A veces, cometemos el error de considerar que, eso que llamamos «el poder», «el sistema», «el enemigo»…, es algo monolítico, una especie de golem, que, en realidad, sólo existe en nuestra imaginación, producido por nuestros miedos e inseguridades; un ente, imaginario y todopoderoso, que tendría la capacidad de controlar nuestros destinos, hasta los más mínimos […]
A veces, cometemos el error de considerar que, eso que llamamos «el poder», «el sistema», «el enemigo»…, es algo monolítico, una especie de golem, que, en realidad, sólo existe en nuestra imaginación, producido por nuestros miedos e inseguridades; un ente, imaginario y todopoderoso, que tendría la capacidad de controlar nuestros destinos, hasta los más mínimos detalles de la vida. Esa manera de ver las cosas, cercana a la teoría de la conspiración, tiene la ventaja de aclarar, sin ningún género de dudas, el objeto de las luchas: contra el sistema, contra el capitalismo, contra España… Sin embargo, ir demasiado lejos por ese camino, hará que luchemos contra molinos de viento pensando que son gigantes.
Es más interesante, creo yo, admitir que también el poder está sujeto a las contingencias de la historia, y de la vida; que la gran conspiración del sistema no existe… aunque conspiraciones, haberlas hay las. Por ejemplo, hemos visto estos días como la lucha contra el TAV en Euskalherria recibía un espaldarazo importante por parte de un aliado inopinado: el gobierno neoliberal y autoritario presidido por Nicolás Sarkozy.
La decisión del gobierno francés de no construir el tramo Bayona-Hendaya del Tren del Alta Velocidad (LAV) deja con el culo al aire al Gobierno Español y, muy especialmente, al Gobierno Vasco y al PNV, que habían apostado por esa infraestructura de manera prioritaria. El argumento clave que habían utilizado hasta ahora para vender esta infraestructura, con un coste ecológico, económico y social sin parangón en Euskalherria, ha sido precisamente la necesidad de conectarse con Europa: «a riesgo de quedarnos aislados de los flujos económicos del continente». Es obvio, que con la decisión francesa, que además alega motivos medioambientales, el argumento se invalida. El movimiento contra el TAV debe aprovechar esta tesitura inesperada para incrementar la oposición a ese proyecto. Es decir, tiene que saber aprovechar las contradicciones del poder o, más exactamente, entre los diversos poderes en liza, para avanzar hacia sus objetivos.
Eso no significa que apoyemos a un gobierno que, entre otras cosas, es el principal adalid de la energía nuclear en Europa, y que se pone de ejemplo para apoyar la prórroga del funcionamiento de la central nuclear de Garoña. Simplemente, supone tener una concepción no estática sino fluida de las luchas; sin caer en el posibilismo, pero tampoco en un inmovilismo maximalista. Si, como parece, se mantiene Garoña en funcionamiento habrá que intentar que el PSE pague el precio político de su impopular decisión, y seguir exigiendo su cierre. En la lucha contra el TAV habrá que destacar la flagrante contradicción del PNV y otros, al apoyar una infraestructura que, ahora, lo más que conseguiría, es vertebrar Euskadi dentro del Estado Español; lejos de la retórica europeísta de los jeltzales. Mientras tanto, lo importante será, como siempre, seguir avanzando en construir un discurso y una práctica antidesarrollista, que consiga, además, apoyos sociales amplios frente a la destrucción social y medioambiental.
http://eutsi.org/kea/ecologia/social/el-tav-y-las-contingencias-de-la-historia.html