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España

El sirviente

Fuentes: Quilombo

Unanimidad en torno a la muerte de Sabino Fernández Campo, patrono de honor de la Fundación Defensa de la Nación Española y conde de Latores (una broma más de nuestro campechano monarca). Salvo contadísimas excepciones, la crema y nata de la santa transición se ha deshecho en elogios hacia el militar franquista que sirvió al rey Juan Carlos como Secretario General (1977-1993) y […]

Unanimidad en torno a la muerte de Sabino Fernández Campo, patrono de honor de la Fundación Defensa de la Nación Española y conde de Latores (una broma más de nuestro campechano monarca). Salvo contadísimas excepciones, la crema y nata de la santa transición se ha deshecho en elogios hacia el militar franquista que sirvió al rey Juan Carlos como Secretario General (1977-1993) y como Jefe (1990-1993) de la Casa Real. Los medios renovaron el voto de silencio en torno a la monarquía y prácticamente lo único que publican son hagiografías sobre el «patriota» que comenzó a prestar sus servicios a España como soldado voluntario en el bando «nacional» tras el golpe de 1936. 

Como era de esperar, la maquinaria del consenso se ha movilizado para poner en práctica las supuestas virtudes que atribuyen a Fernández Campo. Para encontrar voces discordantes hay que bucear en internet y sobre todo en las bibliotecas. Una síntesis demoledora -y accesible en la red- de su papel se encuentra en el controvertido «Un rey golpe a golpe«, de Patricia Sverlo (seudónimo).

«Ni el rey ni la reina fueron al entierro del hijo de Sabino Fernández Campo cuando murió en accidente de tráfico en 1994. En lugar suyo, como representación, enviaron a la persona que había sustituido un año antes en la jefatura de la Casa Real, Fernando Almansa. Con esta frialdad el monarca se dignó acabar sus relaciones con quien durante casi 20 años había estado a su servicio en la Zarzuela. Sabino, «el jefe», como le llamaba el rey, fue un personaje fundamental en la historia de la monarquía española, puesto que aportó habilidad política para resolver situaciones difíciles en múltiples ocasiones, y transfirió a la Corona su propia imagen de prudencia que no se correspondía en realidad con las decisiones que Juan Carlos tomaba por su cuenta. Sabino corregía sus deslices, ocultaba informaciones comprometedoras, dirigía los pasos que tenía que hacer…actuando casi siempre, más que como secretario, como un «tutor» y un «apagafuegos» en barrabasadas políticas. Pero no nos engañamos: de todo esto Juan Carlos habría de estar agradecido, pero no un país al cual colaboró a engañar con el único objetivo de perpetuar el sistema monárquico, con censura, mentiras y operaciones de lavado de imagen, en temas tan serios como el 23-F

El libro destaca su particular relación simbiótica con los medios de comunicación y con los periodistas de la villa y corte. Por cierto, que en un artículo publicado en esta web, Javier Ortiz comentó de pasada la posibilidad de contarnos algún día «un par de anécdotas curiosas» sobre el personaje. Una de ellas dejaba «fatal» al propio Javier, mientras que en cambio la otra «retrataba muy bien» a Sabino. Lástima que nos dejara con las ganas.  

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel