Tiempos difíciles los que hoy enfrentan las alternativas políticas en América Latina, así como tortuoso trasegar el que enmarca la ruta por el cambio en nuestro país. De esta realidad se han desprendido reflexiones de todo tipo y en diversos tonos, de muchas personas y sectores que ponen en evidencia la crisis política por la […]
Tiempos difíciles los que hoy enfrentan las alternativas políticas en América Latina, así como tortuoso trasegar el que enmarca la ruta por el cambio en nuestro país. De esta realidad se han desprendido reflexiones de todo tipo y en diversos tonos, de muchas personas y sectores que ponen en evidencia la crisis política por la que pasan los movimientos sociales que disputan la posibilidad de generar rupturas en el orden capitalista.
Sin embargo, el análisis de todas estas reflexiones, críticas, ejercicios de catarsis o simples opiniones, debe tener como punto de partida el reconocimiento de que no existen en la sociedad realidades inamovibles o inmortales, la disputa entre el orden establecido y las alternativas es abierta, «todo en cuanto existe merece perecer»[1], pero esto no es algo que este dado, hace parte del desarrollo de esa lucha por la hegemonía.
Pareciera una verdad de Perogrullo, pero este año tiene características claves que pueden contribuir a revertir esa derrota a la cual nos quieren subsumir los que conducen este país en el marco de sus propios y egoístas intereses, los privatizadores, estos que no se sonrojan en gobernar y legislar poniendo el mercado sobre la vida se mofan de tener la sartén por el mango. Es momento de mirar hacia adelante con audacia de cara a un nuevo momento de la historia de nuestro país que nos debe servir para anquilosar lo viejo para siempre y dar pasos agigantados a una nueva realidad. Por supuesto, esto no ocurrirá «porque si», dependerá de la audacia que se muestre desde el campo de la alternativa para encarar los nuevos retos.
Los innumerables ejercicios de reflexión pueden llegar a ser inservibles sino se ponen en clave de reto, el avance depende de lograr esa capacidad de no quedarse toda la vida librando batallas anteriores después de ocurridas, sino de volver a Ítaca[2], de ponerla en función de las nuevas disputas. Esto es hacer de la crítica y la reflexión, herramientas de transformación.
Acuerdos de Paz en Colombia, ventana de posibilidad hacia un nuevo momento para las alternativas.
Este año el país tendrá la dicha de que se suscriba un acuerdo final para la concreción de la guerra entre FARC-EP y el gobierno nacional, esto no puede verse desde los ojos del movimiento social como un acontecimiento más, este será el momento donde parirá un nuevo capítulo en la historia patria, donde se abra la posibilidad de que se sigan desarrollando los conflictos pero no con la guerra como mecanismo de resolución.
Los acuerdos hasta ahora pactados y los que estarían aun en discusión implican una serie de cambios en la forma de entender la política en nuestro país, pero que estos cambios se desarrollen en virtud de las apuestas de transformación depende del ímpetu y la astucia con que la izquierda sepa afrontar este panorama. Este es un momento en donde se demuestra que la victoria no necesariamente está asegurada, pues las relaciones de fuerzas no ponen a los movimientos sociales con una correlación favorable en esta etapa, dependerá de lo que ocurra en el país pero también de como actué en el campo de la política para que se evidente la fisura del régimen.
Un nuevo momento político requiere de una nueva izquierda, que se acompase con los avances de la historia y que de manera renovada dispute la hegemonía apuntando a ser un actor relevante en la multiplicidad de conflictos sociales que hacen y seguirán siendo parte de la situación política nacional. Hoy el establecimiento se enfrenta a tener que lidiar con una de las peores crisis económicas que ha visto el país en los últimos años, que sumado a las medidas antipopulares que se adoptan no son más que caldo de cultivo para la indignación, las alternativas deben buscar ser el vaso conductor de las diferentes rebeldías y convertirlas en cambios políticos.
Es un imperativo categórico entender que no debemos permitir que el desarrollo de los acuerdos tenga limitaciones por culpa de un movimiento social incipiente.
Recomponer lo social reinventando programa, iniciar una nueva etapa de la ofensiva.
Medidas como las privatizaciones y las reformas tributarias de carácter regresivo, sumado a diversos aspectos de orden más local en consonancia con la ya nombrada recesión económica que vive el país es un panorama que pone en tela de juicio los niveles de legitimidad del gobierno, sin embargo al día de hoy la izquierda y los proyectos alternativos han tenido serias dificultades para recomponer el camino de la reivindicación social a la disputa por el poder.
El primer laberinto en el cual están envueltas las diferentes alternativas es la de darle un plano secundario en el aspecto programático pero también en la disputa practica a las reivindicaciones que solo corresponden al orden de los conflictos sociales, esto produce una fuerte desconexión entre las gentes del común y los diferentes proyectos de cambio. Las diferentes apuestas programáticas actuales no se acompasan o no han podido ser traducidas al plano del sentido común salvo algunas excepcionalidades, y es porque aun prima la reivindicación abstracta por encima de las apuestas concretas. Un nuevo momento político requerirá de apuestas que puedan ser no solo entendidas de manera plena por el conjunto de la sociedad sino apropiadas sin tanta explicación por los sectores sociales, un programa que sea correlato del movimiento real de la historia.
Ninguna fuerza de la izquierda hoy logra representar un programa de gobierno convincente, solo se cuentan con plataformas de oposición, es por eso que esa reinvención programática casi que se convierte en un imperativo para estos nuevos tiempos, la tarea actual está en su construcción.
Nada de esto significa que las apuestas más elaboradas pierdan importancia, o que sea una especie de reencauche de «reformismo», se parte de observar una línea comunicante entre la reivindicación social y la apuesta política que en el sentido común de los colombianos está rota, aunque muchas personas se indignan por la gran cantidad de medidas y paquetes que implementan los gobernantes y que los afecta de manera directa esto no se traduce de manera automática en que los afectados vean la necesidad de disputarse el poder o de transformar de manera estructural nuestra forma de organización social. Esta línea comunicante rota es la que los proyectos alternativos debemos entrar a reconstruir desde la parte más inmediata.
Un agravante seguirá siendo la dispersión en términos reivindicativos, hoy los proyectos de izquierda no logran puntos en común al menos de manera visible, es decir a través de las iniciativas, un nuevo momento político puede dar paso no a muchos programas de la izquierda, sino a la mayor unidad de criterios y apuestas posibles. Una reacomodación de fuerzas que permita un programa unitario para el cambio político en Colombia.
Profundizar nuevas formas de organización, las gentes del común como artificies de la transformación.
Romper con la marginalidad entendida como la poca o nula capacidad de incidencia en el panorama político nacional debe ser una de las tareas urgentes de las fuerzas alternativas en Colombia, pero esto parte por reconocer que aun sus formas de organización no logran recoger el conjunto de las reivindicaciones sociales y populares, el fuerte potencial que pueden llegar a tener los nuevos movimientos sociales aún no ha podido ser aprovechada de manera plena para las perspectivas de cambio en nuestro país. La flexibilización debe ser el principal criterio de organización en un nuevo momento político, como dirían los que algunos llaman el proyecto de moda en el contexto global, los españoles de Podemos, se trata de confiar en las capacidades extraordinarias de la gente ordinaria.
La flexibilización debe entenderse a partir del principio básico de que no existen fórmulas mágicas, y que los dogmas establecidos no resultaron como lo esperábamos.
Esa idea de flexibilización también debe tener como elemento clave para la disputa política la idea de que no todo se trata de acumular fuerzas, la disputa clave se encuentra en el sentido común de las personas, esto convierte la acumulación en una herramienta y no el fin en sí mismo, y contribuye a entender que la política requiere de audacia y no del tan coloquial «crecer por crecer», esto tiene como eje fundamental las peleas dentro de los diferentes conflictos sociales, sobre todo los que son de reconocimiento de la población. En una sociedad donde las personas son adversas a organizarse[3] hay que seguir apostando por convencer de su necesidad, pero también por incorporar estas realidades.
Unidad social para desatar el poder, constituir una nueva izquierda.
Un elemento de análisis para entender lo que está ocurriendo en el contexto global pero también como hipótesis para un nuevo momento de la historia en Colombia, debe ser el del surgimiento de una derecha más sofisticada, que es capaz de incorporar algunas disputas de las gentes del común, que prioriza jugar desde el ámbito institucional tratando de asfixiar a las alternativas, la muerte simbólica es la herramienta favorita de estas fuerzas para acabar con la izquierda. Esto amerita el replanteamiento de ese sujeto que significa la izquierda.
Contribuir a la inestabilidad del régimen debe ser una tarea primordial del conjunto de disputas que surjan de los conflictos sociales, esto pone como criterio central de las perspectivas unitarias la acción y propuesta que deriven de estas dinámicas de confrontación, tomando en cuenta que en un primer momento deben tener como elemento central la unidad social y más a su tiempo la anhelada unidad política. Esto parte de reconocer no solo en los marcos institucionales (claro está, sin desconocerlos) sino en la política callejera el punto de encuentro de los que buscamos las transformaciones estructurales y la constitución de un nuevo poder en Colombia.
Por supuesto los retos no serán fáciles, los escenarios transitorios siempre tendrán momentos difíciles, pero con la reflexión convertida en acción, no solo se mostraran en nuestro país las nuevas formas de hacer política, la alternativa intérprete del nuevo tiempo desatara el poder constituyente para empezar a hablar de las nuevas formas de gobernar que tanto necesita Colombia. ¿Seremos la generación del fracaso o aprovecharemos el nuevo momento de la historia de nuestro país para trillar los caminos de la Nueva Colombia?
Notas
[1] Engels, Frederich, Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
[2] Cuenta la mitología griega que Ulises rey de Ítaca emprendió un viaje en el cual lucho en la Guerra de Troya, lo que se retrata en «La Odisea» es el difícil retorno a su casa.
[3] Organizarse entendido como entrar en una dinámica militante.
Cristhian Ayala Garcia, Miembro de la FEU – Colombia.
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