismo en Colombia.
Entre ellos está el secuestro, tortura y asesinato del sindicalista despedido de la Nestlé Luciano Romero Molina, que había estado protegido en Asturias, y cuyo crimen cumple 15 años el 11 de septiembre.
“Tengo mucha indignación”, dice Blanca Nubia Díaz. El 26 de mayo de 2001, su hija fue torturada, violada y asesinada por hombres del bloque Norte de las Auc, al mando de Jorge 40, en La Guajira. “Era una niña de 15 años. Es muy duro saber que no la dejaron cumplir sus sueños”, dice. Su esposo fue asesinado un año antes y el cuerpo de su hija, wayúu como ella, fue enterrado como no identificado. Blanca vive desterrada.
Pedro Loperena, del pueblo wiwa de la Sierra Nevada, recuerda: “A mi tío lo asesinaron y descuartizaron. A mi abuela la mataron en su vivienda y la casa la quemaron. Mi abuelo quedó desaparecido”.
El pueblo wiwa documentó 142 violaciones graves a sus derechos humanos en informe presentado a la Jurisdicción Especial para la Paz. Entre estas, dos masacres y diez homicidios atribuidos al Bloque Norte.
Miguel Espinoza recuerda que en 2004 su padre, el líder sindical de Barranquilla Miguel Antonio Espinoza Rangel, fue asesinado por orden de Jorge 40 y Édgar Ignacio Fierro, “Don Antonio”, segundo al mando de Bloque Norte.
En la orgía de horror que los paramilitares desplegaron por varios días en El Salado, resultó expulsado (desplazados dicen en Colombia) el pueblo entero, siete mil personas, tras el asesinato de 79 personas. Una de las víctimas, Lucho Torres, vivió para contarlo, y lo hizo en su periodo de protección en Asturias.
Otro jefe paramilitar, Salvatore Mancuso, con miles de crímenes a sus espaldas, ha logrado ser extraditado a Italia, en vez de a Colombia. Así se libra de momento de cumplir las condenas ya firmes por varias de sus acciones criminales.
“Sabemos que detrás de Mancuso y Jorge 40 hay cabezas más grandes que mandaron a hacer toda esta carnicería. Esperamos la verdad real, no encubriendo a tantos funcionarios públicos”. Ahí está la razón de la impunidad, manto de protección y artilugios jurídicos para que los jefes paramilitares “no hablen” sobre quien les dio las órdenes de los crímenes.
333 masacres reconocidas tiene Jorge 40. Más de 1.500 asesinatos; algunos de los más atroces que ninguna película de terror llega a igualar.
Su hijo, sin embargo, le considera un héroe y dice que su padre es un preso político. Pero el Gobierno Duque no ha tenido dificultad para designar al hijo para un alto cargo: director de víctimas del Ministerio del Interior.
El MOVICE, o sea las víctimas, han rechazado esta nueva bofetada: “Es una afrenta a la dignidad y a la memoria de las más de 21.000 víctimas fatales que ha dejado el paramilitarismo en Colombia, cuyos familiares continúan esperando garantías de verdad, justicia y reparación integral por parte del Estado”.