¡Pobre pueblo de Macondo! ¿Cuándo dejará de estar en soledad? Todo el mundo sabe que hoy existe un tema prioritario en Colombia y América Latina: las siete bases militares cedidas por Uribe al Ejército de EEUU. Con ellas los estadounidenses convertirán Colombia en una copia de Israel para América Latina. Punta de lanza de EEUU […]
¡Pobre pueblo de Macondo! ¿Cuándo dejará de estar en soledad?
Todo el mundo sabe que hoy existe un tema prioritario en Colombia y América Latina: las siete bases militares cedidas por Uribe al Ejército de EEUU. Con ellas los estadounidenses convertirán Colombia en una copia de Israel para América Latina. Punta de lanza de EEUU contra Venezuela, las bases militares también apuntan al dominio estadounidense de los recursos naturales, la biodiversidad y la Amazonia, además de avanzar en la guerra contrainsurgente. Ese es «el tema». Todo lo demás es cortina de humo.
En lo interno, el gobierno de Uribe atraviesa uno de los picos más altos de descrédito, falta de legitimidad popular, ilegalidad, corrupción salvaje, descomposición y desprecio por las leyes más elementales y las reglas del juego electoral. Nuevos liderazgos políticos le soplan en la nuca (el principal es el de la senadora Piedad Córdoba, pero no es el único). En ese contexto, la insurgencia no sólo no está derrotada sino que lo desafía y le sigue propinando golpes en sus propias narices
En las relaciones internacionales, el gobierno de Uribe sufre un creciente aislamiento, no sólo frente a sus detractores explícitos de Venezuela, Ecuador, Cuba o Nicaragua, sino incluso frente a gobiernos tímidos y moderados cuyos presidentes toman distancia y no quieren ni fotografiarse con él. Uribe hoy padece un desprestigio generalizado como violador de los derechos humanos y aparece envuelto en sospechas crecientes por sus prolongados vínculos con paramilitares y narcotraficantes.
Con ese panorama tan poco alentador, Uribe sale desaforado y desencajado (como es su estilo) a contestar… ¡a una película documental!
Y no sólo se enoja con la película. Pretende algo más. Ayudado por… ¿su ministro de Cultura? ¡No! por su ministro de Defensa…, se propone perseguir a cualquier cineasta del mundo que se anime a proyectarla. ¡Terrible delito! ¡Proyectar un documental! (Adolf Hitler, tomando cerveza alemana y guiñando un ojo, manda un saludo desde el más allá).
O el presidente Uribe en su intimidad es un gran aficionado al cine o sus asesores políticos y militares son unos inútiles a gran escala.
Los peligros del cine
La vieja doctrina de seguridad nacional (DSN) con la que la Escuela de las Américas inundó el continente de asesinatos, secuestros, violaciones y vejaciones a mujeres prisioneras, persecución a los intelectuales, quema de libros y censura, desaparecidos y torturas, se ha reciclado en Colombia para ofertarse con un nuevo envase mercantil. «Doctrina de seguridad democrática» (DSD), la llaman, pero la esencia es la misma.
Una de las supuestas fortalezas y columnas vertebrales de esa doctrina de contrainsurgencia es contar con un inmenso aparato de «inteligencia», que ha generalizado la sospecha al vecino, la delación pagada y la caza de «brujas malditas y endemoniadas» por todos los rincones del planeta. Las personas son culpables antes de cometer un delito. Vigilar y castigar es la consigna de orden. Generalización que los halcones del complejo militar-industrial de Estados Unidos, ayudados ahora por el sumiso mayordomo Uribe, pretende extender también a otros países, incluyendo en la lista de «indeseables» a cualquier disidente del neoliberalismo: desde los musulmanes religiosos más enardecidos hasta un tímido sindicalista de barrio que no se deja corromper, desde la teología cristiana de la liberación hasta una guerrillera marxista, desde un periodista progresista que no acepta la censura multi-mediática hasta grupos de cine independientes que exhiben documentales sin la ideología de Hollywood, desde una académica europea que difunde en la nieve noticias de la insurgencia latinoamericana hasta un mexicano inmigrante que se le ocurre defender a sus paisanos dentro de los EEUU. ¡De la noche a la mañana todos se han vuelto, por arte de magia, «terroristas»!
En esa lista de disidentes peligrosísimos, que se extiende y crece minuto a minuto, al ritmo frenético de CNN y la bolsa de valores de Wall Street, las «brujas malditas» se multiplican sin cesar. El mal aliento de la «guerra infinita» de Bush continúa maquillado con el perfume multicultural del simpático y siempre sonriente Obama.
Entre esas brujas endemoniadas el cine no podía faltar. El senador Joseph McCarthy, gran inquisidor del celuloide, debe de estar contento. Dejó buenos discípulos en su patio trasero.
El signo del demonio: «FARC-EP: La insurgencia del siglo XXI«
Lo increíble de esta historia de realismo mágico-tragi-cómico es que los miles y miles de empleados de «inteligencia» del gobierno de Colombia (asesorados por esos dos ministerios nazis a escala mundial que se llaman CIA y MOSSAD) se enteraron de la existencia del film documental «FARC-EP: La insurgencia del siglo XXI«… ¡por Internet! (más precisamente por youtube). Y la descubrieron cuatro meses después de que la película comenzó a circular en circuitos underground, grupos de cine alternativo y hacia el final en grandes salas comerciales y festivales de cine internacionales.
Presidente Uribe: sus empleados militares y de «inteligencia» son demasiado vagos. Sus asesores internacionales deben haber estado disfrutando de la playa en Colombia y comiendo en la arena arepas con huevo en lugar de hacer lo que suelen hacer (perseguir y vigilar al pensamiento disidente). ¡Lo han estafado! Vaya y reclame.
El gran «descubrimiento» que el presidente Uribe pretende haber hecho en sus recientes declaraciones al periódico El Tiempo de Bogotá (http://www.eltiempo.com/
Los asesores holgazanes y perezosos de Uribe, desperezándose de sus vacaciones bien pagadas en alguna playa caribeña, entre trago, eructo y nuevo trago, abandonando sus hamacas, sus lentes oscuros y sus cremas para el sol por un momento, le informan al presidente que ese documental se exhibió en el sur de América, en Buenos Aires, en un cine comercial, como parte de una muestra de cineastas independientes. Y Uribe repite como un loro. Está acostumbrado a eso. Comienza a hablar de «los asesinos de las FARC ayudados por extranjeros que exhiben sus videos«. Reitera exactamente el viejo lenguaje de los militares formados en la Escuela de las Américas cuando eran educados por los torturadores yanquis en asustar a sus propios pueblos con el fantasma del marxismo, llamándolo en la TV… «una ideología foránea«… como si las bases militares en Colombia no fueran «extranjeras»…, como si los «cooperantes civiles» de la CIA que cooperan en la selva colombiana no fueran «extranjeros»… La vieja «guerra psicológica» preconizada por el Pentágono, entremezclada con un poco de show circense y mucho de Macondo. De eso se trata, nada más. Eso es Uribe.
Entonces, a partir del exabrupto de Uribe, toda la cadena propagandística de las grandes agencias se lanzan a Internet a ver cómo fue que se permitió discutir en público un film documental sobre Colombia y quienes fueron las brujas endemoniadas que se animaron a exhibir ese documental en un cine comercial y para el gran público. Cualquier persona común, incluso aquellos seres extravagantes que no son de la CIA, del MOSSAD ni de la inteligencia colombiana puede acudir al consultorio del doctor google o a cualquier otro buscador parecido, y encontrar que la película «FARC-EP: La insurgencia del siglo XXI» se exhibió en Argentina como parte de la muestra DOCA 2009 (según explica la página web de estos cineastas, DOCA es una sigla que significa «DOCumentalistas Argentinos).
Luego, la televisión oficialista de Colombia se lanza a la búsqueda de los y las cineastas organizadores del Festival de Cine de Argentina y en Internet aparece entrevistada una muchacha joven, rubia, de cabello corto, integrante de DOCA, a quien la TV le pregunta si ella es la directora del documental. Ella aclara que no hizo la película, sólo forma parte de la entidad colectiva que la exhibió, agregando que quienes la hicieron seguramente son cineastas con nombres simbólicos, por eso usaron los de Frida Khalo, Diego Rivera, Alejo Carpentier y Cesar Vallejo. No hay de qué sorprenderse. Es una información periodísticamente vieja, que ya había sido publicada hace dos meses en una nota titulada «La cámara en la selva» (ver Rebelión: http://www.rebelion.org/
¡Presidente Uribe! Le han vendido ropa vieja, autos usados y televisores en blanco y negro. ¡Su reacción fue bastante tardía! Dejó pasar, calladito o sin enterarse (a pesar de la publicidad que rodeó el film), varias exhibiciones en diversos países de América Latina! ¡Qué sagacidad la de sus asesores excelentísimo presidente! Lástima que no le susurraron al oído (seguramente porque debían estar medio borrachos o no terminaron aún de levantarse de sus hamacas) que la película se había estrenado antes en varios lugares como Venezuela, México, Uruguay y Ecuador, de este lado del mar; y España, Italia, Francia, Turquía y Dinamarca, al otro lado del agua. ¡Qué cantidad de «brujas endemoniadas» tiene el mundo! ¡Y están regadas por todos lados! ¡Válgame Dios!
Precisamente en una de esas exhibiciones, aproximadamente a finales de septiembre, quien escribe estas líneas pudo apreciar con grata sorpresa la película y tomarla como base de su reseña cinematográfica, publicada tiempo después por Rebelión (www.rebelion.org) y La Haine (www.lahaine.org). Nada heroico ni fuera de lo normal, por cierto. Cualquier persona dedicada a la crítica cultural lo podría haber hecho.
¿Por qué sus sagaces asesores no le dijeron nada de todas esas proyecciones? Llame a la prensa internacional y coménteles.
¿Tampoco le contaron que la película documental «FARC-EP: La insurgencia del siglo XXI» se exhibió el año pasado en el Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba? ¿Incluirá también a ese festival de cine, uno de los más prestigiosos del mundo y adonde acuden los directores más célebres y talentosos, en la lista de «brujas endemoniadas» y en el índex de Torquemada? Si lo hace, acuérdese de que «Gabo», Gabriel García Márquez, escritor emblemático de su país y Premio Nobel, ha sido parte de ese festival y de la escuela de cine de Cuba. ¿Ni siquiera le contaron que el film se exhibió en Venezuela, las primeras veces en exhibiciones de grupos reducidos y varios meses más tarde ante 500 personas y a pantalla gigante? ¿Enviará por eso nuevos paramilitares -paracos- a Venezuela para asesinar al presidente Chavez?
Todas esas exhibiciones fueron públicas (o sea, no clandestinas) pues se trata de un documental. Sólo es eso, un documental. ¿Por qué tanto miedo a que se vea, se difunda o se discuta, señor presidente? ¿Desde cuándo exhibir un documental es delito?
Deje de hacer el ridículo, estimado Uribe, o cambie de asesores. Si se enoja tanto por una película es porque le debe molestar mucho lo que allí se muestra. Nos referimos no sólo al apretado avance de seis minutos, sino a las extensas dos horas de documental. Cualquiera que haya asistido en estos países a las exhibiciones pudo ver allí cómo estos supuestos «monstruos feroces y asesinos» de las FARC dejan de estar rodeados de tinieblas medievales, vampiros, gárgolas y fantasmas góticos para comenzar a adquirir los contornos mucho más realistas de gente común, de origen popular, con una presencia masiva de mujeres revolucionarias (algo inaudito para un presidente profundamente machista y patriarcal), que tiene un proyecto político centrado en la revolución, la unidad latinoamericana y el socialismo, bajo la bandera inspiradora de Simón Bolívar. ¿Escuchó hablar de él, señor presidente? Sí, Simón Bolívar. También aparece en la película.
Un último consejo, excelentísimo señor presidente Uribe. Si tiene tiempo, entre tanta conferencia de prensa y tanta amenaza contra la disidencia cultural, reúnase con sus expertos generales, con sus especialistas de inteligencia, con sus asesores de la CIA y el MOSSAD, con sus antiguos amigos paramilitares y con sus siempre renovados socios narcotraficantes. Allí, en tertulia, decreten a voz en cuello, todos juntos, que Carlitos Chaplin y su cine, Bertolt Brecht y su teatro, también han sido agentes encubiertos de las FARC. El senador Joseph McCarthy, su maestro, se lo agradecerá.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.