«Yo no me meto en política», «soy apolítico», «los partidos no deben ser parte de la organización sindical». ¿Cuántas veces hemos oído de boca de trabajadores, dirigentes y dirigentas sindicales tales afirmaciones?, ciertamente más de una vez, pero nosotros creemos algo distinto. Nuestra acción sindical es del todo política, en su amplio y verdadero sentido […]
«Yo no me meto en política», «soy apolítico», «los partidos no deben ser parte de la organización sindical». ¿Cuántas veces hemos oído de boca de trabajadores, dirigentes y dirigentas sindicales tales afirmaciones?, ciertamente más de una vez, pero nosotros creemos algo distinto. Nuestra acción sindical es del todo política, en su amplio y verdadero sentido de la palabra, pues representamos y hacemos carne los intereses de una Clase, que se ve empujada a vender su fuerza de trabajo al capital. Desde ahí la Explotación es pan de cada día.
Hace casi un siglo, Recabarren ya declaraba « Un sindicato que sólo exista para la conquista de un mejor salario, de algunas horas menos de trabajo de poco más o menos higiene y buen trato en las faenas; un sindicato, digo que sólo de esto se preocupe con la mayoría de sus componentes, será un sindicato de acción estéril, inútil a nuestros propósitos de perfeccionamiento social» . El Sindicato representa, además de la lucha por el mejoramiento de las condiciones laborales y económicas de un grupo de individuos, la posibilidad de un cambio social que nos lleve a un mejoramiento sustancial en la calidad de vida de las grandes mayorías de este país. Pero, lamentablemente, el mundo sindical actual carece de propuestas que recojan las aspiraciones más sentidas de los chilenos, y que han sido postergadas durante todos estos años de democracia restringida, post dictadura.
Los trabajadores, entonces, son presa fácil del populismo tan utilizado por los políticos de la concertación como de la derecha. Mucho se escucha de promesas, proyectos, propuestas de todos los candidatos, tanto al parlamento, como de los propios presidenciables, pero ya sabemos que en lo sustancial no se provocarán cambios de fondo. Como muestra está que, a pesar de que antes de asumir la presidenta Bachelet hubiera firmado un acuerdo de 5 puntos donde se incluía la negociación colectiva, ¡Ese Compromiso NO se Cumplió!
Incluso los liderazgos de la izquierda extraparlamentaria se diluyen frente a las concesiones a las que se ven enfrentados los partidos que le sustentan. Y ahí, a pesar de los signos de agotamiento del proyecto político de la concertación, nos falta construir una alternativa al modelo que nos han impuesto. El desafío está planteado.
Por otro lado, un aspecto central que debemos analizar sobre el estado actual de las cosas, es que recibimos cotidianamente un adoctrinamiento que va rompiendo los lazos de solidaridad que debieran unir a los trabajadores como miembros de la clase explotada. Esto juega en contra de la construcción de un movimiento de trabajadores potente. Contrariamente, los patrones o gerentes si saben solidarizar y consensuar un proyecto país. No se trata aquí de sentimentalismo sobre el tiempo pasado sino de un llamado a la conciencia y a la acción.
Esta acción es la que debiera recaer en el movimiento sindical, el cual no es ajeno a los partidos políticos, tal como demuestran Recabarren y Clotario Blest, la Historia da cuenta de ello. Promover lo contrario y caer en el juego del apoliticismo nos llevaría a quedar al margen del espacio donde se toman las decisiones que luego afectan directamente nuestras vidas. N o da lo mismo quien gobierne , pero tampoco podemos seguir amparando el voto en el temor que nos lleva a votar por el «mal menor«, cayendo, una y otra vez, en las manos de gobiernos que mantienen, defienden y profundizan el modelo capitalista de explotación.
Todo lo anterior nos llevará al bicentenario con la misma mirada que nos manifestara Recabarren, en su conferencia «Ricos y Pobres» hace ya casi 100 años, a propósito del centenario de la República, donde expresaba que los progresos de la sociedad se sustentan en la explotación de la clase proletaria, para beneficio de la burguesía.
Para combatir la continuidad de la miseria urge retomar la historia sindical desde una práctica distinta a la actual introduciéndole una conciencia de clase y un definido sentido de pertenencia. Por otro lado, debemos influir en la actividad sindical desde una propuesta distinta, no sumisa, ni cómplice del mal menor. Con ello se visibilizará una propuesta de cambio real, la que hoy ha estado lejana.
Hemos perdido muchas cosas por no hablar de política, pero no escatimamos tiempo en exteriorizar nuestras legítimas diferencia, nos falta una pizca de dignidad para cambiar la historia y hacerla nuestra.
Esta segunda vuelta presidencial presenta una dicotomía particular que irá más allá de votar contra la derecha. Será un ejercicio democrático para reencontrarse desde los miedos con lo que efectivamente debiésemos aspirar los trabajadores y trabajadoras. Dicho de otro modo, hay aquí un agotamiento de un modelo político que nubla la diferencia entre una derecha conservadora representada por el candidato millonario y por otro lado un candidato que recoge lo «mejor» del neoliberalismo para seguir profundizándolo en desmedro de cumplir con lo mismo que han prometido por ya 20 años.
Esta vez… ¿debemos creerle a la Concertación? Tengo más de una duda razonable.
– El autor es presidente del Sindicato Foster, integrante de la Federación de Sindicatos Cencosud.