Al otorgar este año el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales al sociólogo Manuel Antonio Garretón Merino, el jurado des-tacó su contribución a estas ciencias, su singular creatividad y constante producción. Por lo mismo, su currículum es largo. Garretón fue director y decano de diversas instituciones académicas, ha enseñado en universidades nacionales y extranjeras […]
Al otorgar este año el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales al sociólogo Manuel Antonio Garretón Merino, el jurado des-tacó su contribución a estas ciencias, su singular creatividad y constante producción. Por lo mismo, su currículum es largo. Garretón fue director y decano de diversas instituciones académicas, ha enseñado en universidades nacionales y extranjeras y participado y dirigido múltiples proyectos de investigación y enseñanza, además de publicar -como autor o coautor- más de cuarenta libros. Actualmente es profesor en tres universidades chilenas -una de ellas, la Universidad de Chile- y dos argentinas.
Reconoce que se le va demasiado tiempo en la docencia, en desmedro de la participación en el debate público, que es algo que le gusta y que suele practicar escribiendo reflexiones sociológicas sobre aspectos de la contingencia, o dando entrevistas a medios de comunicación. También escribe una columna en el diario Clarín , de Buenos Aires, trabaja en tres proyectos de investigación social y publicó recientemente un libro sobre la política en Chile: Del post pinochetismo a la sociedad democrática . Da charlas y participa en numerosos seminarios en el extranjero. Siente «una especie de pasión por tratar de explicar lo que ha sido nuestra sociedad, los procesos sociales en Chile y en América Latina, sus tensiones y contradicciones, y la posibilidad de superarlas».
LEY DEL MATON
Un tema que en Chile se mantiene en primera plana es la llamada seguridad ciudadana. A su juicio, ¿cuáles son los orígenes de este problema y qué piensa de cómo se está enfrentando?
«Hay que distinguir entre los problemas de delincuencia común, relacionados con la drogadicción y el narcotráfico, de las expresiones de violencia con ocasión de eventos políticos. Aunque es evidente que estas situaciones son utilizadas por delincuentes comunes, que roban y asaltan. A mi juicio, el caso chileno no es diferente al de otras áreas del mundo. Hay un fenómeno de explosión delincuencial en las grandes ciudades. Quizás Chile empezó con retardo en esto. En todo caso, la pura represión no resuelve el problema. Se ha comprobado que la participación de la ciudadanía en la seguridad ciudadana, junto con la educación, es la fórmula más adecuada para prevenir y combatir la violencia. También hay que tener en cuenta que las ciudades, tal como se han construido, son muy hostiles. En el caso de Santiago, la segregación y segmentación de la ciudad ayuda a la violencia, porque genera ghettos . Olvidamos la enorme violencia y delincuencia que existe -sólo que no tiene esos nombres- en los barrios altos. Y tenemos un sistema de valores heredado de la dictadura, donde prima la idea que lo importante es ganar, y ganar a toda costa. Todo esto fue creando un clima. Lo que importa es surgir, ser alguien, pertenecer, ser considerado. Y eso puede darse siendo un matón de barrio, organizando una banda u obteniendo dinero como sea. Diría que es la ideología del ‘pillín'».
¿Cómo es eso?
«Si se tuvo un jefe de Estado que fue un ladrón y asesino impune… Si hubo un militar que gobernó al país a sangre y fuego, que además robó a mano armada y comprometió a su familia y al ejército, ¿qué queda para el resto de la población? Una de las herencias es la ley del matón, que implantó Pinochet. Se diga lo que se diga de la delincuencia, con mayor o menor escándalo, lo cierto es que se creó un clima proclive a su desarrollo. El principal diario del país sólo se preocupó de la seguridad ciudadana cuando secuestraron al hijo del dueño. Antes eso no era motivo de preocupación para El Mercurio . Hay otro tipo de delincuencia, por la falta de sentido en la vida. Es la que a mi juicio se manifiesta en los actos a propósito de hechos políticos. La gente que fue afectada directamente por la violencia del 11 de septiembre de 1973 no está en esos actos con violencia. Sí lo están aquellos para quienes el 11 es un pretexto para ‘ser alguien’. Eso revela falta de estructuras, de instituciones que muestren que la preocupación principal del país no es la riqueza y el éxito. En ese sentido, un reality show incide mucho más en las ta-sas de violencia y delincuencia que un programa de violencia fílmica transmitido por televisión».
¿Por qué?
«Muestra gente concreta que puede golpear al de al lado y hacerle una zancadilla, porque ‘lo importante es el honor’, como diría un personaje del programa Pelotón de TVN. Lo que importa es ganar los 50 millones. La relación con las formas de violencia hay que buscarla en estos programas, totalmente inmorales: la pauta moral es la ley de la selva. ‘Use cualquier medio para tener éxito’ me parece un mensaje mucho más grave que una teleserie que muestra algo que existe en la sociedad, como los asesinos en serie. Me llamó la atención que José Antonio Viera-Gallo haya reclamado contra eso, y no contra programas como los reality show o esos concursos que hacen votar a la gente, y la gente puede votar varias veces. O sea, ‘haga trampita para ganar’. Una sociedad que tiene la cultura de la trampa y heredó una cultura de impunidad -aunque se ha ido avanzando- genera un caldo de cultivo para la delincuencia». ¿Cuáles son las salidas? «Mientras la sociedad no haya exorcizado completamente lo que fue el pinochetismo, una época de crímenes, impunidad, ordinariez y destrucción, el clima no va a cambiar».
REFORMA TRIBUTARIA INDISPENSABLE
La desigualdad e inequidad, que se agudizaron enormemente durante la dictadura militar, se han profundizado aún más bajo los gobiernos de la Concertación. Según la encuesta Casen 2006, más del 50% de los ingresos del país se reparte en el 20% de los hogares chilenos. ¿A dónde nos puede llevar esto, como sociedad?
«La desigualdad ha existido siempre en Chile, pero con un ideal de igualdad. De los años 30 para adelante hubo una ideología general hacia la igualdad, que venía de la Iglesia Católica o de los partidos de centroizquierda. La dictadura militar instauró otra ideología. Los ‘Chicago boys’ transmiten que la desigualdad es buena para el país, que cada uno se las arregle con sus propias uñas y que el Estado debe ir desapareciendo. Resulta que el Estado es básicamente el instrumento para equilibrar. Si no hay igualdad en las relaciones de trabajo, el Estado puede corregir, por la vía de impuestos y políticas de gratuidad en los servicios a los que no puede acceder la gente que no tiene plata. El Estado necesita recursos para eso, y esos recursos siempre, en todas partes del mundo, han venido de los impuestos. La reforma tributaria es un elemento esencial, no el único, pero es insustituible. ¡Y este es el punto que nadie quiere tocar! Si la gente progresista se niega a hacerlo, es porque les vendieron la idea. Algunos dicen que sí, pero depende para qué se quieren subir los impuestos. Se olvida que los impuestos tienen una finalidad en sí mismos».
La Concertación lo olvidó…
«Los gobiernos de la Concertación no han podido superar esa herencia de la dictadura militar. Se ha avanzado bastante en una ideología respecto de la superación de la pobreza, pero no en la idea de igualdad socioeconómica. Es más, se reemplazaron las ideas de igualdad y justicia social que existieron hasta los años 70. El régimen militar instauró la idea que la desigualdad es buena, y la estructura del sistema educacional chileno está hecha para eso. La municipalización se pensó para crear escuelas desiguales, para separar lo público de lo privado. Lo dijeron claramente las directivas educacionales de 1979 y 1980 -en las cuales se basa la Loce (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza)- y la ley de educación universitaria. La educación primaria está programada para que la gente sepa leer, escribir y aprenda algunas operaciones básicas, para que sea la carne de cañón en el mundo del trabajo. La educación media para la clase media y la universitaria para los que puedan financiarla. Al contrario de lo que se nos dijo, la educación está hecha para reproducir desigualdades. No resuelve ni ha resuelto nunca los problemas de desigualdad. En el caso chileno no sólo la reproduce, sino que la produce».
FALTA UNA NUEVA CONSTITUCION
¿Cómo cambiar eso?
«No hay solución sin un cambio radical en lo político; la Constitución está hecha para garantizar este sistema socioeconómico. La Constitución le dedica dos o tres páginas al derecho de propiedad y tres líneas al derecho a la vida. Le quita todo rol al Estado. Hugo Chávez tuvo mucha razón cuando puso la Constitución como problema central en Venezuela. Planteó que los venezolanos tenían que ponerse de acuerdo sobre cómo querían vivir. Que a uno le guste o no la Constitución que salió de allí, no es el problema. El problema es que nosotros no hemos generado ese momento constitucional para que el país decida qué tipo de sociedad quiere. Lo que tenemos es una institucionalidad parchada con algunos valores nuevos. Es evidente que se ha avanzado en superación de la pobreza, que las reformas educacionales que se hicieron en el gobierno de Frei Ruiz-Tagle son avances, que los sectores populares tienen hoy más bienes, como lo muestra la encuesta Casen… Pero lo que no ha cambiado es la institucionalidad del país, el modo cómo el país decide que se gobierne. Tampoco ha habido un debate que termine en un consenso sobre el sistema educacional. ¡Es ridículo que la educación financiada por el Estado tenga fines de lucro para los sectores privados!».
ERRORES DEL GOBIERNO
Lo que usted dice lo plantearon los estudiantes secundarios en sus movilizaciones.
«Ellos hicieron una propuesta con la que todo el mundo estuvo de acuerdo. Había que transformar radicalmente la municipalización, cambiar la Loce y terminar con el lucro en la educación. Pero el sistema que se usó relegitimó las posiciones derrotadas. Crear un consejo donde estuvieran todas las posiciones permitió, a mi juicio, alianzas espúreas entre un sector privado que sólo busca ganar plata con el negocio educacional y la Iglesia Católica, que ve en el lucro de la educación subvencionada la posibilidad de financiar sus congregaciones y otras cosas. Lo mismo pasó con el consejo que se creó a raíz de otro movimiento tan importante como el anterior. Me refiero a los subcontratistas, que plantearon el tema del trabajo en el siglo XXI. ¡Porque los obreros de hoy son los subcontratistas! Ese movimiento coincidió con una Iglesia que andaba buscando cómo posicionarse, porque se dio cuenta que había bajado en la opinión pública debido a que sólo defendía posiciones irracionales, del ombligo para abajo, en temas de sexualidad llamados ‘valóricos’. Y encontró en una persona de la calidad de monseñor Alejandro Goic al mediador que planteó el salario ético, algo que se había propuesto hace muchos años pero que ahora provocó impacto. Así, tenemos la idea que la sociedad chilena está discutiendo el tema de la igualdad. ¿Cuál es el error? Que se generó un foro en el que participa la gente que no puede estar por la distribución, como el sector empresarial. Lo lógico es que esté en el momento de la moción y debate parlamentario, pero no en la elaboración de la propuesta».
PACTO SOCIAL Y POLITICO
¿Tiene futuro la Concertación?
«Mientras la derecha siga siendo lo que es, no va a ganar una elección presidencial ni de otro tipo. Por un lado está la UDI, completamente identificada con el autoritarismo pinochetista o con cierto matonaje populista y, por otro lado, una derecha oligárquica y democrático-plutocrática, que representa Sebastián Piñera. La derecha siempre ha tenido esas dos caras (autoritaria y oligárquica/plutocrática). En las 18 elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales de los últimos años la derecha sólo ha ganado una vez, en la primera vuelta de la última elección presidencial, sumando los votos de sus dos candidatos. Veo muy difícil que la derecha deje de ser lo que es. En ese sentido, lo que está haciendo Lavín es muy importante. Trata de desligar a la derecha de la UDI pinochetista y de los ricos, representados por Piñera. Pero no lo entienden. Mi opinión es que la derecha no puede ganar una elección, pero la Concertación puede perderla, si no pone como tema central el proyecto de construcción de una sociedad democrática, vía Estado de bienestar y una nueva institucionalidad política y socioeconómica que signifique una sociedad con diferencias que no vayan más de uno a seis o uno a siete».
Eso sería revertir el modelo económico.
«Hay que tomar medidas que conduzcan a eso. Si eso se llama ‘revertir’ el modelo, no importa. Hay que poner una meta en el tema de la desigualdad, tal como se hace con el crecimiento económico y la inflación. Esa meta significa hacer reformas muy importantes, tributaria, educacional. Si la Concertación no produce un proyecto de Estado de protección y de bienestar, de sociedad más igualitaria, y se entrampa en la administración de la actual institucionalidad teniendo un horizonte socialdemócrata con políticas de tipo liberal, va a provocar pérdida de cohesión y aparecerá como tema central el liderazgo. Creo que para revitalizarse y repensar un proyecto de nueva Constitución y de sociedad igualitaria es muy necesario el diálogo con las fuerzas extraconcertacionistas. Me refiero al Partido Comunista, pero también a fuerzas sociales que no están en la Concertación, con las que se puede llegar a un pacto social y político. El pacto social no es, como lo entiende el gobierno, un pacto político entre Concertación y derecha. Eso impide el pacto social. Hay que reorganizar la relación entre el centro y la Izquierda, incluyendo a los sectores extraparlamentarios».
¿Entonces habría que conformar un nuevo conglomerado?
«Puede ser. Pero no se trata de perder al centro para aliarse únicamente con la Izquierda. Hay que convertir el consenso por el ‘no’ en un consenso económico, social y político. Es decir, por una sociedad igualitaria y una nueva Constitución».