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El Sol y la religión

Fuentes: Rebelión

El ateo y el religioso Yo soy ateo. Pero el hecho de que sea ateo no me lleva a pensar que la persona religiosa tenga una visión unívoca del mundo y una mente irracional. Tampoco me lleva a pensar que tal condición ideológica me haga en cualquier plano de la vida superior o mejor que […]

El ateo y el religioso

Yo soy ateo. Pero el hecho de que sea ateo no me lleva a pensar que la persona religiosa tenga una visión unívoca del mundo y una mente irracional. Tampoco me lleva a pensar que tal condición ideológica me haga en cualquier plano de la vida superior o mejor que la persona religiosa. Ni incluso en el terreno de la ciencia mi ateismo me asegura que pueda ser más eficaz y certero que la persona religiosa. Llego más lejos aún: hay personas que pueden no creer en Dios, pero después en relación con el Estado o con el dinero pueden comportarse de forma religiosa. La religión es una forma peculiar de autoenajenación, pero no la única autoenajenación. Y la superación de la enajenación no sólo es un problema de resolución teórica, también exige que se den un conjunto de premisas prácticas, entre las que cabe destacar dos: que no haya pobreza y que no haya guerras.

El ateismo y la burguesía

Aunque el ateismo suele plantearse como uno de los postulados fundamentales del marxismo y de la revolución proletaria, esto no es cierto, ni teórica ni prácticamente. El ateismo fue uno de los principales objetivos de la revolución burguesa. ¿Por qué? Porque la clase contra la que luchaba y a la que pretendía derrocar, los señores feudales, tenían en la religión la ideología con la que dominaban a los siervos y a los artesanos. De ahí que luchar contra la clase feudal implicara inevitablemente luchar contra la ideología religiosa. Y fue una conquista de la burguesía lograr que el Estado fuera ateo, lograr que el Estado no profesara ninguna religión, convertir a la religión en un asunto privado. Y en el plano de la teoría podemos destacar a Voltaire, Diderot, Nietzche y Feuerbach, entre otros, como los teóricos más importantes del ateismo; y todos son hijos de la burguesía. Si somos veraces, entre las filas marxistas no encontramos ningún destacado teórico del ateísmo.

La mirada hacia atrás de la Iglesia Católica

La burguesía puede pasar a la historia como la clase de la liberación política, pero no como la clase de la liberación humana. ¿Por qué? Porque liberó al hombre de la religión de forma limitada, a través de un rodeo, liberando al Estado de la religión. Pero al dejar la religión como un asunto privado, como algo privativo de la sociedad civil, la religión lejos de disminuir su influencia sobre la gente la aumentó. La inmigración de los pueblos pobres hacia las naciones ricas ha hecho que la religión adquiera aún más difusión en la sociedad civil. Y la izquierda radical se ve en ocasiones más embarcada en defender los derechos religiosos de las minorías étnicas que en criticar a la religión. Este aumento de la importancia de la religión en el seno de la sociedad civil ha llevado a que las instituciones religiosas, como por ejemplo la Iglesia Católica, pretendan recuperar ciertos poderes dentro del Estado. Esta tendencia, favorecida por los partidos conservadores, de que la religión en ciertos asuntos, como la educación o la familia, se establezca como un asunto de Estado, es un movimiento reaccionario, un movimiento hacia atrás. No obstante, no debe perderse de vista que la lucha por un Estado ateo, por un Estado que no profese ninguna religión, es una lucha democrático-burguesa y no una lucha socialista.

El ateismo militante de los científicos naturistas

Mientras elaboraba este artículo tuve la oportunidad de leer en Rebelión un texto de David Brooks titulado «Los budistas neurales». Les trascribo las primeras palabras de este artículo. «En 1996, Tom Wolfe escribió un brillante ensayo titulado «Lo siento, pero su alma acaba de morir», en el cual captaba el materialismo militante de algunos científicos modernos. Para estos investigadores seguros de sí mismos, la idea de que el espíritu podría existir separado del cuerpo es simplemente ridícula. Los genes determinan el temperamento. Las sustancias químicas del cerebro determinan el comportamiento. Las agrupaciones de neuronas crean la conciencia. El libre albedrío es una ilusión. La religión es un accidente.

De acuerdo con este punto de vista materialista, la gente percibe la existencia de Dios porque sus cerebros han evolucionado para inventarse sistemas de creencias. Les pones un casco magnético en la cabeza y empezarán a pensar que están teniendo una epifanía espiritual. Si padecen de una epilepsia de lóbulo temporal, darán señales de hiper religiosidad, un sobreexcitamiento de los tejidos cerebrales que llevan a los que sufren a creer que están conversando con Dios».

Los marxistas deben ponerse a años luz de estos planteamientos, por dos razones: una, porque hay un claro desprecio a las personas religiosas, y dos, porque estos ateos provenientes del campo de las ciencias naturales quieren buscar dentro del cerebro lo que deben buscar en las relaciones del cerebro con el mundo exterior. Y como el cerebro pertenece a una persona, las relaciones del cerebro con el mundo exterior no son otras que las relaciones de esa persona con el mundo exterior. Todo el mundo sabe que cuando la persona religiosa habla con Dios, está hablándose a sí mismo e imaginando que hay un Dios que lo escucha. Pero no tiene en su cabeza la representación sensible de ese Dios. ¿Y por qué? Porque Dios considerado en sí mismo carece de existencia sensible. Por eso, en la religión cristiana, Dios se hizo hombre, proporcionando así a los hombres la existencia sensible de Dios. Así que cuando un cristiano tiene que representarse sensiblemente a Dios se representa a Jesucristo, esto es, a un hombre. Dicho de otra forma: ninguna persona religiosa se representa un ente que no se parezca a un hombre o a algo existente.

La conciencia como un producto histórico social

Se pueden encontrar muchos textos donde se exponga la concepción del materialismo dialéctico sobre la conciencia, pero he seleccionado el apartado titulado «El punto de partida» del libro «Los procesos cognitivos» del psicólogo soviético Alexander Romanovich Luria, donde puede leerse lo siguiente: «La psicología soviética, que concibe la conciencia como la realidad concienciada, rechaza el postulado de la psicología clásica según el cual la conciencia es la «propiedad interna de la vida espiritual», invariablemente presente en cada estado psíquico e independiente del desarrollo histórico. Siguiendo a Karl Marx y a Vladimir Ilích, la psicología soviética considera que la conciencia es la forma más elevada de reflejo de la realidad, pero además que no está dada de antemano, no es invariable y pasiva, sino que se forma durante el proceso de la actividad intensiva, con cuya ayuda el hombre se orienta en la realidad que le rodea, no solamente adaptándose a sus condiciones, sino también reconstruyéndola».

Creo que con esta cita es suficiente para dejar clara las diferencias entre el ateismo proveniente del materialismo edificado sobre las ciencias sociales y emparentado con el marxismo, y el ateismo proveniente de las ciencias naturales. Los científicos naturalistas consideran que la conciencia es una propiedad interna del cerebro y que compete a la neurociencia descubrir su esencia y sus entresijos, mientras que los científicos sociales inspirados en el materialismo dialéctico consideran que la conciencia es un producto histórico, que no viene dada, sino que se forma durante el proceso histórico de la evolución de la humanidad y en relación con las distintas formas de la práctica social. De ahí que los científicos naturalistas quieran encontrar la esencia de la conciencia religiosa en el interior del cerebro, mientras que los científicos sociales la buscan en la relación de la conciencia con el mundo exterior a lo largo de la historia. Este último método es el que emplea Feuerbach. Quiere dar cuenta de la conciencia religiosa como fruto de la relación que mantiene el hombre con el mundo exterior. Y su objetivo es reducir la religión a antropología. Se trata de ver en Dios la imagen del hombre y no un ente sobre el que preguntarse si existe o no existe.

El Sol y la religión

La religión, como el Estado, la conciencia o cualquier otro fenómeno social, me interesan bajo el punto de vista del conocimiento. Y en este sentido quisiera obsequiarles con unas ideas de Feuerbach, tomadas de su obra «La esencia de la religión», a las que añadiré algunas reflexiones. «La variabilidad de la naturaleza, particularmente en los fenómenos que más dejan sentir en el hombre la dependencia que tiene de ella es la principal razón por la que la misma se muestre ante el hombre como un ente humano y arbitrario, y llegue a ser para él objeto de culto religioso. Si el sol se encontrara siempre fijo en el cielo no se habría llegado a encender en el hombre el fuego de la pasión religiosa. Sólo cuando el sol desapareció ante sus ojos y la noche hubo impuesto su horror al hombre, y de nuevo se le volvió a aparecer en el cielo, sólo entonces se postró de rodillas ante él, invadido por la alegría de su inesperado regreso. Así, los antiguos apalaches de la Florida saludaban la salida y la puesta de sol con cantos de alabanza y al mismo tiempo rezaban para que regresara a su debida hora y pudieran gozar de su luz».

El primer estadio del desarrollo antropológico

Antes que nada debemos pensar en el estadio de desarrollo donde el hombre empieza a diferenciarse del animal. La conciencia de los animales es una conciencia inmediata: de sus medios de consumo y de sus depredadores. A su vez es una conciencia muy limitada: todo aquello que no es medio de consumo o depredador, no existe para su conciencia. Es, además, una conciencia sin constancia: si no está bajo el apremio de la necesidad de alimentarse o de la amenaza de un depredador, no tiene conciencia de los medios de consumo como tampoco de los depredadores que amenazan su vida. Imaginemos ahora al hombre que está en los primeros estadios de desarrollo de esta conciencia animal: una, será una conciencia mediata, una conciencia donde el lenguaje empieza a ser usado sin la presencia de aquello a lo que se refiere; dos, será una conciencia más amplia, una conciencia para la que los ingredientes del mundo que no son objetos de su consumo ni sus depredadores empiezan a cobrar existencia, como el sol y la lluvia; y tres, será una conciencia con constancia, una conciencia que actúa fuera del apremio de la necesidad o de la amenaza de los depredadores.

La dependencia del hombre respecto de la naturaleza

El hombre, como los animales, depende de la naturaleza. Su existencia es inseparable de la naturaleza. Y todos los cambios que experimenta ésta, afectarán a su vida. La naturaleza provee al hombre, como a los animales, de todos los medios necesarios para satisfacer sus necesidades. Y no sólo lo provee de medios de consumo, sino también de medios de trabajo. El desarrollo de la conciencia del hombre es el desarrollo de la conciencia de su dependencia de la naturaleza. Sabe que existen entes que escapan a su control y de los que dependen su vida. El Sol debió estar entre los entes que más impresionaron al hombre: le proporcionaba la luz. Imaginemos a este hombre que empieza a dar los primeros pasos en su separación de la conciencia animal, imaginemos cómo debió haberle impresionado el Sol por sus grandes beneficios y lo que debió aterrarle la noche. Todavía hoy día la noche aterra al niño y a algunos adultos. Y el hombre de hoy celebra la salida del Sol como lo hacían los hombres primitivos, pero mientras estos se lo representaban de un modo religioso, los hombres actuales se lo representan de modo científico.

La variabilidad de la naturaleza

Es una destacada idea la que aporta Feuerbach cuando nos habla de que si la naturaleza no fuera variable, en el hombre no se hubiera desatado la pasión religiosa. Si siempre lloviera, si la tierra fuera siempre fértil, el hombre no sentiría la dependencia de la naturaleza. Si el Sol no se ocultara, si estuviera siempre fijo en el cielo, el hombre tampoco sentiría la dependencia de la naturaleza. Sólo sentimos la dependencia de algo cuando no lo poseemos, cuando está ausente. Y es justamente la variabilidad de la naturaleza, que el Sol se oculta y que hay periodos de sequía, la que hace que el hombre sienta su gran dependencia de la naturaleza. Por lo tanto, es el carácter variable de la naturaleza lo que hace que el hombre tome conciencia de su dependencia de la naturaleza. Y esta conciencia de la dependencia de la naturaleza es la fuente de la religión o su principal máquina creadora de divinidades.

La representación antropomórfica del Sol

El primer paso que dio el hombre en su diferenciación con el animal fue tomar conciencia de la existencia del Sol y de su dependencia respecto de él. El segundo paso fue representárselo como un ente humano, como una esencia igual que él. Esta representación fue obra de la fantasía. Y una de las características de estos «entes humanos» era la arbitrariedad. Así que de este modo obtenemos una primera definición de dios. Llamaremos dios a cualquier fuerza de la naturaleza que el hombre se la representa de forma humana. Hablamos aquí de la religión natural. Pero también la religión espiritual tiene una esencia análoga. La religión griega se representaba a los dioses con forma humana. Es más: se imaginaban un mundo en el cielo igual que el mundo en la tierra. Y la religión cristiana está aquejada de la misma determinación: el dios que se imaginan es un dios con forma humana. La religión cristiana invierte la relación: habla de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, cuando lo cierto es que fue el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza.

A modo de conclusión

Con lo dicho hasta aquí podemos valorar qué superficial y carente de fundamento es la idea afirmada por David Brooks: «La gente percibe la existencia de Dios porque sus cerebros han evolucionado para inventarse sistemas de creencia». Uno, cuando yo percibo la mesa, no percibo la existencia de la mesa. La existencia no se percibe, se percibe el objeto. Pero puedo percibir un objeto y éste sólo existir en forma de imagen. Así sucede en las Iglesias Católicas: están colmadas de imágenes de santos, de vírgenes y de Jesucristo. Y son a estas imágenes a quienes hablan los feligreses. Y son estas imágenes las que rememoran cuando en sus casas le hablan a santos, vírgenes y dioses. No hay qué buscar dentro del cerebro lo que encontramos fuera de él. Puesto que lo que encontramos en el interior del cerebro ha existido previamente fuera de él.

Nos da mucho más fundamento para entender a la persona religiosa, para entender el comportamiento y la conciencia religiosa, estas palabras de Feuerbach, del párrafo dos de la obra citada, que las ideas aparentemente novedosas y revolucionarias de los neurocientíficos: «El sentimiento de dependencia del hombre es el fundamento de la religión; el objeto de dicho sentimiento de dependencia y, por tanto, del que el hombre depende y se siente dependiente no es otro originariamente que la naturaleza. Es la naturaleza el primer y originario objeto de la religión, como la historia de todas las religiones y de todos los pueblos prueba abundantemente». Los creyentes cristianos podrían advertir que este fundamento no es cierto para los dioses espiritualistas, puesto que el Dios cristiano tiene una existencia independiente de la naturaleza. Es más, el Dios cristiano es el creador de la naturaleza. Este argumento tendría ciertos visos de certeza si detenemos nuestra atención en Dios en vez de en su creador: el hombre. Pero centremos nuestra atención en su creador y preguntémonos qué causas ha motivado la creación de un Dios anterior a la naturaleza y dotado de vida eterna. La mayoría de los creyentes hablan de que la vida no tendría sentido si no hubiera vida detrás de la muerte. Este es el deseo que ha causado la creación de un Dios espiritual eterno: el deseo de vida eterna que tiene el hombre. ¿Y qué se opone a la vida eterna? La respuesta es clara y contundente: la enfermedad y la muerte. Y la enfermedad y la muerte son dos determinaciones de la naturaleza y otras de las tantas manifestaciones de la dependencia del hombre respecto de la naturaleza. Por lo tanto, el sentimiento de dependencia del hombre respecto de la naturaleza también es el fundamento de las religiones espiritualistas.