Este concepto, diríase más bien esta innovación política, implementada en la república liberal del presidente Eduardo Santos (1938-1942), explicado por el intelectual colombiano Rafael Gutiérrez Girardot en su ensayo sobre la literatura colombiana en el Siglo XX (1), el cual deber volver a leerse nuevamente y con despacio; consistió en proponer a las masas populares […]
Este concepto, diríase más bien esta innovación política, implementada en la república liberal del presidente Eduardo Santos (1938-1942), explicado por el intelectual colombiano Rafael Gutiérrez Girardot en su ensayo sobre la literatura colombiana en el Siglo XX (1), el cual deber volver a leerse nuevamente y con despacio; consistió en proponer a las masas populares una fuga hacia adelante (hacia un futuro de progreso) pero para volver atrás.
Lo que a la postre resultó ser para la Oligarquía trasnacional colombiana una eficiente y efectiva arma ideo-política, con la que logró detener y revertir los avances obreros, campesinos y populares alcanzados en el anterior gobierno de la «revolución en marcha de López Pumarejo» , y a la vez consolidar definitivamente su dominio sobre las demás clases subalternas. Más positiva que el viejo consejo del gato-Pardo de «cambiar todo para que todo siga igual».
Ese tesoro político desarrollado por el tío abuelo de Juan Manuel Santos, guardado con celo familiar de generación en generación por toda la Casa Santos, es lo que hoy estamos presenciando atónitos en la actual campaña presidencial que desarrolla en Colombia su sobrino nieto, JM Santos; adueñado de la paz (previamente privatizada y enajenada de su esencia colectiva) y adueñado del futuro de Colombia como país que tiene junto con la llave de la paz, en su bolsillo izquierdo.
¿Pero paraqué? ¡Asómbrense lectores! Para continuar implantando el progreso y la «prosperidad democrática» de Colombia mediante el neoliberalismo autoritario y militarista de los falsos positivos que implantó durante estos 4 años de pesadilla y que es diferente al neoliberalismo de Uribe Vélez y su pelele, pero, de dientes para afuera.
La Izquierda marxista colombiana hace muchos años ha descorrido científicamente el velo ideologizante del papel jugado por el bipartidismo oligárquico en el desarrollo del capitalismo dependiente de los EEUU, mediante ciclos repetitivos de guerra civil-pacto en las alturas para el reparto del botín presupuestario-nueva guerra civil y nuevo pacto presupuestario:
Nueve guerras civiles en el siglo XIX y tres en el siglo XX, la última prolongada hasta la actualidad del siglo XXI. Así mismo ha develado la estrategia antiquísima de la Oligarquía trasnacional de cooptar a quienes llama despectivamente «mamertos» para que se incluyan en la polarización bipartidista liberal-conservadora y electoralmente le saquen las castañas del fuego, salvando las instituciones creadas por ellos y para ellos.
Pero la verdad es que no se ha profundizado (ni mucho ni poco) en el concepto descrito por el maestro Gutiérrez Girardot, arriba mencionado.
Es elemental que entre JM Santos y el pelele Zuluaga, en un país tan mestizo como Colombia, haya diferencias individuales. No faltaría más. Sobre eso se ha insistido demasiado. Santos es un «delfín» de la oligarquía bogotana, educado y entrenado desde joven (no en el juego de póker sino en economía) en Inglaterra y los EEUU ect. Mientras que Zuluaga es un gomelo de vereda que usa aceite de carro para peinarse, educado por los curas provinciales de las montañas cafeteras, y perfeccionado por los jesuitas javerianos en asuntos económicos; es por así decirlo un destacado miembro de las llamadas «clases emergentes» lumpenescas que ha subido como todos ellos dando codazos violentos. Sin embargo, no ha dado ninguna orden legal para asesinar guerrilleros heridos en estado de indefensión y mucho menos ha brindado con Wisky sobre cadáver alguno. No por virtud sino porque solo bebe aguardiente barzalero.
Las diferencias individuales sabiamente dosificadas por el torbellino polarizador de la propaganda electoral liberal-conservadora y el poder mediático, han aplastado los pocos análisis clasistas (económicos, políticos e ideológicos) que se han hecho sobre el neoliberalismo militarista de los dos candidatos presentados por las fracciones de Oligarquía trasnacional enfrentada, hoy como hace doscientos años por el botín presupuestal o mermelada y, algunos otros matices sobre como adelantar las conversaciones de paz con la insurgencia guerrillera, pero que en esencia, son dos mascarones de proa del mismo modelo económico neoliberal militarista que la Oligarquía trasnacional viene implementando en Colombia desde hace más de 40 años.
Uno de esos análisis clasistas han sido los sustentados y defendidos con ahínco, en la teoría y en la práctica, por el senador del PDA Robledo. Sin embargo, como la lucha electoral no va en línea recta, el senador Robledo no sé si por modestia, disciplina política, o por concederle a su partido aquella utopía china de encontrar electoralmente» en Colombia el eslabón perdido de una «burguesía nacional»; prefirió cometer el terrible error de no aspirar electoralmente a la presidencia de la república, dejando la vacante para algún destacado miembro de aquella burguesía, y hoy recoge doblemente los frutos: Ha pedido el liderazgo electoral ante las masas que votaron por su partido, pues después de que su partido había tomado la decisión colectiva y «unánime» de votar en blanco para la segunda vuelta presidencial en Colombia, los burgueses nacionales de la cúpula partidaria, alegando problemas individuales de conciencia, se han ido en contravía de lo acordado colectivamente y han decidido (escuchando su conciencia) votar por Santos. Su partido ha sido lamentablemente partido y sus votantes han quedado en la incertidumbre y sin partido. A eso me refería cuando hablaba del cero a la izquierda electoral una vez pasadas las elecciones.
Y para mayor desasosiego e incertidumbre , el movimiento social y político de la Marcha Patriótica que había dicho tajantemente en múltiples ocasiones que no participaba en elecciones por considerarlas ilegítimas, no creer en ellas, y, principalmente por estar únicamente por la movilización social; súbitamente o de repente, el día de ayer ha sacado una declaración electoral (2) en donde después de hacer un buen balance de la realidad política actual y con gran tino llamar a la conformación de un Frente Amplio y de masas por la Paz y la Democracia, se ha dejado contagiar de las mismas objeciones de conciencia de los dirigentes del PDA, y ha dado en «reconocer y respaldar las voces que al interior de Marcha Patriótica llaman a votar por el candidato que abrió los diálogos de paz de la Habana y que anuncia su continuidad».
En una palabra, ha dejado en libertad a sus militantes para votar por JM Santos, seducidos por el jugo de manos y promesas del tahúr, su concepto de paz privatizada, su compromiso (de clase) de profundizar el modelo neoliberal militarista sin reformas en el post-conflicto que todos los días anuncia su carnal min-guerra Pinzón. Ha dejado en libertad a sus miembros de votar por «el retroprogresismo Santista» y sobre todo, comprometiendo seriamente su independencia futura en aquel Frente Amplio por la Paz y la Democracia que llama a conformar.
Mientras tanto el pelele Zuluaga beneficiado de la gigantesca abstención electoral pasada ( 60%) y de la alianza Uribe-Pastrana, obtiene los votos de millones de familiares de los 500 mil soldados pagados que conforman el glorioso ejército de Colombia, aglutinando todo el odio reaccionario, anticomunista y fascista de latifundistas y terratenientes, ganaderos, palmicultores, procuradores, militaristas y narco-paramilitares que, pueden hacerlo presidente de Colombia, para que implemente la otra visión neoliberal- militarista y agro-minera internacional (sucedánea a la de JM Santos) que implica romper los diálogos de la Habana para profundizar aún más la guerra de exterminio y de despojo de la tierra que adelanta JM Santos en la actualidad contra el pueblo trabajador colombiano.
Solo me resta preguntar ¿do están, que se fizieron los liderazgos independientes populares, campesinos, étnicos y populares que se venían forjando en la imparable movilización social de Colombia? ¿Están también atrapados entre la polarización Santos-Uribe y la voz de su conciencia? O asumirán su papel orientador con responsabilidad histórica en la Colombia de la actual incertidumbre, que por fortuna concluirá el 16 de junio próximo, cuando con la resaca (guayabo en colombiano) descubramos que después de tanto pujar, solo se expulsó un áscaris lumbricoides o lombriz intestinal.
NOTAS:
(1) Manual de historia de Colombia. Tomo III pagas 447- 536 Especialmente págs. 520 y ss. Bogotá. 1982
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.