La Agencia Francesa de Prensa (AFP) no cita el nombre del funcionario estadounidense que estima conveniente recordar a Hugo Chávez que con el referéndum de agosto no fue convertido en emperador ni en rey. Sin solicitar a la agencia que viole el acuerdo con quien emitió tal declaración y sin pretender penetrar en la psicología […]
La Agencia Francesa de Prensa (AFP) no cita el nombre del funcionario estadounidense que estima conveniente recordar a Hugo Chávez que con el referéndum de agosto no fue convertido en emperador ni en rey. Sin solicitar a la agencia que viole el acuerdo con quien emitió tal declaración y sin pretender penetrar en la psicología del presidente de Venezuela, vale decir que es George W. Bush quien reiteradamente proclama que Dios encomendó a Estados Unidos la misión de llevar libertad y democracia al mundo y lo colocó a él en la Presidencia de esa nación para encabezar esa tarea. ¿Quién, entonces, se proclama predestinado y gobernante de un imperio? Ningún pacto de silencio impide responder esta pregunta.
Es desde la Casa Blanca y no desde el Palacio de Miraflores, que se intenta sepultar el ya maltrecho multilateralismo.
Esta intención es el marco general de episodios como el que protagoniza el poder estadounidense al tratar de imponer en el recién iniciado período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Onu, una condena contra Cuba. El año pasado usó el chantaje para conseguir el voto de gobiernos serviles como el de República Dominicana, encabezado en ese momento por Hipólito Mejía.
Es una acción violatoria a las normas de procedimiento de la comisión, que no debe conocer denuncias con motivaciones políticas, pero refleja la situación de las relaciones internacionales en el mundo de hoy.
El gobierno de Estados Unidos, que a través de sus agencias financia comités de conspiradores y sostiene una comisión, hoy presidida por el ex secretario de Estado Colin Powell, orientada hacia la mal llamada transición en Cuba, lleva la acción agresora a los escenarios bajo su dominio, incluyendo las sesiones de ciertos organismos multilaterales.
Tienen el mismo origen, entonces, la agresión contra Cuba y el estímulo a la conspiración en Venezuela.
¿Dónde, si no en el núcleo del imperio, manipulando las agencias internacionales de prensa y la política exterior de los Estados «aliados» (la manipulación que puso en ridículo al ultraderechista gobierno de Italia es un caso) podría tener asiento un emperador?
El poder hegemónico sigue dirigiendo la masacre en Iraq y en Afganistán y amenaza con llevar la guerra a otros puntos. ¡Y, vaya ironía, desde una de sus oficinas alguien dice que es Chávez quien se percibe como emperador!
Causa indignación la tortura y el asesinato de presos en Iraq, como el traslado a Guantánamo de prisioneros que son mantenidos allí en una especie de campo de concentración. Pero se trata también de episodios en una situación general de violación a los derechos humanos por un poder que ha segado la vida a miles de hombres, mujeres y niños víctimas de bombardeos y que envía fuerzas especiales a aniquilar en Iraq los movimientos de resistencia a la ocupación.
Aunque la masacre es crimen de lesa humanidad, esto no es materia de estudio ni de sanción en los organismos de la Onu que sí emiten resoluciones de condena contra Cuba impuestas por el poder que ejecuta estos crímenes.
Funcionarios como Roger Noriega y Otto Reich han emitido pronunciamientos injerencistas sin guardar las formas. John Negroponte, también aliado de grupos que en este continente han formado escuadrones de la muerte, fue nombrado coordinador de las agencias de inteligencia de Estados Unidos. ¡Y dice el poder estadounidense que es Hugo Chávez, dizque asesorado por Fidel Castro, quien desestabiliza la región! Todo porque Chávez propone que los recursos naturales que guardan nuestros territorios sean usados para el desarrollo de la zona.
Al poder estadounidense hay que dirigirse para demandar que sea desmontado el plan de asesinar a Chávez y que desista de la pretensión de imponer una condena a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos… Los gobiernos que se arrodillen ante un poder que siembra muerte, acentuarán su ilegitimidad, pues ningún emperador o rey logrará arrodillar a los pueblos…