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Una mirada a la Colombia de hoy

ELN y el nuevo escenario

Fuentes: Rebelión

«Pd: perdón por lo largo, pero para hablar de Colombia, solo se puede, como decía García Márquez, escribir largamente. Es como querer hablar de Argentina sin copiar a ese realismo ríoplatense de Art o Oesterheld, que también sabe describir al Peronismo (mágico) de los ché». (Cartas desde la guerrilla).     La derecha avanza, y […]

«Pd: perdón por lo largo, pero para hablar de Colombia, solo se puede, como decía García Márquez, escribir largamente. Es como querer hablar de Argentina sin copiar a ese realismo ríoplatense de Art o Oesterheld, que también sabe describir al Peronismo (mágico) de los ché». (Cartas desde la guerrilla).

 

 

La derecha avanza, y gobierna nuestro continente. En Colombia llegó Duque, se fueron las FARC-EP, se posicionaron los paramilitares. En menos de un mes 29 líderes sociales fueron asesinados en el vecino país, más de 100 solo en este año y, frente a la imposibilidad de culpar a la ex guerrilla, hoy día se buscan a nuevos chivos expiatorios. Son los «tiempos mejores» de la derecha colombiana, esa que hoy ve en la guerrillera del ELN el principal enemigo a combatir.

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El Ejército de Liberación Nacional (ELN), organización fundada el 4 de julio de 1964, tiene una larga historia de lucha en su país. A punto de disolverse en los años 70’s, producto de una crisis que no les dejó más que una veintena de guerrilleros y un comando central en el exterior carente de legitimidad, logró sobreponerse de la mano de un sacerdote español, el «Cura Pérez» o «Manuel Pérez», religioso que, influenciado por la corriente de los ‘curas obreros’ y de los Traperos de Emaús , decidió vivir la encarnación del cristianismo revolucionario, en esa misma organización donde Camilo Torres había muerto en combate un par de años antes que él decidiera incorporarse. 50 años después, ya sin el cura guerrillero y con más de 5 mil hombres y mujeres alzados en armas, se han convertido en la guerrilla más antigua del mundo, como a ellos mismos les gusta reconocerse.

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El país está en alerta y los ánimos aún están caldeados, pese a que durante los últimos años Colombia ha buscado darle un giro a su conflicto armado de más de 50 años.

El Acuerdo de Paz que realizó el Gobierno de Manuel Santos con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) fue un hito importante de estos nuevos tiempos. La guerrilla se desarmó, se volvió partido político (Fuerzas Alternativas del Común) y decidió acogerse a la Justicia Especial de la Paz. Por otro lado, el gobierno acordó cesar la persecución militar contra sus militantes y los líderes sociales, abrir un espacio de diálogo político-social e iniciar una reforma agraria.

Sin embargo, el proceso tuvo detractores. La derecha más dura, entroncada en la figura del ex presidente Álvaro Uribe y su partido político ‘Centro Democrático’, fueron sus principales rostros, pero no los únicos; terratenientes, líderes religiosos, comunicadores sociales y todo un sector que fue bombardeado continuamente con propaganda facistoide se levantaba contra los acuerdos. El plebiscito del 2016, que buscaba darle una legitimidad mayor al proceso, fue la primera victoria social para quienes se oponían a estos nuevos cambios. Increíblemente la población votó en contra del proceso de paz en el plebiscito . La facción más violenta de la derecha empezaba a cimentar nuevamente su poder.

Luego vino la victoria militar: a principios de octubre del 2017 el ejército realizó una masacre en Tumaco, Nariño, municipio que históricamente ha sido de los más afectados por la guerra y donde se hacía presente el Frente 27 de las FARC-EP, los Paramilitares y el Ejército. Este municipio, que ha sido el mayor puerto de producción de cocaína de toda Sudamérica y, paradójicamente uno de los más pobres de la Costa Pacífica colombiana, ha sido territorio en disputas por el control de la coca y donde el grupo más afectado ha sido siempre la población civil.

Fue así que en Tumaco dispararon a mansalva, dejando un saldo 7 muertos y una decena de heridos. Si bien en Colombia las masacres son -lamentablemente- comunes, desde el proceso de acuerdo de paz (que duró más de 8 años en dictarse) habían dejado de perpetuarse. Los militares informaron en una primera instancia que se trató de una matanza desarrollada por las disidencias de las FARC-EP. Luego, que era un enfrentamiento contra ellos. Finalmente, que los campesinos eran productores que no querían la erradicación de la coca de sus campos.

El mensaje era claro, volvía el permiso para matar. Volvían los falsos-positivos (campesinos ejecutados hechos pasar por guerrilleros para engrosar las tierras de los terratenientes). No hubo responsables, como tampoco hubo responsables por los otros 87 líderes sociales asesinados durante el 2017, sin embargo era el año donde menos gente murió, se vivía un momento de ‘baja intensidad’ de la guerra.

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Durante los 80’s, y bajo el mando conjunto del ‘Cura Pérez’ y ‘Alias Gabino’, el ELN empezó a re-armarse. La crisis les había pegado muy fuerte, rencillas internas, fusilamientos dudosos y enfrentamientos con las otras guerrillas habían dejado prácticamente inoperante a la organización, de hecho, el gobierno las había declarado objetivo militar eliminado. Quizás por eso pudieron mantenerse con vida los pocos militantes que quedaban . Congresos ideológicos dieron paso a nuevas formas de organización; un ejército guerrillero más flexible, más horizontal, y menos militarista. Enfocados en el trabajo popular e intelectual, empezaron a comprehender de una manera distinta la lucha armada, abandonaron el sectarismo y empezaron a confluir con otros grupos armados que lo llevaron incluso a cambiarse el nombre: Unión Camilista – Ejército de Liberación Nacional (UC – ELN). Manuel Pérez siempre recuerda esos años como «los años que nos volvimos sociólogos» como respuesta a su pasado «ultramilitarista». Así pasaron los años : la militancia creció, nacieron nuevas generaciones dentro de la guerrilla, y nuevos militantes se les fueron adhiriendo en la lucha. Pronto se convertirían en la segunda guerrilla más grande de Colombia, solo atrás de la poderosísima FARC que, durante su Séptima Conferencia Nacional Guerrillera (1982), decidió pasar de ser una ‘Guerrilla de Autodefensa’ a un ‘Ejército Regular’. De allí que a las FARC le sumaron a sus siglas el EP (Ejército del Pueblo), logrando llegar a la suma de 15 mil hombres y mujeres levantados en armas. El ELN, por su lado, ya contaba con 5 mil guerrilleros.

Así, en esos nuevos vientos de la lucha insurgente de Colombia, sucedía algo inédito : guerrillas que anteriormente estuvieron enfrentadas, entendieron que era momento de coordinar la lucha. Se crearía la ‘Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar’ (CGSB) que agrupaba a grupos de izquierda marxistas, maoístas, nacionalistas e indigenistas. Por primera vez, la unidad en la acción permitiría el ascenso de la lucha revolucionaria a través del campo y la ciudad.

» Junto a las FARC-EP, batallamos décadas en la lucha popular. Ambos hacíamos parte del campo popular, con contradicciones que algunas veces se agudizaron, pero en general, compa ñeros de lucha. Incluso durante algunos años, compartimos estrechamente en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), donde nos concentrábamos unidades de ambas organizaciones en un solo campamento y el mando de mayor rango, independientemente de la organización a la que perteneciera, asumíel mando de toda la tropa. » Nos dice el ‘Comandante Uriel’ del Frente de Guerra Occidental Omar Gómez (FGOOG).

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Junio del 2018, otro momento clave. En la segunda vuelta presidencial se enfrentaban dos candidaturas que proponían una salida radicalmente distinta en el clivaje de guerra o paz. Por un lado Iván Duque, empresario, terrateniente y representante de la ultraderecha colombiana, amigo de los presidentes actuales de Chile, Argentina, Brasil y proclive a las políticas estadounidense; por otro, Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19, ex alcalde de Bogotá y único candidato de la izquierda colombiana con posibilidades reales para llegar al poder luego de Jorge Eliécer Gaitán. El debate inundó Colombia, la votación histórica del uribismo era de 7 millones de votos, la izquierda nunca había pasado a una segunda vuelta. Duque propone echar abajo los acuerdos de paz; Petro buscaba reforzarlos. En Cúcuta, tierra de paramilitares, Petro sufre un atentado. En las universidades, semillero de intelectuales de izquierda, a los partidarios de Duque se los rechaza como el ostracismo. Eran sin dudas las elecciones más reñidas de la historia contemporánea de Colombia.

Las votaciones mantuvieron en velo no solo a Colombia, sino también a gran parte de Sudamérica. La esperanza que Colombia detuviera el avance avasallador de la derecha en el continente era posible. La derecha ya sumaba en toda Sudamérica la no despreciable suma de casi 100 millones de votos. Mientras que los sectores progresistas, no hace muchos años, tuvieron lo que se llamó su ‘década ganada’. Salvo honrosas excepciones, el subcontinente giraba a la derecha. Entonces, no sólo se trataba de una elección interna, sino también se ponía en juego el contexto internacional ¿Sería lo mismo un eje progresista con Colombia-Uruguay-Venezuela para contrarrestar el eje Argentina-Brasil-Chile? Pero no, no fue así, con 10. 398. 689 votos, es decir, el 54.03 % de la votación, el candidato de derecha, Iván Duque ganó las elecciones. A la victoria social del plebiscito, a la victoria militar de Tumaco, se le sumaba la victoria política de las elecciones generales.

Para los ‘elenos’ y en especial para el ‘Comandante Uriel’, ni Duque, ni Petro eran garantías de nada ya que «el período actual demuestra que el capitalismo mundial no está dispuesto a darle espacio ni siquiera a gobiernos populistas«.

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En los 90’s, con la entrada del neoliberalismo a todo el subcontinente, la lucha revolucionaria fue perdiendo peso en el mundo, más allá de Cuba y Colombia, el término «guerrilla» prácticamente había dejado de existir. Los últimos referentes como Nicaragua, el Salvador, Guatemala, habían sufridos unas ejemplares derrotas. Ya no había tantos referentes intelectuales apoyando, ni artistas cantando canciones de «fusil contra fusil» o manifiestos universitarios. Décadas de guerra se hacían sentir en la población, y, como no, en las filas guerrilleras. ‘Camilo Sierra’ ex comandante de las FARC-EP -nos decía- «en las filas guerrilleras hay muchos combatientes, pero pocos revolucionarios» en algún momento para él se fue «jodiendo todo«.

Entonces algunos grupos empezaron a negociar con los gobiernos de turno, los casos emblemáticos del Movimiento 19 de Abril (M-19) y del Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL), dos guerrillas que solo se pueden entender en el contexto colombiano, pues a diferencias de los otros grupos armados identificados con algún pensamiento político emancipador, estas respondían a situaciones específicas de la realidad Colombiana.

Éstas encontraron un acuerdo en 1991 con el gobierno de turno: la realización de una Asamblea Constituyente, cese al fuego definitivo y la amnistía fueron sus principales beneficios. Pero a pesar de las promesas de la clase política, uno a uno los dirigentes guerrilleros fueron asesinados. Seguía la triste tradición de la oligarquía de no respetar los acuerdos y pactos de guerra, como en la época de la Violencia de principios de siglo XX, o el triste genocidio de la gran mayoría de los militantes de la Unión Patriótica (UP), partido político que surge de la misma época de negociación (1991) -pero con las FARC-EP-, donde los paramilitares entraron a escena de la forma más sangrienta que un régimen liberal haya conocido en el continente. Solo el ELN no sufrió abiertamente la masacre, pues ellos decidieron no sumarse a las negociaciones de paz. La guerrilla elena tomaba notas.

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El mismo día cuando Colombia jugaba en el mundial de Rusia contra Inglaterra, eran encontrados 7 campesinos asesinados, todos de la localidad de Argelia, Valle del Cauca, mismo lugar de donde el defensor izquierdo de la selección, Jerry Minas, y que le dio el gol del empate a Colombia en los minutos de descuento, provenía.

Unos días después, en Tumaco, eran acribillados 3 trabajadores de la Fiscalía general de la República. Fueron alcanzados con armas de larga distancia desde distintas partes de la carretera que une el municipio con Pasto, la capital regional. Unos 8 hombres de alias ‘Guacho’ del Frente Oliver Sinisterra, disidente de las FARC-EP en Tumaco, asesinaron, primero disparándoles y luego quemándolos, a Douglas Dimitry Guerrero Medina, de la Unidad Nacional contra el Crimen Organizado; Willington Montenegro Martínez, investigador IV grupo antiexplosivos, y Jaír Alfonso Montenegro Galindes, técnico investigador.

‘Guacho’ se volvió internacionalmente conocido cuando secuestró a 3 periodistas ecuatorianos y luego los asesinó, generando una crisis diplomática entre los gobiernos de Ecuador y Colombia, que llevó incluso que el país vecino quitará su aval a las conversaciones que el Gobierno de Colombia llevaba con el ELN en territorio ecuatoriano. Sin embargo, para la comunidad tumaqueña, ‘Guacho’ ya era fuertemente conocido. Luego de la retirada de las FARC-EP de las zonas selváticas de Tumaco, el territorio quedó abierto para nuevos grupos armados; allí durante el 2015, 2016, 2017 y 2018 se ha llevado una sangrienta disputa por el control del territorio y sus rutas comerciales, las disidencias agrupadas en ‘Guerrillas Unidas del Pacífico’ (GUP), bandas de paramilitares como ‘La gente del orden’, o bandas de narcotraficantes internacionales como la poderosísima ‘Cartel de Sinaloa’, entro otras, se disputan el territorio, inundando de sangre y fuego la cotidianeidad de la gente de Tumaco.

Sin embargo, para el gobierno, los medios de comunicación y los poderosos de siempre, todo era obra del Ejército de Liberación Nacional. Ya sea en la costa pacífica o en el atlántico, el campo o la ciudad, eran los elenos intentando ocupar el territorio ‘abandonado’ por las FARC-EP.

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Nos comunicamos con el ‘Comandate Uriel’ del Frente de Guerra Occidental Omar G ó mez (FGOOG) , a quién se le conoce como El ala más radical y dura de la Guerrilla del ELN. Lo primero que Dice Uriel, es que por motivos de seguridad, la entrevista debe ser en el ritmo que la guerra imponga «entre el deber de cuidarnos, movernos y vivir en la guerra, se nos traspapeló» -dice pidiendo disculpas-. Hace semanas están siendo «acechados» por el ejército, entonces, todo debe ser muy rápido, no hay tiempo para grandes reflexiones, acá lo que importa es trasmitir el mensaje. Hoy el gobierno quiere buscar un nuevo «Chivo Expiatorio» -dice-, ya no están las FARC-EP, entonces los ‘Elenos’ surgen como el fetiche de la prensa de derecha. Queríamos saber qué podían decir ellos.

En la actualidad, más allá de Cuba y Colombia, el término «guerrilla» prácticamente ha dejado de existir, por lo tanto ¿qué significa ser guerrillero en pleno siglo xxi?

Significa portar la esperanza; continuar levantando la cabeza para exigir dignidad. Ser guerrillero significa resistencia antes los embates del sistema de violencia que nos rodea y nos consume todo el tiempo. Si bien el t é rmino guerrilla se ha dejado de utilizar, hay movimientos de resistencia y liberaci ó n que contin ú an en pie de lucha en todo el mundo. Mientras haya miseria y desigualdad, la gente, el pueblo, los oprimidos levantarán la cabeza y se alzar á n en armas para conquistar un futuro mejor.

Somos la guerrilla más antigua del mundo, y nos sentimos con una responsabilidad enorme de estar siempre junto al pueblo y no claudicar en los ideales de liberación y mejores condiciones de vida para las mayorías. También nos sentimos orgullosos de ser guerrilleros; yo en particular, además de la responsabilidad y el legado de resistencia que estamos dejando, me siento honrado y afortunado de haber escogido esta profesión que me permite estar cerca de los oprimidos y en contra de los opresores; un camino de vida en el que es posible sentir el hambre y las dificultades que los de a pie sienten todos los días, pero también que da la posibilidad de mirar al horizonte y ver y construir el camino de una sociedad diferente. Sabemos que es un proceso y que es larga la lucha, pero nuestras motivaciones son justas y verdaderas.

¿Cuáles creerían ustedes es el principal aporte que le han realizado a la izquierda latinoamericana en sus más de 50 años de lucha?

Hacemos parte de esa vanguardia colectiva en la lucha por cambiar la sociedad. Nuestro principal aporte es la vasta experiencia en esta guerra de guerrillas que hemos librado durante m á s de medio siglo. Nuestros aprendizajes y síntesis le quedar án a las nuevas generaciones que también estén dispuestas a utilizar las armas con el objetivo de una Colombia, de un mundo diferente.

Además de esto, es imposible negar que hayamos hecho una resistencia activa a la entrada de las multinacionales de diverso tipo que pretenden saquear los territorios y apropiarse a cualquier costo de los elementos naturales. Así, logramos que más generaciones de campesinos, indígenas, negros, puedan mantenerse en sus territorios ancestrales y seguir desarrollando sus prácticas culturales, políticas y económicas.

¿Cómo valoran los acuerdos entre el Estado colombiano y las FARC-EP? ¿Cuál es su relación con las disidencia s de las FARC-EP? ¿Cuál es su relación con las FARC (Fuerza alternativa revolucionario del común?)

De manera oficial el ELN sentó su postura sobre el Acuerdo de La Habana en 2016 en un Pleno Ampliado de la Dirección Nacional (que es de los máximos espacios de deliberación y decisión de nuestra Organización), se concluyó en una Carta Abierta que respetamos el proceso y los acuerdos que hicieron los compañeros, pero no los compartimos.

Hace un año, a nombre del Frente de Guerra Occidental Omar Gómez, dijimos que el Acuerdo de La Habana era una buena plataforma para el movimiento social; y eso que haciendo referencia al texto acordado; no a la caricatura de acuerdo que se ha venido tejiendo después del plebiscito; y menos en el manoseo y desbarate que hacen en el Congreso.

Junto a las Farc-EP, batallamos décadas en la lucha popular. Ambos hacíamos parte del campo popular, con contradicciones que algunas veces se agudizaron, pero en general, compañeros de lucha. Incluso durante algunos años, compartimos estrechamente en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), donde nos concentrábamos unidades de ambas organizaciones en un solo campamento y el mando de mayor rango, independientemente de la organización a la que perteneciera, asumía el mando de toda la tropa.

Con las disidencias de las FARC-EP, en nuestra zona de operación, no hay grupos significativos. Sabemos que en las demás regiones, donde hay presencia importante, se lleva una relación con ellos acorde a la valoración que se tenga del grupo específico.

En el suroccidente, por ejemplo, hemos tenido dificultades con las llamadas GUP y otros grupos menores degenerados en delincuencia.

Con disidencias que se mantienen política e ideológicamente en el caudal revolucionario, nuestra actitud es de comunicación y diálogo. Consideramos que aquellos que no se desmovilizaron por considerar vigente la lucha armada, son revolucionarios dignos, cuya experiencia es necesaria, incluso, para entender la negoción de FARC-EP.

Con el partido político FARC, no tenemos ninguna relación. Nuestra postura es de respeto.

¿Cuál es la principal diferencia entre el proceso de diálogo que ustedes han iniciado con los otros procesos de diálogos en Colombia? Y por lo tanto ¿Qué esperan de este proceso?

El diálogo del ELN tiene como intención abrir una tribuna donde sean las mismas comunidades nunca escuchadas y excluidas, las que digan con su propia voz lo que necesitan y lo que quieren.

Nuestra apuesta es el Gran Diálogo Nacional, pero a 16 meses de la apertura de la fase pública de la mesa, este que era el punto 1 de la Agenda, sigue sin comenzar. Solo dos semanas de Audiencias Preparatorias que son la antesala de la participación, no la participación en sí.

Tratamos de poner una metodología para la Mesa que, si bien fue aceptada inicialmente, luego cayó en letra muerta por parte del Gobierno; era: «punto acordado, punto que se comienza a cumplir«. Contrario a la metodología de «nada está acordado hasta que todo esté acordado«.

El pasado 9 de enero se terminó el cese al fuego bilateral entre ustedes y el gobierno colombiano ¿Cómo vivieron ese proceso? ¿El gobierno cumplió con lo pactado?

En la página del ELN está el documento oficial de evaluación del Cese. Recién iniciado el Cese, se dio la Masacre de Tumaco a manos de la fuerza pública y ni siquiera ese incidente fue llevado al Mecanismo de Veeduría y Verificación.

En su momento denunciamos varios incidentes que a todas luces violaban los protocolos pactados. Desembarcos cerca de concentraciones, asedio, capturas de guerrilleros, entre otros.

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Más de 100 líderes asesinados. Otras 100 personas asesinadas directa o indirectamente por la guerra del control del territorio en este 2018. El paramilitarismo y las narcobandas asentándose cada vez más. El silencio de los medios de comunicación. Y una derecha sintiéndose poderosa. Esa es la Colombia de Duque, la Colombia que se viene, en esa donde la derecha, tuvo consecutivas victorias políticas, sociales y militares. Y la guerrilla «más antigua» del planeta, está enfrentada a escenarios inéditos, en donde las batallas no se pueden ganar solo con armas, sino con un necesario sentido de realidad y pragmatismo.

Sin embargo, por ahora, y como dicen por allá: solo queda «pasarse a la resistencia«.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.