Este domingo 9 de marzo se eligieron en Colombia Senadores y Representantes a la Cámara. Las tensiones saltan a la vista, sobre todo las que viene generando la candidatura al Senado del expresidente Álvaro Uribe, quien promete a todo pulmón ser la fuerza que arrolle en las elecciones. Amanecerá y veremos. Pero independiente de la […]
Este domingo 9 de marzo se eligieron en Colombia Senadores y Representantes a la Cámara. Las tensiones saltan a la vista, sobre todo las que viene generando la candidatura al Senado del expresidente Álvaro Uribe, quien promete a todo pulmón ser la fuerza que arrolle en las elecciones. Amanecerá y veremos. Pero independiente de la realidad de Uribe y sus aspiraciones lo que se prevé son unas elecciones tranquilas en materia de orden público, en las cuales la renovación ideológica no aparecerá. A lo sumo la gran sorpresa de la jornada la pueda dar el voto en blanco.
Esos eran otros tiempos. Aquellos cuando Álvaro Uribe aspiraba por primera vez a ocupar la presidencia de Colombia y salía a la plaza pública como una estrella pop acompañado de multitudes. Parece que para Uribe «todo tiempo pasado fue mejor», porque no solo busca bajar de estatus político al pasar de su condición vitalicia de expresidente a pelearse un puesto como Senador de Colombia en las elecciones parlamentarias para el periodo 2014-2018. Además, ya no llena la plaza pública, o si lo hace es para recibir abucheos por parte de la ciudadanía. Lo abuchearon en Tunja, en Soacha (cerca de Bogotá), en Neiva, en Cúcuta, y en otras partes de la geografía colombiana. Quiénes lo hacían?, grupos de personas armados de cacerolas, pancartas, afiches y expresiones a coro como «¡Uribe, paraco, el pueblo está verraco!» y otros gritos que lo tildaban de fascista y terrorista.
Por eso no me extrañó que Álvaro Uribe, el candidato al Senado por el Centro Democrático, llegara a Caldas, una fría población de 60 mil habitantes a media hora de Medellín, a exponer sus propuestas en un auditorio improvisado en la planta baja de un edificio de apartamentos. Lo más numeroso que había en su entorno era el cuerpo de seguridad que se estima en 300 personas distribuidas en varios anillos de seguridad. Adentro lo acompañaban un par de aspirantes por su lista al Senado y a la Cámara de Representantes y arriba de 200 seguidores que, evidentemente, lo siguen idolatrando.
Álvaro Uribe aspira y espera arrasar en las elecciones parlamentarias, de conseguir un número significativo de congresistas elegidos se prevé que se convierta en la piedra en el zapato para el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, específicamente en el proceso de paz que adelantan gobierno y Farc en la Habana, y del cual Uribe es férreo opositor. Sin embargo, algunas encuestas no avalan la fuerza que dice tener el Centro Democrático Uribista y puede llegar, incluso, con una baja cuota de parlamentarios elegidos.
Por ahora, a pocas horas de llevarse a cabo las elecciones legislativas para saber quiénes serán los 102 Senadores y los 166 Representantes a la Cámara elegidos por los colombianos, la disputa entre los pesos pesados, entre ellos Uribe, se desata en los medios masivos, en los escenarios de opinión, en las redes sociales y en las estrategias de publicidad. Una especie de propaganda sin límites donde han utilizado doblajes, representaciones religiosas, juegos de palabras y ataques subliminales que se convirtieron en el arma más preciada de los candidatos.
Pero el panorama, hasta ahora, no se limita a los medios y a lo publicitario. Además de los recorridos que hacen los candidatos para estar cara a cara con los ciudadanos, se sigue recurriendo a las prácticas tradicionales de hacer política en Colombia a través de la puesta en marcha de las maquinarias políticas. Formas de amarrar el voto que encuentran un escenario ideal en muchas partes de la geografía colombiana donde la educación política es insipiente y se entrega el voto al mejor postor.
Ello obedece al poder de las maquinarias políticas en las regiones colombianas. Lo que trae como consecuencia, según los análisis, que la renovación en términos de ideas para el próximo Congreso sea muy bajo, ya que muchos parlamentarios se reelegirán, otros aportarán su caudal electoral a familiares o personajes cercanos y, muchas de las figuras más visibles, son políticos de vieja data que han ocupado diferentes cargos en gobiernos anteriores. Así, tenemos a expresidentes, exministros, exdiputados, exalcaldes y un número importante de «delfines» que han heredado la fuerza electoral de sus padres, tíos, abuelos o padrinos y que de seguro llegaran arrastrados por los votos que les fueron legados.
MAPA PRE-ELECTORAL
Según la Misión de Observación Electoral (MOE) en un informe reciente se reportaron 261 delitos electorales en todo el país. La intervención en política es la irregularidad más cometida, seguida por la corrupción al sufragante. Llama la atención la violación a la normatividad electoral, en hechos puntuales como propaganda electoral prohibida, trashumancia de votos y doble militancia.
Todas ellas prácticas recurrentes en el quehacer proselitista en Colombia y que, pese a la claridad de la norma, hace parte de la cultura política colombiana que se mueve entre dichos fundantes como «hecha la ley, hecha la trampa» o «el fin justifica los medios». Antioquia, de acuerdo con la MOE, es la región del país que reporta más delitos electorales. Para la conquista de esta fortaleza electoral, una especie de «joya de la corona» para muchos y muchas, se encuentran en tensión los partidos de tradición (Liberal y Conservador) con figuras añejadas en la política. A esa suerte de carrera conquistadora se han sumado nuevos movimientos con políticos reencauchados que tratan de obtener algún pedazo de la torta electoral, lógicamente, por medio de estrategias proselitistas estrictamente coyunturales, y muchas de ellas, cercanas a los delitos electorales que se reportan en la MOE.
Sin embargo, Antioquia es un buen escenario para entender un mapa político al que se le vienen sumando, con los años, nuevas figuras con nuevas ideas, desligadas, hasta donde pueden, de los vicios endémicos de la tradicional clase política colombiana. Políticos que se sienten servidores públicos y que llegan a la arena política provenientes de organizaciones sociales, de la academia o de entidades privadas. En Antioquia, la tendencia tiene una marca visible en la figura del Gobernador y Exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, quien le ha apostado a estructurar un discurso con base en la educación, el cual se ha visto reflejado en hechos de gobierno.
De esa línea o de vertientes similares, de grupos políticos como Alianza Verde, El Polo Democrático, ASI, y la Unión Patriótica aparecen candidatos y candidatas al Congreso que mediante estrategias comunicativas creativas, las cuales están respaldadas por propuestas coherentes, le apuntan a obtener la atención del voto de opinión. No obstante, el voto de opinión tiene un fuerte oponente a vencer y es el voto en blanco. Durante las últimas semanas, gracias al descontento de los colombianos con la clase política, se han adelantado campañas para que la gente salga a votar masivamente por el voto en blanco. Ya hay experiencias a nivel local donde ha prosperado esta votación, pero donde ha quedado claro que han sido estrategias ideadas por las propias maquinarias políticas, que al verse lesionadas y a puertas de perder unos comicios desarrollan campañas de este tipo ya que legal, constitucional y electoralmente saldrán beneficiadas.
Al mapa político es necesario sumarle a personajes que se han dado cuenta del espectáculo al que se enfrentan y han decidido dar un salto desde la música, desde la actuación, desde el deporte, desde el humor, para optar a un cupo en el Congreso de la República. Si damos un rápido paso por este tema nos encontramos que el vocalista de la agrupación de Salsa «Fruko y sus tesos» aspira al Senado por el Partido de la U, que un humorista de reconocida trayectoria nacional apodado el «cuentahuesos» quiere hacer parte del legislativo e incluso, el hombre de los risos dorados, el «Pibe» Valderrama, estuvo a poco de aceptar la oferta de un partido político.
Tocará esperar hasta los primeros días de la próxima semana para saber, cuando se suba el telón, quienes fueron los elegidos y las elegidas.
EL ORDEN PÚBLICO
En declaraciones recientes, el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón aseguró que el dispositivo de seguridad para las elecciones del domingo 9 de marzo está listo. Para velar por la normalidad de las elecciones en todo el país se contará con 266.000 miembros de la Fuerza Pública.
El Ministro comparó las elecciones que se vienen con los que se llevaron a cabo cuatro años atrás, expresó que en aquellas la situación de orden público ameritó un trato especial en materia de seguridad a 68 municipios, pero que dada las circunstancias actuales esta vez se le dará prioridad a 50 municipios, es decir 18 localidades menos que las elecciones pasadas.
Hasta el momento, en casos aislados y que no pasaron a una instancia mayor, se reporta el caso de un candidato que, de acuerdo con lo expresado por el Ministro Pinzón, fue víctima de un atraco, donde intervino un miembro de la fuerza pública que tenía como misión protegerlo. Además se registra el atentando de la candidata por la Unión Patriótica a la Presidencia de Colombia, Aida Avella, quien en extrañas circunstancias fue atacada en Arauca por parte del ELN, según los reportes de inteligencia militar.
A pocas horas de las elecciones a Congreso parece que la preocupación no pasa por el tema de orden público, más bien habrá que estar atentos a las estrategias de «última hora» que utilizarán los políticos para terminar de abonar su camino hacia el Congreso de la República. Por disposiciones electorales la publicidad y las intervenciones públicas entran en fase de regulación, no obstante habrá que tener los ojos bien abiertos, como de seguro los tendrá la Misión de Observación Electoral, para saber cuáles serán los ases bajo la manga que utilizarán algunos candidatos para hacerle la finta a la norma.
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