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Entrevista a Antonio J. Antón Fernández sobre Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior (I)

«El sujeto del cambio global es esencialmente el proletariado global»

Fuentes: Rebelión

Filósofo y traductor, Antonio J. Antón Fernández ha traducido la castellano entre otros a S. Zizek, H. Laski, G. Vattimo, L. Canfora y D. Losurdo. Es autor de Miguel Hernández. La voz de la herida (junto a David Becerra, 2010 y Slavoj Zizek. Una introducción (2012). Está anunciada la publicación de un nuevo libro: Una […]

Filósofo y traductor, Antonio J. Antón Fernández ha traducido la castellano entre otros a S. Zizek, H. Laski, G. Vattimo, L. Canfora y D. Losurdo. Es autor de Miguel Hernández. La voz de la herida (junto a David Becerra, 2010 y Slavoj Zizek. Una introducción (2012). Está anunciada la publicación de un nuevo libro: Una introducción a la filosofía contemporánea.

Nuestra conversación se ha centrado en Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior (Madrid, Akal, 2015).

***

Me centro en tu nuevo libro, editado por Akal en 2015. ¿De qué espacio exterior vino ese neoliberalismo?

Por un lado, hay un poco de ironía en el título. Como si el neoliberalismo hubiese caído, literalmente, del cielo.

Por el otro lado, desde luego eso que llamamos neoliberalismo apareció en ese ambiente galáctico, en esa atmósfera estética (cibernética y espacial) en la que vivimos desde el apogeo de la nueva era de conquista del espacio. Por eso empiezo, en el primer capítulo, con algunas pinceladas sobre ese mundo audiovisual que acompañó, curiosamente, al auge del capitalismo financiero o «neoliberal».

¿Cómo definirías el neoliberalismo?

Se ha dicho tanto, que si me permites el posible error categorial, esta vez lo voy a intentar operacionalmente: «neoliberalismo» es eso que aparece en un texto o discurso, cuando para describir una fase concreta del capitalismo 1) No se tiene un grado suficiente de hegemonía cultural y política como para llamarlo «fase capitalista» y que conserve una connotación crítica (que sea, en términos de Ryle, una «failure word»). 2) Se ha pasado una crisis global de la tasa de ganancia y se gesta una crisis financiera; y 3) Se intenta describir una política socieconómica especialmente agresiva contra la clase trabajadora desde (deliberadas o no) premisas social-liberales: hay una política capitalista que es perjudicial, y «por tanto» hay otra que no lo es. Esto es: se presupone que este marco económico permite una política que no sea perjudicial.

Dicho de otro modo, al introducir el término neoliberalismo desaparece la cuestión del capitalismo, y sólo nos queda discutir qué variedad de keynesianismo queremos.

El problema que veo inmediatamente en este intento es que, si bien nos deja abierta la posibilidad de ver un hilo continuo desde el liberalismo salvaje del XIX hasta el actual, también dificulta analizar las características concretas de esta fase que (espero) hemos atravesado; y el problema, ahí, es que caben todos los monstruos (conceptuales)…

Una cita, en japonés y sin traducir, abre el libro. ¿Por qué? ¿Nos da la traducción? ¿Quién es Takiji Kobayashi?

No es una cita a secas; por un descuido mío apareció en una página separada. Forma parte de la dedicatoria, por eso está en japonés. Es una incitación a la lectura. No diré nada más; los que nos estén leyendo podrán descubrir esa emocionante defensa de lo que supuso «el Partido» para mucha gente, en todo el mundo, si deciden leer «El camarada». Otra novelita fantástica de Kobayashi es «Kanikosen, el pesquero». Ambas están publicadas en castellano, claro. Queda mucha cultura comunista por descubrir, especialmente en occidente, y a nivel teórico nos queda volver a pensar globalmente, también cuando valoramos la historia del comunismo.

En la introducción, magnífica en mi opinión, citas a Lenin sin ningún problema. ¿No era un autor trasnochado, muy viejo y un pelín autoritario según algunos, incluso según muchos?

Tan trasnochado como que cada vez es más leído y discutido, y se descubren (especialmente en los últimos años) rincones de su pensamiento que habían quedado sepultados tras las citas talmúdicas. Tan viejo, que las encrucijadas democráticas y populares que afrontó siguen vigentes. Creo que lo que dijo Terry Pinkard sobre Hegel es más pertinente hoy para describir la importancia de releer a Lenin: «la gran ansiedad que sufre todo [activista] actual radica en que, sea cual sea el camino que tome, todos esos caminos acaban en un callejón sin salida, y en cada uno de ellos [Lenin] está aguardando con una sonrisa». Aunque no apareciera en los medios y análisis a posteriori, lo que pasó antes y después del 15m llevó a muchos a una relectura frenética de los clásicos del pensamiento emancipador, entre ellos, Lenin. Basta ver las reediciones y estudios que se han publicado en los últimos años. Insuficientes, pero más de lo publicado en la década anterior.

Este libro, afirmas, no solo tiene de coprotagonista, entre otros, al Doctor, sino que en muchos aspectos se parece mucho a él. ¿De qué Doctor nos habla? ¿Qué aspectos son esos en los que rige la similitud?

Parece como si me preguntaras, ¿Quién es el Doctor? O en inglés: «Doctor…Who?» Este es el título de la serie británica en la que aparece El Doctor; un alienígena del Planeta Gallifrey, situado (él y su planeta) más allá del tiempo y el espacio. El Doctor opera desde la distancia, tanto biológica como espacial y temporal: no es humano, por motivos biológicos (entre otras cosas, tiene dos corazones), y por motivos casi, diríamos, «existenciales»: el no vive en el tiempo como nosotros (viaja a través de él, y además es casi inmortal).

Por eso el libro (cualquier ensayo, en especial los marxistas) se parece a él: vive, no en un tiempo diferente, sino casi en una temporalidad distinta. Sus «tiempos» son distintos a los nuestros. Por eso se puede leer hoy «¿Qué hacer?» como si fuese sido escrito ayer, para nosotros, y a la vez como si perteneciera a un tiempo remoto.

Es una herramienta muy particular; por eso, como el Doctor, comienza estando «distanciado» del momento político en el que aparece: aunque lo refleje, no está inserto en él de manera concreta (no está operativo en el nivel de las prácticas políticas que se producen realmente). A veces sí llega a estarlo; la mayor parte de las veces no lo consigue, o muere de éxito y queda como un libro «sagrado» que sólo se memoriza.

Y esto lo digo por una razón; no me gusta fingir que al escribir ensayos políticos estamos haciendo «teoría concreta». Sólo porque se hable de economía o sociología o crítica cultural, no significa que se esté haciendo teoría «concreta»: la concreción real del binomio teoría-praxis no sucede dentro de los textos. Ni tampoco yendo a una manifestación anual. Digamoslo de una vez, para todos los estudiantes (eternos u ocasionales) que nos leen: hacer concreta a la teoría es militar. No hay más vueltas que darle. Y la palabra sigue siendo polisémica: desde la lucha cotidiana en una despensa solidaria (un reto más difícil de lo que parece, lleno de sutilezas psicológicas) hasta la intervención en cualquier ámbito institucional, la militancia organizada tiene muchas declinaciones. Pero tiene que ser organizada. En los dos ejemplos, podemos acabar volviendo al punto de partida si se interviene en esos ámbitos aisladamente. Dicho de otro modo: trágicamente, es posible pertenecer a un partido, y no intervenir como organización en una institución o ámbito social. Pero desde luego lo contrario es imposible.

Como en el relato de Lem, hablas de Ciberíada, «este libro pretende ordenar los diversos circuitos enterrados, los mecanismos olvidados o sepultados por el mundo financiarizado, y trazar una historia paralela del capitalismo que forme parte de los archivos de memoria del sujeto del cambio global. Una memoria compartida, y un sujeto que ya no es «yo y namás» sino que debe ser necesariamente colectivo». ¿Y qué sujeto del cambio global es ese? Más aún: ¿a qué cambio global te refieres?

» Yonamás», aclaro, es un personaje que aparece en un relato maravilloso, incluido en Ciberíada. Un ser a medio construir, digamos, que surge del azar y de la unión de fragmentos precarios, pero llega a ser mucho más.

El sujeto del cambio global es esencialmente el proletariado global. Acabemos con el «mito de la desindustrialización» y el de la «desmaterialización del trabajo de servicios». Si son mitos en el nivel regional y doméstico, más aún lo son a nivel global. Sé que aprecias el rigor, y no quiero pasar por experto. Me remito, por ejemplo, a los artículos de Chris Harman.

El cambio global es el derribo del capitalismo. Por supuesto, tengo que llamarlo socialismo, para indicar el carácter «progresivo» de ese derribo. Es decir, que el derribo no es para volver a formaciones pre-capitalistas en lo cultural, sexual, racial, de género, económico y político.

Lo sé. Es una respuesta aburrida. Sobre todo para quien venga de un adanismo necesitado de nombres nuevos. Pero los nombres importan. Mucho más de lo que creemos, a veces. En esta sociedad del TDAH, parece que, por si no fuera de por sí difícil construir la revolución, además tenemos que lograr la acrobacia de cambiarle el nombre a las cosas para que mantengan el «interés», y a la vez conservar tanto su sentido como su referencia. Y en política creo que no siempre es posible. El problema de la «cadena equivalencial de significantes» y las políticas construidas sobre ella es que las palabras no son artefactos tan simples. Ese proceso social que llamamos «nombre» no es unidimensional. No son cuentas de un rosario, con sólo dos puntos de enganche, y cuya única característica distintiva sea la posición dentro del engarce.

Me centro en el primer capítulo. Hablas de Miss Thatcher. ¿Con ella llegó el escándalo?

Ella fue, y así lo relato un poco más en detalle en el primer capítulo, la encarnación de una venganza. Los tories, la patronal, el sector más acomodado de los laboristas, estaban cansados de tanta respuesta obrera, de los sindicatos, de un crecimiento sostenido y mínimamente equitativo que además no se traducía en un aumento de ganancias. Y lo peor: además eran conscientes de que sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora también empezaban a cansarse. Del capitalismo.

El retrato de la dama de hierro es teratológico, terrible, voraz, porque voraz era el miedo, global y británico, a una respuesta de las clases populares.

¿Por qué una persona joven como tú tiene tan metido a Chile, al Chile de la Unidad Popular, en su corazón? Que me ocurra a mi, que te doblo en edad es normal, pero a ti… ¿Por qué?

Por el ejemplo que sigue siendo ese Chile. No porque fuera una excepción, sino el ejemplo más claro y cristalino de que la revolución de los pueblos siempre tiene hambre de democracia.

Por el ejemplo, también, de muchos amigos internacionalistas (José, Víctor, Marcia…) que me enseñaron un poco del alma chilena: un poco, pero más que suficiente para admirar a su pueblo.

Y por los increíbles chilenos exiliados que uno va conociendo al militar aquí en Europa. Mira, hace unos años milité con una compañera exiliada. Estuvo en el MIR desde jovencita: detenida, torturada, etc. Un día pasó algo muy triste y a la vez alentador. Íbamos en el coche, y me contaba cómo entró a luchar contra la dictadura, empujada al comienzo por cristianos socialistas, y varios curas obreros. De repente, el relato dio un giro: esos curas le habían dicho que la cruz la llevamos todos, juntos; que no la podemos soportar si no es en común. Ahora (su pastor evangélico) le había dicho que eso no era así; sólo llevas la cruz en solitario, los otros tienen su propia cruz, y eso, me dijo, era un alivio. Me pareció muy triste escuchar eso, no sólo como ateo, sino como compañero de lucha. Quizás ella misma se sorprendió al escucharse, porque antes de que le preguntara, dijo, «pero… están los compañeros: hay que seguir».

Citas a Zizek en este capítulo, no es la única vez por supuesto. ¿De dónde tu afición por este marxista tan mediático? ¿Qué valoras especialmente de su obra?

A Zizek (aquí no puedo colocar bien las tildes eslovenas) lo descubrí hace ya unos cuantos años, como un autor que aunaba (en aquel momento, con los libros que yo tenía a mano en España) un interés por releer y desbordar la «french theory», una posición política marxista y anticapitalista, y el retorno a Hegel, con un sorprendente respeto por las ciencias cognitivas y la filosofía analítica … más que nada teniendo en cuenta lo anterior.

El tiempo ha corroborado sólo las tres primeras sensaciones, y de hecho la tercera, ese retorno al estudio de Hegel, no se ha llegado a producir con la exhaustividad exegética que yo esperaba (realmente no sé si ha llegado a alejarse lo suficiente de Kojève).

Lo positivo: que la segunda posición no era coyuntural, y su marxismo se ha profundizado en cierta dirección leninista. Un leninismo muy de salón, desde luego; muy au dessus de la melée -es decir, un leninismo muy poco leninista- pero eso se puede llegar a comprender en un intelectual que vive prácticamente en tres o cuatro países extranjeros a la vez, y que agotó su ciclo político en su propio país. Se comprende (biográficamente); no se justifica praxeológicamente, pero se debe agradecer el intento, pese a todo. Zizek y otros han colocado de nuevo a Lenin en los estantes de muchos estudiantes que lo consideraban tabú.

¿Mister Blair es el mejor alumno, hasta el momento, de Miss Thatcher?

Niego la mayor (incluso a mí me cuesta no caer en esto). La oposición, el contraste que buscamos al acusar al nuevo laborismo de haberse convertido, como decía ella, en su mejor creación, es un velo que nos ciega. No: la blairista tercera vía (pace Ota Sik) no es una tentación que trajo la serpiente thatcheriana. El blairismo ya estaba en el corazón mismo de la socialdemocracia. O si se quiere, el blairismo es un epifenómeno de un mecanismo más profundo, que sale a la superficie en cada ciclo económico-político.

¿Qué papel juega el socialliberalismo en estos primeros decenios del siglo XXI? ¿Qué papel puede jugar?

No sé si habría que entenderlo como un actor más, o como el medio en el que los actores se mueven y se van a mover. Creo que nadamos en social-liberalismo: lo respiramos. Está en nuestro vocabulario, en nuestras nucas. Caray, es incluso el recurso discursivo inmediato cuando la izquierda se ve acorralada en los debates públicos. El barro nos llega hasta las rodillas, y de ahí hasta el cuello, el resto, es social-liberalismo.

Me estoy extendiendo mucho. Dos preguntas sobre cada uno de los capítulos restantes. Sobre el segundo. ¿Ronald Reagan fue uno de los ejes centrales que destruyó el mundo soviético? ¿Iba de farol lo de las guerras de las galaxias?

Ni Ronald Reagan, ni Kissinger, ni Thatcher. No creo que su carrera política tuviera una influencia considerable en derribar un proyecto civilizatorio que duró, tambaleante, tantos años. El colapso se explica de manera multifactorial, y sin duda tiene que ver con el enfrentamiento de una región mundial contra todo un sistema global. Desde tiempos antiguos sabemos que un asedio busca también producir y reproducir conflictos dentro de la ciudad asediada, no sólo el conflicto primario entre el interior y el exterior. Los errores internos también llevaron al colapso, pero su origen y peso también tienen que ver con ese asedio.

Sinceramente, sospecho que la llamada «guerra de las galaxias» fue un subproducto de muchas torpezas encadenadas. Creo que Reagan se creía el proyecto. Creo que una parte del complejo industrial-militar creía … en el dinero que les llovería. Y quizás a una parte de aquella administración y a los servicios de inteligencia, ese espectáculo mediático les debió servir como pantalla para algunas operaciones. Pero desde luego, no me creo el relato de que todo ello fue una cuidada y deliberada «última puntilla» al rival en la guerra fría.

Citas el caso de su mujer, de Nancy Reagan. Partidaria de investigar en células madre y seguidora de la astrología. No es el único caso. ¿Cómo casan esos casos aparentemente contradictorios?

Esto entra más en el terreno de la psicología. Disonancia cognitiva, llaman los psicólogos a los conflictos internos que el individuo sufre para resolver o soportar. Pero para que se produzca esa tensión deben ser entre creencias (por ejemplo) que se vivan y conciban como (dolorosamente) contradictorias para el sujeto: sin embargo, los humanos somos máquinas inferenciales muy imperfectas, y podemos vivir con un pesado fardo de ideas absolutamente incompatibles. Simplemente porque tenemos ¿la suerte? de no ser capaces de desarrollarlas todas simultáneamente y hasta la última consecuencia… Hay muchos científicos reputados que creen en la mano invisible del mercado; o por poner un ejemplo fascinante de allende los mares: en estos días hay gente que realmente cree que puede decirse delante de decenas de micrófonos y en directo en televisión que se está en una dictadura sin libertad de expresión.

Te pregunto ahora en torno al tercer capítulo. ¿Te parece?

Me parece.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.