«Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque»: Pepe Mujica. En las más recientes elecciones en Colombia no ganó el partido de la U ni el conservador, ni siquiera la supuesta fortaleza uribista. Acá ganó la […]
«Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino
para que nada cambie y para que todo se estanque»: Pepe Mujica.
En las más recientes elecciones en Colombia no ganó el partido de la U ni el conservador, ni siquiera la supuesta fortaleza uribista. Acá ganó la nómina estatal, el clientelismo, la burocracia electorera y el disfrute de los contratos oficiales. A esto se suma la chequera caliente y armada de la parapolítica.
En Colombia a falta de partidos políticos sólidos, con ideología y programas, lo que existe es colocación en puestos y beneficios en las licitaciones. A cambio se paga con la ayuda del votico. Así ha sido siempre.
Incluso, partidos clientelares tienen problemas para mantenerse en la arena competitiva. El partido liberal -hoy en la oposición- logra sus mejores desempeños en aquellas entidades donde controla la administración regional (Córdoba y Santander). Otro ejemplo clásico es la debacle de Cambio Radical; al perder los favores del nominador los voticos buscaron nuevos padrinos. Sería bueno saber si la U y el conservatismo lograrían esos 5 millones de votos si no dispusieran de la nómina oficial. En ese orden de ideas es un milagro que el Polo no haya desparecido y que los verdes hayan salido beneficiados con el voto de opinión. Fajardo se diluyó por creer que en Colombia se hace política. No, en Colombia se hacen negocios y sobre todo con los recursos del Estado y ahora también con el producido de los «corones». Es eso lo que hay que corregir, pero toca hacerlo con los pies en la tierra.
No hay tal que el voto de opinión es determinante; es importante pero no definitorio. Lo sustancial sigue siendo el voto amarrado, el voto de maquinaria, el voto ligado al presupuesto nacional y el voto producto de la intimidación o de la compra. No debiera ser así, pero así es.
El establecimiento hizo silencio ante la descarada acción del narcotráfico y el paramilitarismo, metió a todos sus activos en los partidos emblemáticos e improvisó a las volandas a sus impresentables en el PIN. El presidente Uribe que es tan acucioso en defensa de la moral hizo mutis por el foro mientras sus parapolíticos llamaban a votar bajo su égida, en tanto que los medios focalizaban la atención en el supuesto abuso de la administración del Polo en Bogotá y el factor Chávez en el mismo partido. Ni el Polo usó el clientelismo en Bogota y mucho menos en Nariño, como tampoco Venezuela intervino en las elecciones como tanto se difamó. De paso hay que decir que en eso hay algo de inocencia en el partido amarillo. Ahora nadie quiere mencionar ese tema, ni siquiera los sesudos analistas que arropados por una aureola de independencia terminan, casi siempre, legitimando a quien controla el poder.
Los medios han fabricado de manera artificiosa un «triunfo espectacular del uribismo». No es cierto el logro apabullante de la U, (de 31 curules en senado pasó a 27) ni del partido conservador (cuya consulta fue engordada con cerca de 700 mil «visitantes» que en las elecciones del 30 de mayo no acudirán al convite y tendrán que hacerlo por sus propios candidatos) ni en las huestes de los «paracos» (porque en realidad el PIN es la sumatoria de 3 carteles, perdón partidos, Alas, Colombia Democrática y Convergencia), como tampoco el descalabro del Polo, aunque hay que reconocer que este último retrocedió -pues no creció en proporción al aumento de participación-, no obstante sus votos potenciales no pasaron a la derecha sino que se estacionaron en el centro del Partido Verde. El liberalismo aumentó en 350 mil votos, mantuvo sus 18 escaños en senado y pasó de 29 a 35 curúles en Cámara, mientras Cambio tuvo un adelgazamiento Radical, pasó de 15 senadores a 8.
Lo que si es evidente es que con esos votos el uribismo hubiese perdido el referendo reeleccionista. Si a los 5 millones de la U y el conservatismo le sumamos el millón de votos calientes del PIN e incluso algunos de Cambio Radical, no hubiese llegado a los 7 y medio millones de sufragios que necesitaba, para aspirar al tercer periodo, el imprescindible. La Corte Constitucional, sin buscarlo, le ahorró una afrenta histórica al Ubérrimo.
El 30 de mayo la lucha será por el segundo lugar. La inercia pondrá en el primero a la U que contará de antemano con el refuerzo del hermano bastardo PIN, y los votos «uribitos» y algunos de Cambio Radical que sienten que están por fuera de juego; esto es, una cifra de alrededor de 4 millones de sufragios.
Ese segundo lugar es una incógnita. El partido conservador de entrada pierde los 700 mil votos «tránsfugas» que intervinieron la consulta. Noemí Sanín no puede contar con los 2 millones 300 mil restantes porque muchos de éstos por vía de «uribito» se trastearán para Santos. Más que crecer, la candidata azul tendrá que luchar para no reducirse. Pero así como las parlamentarias la convirtieron en protagonista, la primera vuelta la puede dejar en sus mínimos. Sin embargo, es la más firme ganadora de la segunda posición. Lo cual llevará al país electoral a votar en la segunda vuelta por dos candidatos uribistas, que curiosamente representan la ideología pero no los afectos del caudillo. Por eso tienen razón quienes sostienen que el uribismo para efectos prácticos como fenómeno político desapareció.
El partido Liberal tiene un enorme problema y es que su candidato, que es un hombre decente, no registra en las encuestas en proporción a los guarismos de su colectividad. Los caciques liberales son muy hábiles para llevar a sus clientes a votar por sus listas pero no tienen motivos para conectarlos con su líder.
Queda el voto de izquierda, independiente, alternativo o de opinión. En mi criterio Vargas Lleras está por fuera de la contienda. Fajardo llega a la primera vuelta sensiblemente golpeado, el Polo en sus platas y Mockus en ascenso.
Estas parlamentarias también sirvieron para demostrarle a la izquierda dogmática que con 500 mil voticos no se puede aspirar a ganar el poder en Colombia. Llevan 50 años esperando convencer al país que está equivocado y que ellos son los depositarios de la razón. La izquierda radical colombiana es la bicicleta estática de la política. Debería de leer con atención el discurso de posesión del extupamaro Pepe Mujica. Petro demostró en estas elecciones que tenía la razón, pero el Polo no le creyó, es más, lo estigmatizó de uribista. Es el único candidato presidencial que no tiene vocería de su partido y es visto por la maquinaria como un advenedizo.
El Polo perdió una gran oportunidad, teniendo tan buen candidato, su espacio natural de expansión lo llenó el Partido Verde y sectores liberales. Sin embargo, los izquierdosos del Polo estarán satisfechos por mantener a buen recaudo los principios. Olvidan que la política es el arte de lo posible y que en los guarismos prima la realidad a la retórica. Ahí seguirán con su consigna sempiterna: ¡de derrota en derrota hasta la victoria final!
Con todo hay dos caminos. O contentarse con votar por Noemí en la segunda vuelta para derrotar a Santos o pensar en una movida antes de las elecciones del 30 de mayo sumando un segmento que podría agrupar mas de 3 millones y medio de votos y jugarse a ser protagonista en el manejo del Estado en los próximos 4 años. Estoy pensando en los sectores afines: El Polo, el Partido Verde, los liberales y Fajardo. Se que no es fácil, pero las encuestas por venir pueden ablandar las voluntades. Habría juego para todos, y mucho más, cuando pasando este evento, se entra a olfatear las elecciones regionales del 2011. Es el momento de pensar en una coalición de partidos (como lo ha insistido Petro) que agrupe el antiuribismo para romper la ecuación de derecha que se avecina que por efecto residual nos arrebataría la alcaldía de Bogotá.
En las elecciones de este 14 de marzo se expresaron cerca de 14 millones de votos. De los cuales un poco más de 6 son abiertamente uribistas, hay un mundo de votos por ganar, pero toca ser audaces y tener vocación de poder. Lo otro es esperar a que se cumpla lo quimera estalinista de las condiciones objetivas y subjetivas o del «inevitable» estadio histórico del socialismo poscapitalista.
Caracas, marzo 23 de 2010
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