Al rendirle homenaje en el cementerio de Santa Ifigenia donde reposan sus restos mortales, hagámoslo como él expresara: “Cantemos hoy ante la tumba inolvidable, el himno de la vida”
La trayectoria del Mayor General José Martí se inició aquel día memorable. “Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos”. Así narró en su Diario José Martí aquel momento histórico. Era el 15 de abril, a cinco días del desembarco por Playita de Cajobabo. Baracoa, del General Máximo Gómez y José Martí junto a otros cuatro expedicionarios para ponerse al frente de la guerra de independencia de Cuba.
Después el viaje continuó por los territorios de Guantánamo y Santiago de Cuba, con encuentros significativos con los Generales Antonio y José Maceo. Luego el recorrido proseguiría hacia occidente.
El domingo 19 de mayo se encontraban Martí y Gómez en el campamento del general Bartolomé Masó. Fueron momentos de discursos y arengas y de entusiasmos hasta que se conoció de la presencia a cierta distancia de tropas españolas. Estaban en un punto de la geografía denominado Dos Ríos.
Gómez partió con un contingente mambí y orientó a Martí permanecer en el campamento. Este es apenas un fragmento del relato de Gómez sobre el suceso escrito en su Diario: “Jamás me he visto en lance más comprometido- pues en la primera arremetida se barrió la vanguardia enemiga, pero enseguida se aflojó, y desde luego el enemigo se hizo firme con un fuego nutridísimo y Martí no se puso a mi lado, cayó herido o muerto en lugar donde no se pudo recoger y quedó en poder del enemigo. (…) ¡Qué guerra ésta! Pensaba yo por la noche (…) Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento”.
Muchos análisis pudieran hacerse sobre las circunstancias del episodio, y las valoraciones hechas por un General tan experimentado como Gómez, así como también de posibles errores tácticos y estratégicos en aquella improvisada batalla en que se perdió al líder máximo de la Revolución y al Mayor General recién nombrado y que presenciaba y participaba en su primer y último combate. En fin, nada podría revertir la funesta desgracia que aquel suceso representó en la inmediatez del proceso revolucionario y en la madurez prolongada de la guerra.
Pero quedan como verdades imborrables las ideas martianas que sirven para entender la esencia de hechos como estos. Y es, por ejemplo, que en carta a Lucena de noviembre de 1893 expresó esta convicción: “Por los hombres habría que sentirlo, por los hombres acaso muy valiosos. Pero cuando se está dispuesto a morir, se piensa poco en la muerte, ni en la propia ni en la ajena. Estamos en guerra. Con el dolor y la sangre, lo mismo que los hombres, nacen los pueblos”.
Y en aquel mismo mes y año de noviembre de 1893 expresó en una carta al General Gómez: “Quiero la guerra sana y fuerte (…) Para esto vivo; para lo real de las cosas y los hombres; para que eso no vuelva a suceder, para abogar en mi patria una guerra potente, y de mano libre y única, no dificultada con trabas innecesarias, que en su forma sencilla y verdadera lleve en germen la concordia y la firmeza de la República.”
Tal vez su muerte fue como lo barruntara en carta a Izaguirre de fecha 30 de mayo de 1893: “Yo voy a morir, si es que en mi queda ya mucho de vivo. Me matarán de bala o de maldades”.
O fue como escribiera en sus Cuadernos de apuntes en 1881: “Yo moriré sin dolor: será un rompimiento interior, una caída suave, y una sonrisa”.
Al rendirle tributo en cualquier parte este domingo de 19 de mayo recordemos este mensaje filosófico que debemos asumir consecuentemente:
“Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida. (… ) La muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida”.
Y en particular al rendirle homenaje en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba donde reposan sus restos mortales, hagámoslo como él expresara: “Cantemos hoy ante la tumba inolvidable, el himno de la vida”.
Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio Nacional al Mérito Científico por la obra de la vida.
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