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El show ¿debe continuar?

Fuentes: El Siglo

Parecía terminado el espectáculo que, al costo de millones de dólares, ajustó el gobierno para un rescate sin duda exitoso y adaptado a la agenda y horarios del empresario incluyendo el momento de su partida al exterior. Y mientras la vieja Europa se vestía de rojo con sus trabajadores y estudiantes irrumpiendo con fuerza en […]

Parecía terminado el espectáculo que, al costo de millones de dólares, ajustó el gobierno para un rescate sin duda exitoso y adaptado a la agenda y horarios del empresario incluyendo el momento de su partida al exterior. Y mientras la vieja Europa se vestía de rojo con sus trabajadores y estudiantes irrumpiendo con fuerza en las calles de Francia, como hace poco en las de España, para condenar los atropellos e injusticias del sistema capitalista, Piñera empezaba a repartir piedras y fotocopias del célebre papelito por todas partes sacándole todo el provecho político posible al drama de los 33. De veras que a ratos da vergüenza su oportunismo y mediocridad. Lo mismo un peñascazo para la reina de Inglaterra, que no entendió un carajo, que a David Cameron o al mismísimo Sarkosy.

Pero no se habla de la responsabilidad de la empresa privada, los dueños de la mina parece que no existen, la prensa no los asedia. Es como si no hubiera causas ni culpas en el derrumbe, Ni se habla como debiera de las demandas sindicales de los 300 que quedaron fuera de la mina, hoy cesantes, olvidados, con ofertas de pago para las calendas griegas. La falta de protección, la inseguridad laboral, no son noticia. Mientras empresarios, iglesias y sectas de todas layas queden bien parados, que siga la falsificación. Ya viene el marketing, las poleras, las canciones, la promoción de la industria hotelera y turística, viva la fiesta. Ofertones de regalos, novelas rosa, quizás una teleserie, mientras Piñera habla de «un antes y un después» y que desde ahora Chile ya no será conocido por la dictadura militar sino por el rescate exitoso que asegura la «unidad nacional de los chilenos. ¿ Olvidó la represión a los mapuches, la brutalidad policial contra los jóvenes o los procesos por violaciones a los derechos humanos que están en curso? La unidad de los sectores dominantes y sus amanuenses no es precisamente la unidad del pueblo.

Pero, en fin, han sido los mismos mineros los que ponen el dedo en la llaga. Uno de ellos, Edison Peña, denuncia que «en la minería el empleador siempre se enriquece mientras que los obreros están obligados a entrar a mina aunque el cerro esté sonando». Anticipó que les costará encontrar trabajo y protestó porque «tuvo que pasarnos esta tragedia para que ahora tengan en cuenta la seguridad laboral» y les dijo a los periodistas: «Dentro de 3 meses uds. nos preguntarán qué estamos haciendo y les tendremos que contestar que nada, vendiendo dulces en la plaza». Todavía más decidor fue que el mismo Peña agregara «no estoy siendo un comunista pero estoy defendiendo a todos mis compañeros». Más allá de la confusión cultural que engendra el tipo de sociedad en que vivimos, lo esencial es que los trabajadores asocian intuitivamente la expresión «comunista» con justicia, con decencia, con equidad, con unidad y lucha. Reconfortante.

Mientras «San Golborne», el ministro con cara de buena gente, el ex gerente de Cencosud, mostró su verdadero rostro cuando en un programa de TV afirmó que esto de izquierdas y derechas es algo anticuado, que no hay izquierdistas ni derechistas. O sea, que no hay ricos ni pobres, ni explotadores ni explotados, ni víctimas ni victimarios, que da lo mismo ser dueño de la mina que minero sepultado, o cesante, o sin que le paguen su finiquito. «San Golborne» no pasa la prueba de la blancura. Hay otros que tratan de pasar colados aunque El Mercurio les dedica páginas completas. Es el caso de Cristian Barra, funcionario de elevado rango del Ministerio del Interior de Piñera, que acaparó pantallas de TV a la salida de la Fénix 2. Su prontuario judicial sin embargo sorprendería a cualquiera. Son los gobernantes que tenemos ¿Serán los que merecemos? La complicidad de los medios de comunicación del sistema da para todo. Y así mientras silencian absolutamente la huelga de los trabajadores de farmacias Ahumada, siguen inflando el show piñerista a costa de la intimidad de los mineros, la calidad de la información y la paciencia de los chilenos. ¿Hasta cuándo?