La lucha por la paz en Colombia lleva más de 70 años, se ha configurado como un propósito de los movimientos sociales y políticos de la clase popular, cientos de hombres y mujeres han dado la vida en su nombre. Hoy, el gobierno nacional encabezado por el presidente Juan Manuel Santos ha tomado esa bandera […]
La lucha por la paz en Colombia lleva más de 70 años, se ha configurado como un propósito de los movimientos sociales y políticos de la clase popular, cientos de hombres y mujeres han dado la vida en su nombre. Hoy, el gobierno nacional encabezado por el presidente Juan Manuel Santos ha tomado esa bandera como propia, convocando a los diferentes sectores, de oposición y afines a subirse al «tren de la paz», pero nos preguntamos: ¿Cuáles serán los rieles que le permitirán moverse?
En Colombia, históricamente las directrices nacionales implementadas por todos los gobiernos, reproducen el mismo modelo de país; un país sin un proyecto nacional soberano, que está más preocupado por cumplirle al imperialismo norteamericano, que por dar solución a los problemas que aquejan a su gente; un país donde la democracia es un voto sin conciencia; un país que se ha propuesto quitarle la educación a su pueblo, para evitar la posibilidad de pensar y existir por un futuro diferente; un país que ha vendido sus empresas, sus recursos, su riqueza nacional y bienes colectivos.
La paz exige transformaciones estructurales. ¿A qué está dispuesto el gobierno nacional para lograr la paz?, ¿Está dispuesto a defender la soberanía nacional?, ¿Está dispuesto a plantear soluciones al problema de la democracia en Colombia?, ¿Está dispuesto a abrir el debate sobre la paz de cara al pueblo y a los movimientos sociales y políticos en Colombia? Para nosotros, éstas son preguntas fundamentales que configuran caminos hacia la paz y dan cuenta de una real voluntad y compromiso con el cambio.
Nos cuestiona profundamente lo que viene sucediendo en el país en «tiempos de paz», pues ante el reclamo de las comunidades por agua, educación, salud, tierra y trabajo digno en diferentes regiones del territorio nacional, el gobierno nacional responde con toda la fuerza de la violencia y la legislación estatales, encaminadas a frenar las justas protestas del pueblo, que exigen mejores condiciones de vida y garantías para el desarrollo de la política. Hemos dicho en innumerables ocasiones, que la paz pasa necesariamente por cambios en los problemas estructurales.
El presidente Santos sigue montado en sus locomotoras neoliberales, que andan por los rieles de la guerra, mientras que utiliza el tren de la paz como una matriz publicitaria, que sólo se sostiene sobre los rieles del engaño.
Aunado a esto, vemos como en la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo 2015-2018 no se relacionan los pilares centrales de paz, equidad y educación con la designación presupuestal, lo cual continúa el rumbo de las «locomotoras» del pasado plan de desarrollo, focalizadas en los temas de minería y petróleo, infraestructura vial y agroindustria, que priorizan las alianzas con empresa extranjeras y el sector privado. Es decir, hay una incoherencia sustancial entre el discurso y la práctica, pues al no haber planes ni plata para la paz, lo que ofrece el gobierno nacional es continuar agudizando la miseria y la opresión.
La paz requiere mucho más que discursos que buscan generar simpatía con todos, la paz requiere soluciones y metodologías para dar salida a las graves problemáticas que aquejan al país, estas metodologías no pueden reducirse a una Comisión asesora, sino que demandan necesariamente de la participación de la nación y del pueblo colombiano, quienes vienen avanzando en la construcción de propuestas de paz.
La visión de paz que expresa el gobierno nacional se restringe única y exclusivamente a la dejación de armas por parte de los grupos insurgentes, desconociendo las causas del conflicto y por ende sus soluciones, allí radica el principal obstáculo para la paz.
El ELN manifiesta su voluntad para avanzar en el diálogo con el gobierno nacional, siempre y cuando el proceso de paz tenga el protagonismo de la sociedad, y sean claras para todos, las garantías y las condiciones para seguir desarrollando la lucha política. Tenemos la certeza que si las FARC y el ELN dejasen el camino de las armas, mientras se mantengan las condiciones actuales, el pueblo seguirá resistiendo con fuerza a la violencia, la opresión, el hambre, la ignorancia, la represión y a la exclusión perpetuada desde siempre por la minoría dominante.