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Entrevista a la periodista María Olivia Mönckeberg

«El saqueo de las grandes empresas públicas quedó instalado antes de que Pinochet se fuera de La Moneda»

Fuentes: Punto Final

La solidez de su trabajo, la independencia con que lo ha ejercido y su aporte al desarrollo del periodismo de investigación fueron aspectos destacados por el jurado al otorgar el Premio Nacional de Periodismo 2009 a María Olivia Mönckeberg Pardo, prestigiada profesional con 38 años de trayectoria. Es un recorrido largo, en el que van […]

La solidez de su trabajo, la independencia con que lo ha ejercido y su aporte al desarrollo del periodismo de investigación fueron aspectos destacados por el jurado al otorgar el Premio Nacional de Periodismo 2009 a María Olivia Mönckeberg Pardo, prestigiada profesional con 38 años de trayectoria. Es un recorrido largo, en el que van apareciendo numerosos nombres e imágenes de periodistas, políticos y personajes públicos de diverso signo.
María Olivia es periodista de la Universidad Católica. Se inició en 1971 en la revista de esa casa de estudios, Debate Universitario. Actualmente es profesora titular del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, en las cátedras de Periodismo de Investigación, y Ética y Tratamientos Periodísticos. Es también académica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la misma universidad, donde imparte el curso «Etica, mercado y educación superior».

En la época de la dictadura militar trabajó en las revistas Ercilla, Hoy -de la cual fue fundadora junto con el periodista Emilio Filippi- y Análisis. Luego, en el diario La Epoca. En 1984 obtuvo el Premio Internacional de Periodismo Louis Lyon, otorgado por la Niemann Foundation de la Universidad de Havard. En 1986 publicó con María Eugenia Camus y Pamela Jiles el libro-reportaje Crimen bajo estado de sitio, sobre los asesinatos de José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero. De 1985 a 1988 presidió la Comisión de Libertad de Expresión del Colegio de Periodistas, del cual fue consejera nacional.

Con la democracia es editora general de La Nación y después dirigió el departamento de prensa de Radio Nacional, hasta que se privatizó. Ingresó al Sernac y después al INE, donde estuvo a cargo del Censo 2002, y comenzó a crear su propio espacio valiéndose de su información. Así surgió su primer libro de investigación periodística, El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno (2001), de gran impacto. Luego vinieron El imperio del Opus Dei en Chile (2003), La privatización de las universidades. Una historia de dinero, poder e influencias (2005) y El negocio de las universidades de Chile (2007). Para noviembre de este año anuncia un nuevo libro, Los magnates de la prensa.

Usted no estuvo de acuerdo con la privatización de Radio Nacional, a comienzos de los años 90…

«Creo que los medios públicos sirven como entes reguladores, y en ese momento Radio Nacional abría un espacio para hacer un mejor periodismo. Coincido con Eduardo Dockendorff -ex ministro de Ricardo Lagos-, quien dijo que hay dos deudas pendientes de los gobiernos de la Concertación: educación, sobre todo educación superior, y los medios de comunicación. A nivel de sociedad no se ha tomado en cuenta todo el peso que tienen los medios de comunicación. Se dijo muchas veces que la propiedad de los medios no era importante. Yo estoy absolutamente convencida que sí importa. Tiene que haber más regulación -de partida, hacia los monopolios- y un rol activo del Estado… Es el tema de mi próximo libro».

¿Qué opina sobre la publicidad estatal, que se concentra en los medios de las empresas El Mercurio y Copesa?

«Punto Final, con la demanda contra el Estado, ha estado en una línea muy firme por lograr una distribución equitativa de la publicidad estatal. Me parece importante preocuparse de esto y demostrar que se puede hacer algo. Sin embargo, no debemos olvidar que este país tiene una economía enormemente concentrada. De acuerdo a estudios de Fucatel y otras instituciones, la torta publicitaria estatal es una proporción pequeña dentro del avisaje general. Entonces, hay que pensar qué más se puede hacer. Porque una distribución equitativa de la publicidad estatal es un pedacito del problema. Para llegar a cambios importantes hay que imaginar acciones y políticas públicas en muchos ámbitos».

Privatizaciones y grupos económicos

¿Cómo se introdujo usted en la investigación periodística en una época en que en Chile no estaba en primer plano, a excepción de las investigaciones sobre violaciones de los derechos humanos?

«Precisamente mi primer libro, en coautoría, es sobre derechos humanos. A mí me interesaba la política, la cultura, todo. Pero el golpe militar suprimió la política y no se podía hablar de muchas cosas. Sin embargo, sí se podía hablar de economía. Entonces me dieron la responsabilidad de cubrir el sector económico primero en Ercilla, y después en Hoy. Me hice autodidacta en economía. Eso sí, con muy buenos profesores, como la gente de Cieplan. Le fui siguiendo el paso a la política económica, que a la larga terminó siendo algo clave dentro de la dictadura».

Y lo sigue siendo…

«Por cierto. Uno podría pensar que el sentido último de lo que el régimen militar quería perpetuar pasa por la implantación de este nuevo modelo socioeconómico que abarca todos los ámbitos de la vida de las personas, y que a la vez es la nueva salida de la derecha en Chile. El hecho de haber reporteado desde el comienzo para una revista semanal, tratando de entender lo que estaba pasando en ese ámbito, me hizo seguir una pista sin que me lo propusiera. Fui observando, indagando y también tuve la oportunidad de conocer gente muy interesante, economistas y políticos que estaban en la oposición, como Radomiro Tomic, Alejandro Hales y Eduardo Frei Montalva. Tuve largas conversaciones con Aníbal Pinto Santa Cruz, por ejemplo. Recuerdo haber analizado muchas veces la distribución del ingreso con Ricardo Ffrench-Davis. Además, pude estar alerta respecto de lo que ocurría en otras partes en materia de periodismo, aunque todo el período de la dictadura lo pasé en Chile. Tuve la posibilidad de ir a EE.UU. después del caso Watergate, a un seminario de periodismo de investigación. También pude conocer el tipo de periodismo que se hacía en Europa.

Por otra parte, tengo la costumbre de llevar archivos, seguir los temas y anotar lo que me llama la atención. Y también hay hitos. Al seguirle la pista a la economía vi cómo se fueron formando los grupos económicos en su etapa inicial, con las primeras olas privatizadoras. Por ejemplo, el de Manuel Cruzat y Fernando Larraín Peña. También seguí estudios sobre estos temas y escribí artículos sobre eso. Me parece que el primer reportaje que hice en Análisis fue sobre el nuevo sistema previsional, en combinación con Patricio Rozas. También una investigación económica sobre el caso Crav, que reventó en 1981. Eso era ya periodismo de investigación».

¿Por qué ha orientado sus investigaciones a centros de poder, como los grupos económicos, Opus Dei, universidades?

«Creo que tiene que ver con mostrar y develar lo que ocurre en los poderes fácticos, en los enclaves que limitan la democracia».

Esos poderes fácticos no siempre son reconocidos como tales.

«Por eso hablo de develar, levantar los velos, sacar las cortinas, mostrar. En relación a esto me sobrevino la inquietud por el tema de las universidades, cuando en 1987 estalló la crisis de José Luis Federicci, rector delegado de la Universidad de Chile nombrado por Pinochet. Quise investigar directamente lo que ocurría, y en parte por eso dejé la revista Análisis. Me empecé a juntar con gente de las dirigencias estudiantil y académica, y fui atando cabos.

Personas a las que había seguido desde el punto de vista económico, porque estaban al frente de las privatizaciones de las empresas del Estado -que todavía no podían materializar, porque había crisis económica-, aparecieron formando comisiones sobre la política universitaria. Fue el caso de Bruno Phillippi, José Yuraszeck, Alvaro Saieh, Sergio Melnick. Esa relación me llamó la atención. Eran personas con mucho sentido estratégico. ¿Estaban preocupadas de la energía, de las empresas eléctricas, y a la vez de qué hacíamos con las universidades?
Siguiendo este hilo empecé a darme cuenta que no los movía sólo una inquietud económica, sino hacer que los cambios que se estaban produciendo fueran perdurables.

En mi opinión, eso se hizo más evidente cuando ya se había generado la movilización social y las grandes protestas de los años 80. Creo que percibían que la dictadura iba a tener fin, cualquiera fuera éste, y estaban preparando sus caminos. Parte de esos caminos era destruir la Universidad de Chile y la Universidad de Concepción, entre otras. Se disponían a hacer el gigantesco traspaso económico de los recursos del Estado a grupos privados. Y como los grupos privados más tradicionales se habían desmoronado, había que reconstruir otros para que llevaran la batuta cuando Pinochet ya no estuviera instalado en La Moneda. En la medida en que iba percibiendo estas relaciones, más me interesaba el tema».

Y al descubrir los nexos, un tema la fue llevando al otro…

«Exactamente. Algunos los dejé en barbecho por distintas razones, pero después los he retomado. La primera motivación que sentí en 2001 fue lanzarme con el libro sobre la privatización de las empresas, El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno. Después retomé el tema de las universidades y entre medio hice el libro sobre el Opus Dei. Son temas bastante relacionados. La gente creía hasta hace algunos años que el Opus Dei se trataba de algo netamente religioso. Y lo es, pero con una notable influencia y poder en la sociedad, tanto en términos educacionales como empresariales».

Entre las patas de los caballos

Si retomara el tema de los grupos económicos y la evolución que han tenido bajo los gobiernos de la Concertación ¿qué aspectos enfatizaría?

«El saqueo, el traspaso a manos privadas de las grandes empresas públicas, quedó instalado antes que Pinochet se fuera de La Moneda. Quedó ese terreno sembrado. Voy a retomar este tema para actualizarlo. Lo notable es que hasta ahora no ha habido marcha atrás. Los grupos que se gestaron al amparo de la dictadura, con prebendas del régimen militar, siguen siendo tremendamente significativos. Los que aparecen en El saqueo… continúan avanzando en gloria y majestad en otros sectores de la economía, vinculándose con la educación superior, la salud, el sistema previsional. Falta en Chile un Estado más activo. La crisis económica mundial ha mostrado que hay muchas cosas a las que hay poner coto. Si queremos una sociedad más equitativa y que no se mantenga esta enorme estratificación social que tenemos hoy, debería haber un rol más activo del Estado, una mejor distribución de las utilidades, más fiscalización y mayores posibilidades de diversidad».

En todo caso se habla mucho de que se requiere ‘más Estado’.

«Lo que a mí me gustaría saber es ‘cómo’ más Estado. ¡Es tan importante lo que se podría hacer si hubiera una mayor toma de conciencia de las limitaciones! Partiendo por el rol de los medios de comunicación, de los espacios públicos para debatir. Por más que la gente crea que goza de mayor libertad porque tiene muchos sitios de Internet para visitar, yo tiendo a ser escéptica. Si bien a través de Internet se pueden gatillar fenómenos interesantes, se requieren espacios más amplios. En el caso de los medios, faltan espacios de papel, espacios de televisión abierta y ojalá espacios de televisión digital realmente democráticos, y no que se repartan la torta entre los mismos de siempre. En los medios de comunicación la relación con los grupos económicos es muy fuerte».

¿Qué costos ha tenido para usted, en lo profesional y personal, el trabajo de investigación sobre los centros de poder?

«Todo depende de lo que se entienda por costos y de lo queramos en la vida. Si yo persiguiera el éxito material, no estaría en esto ni sería profesora de la Universidad de Chile. Desde que una se mete entre las patas de los caballos -hasta me han dicho que escribo en el sello ‘Patas de los Caballos’-, es evidente que las posibilidades laborales y de ingresos se estrechan. No voy pedir ni aceptar trabajo en El Mercurio ni en La Tercera. Estoy en otra. Tal vez los costos más grandes fueron para la familia -especialmente para mis hijos-, en la época de la dictadura, cuando se vivía bajo amenaza. Al lado de eso, en esta otra ‘era’ por lo menos hay un clima de libertad, aunque uno quisiera que las cosas fueran mucho mejores de lo que son.

Esta otra manera de hacer periodismo ha sido una experiencia muy gratificante para mí, con libertad de expresión absoluta. Y ha ocurrido algo que a estas alturas me parece divertido. Que los temas de mis libros complican a los que tienen el poder; se ve claramente en el tratamiento que le han dado a mis libros y a mí los ‘otros’ medios de comunicación. El Mercurio informó del Premio Nacional de Periodismo en forma escueta, pero correcta. En La Tercera (Copesa) fue demasiado burdo: informó tres líneas… junto al obituario».