Dos términos aparentemente extraños se han difundido a nivel internacional en los últimos años, uno se usa en Venezuela, el de guarimba , y otro en Colombia, el de minga. Guarimba (que viene de guarida) significa hoy una acción criminal contra el gobierno bolivariano, promovida y financiada por los ricos, que recurre a una […]
Dos términos aparentemente extraños se han difundido a nivel internacional en los últimos años, uno se usa en Venezuela, el de guarimba , y otro en Colombia, el de minga. Guarimba (que viene de guarida) significa hoy una acción criminal contra el gobierno bolivariano, promovida y financiada por los ricos, que recurre a una violencia extrema, como quemar vivos a sus enemigos chavistas. Guarimberos son los que participan y promueven las guarimbas, uno de los cuales es Juan Guaidó, miembro del partido de extrema derecha Voluntad Popular, al que pertenece Leopoldo López, uno de los responsables del asesinato de 43 personas durante las guarimbas de 2014.
Minga, un vocablo de origen quechua, significa trabajo comunitario que se hace en beneficio de la comunidad. En Colombia se habla de minga social desde hace unos años, para referirse a la movilización indígena, que adquiere importancia en estos momentos en los departamentos del sur de Colombia, siendo su epicentro principal el Cauca. Allí, miles de comuneros han paralizado la actividad económica durante varias semanas, para exigir el cumplimiento de los acuerdos que varios gobiernos han firmado y se han negado a cumplir.
Las guarimbas son de la extrema derecha, forman parte de la rebelión de los ricos, y cuentan con el apoyo y asesoramiento directo del gobierno de los Estados Unidos, a través de la USAID y de ONG, de fachada aparentemente civil. Su objetivo inocultable es el derrocamiento de un gobierno legítimo, al que sabotea con métodos criminales y cuenta con el respaldo de falsimedia internacional, que limpia la cara de los criminales de las guarimbas y los presenta como «abanderados de la libertad y la democracia».
Las guarimbas se habían llevado a cabo en territorio venezolano, pero el 23 de febrero adquirieron una dimensión internacional al ser escenificadas desde Colombia, con el apoyo del subpresidente Iván Duque, actuando como mandadero de la pandilla de Washington. En esa fecha se observó, con una pretendida fachada humanitaria, la acción en vivo y en directo de los guarimberos, quienes intentaron ingresar por la fuerza a territorio venezolano y de paso quemaron la supuesta ayuda humanitaria, como lo ha reconocido The New York Times. Al otro día, domingo 24, esas guarimbas atacaron en San Antonio del Táchira a los guardias fronterizos de Venezuela, pero al final fueron repelidas.
El régimen de Iván Duque se ha convertido en una fuerza de apoyo (económica, territorial, diplomática, militar, mediática, ideológica, artística…) de los guarimberos, a la cabeza de los cuales se encuentra Juan Guaidó, como se acaba de probar en Venezuela al ser desarticulado un nuevo intento de organizar atentados y saboteos, coordinados por asesores directos del «presidente virtual». El gobierno de Duque les ha concedido asilo en Bogotá a muchos guarimberos, desde donde realizan sus acciones criminales. Un caso descarado es el de Julio Borges, uno de los responsables del atentado contra Nicolás Maduro el 4 de agosto de 2018, quien fue invitado a la posesión presidencial de Iván Duque y luego fue nombrado «Embajador» de Guaidó ante el Grupo de Lima. Sobre ese individuo se han dictado ordenes de captura por parte del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela por múltiples delitos, entre ellos los de organizar guarimbas que terminaron con la muerte de decenas de venezolanos chavistas.
Iván Duque en persona está comprometido con los guarimberos, lo que se evidencia con su presencia en Cúcuta el 23 de febrero. Ese día, cumpliendo órdenes directas de sus amos imperiales, y violando elementales normas del derecho internacional, fomentó el ingreso de la pretendida ayuda humanitaria, que luego se supo estaba compuesta de cadenas, máscaras antigases, clavos, pitos, alambre de púas, instrumentos tan necesarios para alimentar a la gente, si por eso se entiende aprovisionar a las guarimbas.
Ese protagonismo de Iván Duque y sus funcionarios del alto gobierno en las acciones internacionales de la guarimba venezolana no se aprecia con respecto a la Minga del sur de Colombia, pese a que los indígenas reclaman su presencia. Como era de esperarse, el gobierno de Duque ha respondido con represión, criminalización y calumnias, con el respaldo de los medios de desinformación que tanto alaban a las guarimbas criminales en Venezuela. Como suele ser corriente en nuestro país, a cualquier protesta social por legítima y justa que sea se le responde violentamente por parte del Estado, lo que viene acompañado de violencia simbólica, calificando a los que protestan de ser guerrilleros, terroristas y/o narcotraficantes, para justificar la represión y los asesinatos. Ya van una decena de muertos, la mayor parte de ellos en una extraña explosión que ocurrió en Dagua, que sin ninguna evidencia ni investigación ya fue calificada por el Ministro de Defensa como «un acto criminal que ocurrió allí provocado por ellos mismos al manejar irresponsablemente unos explosivos sin tener el conocimiento» y además «sus propósitos eran claramente criminales». ¡Ese individuo que oficia como Ministro de Guerra además es clarividente porque ya sabe que sucedió! Es sospechoso que ese atentado se haya presentado en el momento álgido de esta gran movilización social y puede presumirse que tenía la finalidad de amedrantar y ahuyentar a la gente humilde que protesta.
Como no podía faltar, a la Minga se le ha acusado desde los círculos uribistas de estar dirigida por las Farc, como si estas todavía existieran, porque este es el argumento de contra-insurgencia social que caracteriza al Estado colombiano y a las clases dominantes de este país y que se utiliza siempre que sea necesario para justificar la represión.
Muy distinto es el comportamiento del régimen de Duque y del bloque de poder contrainsurgente, y de falsimedia en cuanto a las guarimbas y la minga indígena. La primera es presentada como una acción valerosa contra el gobierno de Nicolás Maduro, sin importar que se acuda a brutales formas de violencia contra los pobres. Mientras tanto, la Minga, un movimiento popular con amplia base social, es descalificada, sus protagonistas son criminalizados, sus reivindicaciones son tergiversadas y para hablar con sus voceros no va el subpresidente, como si lo hizo en Cúcuta para promover a los guarimberos, sino envía a unos mandos medios que solo buscan desarticular la protesta social. Si allí en el Cauca hubiera guarimberos, como Juan Guaidó, otra sería la suerte de este tipo de movilización, porque Duque en persona iría a saludarlos, a felicitarlos por sus crímenes, a darles apoyo económico y organizaría conciertos en su honor.
Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), abril de 2019.
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