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El retorno de los vampiros

Fuentes: Punto Final

Jovino Novoa Vásquez, senador por carambola (gracias al sistema binominal) de la Unión Demócrata Independiente (UDI), que fue durante tres años (1979-1982) subsecretario general de Gobierno del dictador Augusto Pinochet, ha sido elegido presidente del Senado, el cargo institucional más importante del país después de la Presidencia de la República. Lo eligieron los senadores de […]

Jovino Novoa Vásquez, senador por carambola (gracias al sistema binominal) de la Unión Demócrata Independiente (UDI), que fue durante tres años (1979-1982) subsecretario general de Gobierno del dictador Augusto Pinochet, ha sido elegido presidente del Senado, el cargo institucional más importante del país después de la Presidencia de la República. Lo eligieron los senadores de la derecha más los «independientes» Fernando Flores, Adolfo Zaldívar y Carlos Bianchi. Casi simultáneamente, la UDI se hizo también de la presidencia de la Cámara de Diputados con su parlamentario Rodrigo Alvarez Zenteno. Esto gracias a un «pacto de caballeros» entre la derecha y la Concertación.

Se ha registrado una resonante victoria para la derecha más extrema. Se trata de un insulto a la memoria de las víctimas de la dictadura y de un retroceso para la democracia que dificultosamente intenta construirse en Chile.

El fascismo llega a la presidencia de las Cámaras legislativas en gloria y majestad. Como símbolo de la cohabitación derechista-concertacionista, que ha minado el prestigio de la política y de los partidos, Novoa recibió los parabienes hasta de senadores socialistas -Carlos Ominami, Jaime Gazmuri- y del candidato presidencial del Partido Radical Socialdemócrata, senador José Antonio Gómez. ¡Todos unos caballeros!

El triunfo de Novoa no fue producto del azar. Es resultado de una política de conciliación y compadrazgos entre la Concertación y la derecha que se remonta a los comienzos de la transición. A esta política de espaldas al pueblo no le importa que la trayectoria de Novoa esté vinculada, directa o indirectamente -ya que tenía relaciones regulares con los organismos de seguridad de la dictadura-, a decenas de asesinatos y cientos de violaciones de los derechos humanos. Novoa nunca ha dado explicaciones de lo que hizo en el ejercicio de sus funciones de subsecretario general de Gobierno y mucho menos ha expresado algún tipo de arrepentimiento por los crímenes del régimen dictatorial al que sirvió con especial devoción.

Por otra parte, Novoa fue impuesto como presidente del Senado a Renovación Nacional -que intenta marcar distancia con la dictadura para jugar con éxito su carta presidencial-. Bajo cuerda RN y Piñera hicieron gestiones para desembarcar a Novoa; pero fracasaron como siempre sucede en las relaciones de los dos partidos. La UDI ha marcado así a fuego la identidad de la derecha como heredera política de la dictadura militar-empresarial que gobernó 17 años mediante el terror. Y éste será el sello de un eventual gobierno del multimillonario Sebastián Piñera.

Jovino Novoa no hizo alusiones al pasado en su discurso de instalación como presidente del Senado. En cambio, tuvo el desparpajo -por provenir de alguien como él- de hacer un llamado a «defender» las instituciones democráticas. Su gestión como funcionario en el régimen de las FF.AA. se dio en un período en que Pinochet endurecía la represión para prevenir las movilizaciones sociales. Esa represión costó la vida a 39 personas. Hubo tres casos emblemáticos, entre ellos el de un estudiante de periodismo de la Universidad Católica, Eduardo Jara, asesinado a consecuencia de feroces torturas por un denominado Comando de Vengadores de Mártires, formado por agentes de Investigaciones. Novoa se reunía semanalmente con el director de ese servicio, general (r) Fernando Paredes. Fue también el tiempo en que el Servicio de Inteligencia del Ejército asesinó a Tucapel Jiménez Alfaro, presidente de la Anef. El subsecretario Jovino Novoa mantenía relación permanente con Alvaro Corvalán y otros esbirros de la CNI a los que probablemente orientó en sus intentos de crear un partido pinochetista, Avanzada Nacional. También mantenía nexos con la Secretaría Nacional de los Gremios, dependencia dictatorial que empleaba rufianes fascistas para el espionaje sindical, el matonaje y la preparación del brutal asesinato de Tucapel Jiménez. Novoa además se reunía semanalmente con el general Humberto Gordon, director de la CNI, en los mismos días en que fue asesinado el ex presidente de la República, Eduardo Frei Montalva.

No se puede descartar a priori que también el ex subsecretario general de Gobierno haya estado informado de los «negocios raros» que efectuaba Pinochet para incrementar su fortuna personal. En todo caso las privatizaciones de empresas públicas fueron en esa época terreno fértil para los negociados de funcionarios -civiles y militares- de la dictadura. Incluso todo indica que el régimen militar tuvo conexión con el tráfico de drogas, que en ese período floreció en el país. Un hermano de Jovino Novoa fue abogado de Chile Motores, una extraña empresa en que aparecían como socios Edgardo Battich y Marco Antonio Pinochet, a los que se sumó un narcotraficante colombiano, Jesús Ochoa.

Ante el aluvión de protestas de organizaciones de derechos humanos que originó su designación, Jovino Novoa advirtió que no perdería un minuto de su tiempo en hacerse cargo de las imputaciones de familiares de las víctimas. La táctica de la derecha -con su reiterado llamado a «mirar el futuro»- consiste en convertir a Chile en un país de amnésicos. Para eso se vale, entre otros instrumentos, de la política de conciliación de la Concertación y de los «pactos de caballeros» que permiten repartirse amigablemente el poder político. Sin embargo, el empecinado silencio de Novoa pudiera acarrearle problemas mayores. Desde luego, deberá tener cautela en materia de viajes, pues corre el riesgo de afrontar alguna orden de captura internacional, como ocurrió con Pinochet en Londres y más recientemente con el ex fiscal militar de Temuco, Alfonso Podlech, detenido en España y preso y procesado en Italia. Claramente, Jovino Novoa, como presidente del Senado, no fortalece la imagen de un país que intenta convencer al mundo que ha hecho justicia en materia de crímenes contra la humanidad.

Apelando a una supuesta legitimidad democrática, la clase política -y no sólo la derecha- cerró filas detrás de Novoa. Parlamentarios y dirigentes políticos de diferente pelaje ideológico, sostuvieron que Novoa fue elegido por el pueblo, de acuerdo a la Constitución, y que por tanto reúne todos los requisitos para presidir el Senado. Esta también es una argumentación especiosa puesto que Novoa no sería senador si no existiera el sistema binominal creado para favorecer la sobre representación de la derecha. Por su parte el senador Fernando Flores, ex ministro de Salvador Allende y ex preso político y exiliado, ha justificado su apoyo a Novoa declarando que prefiere «mirar el futuro» y que su «primacía moral» le permitió dar ese paso que repugna al sentimiento democrático del país. Sin duda, Flores confunde su posición personal con la que han asumido las víctimas agraviadas por la conducta de Novoa y que rechazan su nombramiento. La supuesta «primacía moral» del senador Flores es cuestionable después de las muchas sorpresas que han provocado sus volteretas políticas -especialmente en quienes lo votaron creyéndolo un hombre de Izquierda-.

La elección de Novoa en la presidencia del Senado, en definitiva, es una señal de lo que podría ocurrir si la Alianza y su candidato, Sebastián Piñera, gana las elecciones de diciembre. La derecha en su conjunto -y en particular la UDI- es heredera de un régimen de terror y atropellos. El terrorismo de Estado está en su ADN. Es una derecha que ha demostrado no tener escrúpulos para abandonar los textos constitucionales y usar las armas cuando sus intereses se ven amenazados. Así ocurrió varias veces en la historia de Chile y con especial crueldad en 1973. La UDI es una creación monstruosa de la cópula entre la ideología fascista y el terrorismo de Estado. Fue alimentada en su origen con la sangre, dolor y superexplotación de millones de chilenos. Son vampiros que intentan blanquear su pasado siniestro y retornar al gobierno legitimados por votación popular. La democracia en construcción, sin embargo, no puede ser manipulada hasta ese extremo ni convertirse en protectora de estos engendros de la tiranía.

(Editorial de «Punto Final», Nº 681, viernes 20 de marzo, 2009)