El vacío de poder nunca ha existido y menos en los regímenes y Estados capitalistas, donde siempre hay (y habrá) quien (o quienes) den las órdenes correspondientes para proteger sus intereses privados. Talvez, exista una relativa “ausencia de autoridad” presidencial como lo anota en su último artículo en la Revista Cambio ( 24.08.2025) Enrique Santos Calderón, hermano mayor o “Big Brother” del expresidente J.M Santos, perspicaz cabeza de la poderosa Casa Santos, que ha jugado desde comienzos del Siglo 20, un papel determinante en la consolidación del actual Bloque de Poder dominante en Colombia, y quien durante sus escarceos con la izquierda reformista en los años 70´s en la revista Alternativa, adquirió cierta destreza para buscar más allá de la presentación del fenómeno o apariencia, la esencia contradictoria del mismo.
Es así como en este último articulo que invito a leer (https://cambiocolombia.com/los-danieles/un-vacio-de-poder) analizando los hechos más relevantes tanto nacionales como regionales que me permito sintetizar: Bombazo en Cali, derribo de helicóptero y muertos de la policía antinarcóticos en Antioquia. Bombazo en Florencia Caquetá. Atentado, manipulación sentimental, muerte, sepelio, y candidatura presidencial del papá del candidato presidencial del centro democrático Miguel Uribe Turbay. Decreto presidencial (en pleno vacío de poder) declarando por enésima vez a los grupos armados realmente existentes como “narcoterroristas”. Contradicciones del presidente con uno de sus más fuertes apoyos políticos la dirección de lo que queda de la Unión Sindical Obrera. Contradicciones con la Asociación de Industriales por las relaciones entre Estado y la empresa privada. Críticas del ministro de Justicia al comisionado de Paz (Oti Patiño, antiguo amigo del columnista). Secuestro presidencial por parte del primer anillo de seguridad que lo rodea, etc.
Es de resaltar más bien el vacío que deja la falta de su visión sobre los acontecimientos electorales en Bolivia, aunque sí merezca especial mención la referencia a la condena de Uribe Vélez, y a la amenaza de invasión de EEUU a Venezuela, que son presentadas así. Cito en extenso:
…»El expresidente líder de la oposición (se refiere a Uribe Vélez) es absuelto de su condena a doce años de arresto domiciliario y al otro día sale al ruedo y arremete contra el jefe del Estado por “cobarde” y “sicario moral” …También aparece un comité ciudadano, ya inscrito ante la Registraduría, que pretende convocar un referendo para derogar el acuerdo de paz de 2016. Hasta estos extremos llega la obsesión de cierta derecha por borrar los logros que han tenido los procesos de paz desde que, en 1984 Belisario Betancur, anunció en su posesión presidencial que había que hablar con los protagonistas de una violencia política que llevaba más de tres décadas. Los subsiguientes mandatos de Pastrana, Samper, Gaviria y el propio Uribe buscaron lo mismo. Pretender borrar este pasado histórico sin proponer alternativas ni salidas convincentes hacia el futuro —salvo la de “fuera Petro”— es muestra de la pobreza intelectual y programática de los pregoneros del uribismo. Comenzarán a aparecer seguramente, pero hasta ahora brillan por su ausencia.
P.S.: La bravuconada de Trump de estacionar buques de guerra con cuatro mil marines frente a las costas venezolanas ha sido respondida por la bravuconada de Maduro de movilizar a toda su fuerza militar, a decenas de miles de milicianos e incluso a presos liberados de las cárceles, para defenderse de una posible invasión.
Pero más allá de posturas patrioteras de uno y otro, ofrecer cincuenta millones de dólares por Maduro y designarlo como jefe máximo de un cartel narcoterrorista que amenaza la seguridad de Estados Unidos, como lo hizo Trump, representa un escalamiento de las tensiones que podría sobrepasar lo retórico. Lo que tendría muy reales repercusiones en el orden mundial. ¿Hablarían de esto Putin y Trump en su último encuentro? ¿Hasta dónde el autócrata ruso se la jugaría por el venezolano?
Inevitable recordar la invasión de Panamá en 1989, cuando el dictador Manuel Antonio Noriega, también acusado por Washington de cómplice del narcotráfico, fue depuesto, capturado y llevado a Estados Unidos, donde pagó veinte años de cárcel. Venezuela no es Panamá, ni Noriega es Maduro (aunque el dictador venezolano en algo lo evoca), y un desenlace parecido sería casi inconcebible. Digo casi, porque con Trump nunca se sabe”.
Nunca se sabe. Lo que sí se sabe, es de la sabiduría que aporta la teoría coja del vacío de poder que permite dar un espectacular salto con pértiga (en colombiano garrocha) por encima del problema de fondo que destroza al país desde hace más de 70 años; para remitirse tangencialmente a 1984, mencionando los sucesivos gobiernos que han dirigido el bloque de poder del blindado régimen colombiano, tratando de resolverlo.
Es nada más ni nada menos que el problemita de la crisis estructural y crónica del régimen contrainsurgente imperante en Colombia desde el pacto plebiscitario y frente nacionalista del Estado de Sitio permanente, que se pretendió resolver con los procesos parciales de paz de 1990 y su prolongación en la Constitución de 1991, sobre la que han cabalgado todos estos gobiernos mencionados, incluido su mayor defensor, continuador, y beneficiario, el actual presidente Petro, con sus últimos decretos sobre el narcoterrorismo, que una vez más vuelven a tumbar al alpinista que había escalado unos cuantos metros con la consigna demagógica y totalmente frustrada de la Paz Total.
Crisis profunda del régimen que a un año de concluir el gobierno autodenominado progresista del Pacto Histórico, ha entrado en otra convulsión que ha desnudado la miseria intelectual y la demagogia corrupta de un gobierno capitalista y contrainsurgente disfrazado (travestido) de izquierda, que alcanzó a sembrar ilusiones y expectativas de solución a los problemas sociales y económicos más acuciantes que se expresaron en los estallidos sociales de 2019-2021 tales como la renta básica universal, la reforma policial, cese de la criminalización de la protesta social, nuevo sistema de salud, ninguno de los cuales se ha materializado, para no hablar de las adecuaciones o modernizaciones (llamadas reformas) que el régimen necesita como la tributación, el sistema financiero-pensional y los ajustes laborales para continuar la explotación capitalista.
Para lo cual pretende meter anticipadamente al grueso de la población como si fuera un corcho, en un remolino sin fin, en un proceso electoral con 72 candidatos presidenciales (más los que faltan) a casi un año de su realización con el fin de seguir manipulando el sentimentalismo exacerbado con la tragedia del precandidato Miguel Uribe Turbay y su padre, quien entra a reemplazarlo por un dedazo de Uribe Vélez, como si el tiempo y la historia pasaran en vano, y así, de esta manera con el cuento de que la delimitación de ideas y la separación de concepciones es una “polarización maligna”, evitar la concientización que está en marcha y percepción real de la tremenda crisis estructural en la que se debate la sociedad colombiana, en medio de una enorme confusión politica-ideológica y partidaria.
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