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A 150 de la publicación de El capital de Marx

El único «error» de su autor fue no haberlo publicado en el siglo XXI

Fuentes: Rebelión

Introducción A 150 años de la publicación del primer volumen de El capital de Marx, el 14 de septiembre de 1867, a modo de presentación el autor alemán escribió para el público: «El trabajo, cuyo primer tomo propongo al público, es la continuación de la Contribución a la Crítica de la Economía política, publicada por […]

Introducción

A 150 años de la publicación del primer volumen de El capital de Marx, el 14 de septiembre de 1867, a modo de presentación el autor alemán escribió para el público:

«El trabajo, cuyo primer tomo propongo al público, es la continuación de la Contribución a la Crítica de la Economía política, publicada por mí en 1859. El largo intervalo transcurrido entre el comienzo y la continuación me ha sido impuesto por una enfermedad de muchos años que ha interrumpido la labor repetidas veces».

A pesar de las constantes enfermedades a que estuvo sometido Marx a lo largo de su vida, no frenó, sin embargo, el desarrollo infatigable de su ciclópea obra trascendente que alumbró el camino de las clases trabajadoras y del proletariado en prácticamente todo el mundo, particularmente después de su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1883 en Londres, Inglaterra, para conquistar senderos de igualdad y fraternidad en nuevos contexto socioeconómicos y políticos anticapitalistas.

La crisis del capitalismo histórico y la visión de totalidad

Este ensayo sostiene que la crisis actual del modo de producción capitalista universal no es sólo una profunda crisis estructural de los mecanismos de creación de valor y de plusvalor, sino también de la posibilidad que tiene el régimen del capital social global de seguir determinando el valor de las mercancías por el mero tiempo de trabajo socialmente necesario tal y como se desprende de obras sustanciales de Marx como El capital y los Grundrisse. Esta posibilidad también ha alcanzado un límite insostenible que, contradictoriamente, la revolución informática, telemática y comunicacional no hace más que agrandar y profundizar peligrosamente en nuestros días. El resultado de lo anterior es la insólita expansión de las actividades especulativas del capital ficticio, del narcotráfico y de todo tipo de negocios ilícitos de la burguesía mundial parasitaria en detrimento de la producción de valor y de plusvalor para incrementar la tasa de ganancia del capital.

Consideramos que la teoría del valor-trabajo expuesta magistralmente en El capital, Crítica de la economía política de Marx, permite explicar la realidad actual, a diferencia de las teorías dominantes hoy en crisis epistémica, como el funcionalismo y el neoclasicismo, que eternizan el capitalismo y confunden, incluso en sus representaciones matemáticas, la teoría de los precios con la del valor, el plusvalor con la ganancia y el valor abstracto con el valor de uso de las mercancías y de la fuerza de trabajo que no logran distinguir, al mismo tiempo, del concepto Trabajo (en tanto Urphänomen ).

La investigación de El capital se basa en el método de Marx que va de lo abstracto a lo concreto y de ahí nuevamente a lo abstracto y procura tener en cuenta El capital en su totalidad, es decir, articulado en sus tres libros rompiendo con la fragmentación teórico-metodológica que es consustancial a todas las teorías burguesas. Al lado de los requerimientos metodológicos de totalidad señalados certeramente por Karel Kosík en su Dialéctica de lo concreto1, figura el método enarbolado por el filósofo y físico cuántico, discípulo de Albert Einstein , David Bohm con su propuesta de Totalidad No Dividida en Movimiento Fluyente que se contrapone radicalmente a la totalidad fragmentada y unidimensional de la existencia que caracterizan a las ciencias sociales dominantes.

Relación orgánico-dialéctica de los textos de Marx

Existen dos maneras de ver, analizar y seleccionar los textos de Marx, sobre todo sus obras fundamentales: de una manera parcial, selectiva o, como planteamos aquí, viéndolos como totalidad viva y en creciente evolución histórica, conceptual, categorial y analítica. Nos inclinamos por este último enfoque porque asegura una lectura múltiple, variada y colorida de los textos, que se puede sistematizar alrededor de las hipótesis y mediante su propio desarrollo conforme éstas se comprueban a la luz de los acontecimientos históricos y empíricos.

El pensamiento de Marx, y por extensión la epistemología del marxismo científico, no se puede dividir en «rebanadas ideológicas» o en «rupturas epistemológicas»2, como en la percepción de Althusser, que divide el pensamiento de Marx en cuatro grandes etapas. La primera es la «ideológica» o de las «obras de juventud», y se extiende desde la Tesis doctoral hasta los Manuscritos y la Sagrada Familia. La segunda, que es la etapa de las «obras de ruptura y transición», abarca las Tesis sobre Feuerbach y la Ideología alemana. La tercera está constituida por las «obras de maduración teórica»: todas las obras posteriores a 1845 y las anteriores a los ensayos de redacción de El capital (1855-1857). Por último, la cuarta etapa abarca las «obras de madurez» que son todas las que escribió después de 1857.3 El riesgo de operar esta división del pensamiento de Marx es terminar por imaginar que hay un antagonismo entre lo «viejo» y lo «nuevo» y engendrar un fantástico tertium exclusum como fenómeno de «suma cero» que, en el mejor de los casos, conduce a un callejón sin salida, es decir, al «sin sentido». Por el contrario, ese pensamiento (científico) se debe apreciar y analizar en multiplicidad global, dialéctica y fluida en el contexto de una totalidad llena de categorías (como dice Marx, de formas de ser, de determinaciones de existencia) y de relaciones en constante evolución y desarrollo epistémicos tanto cuantitativos como cualitativos, de tal modo que lo nuevo se articule con lo viejo superándolo y produciendo una nueva totalidad sistémica. Por lo tanto, a nuestro juicio es un error oponer a Marx contra Marx, enfrentando como antagónicas la obra fundamental, El capital, con sus escritos previos, como los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Los cuadernos de París, La ideología alemana, La Miseria de la filosofía, El Manifiesto del Partido Comunista, Trabajo asalariado y capital, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, los Grundrisse (que de acuerdo con Román Rosdolsky constituyen la antesala de El capital)4; la Contribución a la crítica de la economía política o La Guerra Civil en Francia. Cada uno de estos escritos posee su propio valor analítico y autonomía relativa en cuanto son producidos en condiciones y contextos históricos distintos. Pero al mismo tiempo, y he aquí su valor, están concatenados en una rica producción llena de significados, categorías, conceptos y proposiciones que son precisamente los que posibilitan la constitución de una verdadera corriente marxista (un sistema filosófico integral) en constante evolución, que emergió en el siglo xix y se consolidó en el transcurso del xx. Basta un ejemplo: se dice que Marx en El capital «abandonó» la teoría de la alienación que, de alguna manera, había abordado en los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844 y en otros textos, como La sagrada familia, escrito con Federico Engels. Esta aseveración sólo puede ser producto de una visión superficial y fragmentada del pensamiento de Marx.

En el L. iii, Marx estudia las relaciones sociales capitalistas que analizó en los L. i y ii, pero en sus formas fetichizadas o alienadas, a través del desdoblamiento de los precios de producción, del interés, la ganancia, la cuota de ganancia y la renta del suelo desde el punto de vista de la circulación de capital, es decir, del mercado.5 De acuerdo con Rosenberg, estas categorías superficiales, es decir, no esenciales, encierran la fetichización de las relaciones sociales de producción (que Marx desarrolla desde La Sagrada Familia y en los Manuscritos), y es precisamente en el L. iii donde develan su plenitud. En efecto, comenzando el capítulo 1 del primer tomo con el análisis del fetichismo de la mercancía, después de desmenuzar las formas del valor (simple, desarrollada, general y dineraria), Marx continúa en el segundo tomo con el análisis de las relaciones capitalistas, pero ahora desde el punto de vista del cambio ininterrumpido de las formas, de las condiciones y las leyes de este movimiento, es decir, del ciclo del capital, que se liga íntimamente con la cuestión del trabajo productivo. Y agrega Rosenberg al respecto del tomo iii: «al finalizar la investigación de todas las formas transfiguradas, Marx hace un resumen general -no terminado- en la última sección, titulada ‘Las rentas y sus fuentes’, donde se completa la teoría del fetichismo de la mercancía».6 De esta manera, dice Perlman, «mediante la teoría del fetichismo de la mercancía, el concepto de trabajo cosificado se convierte en el vínculo entre la teoría de la alienación de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y la teoría del valor de El capital«.7

Desde el ángulo en que estamos situados, podemos concluir, con Perlman, que el tomo i estudia el contexto, el ii el mecanismo y el iii el proceso de extrañamiento (fetichismo) del producto con respecto a su creador, el obrero.8 En cambio para Negri, por ejemplo, «El capital, constituye quizás verdaderamente una parte del análisis de Marx […] más o menos importante».9 Nótese esta aseveración: «más o menos importante», es decir que según el autor existen otros textos que pueden ser más importantes que él, por ejemplo los Grundrisse, como el cimiento necesario y obligado para una comprensión cabal de El capital. De esta forma, afirma que una correcta lectura de El capital se puede lograr

«…únicamente si éste se somete a la crítica de los  Grundrisse , únicamente si se relee éste a partir de ese mecanismo categorial que los Grundrisse han encerrado en el antagonismo más irresoluble, y confiado a la capacidad constitutiva del proletariado. Desde este punto de vista, los Grundrisse constituyen la crítica de la ‘revolución desde arriba’ capitalista lanzada en el movimiento real, constituyen la confianza en la ‘revolución desde abajo’: constituyen el más alto potencial destructivo de toda autonomía teórica, política, desgajada del movimiento real, que los Grundrisse contemplan (en su aparato categorial) como fuerza constitutiva».10

En ningún momento dudamos de esta potencia teórica y explicativa que son los Grundrisse, por el contrario nos apoyamos en ella para entender y analizar la realidad. Pero, a diferencia de esos enfoques, nosotros pensamos que es preciso adoptar un procedimiento metodológico y teórico que articule los textos previos de Marx y de Engels con su obra fundamental. Y en efecto este procedimiento lo encontramos en los Grundrisse cuando, rebelando las formas fetichizadas del capital (en el tomo ii de esa obra), Marx advierte:

«…cómo el capital entra por entero en la producción, y en cuanto capital sus diversas partes constitutivas sólo formalmente se distinguen las unas de las otras, o sea, son por igual sumas de valor, el poner valor aparecerá como inmanente a ellas en igual medida» (p. 380)

Y cómo «en este sentido también el capital queda puesto como fuente de la riqueza» (p. 381). Así, el pensador alemán denuncia ese mecanismo mediante el cual, agregamos nosotros, se oculta que la única fuente real de producción de valor y, por ende, de plusvalor, es la fuerza de trabajo, y no el capital fijo (máquinas, tecnología) ni el circulante (materia primas): «…el capital no crea plusvalor alguno mientras no emplea trabajo vivo. La reproducción del propio capital fijo empleado no equivale, naturalmente a poner plusvalor». (Grundrisse, L. ii, p. 191).

Sin embargo, como en el pasado, hoy se continúa fragmentando, cuando no destruyendo, el pensamiento de Marx y de Engels, y sus obras son tergiversadas y divididas quirúrgicamente con el fin de enfrentar esos fragmentos los unos contra los otros como si fueran enemigos, ya no sólo intelectuales, sino de corrientes teóricas opuestas. El resultado es que se recrea una imagen deformada y unidimensional que le echa leña al fuego de las ideologías conservadoras con el fin explícito de desacreditar a la única corriente revolucionaria de nuestros tiempos que verdaderamente va a la raíz de los fenómenos sociales y humanos. Como plantea Lenin en controversia con las corrientes idealistas de su tiempo: «…yendo por la senda de la teoría de Marx, nos aproximaremos cada vez más a la verdad objetiva (sin alcanzarla nunca en su totalidad); yendo, en cambio, por cualquier otra senda, no podemos llegar más que a la confusión y la mentira».11 Y justamente esta predicción del pensador ruso se cumple al pie de la letra en nuestros días, cuando las corrientes teóricas en boga y de moda más importantes como el funcionalismo, el estructuralismo y las diversas vertientes neoclásicas de la economía burguesa, han sumido a la humanidad en ese laberinto de la «confusión y la mentira». Este procedimiento quirúrgico, de fragmentación del pensamiento, en el mejor de los casos conduce directamente al positivismo, al «marxismo analítico» y, en última instancia, al eclecticismo, o sea a ninguna parte.

Debemos destacar un problema metodológico en el estudio genético del marxismo y de El capital. Diferenciando el enfoque ortodoxo del empírico, Marini observa que existe una marcada tendencia, entre los estudiosos del marxismo, a incurrir en dos tipos de desviaciones: a) sustituir el «hecho concreto» por el «concepto abstracto», y b) mutilar o adulterar los conceptos abstractos debido a que, supuestamente, son incapaces de dar cuenta de la realidad rebelde y compleja que deberían representar y explicar.12 La primera rompe la unidad de lo abstracto con lo concreto forzando los hechos para hacerlos coincidir forzosamente con la teoría, mientras que la segunda da cabida a una simple descripción empírica del fenómeno en cuestión, con lo que abre la puerta de par en par a la mezcla indiscriminada de distintos enfoques teórico-metodológicos, tales como el estructuralismo, el individualismo y el funcionalismo.13 Frente a estas dos desviaciones, Marini plantea la necesidad de utilizar las categorías marxistas como instrumentos de análisis con el fin de anticipar el desarrollo de sus tendencias, debido a que «…esas categorías no pueden reemplazar o mixtificar los fenómenos a que se aplican». La conclusión del autor es contundente: la ortodoxia marxista consiste en el rigor conceptual y metodológico, de no ser así, «Cualquier limitación al proceso de investigación que de allí se derive no tiene ya nada que ver con la ortodoxia, sino tan sólo con el dogmatismo».14 Y, efectivamente, éste fue dominante en la mayor parte de las teorizaciones del marxismo desde la época del stalinismo soviético hasta la caída del bloque socialista.15

En esta perspectiva algunos enfoques que se pretenden marxistas sobreponen el dogmatismo al análisis histórico-social y estructural y vislumbran la realidad y sus mutaciones esenciales en función de la supremacía y «pureza» de los conceptos abstractos, supuestamente «inmanentes», que sustituyen a los hechos concretos, es decir, a la especificidad de la historia social.

El capital visto en su organicidad en torno a la categoría de totalidad

El primer tratado científico y global sobre el trabajo fue realizado por Marx en varias obras, de entre las cuales nosotros destacamos a los Grundrisse, sin embargo, le damos el papel principal a su obra monumental: El capital, ya que ésta es un producto perfeccionado de aquéllos. En efecto, desde una lectura ortodoxa (en el sentido que destacamos más arriba), una particularidad de El capital es, indudablemente, su unidad no sólo lógica, sino dialéctica y analítica, que es necesario entender para comprender sus categorías, conceptos y leyes fundamentales (valor, plusvalor, renta, precios de producción y ganancia, tanto media como extraordinaria, y su tendencia histórico-estructural a declinar), con el fin de relacionarlas con el proceso histórico-social del modo de producción capitalista. En las dos primeras secciones del tomo i de El capital, Marx parte del estudio de la circulación del capital. Sólo a partir de la tercera sección -«Producción de plusvalor absoluto»- entra a la esfera de la producción propiamente dicha y al proceso de trabajo y de valorización de capital. Aquí comienza el estudio del fundamento ontológico del ser social (el trabajo) y el análisis detallado de la producción del capital a partir de la exposición de la ley del valor-trabajo y del proceso de explotación; la producción de plusvalor (absoluto y relativo). Y cierra con el proceso de acumulación y la teoría de la colonización (capítulos xxiv y xxv).

Los dos siguientes tomos: «El proceso de circulación del capital» y «El proceso global de la producción capitalista», los destina Marx al estudio de cuestiones particulares y complementarias expuestas en el primer tomo. Aquí cabe aclarar que, independientemente de que él no haya realizado la redacción definitiva de estos dos últimos libros, de acuerdo con Marini, «esa orientación metodológica no sólo corresponde a la fórmula general del capital (D-M-D’), sino que también da cuenta de la transformación de la producción mercantil simple en producción mercantil capitalista».16

Así, mientras que en la primera sección del L. ii Marx analiza el ciclo del capital, el cual atraviesa simultáneamente las esferas del capital dinerario, del capital productivo y del capital mercantil (y cuya ruptura desencadena una crisis), en el tomo iii estudia el proceso global de la producción capitalista, en tanto síntesis dialéctica y desarrollada de los libros anteriores, y en el que la esfera de la circulación (mercado) es vista simplemente como proceso de metamorfosis de las formas del valor (ocultas-fetichizadas-alienadas), y demuestra, al mismo tiempo, que dicha esfera (o sea, el mercado) no crea valor, ni mucho menos plusvalor, por lo que se ubican ahí las formas generales del trabajo improductivo y sus categorías socioeconómicas concatenadas.

Por último, debemos considerar la tesis de que, si bien es cierto que el L. i de El capital es el soporte de todo el edificio de la construcción teórica de Marx y constituye, por decirlo así, sus cimientos, los otros dos libros, una vez construido y terminado el edificio, sirven a la par de sustentos fortificantes y explicativos de las categorías del primero (mercancía, valor, dinero, plusvalor, ganancia , renta ), en la medida en que, en planos cada vez más concretos del análisis, y a través de ellos, Marx va analizando y explicitando sus manifestaciones fenoménicas y sus mutaciones, tal como se producen en la superficie de la sociedad, es decir, en la forma fetichizada y alienada en la que el capitalismo las construye y las refleja ideológicamente. Refiriéndose a los L. ii y iii de Marx, concluye Rosdolsky: «…sin el tratamiento de los problemas correspondientes a su ámbito, resultaría imposible imaginarse El capital como tal».17

Rosenberg explica del siguiente modo la necesidad de articular los tres tomos de El capital de Marx en una visión de conjunto:

«He aquí por qué el estudio del modo de producción capitalista, en su aspecto concreto, tampoco puede agotarse sólo con el análisis del proceso de producción y del proceso de circulación. Se requiere aún la investigación del ‘movimiento real’, donde ‘los capitales se contraponen el uno al otro en formas concretas’. Esta investigación es el objetivo del tomo III de El capital. Pero su cumplimiento sólo puede lograrse sobre la base de las investigaciones de los dos primeros tomos».18

Conclusión

En el presente artículo comentamos que el «error» de Marx había sido el de no haber escrito en el siglo XXI, queriendo decir con esto que la obra y el pensamiento de este pensador alemán mantiene en la actualidad su plena vigencia. A diferencia de quienes segmentan dicho obra y pensamiento por «motivos analíticos», nosotros los reivindicamos como conjunto global, de ninguna manera descriptivo; articulado, unificado, dialéctico, no fragmentado y con una fuerte carga explicativa e interpretativa a nivel analítico a través de sus categoría, conceptos, leyes e hipótesis acerca de la crisis actual que experimenta el capitalismo en tanto modo de producción global que ha alcanzado sus extremos de su desarrollo, expansión y decadencia, al grado de ya no tener más recursos de salida de la crisis política, cultural y ambiental y de reproducción y manutención del orden social injusto dividido en clases sociales antagónicas, que la especulación financiera y las inherentes tendencias cada vez probables de que se concreten en el estallido de la guerra imperialista alimentada por la vorágine destructiva del imperialismo comandado como nunca por Estados Unidos.

El capital de Marx ofrece una perspectiva liberadora a través del descubrimiento por vez primera de las leyes que rigen la génesis, desarrollo, crisis y decadencia del capitalismo en tanto modo de producción, de vida y de trabajo, al mismo tiempo que la ruta que el sujeto revolucionario significado en el proletariado y en las clases trabajadoras de todo el planeta tendrá que recorrer a través de la lucha para construir la nueva sociedad socialista, sin clases sociales, sin explotación y miseria, sustentada en relaciones sociales, humanas y ambientales de igualdad, solidaridad, fraternidad y de plena justicia social.  

Notas

Adrián Sotelo Valencia, Sociólogo e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la FCPyS-UNAM.

1 Karel Kosík, Dialéctica de los concreto, Grijalbo, México, 1967.

2 Para una crítica de Althusser, Ernest Mandel, La formación del pensamiento económico de Marx. De 1843 a la redacción de El capital: estudio genético, p. 181 y ss.

3 Louis Althusser, La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1976, p. 25.

4 Román Rosdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx. Estudios sobre los Grundrisse, Siglo XXI Editores, México, 1978.

5 Rosenberg, David, Comentarios a los tres tomos de El capital, vol. 3, Facultad de Economía-unam, México, s/f p. 2.

6 Rosenberg, t. 3, p. 6.

7 Perlman, Fredy, «El fetichismo de la mercancía», prólogo al libro de Isaac Illich Rubin, Ensayo sobre la teoría marxista del valor, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 53, México, 1977, p. 26.

8 Ibíd., p. 43.

9 Antonio Negri, Marx más allá de Marx, Editorial Akal, Madrid, 2001. p. 21. Cursivas del autor.

10 Ibíd., p. 33. Las segundas cursivas son nuestras.

11 Lenin, V.I., Materialismo y empiriocriticismo, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1975 p. 176. Cursivas del autor.

12 Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, ERA, México, 1973, p. 14.

13 Adrián Sotelo , América Latina, de crisis y paradigmas: la teoría de la dependencia en siglo XXI, Plaza y Valdés/fcpys/uom, México, 2005. Existe edición en portugués: Teoria da Dependência e Desenvolvimento do Capitalismo na América Latina, Praxis, Londrina, 2008.

14 Marini, Dialéctica, op. cit., p. 16. Subrayados nuestros. Una idea similar sobre el método la comparte Georg Lukács, Historia y Consciencia de clase , Grijalbo, México, 1969.

15 Para este tema consúltese Raúl Fornet-Betancourt, Transformaciones del marxismo, Plaza y Valdés, México, 2001.

16 Marini, Dialéctica, op. cit., p. 84.

17 Rosdolsky, op. cit., p. 50.

18 Rosenberg, op. cit., p. 7.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.