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Getaria, Gipuzkoa y el quinto centenario

Elkano prêt-à-porter

Fuentes: Rebelión

Historiadores y antropólogos saben, que muy a menudo, las tradiciones son ritos y costumbres de reciente creación en términos históricos. El poder se sirve de ellas cuando tiene que plantear batalla en lo simbólico y en lo estético, bien frente a un poder vencido para sustituir su sistema de valores o bien cuando el poder […]


Historiadores y antropólogos saben, que muy a menudo, las tradiciones son ritos y costumbres de reciente creación en términos históricos. El poder se sirve de ellas cuando tiene que plantear batalla en lo simbólico y en lo estético, bien frente a un poder vencido para sustituir su sistema de valores o bien cuando el poder vigente se sabe débil y cuestionado por diferentes «enemigos». Un caso paradigmático de este segundo ejemplo lo podemos encontrar en la localidad vasca de Getaria, cuna de Juan Sebastián Elkano. Desde 1922, el pequeño pueblo pesquero guipuzcoano realiza, una vez cada cuatro años, una representación teatral en sus calles que recrea la llegada a Sanlúcar de Barrameda de Elkano y la tripulación superviviente de la nao Victoria, acaecida el 6 de septiembre de 1522. Más allá de la celebración de una efeméride es interesante prestar toda la atención al contexto histórico en el que surge esta tradición para encontrar su auténtica función.

La segunda década del siglo XX marcaba ya un punto de no retorno en la crisis del modelo de la Restauración borbónica fuertemente cuestionado por nuevos actores, principalmente el movimiento obrero y los nacionalismos catalán y vasco. Hay que añadir además, que 1921 es el año en el que se produce la derrota del ejército colonial español en Annual a manos del líder anticolonial rifeño Abd el-Krim. El imaginario nacional español que vasculaba -y en cierto modo vascula hoy todavía- en la Castilla de vocación imperial, ya había sufrido con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas un duro golpe, que profundizaría aún más el que fue llamado «Desastre de Annual». Este es el escenario en el que echar mano de Elkano como servidor intrépido de la corona castellana resultaba especialmente pertinente en el País de los Vascos para recomponer imaginarios que estaban siendo rápidamente erosionados por el nacionalismo, claramente en ascenso.

Casi un siglo después, una Gipuzkoa confusa ante encrucijadas de todo tipo, vuelve a ser convocada para la celebración de un Quinto Centenario de la circunnavegación. Sin embargo, la figura de Elkano nos es presentada esta vez envuelta en un nuevo discurso histórico perfumado de sofisticación: Juan Sebastián Elkano como hombre del Renacimiento.

¿Se pretende decir que Juan Sebastián Elkano era un humanista? Pasemos por alto que Humanismo y Renacimiento no fueron exactamente análogos.

Como bien señalan algunos historiadores, bien considerado, el término Renacimiento -a pesar del éxito que tiene su empleo en la segunda mitad del XIX- no es utilizable críticamente en el plano histórico ya que tiene una gran parte de mito. Presentar a Elkano como un hombre en consonancia con un movimiento cultural consciente de sustituir el sistema mental jerárquico medieval por una nueva perspectiva -porque esto es conceptualmente ser un humanista- es cuando menos una fantasía.

Juan Sebastián Elkano, por el contrario, era un típico representante de la pequeña nobleza que como tantos otros encuentra en las campañas militares y en las expediciones una salida vital en función de unos valores que se insertan en una lógica feudal. La rebelión en el interior de la expedición contra Magallanes, el secuestro y muerte de indios patagones en la bahía de San Julián, los desmanes perpetrados en el Pacífico y el poco disimulado deseo de gloria y riquezas por parte de Elkano son formas de proceder que acreditan una mentalidad de agresión y conquista. No se trata tanto de una valoración moral como de utilizar las categorías históricas con cierto rigor y de constatar que se trasladan a los territorios «descubiertos» por los europeos pautas de lucha, de violencia y de poder claramente feudales. El tiempo que transita Elkano es el tiempo en el que las elites de poder impondrán un nuevo orden económico en Europa, un orden que hará saltar por los aires lo que E.P Thompson denominó «la economía moral de la multitud». El nuevo modelo económico en su necesidad de acumulación primigenia arremeterá sin piedad contra las estructuras económicas y culturales del mundo campesino europeo basadas en el aprovechamiento de terrenos comunales y en el derecho consuetudinario, ese mundo campesino que en un largo transitar había conseguido en amplias zonas de Europa ir diluyendo los lazos de la servidumbre. Por eso, esa violencia feudal no sólo no desaparecerá sino que irá in crescendo y cruzará los océanos de la mano de los colonizadores siendo imprescindible para someter prácticas económicas y mentalidades ajenas a la propiedad y a la religión. Un tiempo muy dilatado en el que se pondrán las primeras piedras de los estados modernos europeos, de sus justificaciones teóricas, un tiempo en el que el pensamiento científico se irá abriendo camino de manera muchas veces dramática. Es el caso por ejemplo de Nicolás Copérnico con consciencia plena de ir clausurando los esquemas medievales. Por una cuestión de conciencia posible Juan Sebastián Elkano no estaba en ese ámbito y nunca dejó constancia de querer resolver ningún problema de orden espiritual, científico o estético, auténtica prueba del nueve para poder insertarlo en coordenadas renacentistas. Una cosa es que la llegada de Elkano despertara una gran admiración entre determinados humanistas -Maximiliano Transilvano y Tomás Moro muy especialmente- que con la circunnavegación veían confirmado su convencimiento sobre la auténtica forma de la tierra, y otra cosa es que el getariarra fuese per se un humanista y un hombre del Renacimiento.

Elkano forma parte de ese tiempo duro y complejo, y su epopeya contribuirá a repensar el mundo, no sólo desde una óptica geográfica y humanista sino sobre todo desde una estrategia europea clara de sometimiento y despojo. Esa es su contribución real y completa.

Un análisis histórico serio de lo ocurrido hace 500 años no puede -ni siquiera en la localidad que vio nacer a Cristóbal Balenciaga- tratar la figura de Elkano como un maniquí a modo de un prêt-à-porter en función de los diferentes intereses especulativos, bien sea en el sector turístico o en el de las constructoras ávidas de acometer infraestructuras, en la mayor parte de los casos innecesarias. La recreación que se hizo hace un año en el Museo Balenciaga en la que una figura, pluma en mano, representaba a un Elkano más cerca de Shakespeare que de un navegante-conquistador al servicio del emperador, era una forma poco útil e interesada de explicar lo que en aquella época acontecía, que no es poca cosa. Por otra parte los formatos de Quintos Centenarios delatan maneras de proyectar un sentido muy chovinista de la identidad, algo que ya se comprobó hace 25 años.

La Historia y la cultura subordinada conscientemente a intereses mercantiles se contagia de éstos y necesariamente lleva implícita una simplificación. La simplificación que necesita el poder de turno que confunde cultura con negocio. Al final la primera siempre sale perdiendo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.