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En defensa de la Objeción Fiscal al Gasto Militar

Fuentes: Rebelión

He leído, con cierta sorpresa, el artículo publicado en la web Rebelión y firmado por Ricardo Rodríguez «Crítica de la Objeción Fiscal» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87250 En dicho escrito se realiza una amplia, que pretende ser pormenorizada, y dura crítica a esta herramienta política. No es la primera vez que personas a priori no tan lejos de nuestras […]

He leído, con cierta sorpresa, el artículo publicado en la web Rebelión y firmado por Ricardo Rodríguez «Crítica de la Objeción Fiscal» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87250

En dicho escrito se realiza una amplia, que pretende ser pormenorizada, y dura crítica a esta herramienta política. No es la primera vez que personas a priori no tan lejos de nuestras ideas y prácticas realizan tales críticas de forma cainita y coincidiendo poco oportunamente con la época del año en que se realiza la campaña, y desde luego Ricardo Rodríguez no es la primera persona que enarbola estos mismos argumentos.

Aunque como bien dice Rodríguez existen diferentes posibilidades de realizar «Objeción Fiscal», como persona que lleva años trabajando en ella desde el Movimiento Antimilitarista, trataré de defender de forma concreta lo que nosotros/as denominamos «Objeción Fiscal al Gasto Militar» respondiendo a las críticas formuladas.

Voy a tratar de resumir en cinco puntos los principales argumentos críticos que se desprenden del largo escrito de Rodríguez :

1. La Objeción Fiscal es elitista y reaccionaria ya que al proponer, en una de sus dos fórmulas, que el contribuyente desvíe un porcentaje determinado de su impuesto, quien más dinero tenga «se librará de pagar a Hacienda más dinero», «el derecho a objetar crece en proporción con la riqueza del contribuyente». Tal cosa, señala, es una «extraña noción de la justicia fiscal para ser avalada por grupos de izquierdas». Por otra parte la mayoría de ciudadanos/as precarios que no están obligados a declarar, o que la declaración les sale «a devolver» etc. se quedan sin la posibilidad efectiva de realizarla. Podrán objetar «los empresarios, pero no los parados», lo que supone un privilegio y un sinsentido ya que estas élites no van a estar particularmente interesadas ni en el desarme ni en otras mejoras sociales.

2. El desvío de dinero que se realiza con la Objeción Fiscal no repercute sobre el fin ambicionado. El Estado no aplicará esa mengua de ingresos a la partida reclamada por las personas objetoras, sino a la que considere conveniente. Y en el contexto actual lo más probable es que vaya a repercutir negativamente sobre los gastos de cobertura social y no sobre los militares, banca etc. De hecho podríamos estar contribuyendo a empeorar las condiciones de las capas más desfavorecidas de la sociedad.

3. Siguiendo con la argumentación anterior se adelanta a la posible respuesta de que » aunque fuera así, en cualquier caso el dinero redundaría en necesidades sociales, ya que es a ese tipo de destinos al que los objetores y objetoras lo desvían», y se autorresponde con el argumento de que tal cosa supone «un traspaso de recursos de servicios públicos universales y gratuitos a entidades privadas», a «una red asistencial privada», a «la caridad de buenos samaritanos» que usurpa el derecho que tenemos a recibir esas prestaciones de los «poderes públicos».

4. La supuesta función simbólica de la Objeción Fiscal de servir de herramienta para transformar conciencias queda en entredicho. Los resultados de la campaña hablan por sí solos. Además, ésta sólo es conocida merced al esfuerzo de las propias entidades promotoras. Los escritos dirigidos a los gestores de la Agencia Tributaria, afirma, carecen por completo de significación política.

5. La campaña genera una pedagogía con resonancias neoliberales: propone que el pago de impuestos pueda ser algo decidido desde los individuos y no desde la «necesidad» colectiva determinada por el «Estado» o por algún tipo de instancia que vele por el interés común. Tal cosa es muy peligrosa ya que podría derivarse el derecho de cada individuo de oponerse a colaborar con lo que no está de acuerdo, deslizándose la cuestión de la aportación económica al interés común por una pendiente muy resbaladiza y poco objetivable (¿aceptaremos el derecho de los antiabortistas a objetar al gasto sanitario, o el de Emilio Botín a políticas sociales…?).

Mucho me agradaría hablar de las cuestiones de fondo que subyacen en el artículo de Ricardo Rodríguez, como el nerviosismo que parece producirle la libertad entendida como derecho individual, su fe -que deduzco leyendo entre líneas- en el «centralismo democrático de corte leninista» como forma de organizar la toma de decisiones colectiva, su apuesta por la institución estatal como garante supremo del bien público, y administradora final de los recursos que lo posibilitan o su animadversión a la «Objeción de Conciencia», que también acaba imaginando y reduciendo a una especie de escrúpulo moral individual, ignorándolo o queriéndolo ignorar todo acerca de su dimensión política, pública y transformadora. Sin embargo no voy a alargar innecesariamente esta ya de por sí larguísima respuesta y me limitaré a comentar los argumentos relacionados con el tema en debate.

De la lectura del texto de Rodríguez se deduce que no habla de oídas y posee bastantes conocimientos con respecto a la mecánica de la Objeción Fiscal y a los objetivos pretendidos por las entidades que la impulsan. Sin embargo evidencia también importantes lagunas y déficits de enfoque.

La Objeción Fiscal al Gasto Militar, que es el caso concreto al que me voy a referir, ni es un fin en si misma, ni pretende agotar el trabajo antimilitarista (mucho menos el antiimperialista del que habla Rodríguez), ni quienes la proponemos la proclamamos como la herramienta definitiva o imperfectible.

De hecho la mayoría de grupos que la proponemos, procedentes y partícipes en su mayor parte del movimiento antimilitarista/pacifista llevamos décadas simultaneándola con otro tipo de tareas como la que fue en su día la Insumisión al Servicio Militar, el impulso a la pedagogía de la educación para la paz, las acciones directas contra instalaciones militares, la contrainformación etc etc. En la actualidad ni siquiera es una campaña en sí misma, sino que es parte de un trabajo más amplio que denominamos «Campaña contra el Gasto Militar» y que incluye más momentos, medios y actividades cada curso.

El objetivo inmediato y realista de esta propuesta no es la de derribar la institución militar merced a la fórmula de dejarla sin recursos económicos. Rodríguez no debería imaginarnos tan ingenuos/as. Ya nos gustaría que así pudiera ser, pero de momento nos conformamos con aprovechar este gesto- que como bien se cita es más simbólico que efectivo hoy por hoy- para amplificar nuestra denuncia, que lo es contra el gasto militar, pero también contra la institución a la que va dedicado ese gasto, y a su utilización al servicio de unos determinados intereses, que al final son los del sistema económico capitalista. Sí, Rodríguez, con este trabajo, a tus ojos elistista, reaccionario, neoliberal, y ¿por qué no decirlo? contrarrevolucionario, «políticamente infantil» y pequeñoburgués, tratamos, al igual que tú, de combatir y transformar el sistema capitalista.

La Objeción Fiscal al Gasto Militar nos ayuda cada año a que muchísimas personas -menos de las que nos gustaría pero más de las que habría si no lo hiciéramos- tomen conciencia de lo que supone la realidad del militarismo en esta sociedad y conozcan datos concretos relacionados con su importancia y omnipresencia, sus causas y consecuencias… y en concreto datos sobre lo que el erario público dedica a estos menesteres y no a otros.

Dice Rodríguez (punto 1) que la OF es elitista y reaccionaria: «a mayor poder adquisitivo mayor cantidad de dinero que se puede desviar…» Es una forma de verlo, pero debería conocer que la cuestión del monto económico es lo de menos en la campaña. Lo cierto es que apenas prestamos atención a las cantidades de dinero que se desvían cada año. Lo que nos importa es sumar personas objetoras. Nos da igual si han desviado un porcentaje de su impuesto, o la cantidad fina de 84 euros, o medio euro, o… No tiene mayor valor político una objeción de tres mil euros (que las hay) que una de diez céntimos. Además se equivoca en esta cuestión, ya que es posible realizar Objeción Fiscal al Gasto Militar, y así lo recomendamos, cuando la declaración de IRPF sale a devolver, cuando es cuota cero, o cuando no sería necesario legalmente declarar. No es verdad que personas paradas y precarias no puedan participar, y de hecho participan suponiendo la mayoría de las personas objetoras. Por el contrario, y como es lo natural, no hay muchas aportaciones procedentes de «las élites».

Con respecto a la segunda argumentación (punto 2) de que el Estado detraerá el dinero que deja de recaudar de las partidas con fines sociales, no deja de ser una presunción subjetiva de Rodríguez. En todo caso las personas que realizamos este gesto hacemos un esfuerzo de comunicación para que los políticos/as y el resto de la sociedad sean conscientes de nuestro deseo de que ese dinero deje de financiar ejércitos, armamentos y guerras. Si tal exigencia es ignorada, la responsabilidad evidentemente ha de ser imputada a quien desobedece el mandato popular y no a nosotros/as como pretende acusar Rodríguez. Y efectivamente, y esta es cuestión de estrategia política, los cargos profesionales al servicio del Sistema podrán, como por otra parte hacen todo el tiempo y en cualquier tema, obviar el deseo y la exigencia ciudadana y actuar espuriamente, pero todo tiene un límite. Tengo la convicción de que en este caso el límite es cuantitativo. Si las personas objetoras representan un pequeño porcentaje de la población podrán ningunearlas, pero en el momento que supongan una cifra significativa ya no les resultará tan fácil.

Los planteamientos que he resumido en el punto 3 me resultan un tanto fuera de lugar porque vienen a reflejar una ideología política muy determinada. No cabe perder tiempo en cuestionar aquí la fe eurocomunista y de algunos grupos leninistas en el «Estado del Bienestar» y en el «Estado como garantía de servicios, derechos y libertades» interesada y maniqueamente opuesto a todo lo que no sea «Estado», concebido esto último como «privatización, samaritanismo» y qué sé yo qué leviatanes. Es un punto de vista que me parece tendencioso y reduccionista. Comparar las entidades solidarias que reciben dinero de la Objeción Fiscal al Gasto Militar con empresas capitalistas en busca de beneficios y sin utilidad social creo que es del todo excesivo y preconizar que cualquier asistencia social que preste el Estado va a ser mejor que cualquier alternativa, pues también.

En cuarto lugar, según mi resumen, Rodríguez cuestiona el alcance de la Objeción Fiscal. Aquí me toca darle la razón. Cierto es que sólo el esfuerzo de las entidades promotoras logra que una parte de la sociedad acceda al mensaje político que se quiere transmitir. Por desgracia los mass media suelen ignorar la campaña salvo honrosas excepciones. Por cierto que Rodríguez propone como alternativa acciones tales como concentrarse ante las puertas de la agencia tributaria al comienzo de la campaña, acciones que por otra parte -como reconoce- solemos realizar. Quizá sea responsabilidad nuestra que el trabajo de la Objeción Militar al Gasto Militar tenga un alcance limitado. Pero aunque sea un sólido argumento en su contra no creo que eso por sí solo la pueda desautorizar. Hay luchas que tardan mucho tiempo en ofrecer fruto; y mientras logran y no resultados significativos llegan a afectar a la manera de ver las cosas de mucha gente, y, en este caso, como voy diciendo todo el tiempo, ésta no es más que una parte de un trabajo más amplio, es un complemento. Aunque, tal como están las cosas, y dando la vuelta a la tortilla, ¿qué lucha política revolucionaria hoy día está acabando con el Sistema? ¿Qué no la haya nos ha de llevar a la conclusión de que ninguna de las existentes tiene validez y sentido?

Por último, el punto quinto del resumen nos lleva a una disquisición de tipo ético-político. El determinante principal de los actos de cada cual ha de ser ¿la conciencia individual o el acuerdo colectivo? Rodríguez se queda con el segundo. Yo con el primero. Y de hecho creo que los acuerdos colectivos deben forjarse, y después aplicarse, merced a un consenso libre de voluntades personales y no a ningún tipo de victoria de mayorías sobre minorías. Porque ser mayoría no es sinónimo de tener razón, y porque nuestra conciencia individual -ese concepto que al parecer tan poca gracia hace a Rodríguez- es lo que nos hace personas y no piezas de una maquinaria. Tampoco coincidimos en la valoración que hacemos de la institución del Estado como administradora y árbitro de los recursos. Por ello no procede, por mi parte, tanto escrúpulo a la hora de posibilitar que personas de diferentes ideologías se nieguen a pagar impuestos. En un horizonte transformador y revolucionario, del que por desgracia hoy por hoy estamos tan lejos como Rodríguez apunta, hacia una sociedad sin Estado, sin acumulación de poder ni de riqueza, en la que las personas sean realmente libres y vivan relaciones de dignidad y de justicia, cabe dejar de pagar parte de o todos lo impuestos a la actual Administración, como cabe no tener mayor problema en que otras personas, desde la instancia que sea, hagan lo mismo.

No puedo dejar de referir un par de inexactitudes existentes en el texto de Rodríguez, a saber:

«…Es previsible que la Agencia Tributaria emita una declaración paralela y nos cobre lo que dejamos de ingresar. Para esta eventualidad, los promotores de la objeción nos piden que recurramos hasta el final, con el propósito de convertir cada escrito de recurso en un nuevo acto de protesta…»

Aunque Rodríguez parece desconocerlo hace ya bastantes años que se recomienda lo contrario. Este es un gesto político simbólico que trabaja de cara a la concienciación de la sociedad, no es masoquismo ni acto martirial. Sólo se recomienda la vía del recurso si hay condiciones y se va a utilizar efectivamente como medio de protesta para amplificar la denuncia al Gasto Militar a sabiendas de que los recursos no pueden prosperar técnica-jurídicamente, salvo los relacionados con multas.

…Y si una vez detectada no se cobra es, o bien porque la deuda es tan exigua que resulta mayor el coste del procedimiento administrativo para instar el pago, o bien porque, dada la creciente escasez de personal, las oficinas de la Agencia Tributaria se concentran en las deudas mayores…

Este argumento sólo tiene aplicación con respecto a las declaraciones a pagar, pero en las muchísimas en la que el resultado es a devolver y Hacienda devuelve lo que tenía que devolver más la OFGM ¿cómo se explica?

Por último me llaman poderosamente la atención las sugerencias que Rodríguez realiza como posibles alternativas, que no mejoras, a la Objeción Fiscal.

– Por una parte hace un llamamiento a la desobediencia de los impuestos indirectos (IVA etc) en lugar de a los «muy revolucionarios» -según Marx y Engels- impuestos progresivos como el IRPF. Impuestos indirectos, a los que, citando a Rosa Luxemburgo, atribuye mayor capacidad de financiar el militarismo.

– También, incongruentemente con lo anterior a mi modo de ver, propone dejar de pagar impuestos directos en determinados casos que juzga más legítimos que el considerado. Por ejemplo cita la negativa de algunos estadounidenses a pagar impuestos con motivo de la guerra de Vietnam. Tal gesto es considerado por Rodríguez como «verdadera desobediencia civil» mientras que la OFGM es tildada de «declamar contra el imperialismo y los crímenes masivos del sistema y a continuación conformarse con sisar la calderilla del monedero.»

– Por último hace una especie de encendido llamado a acciones anti banca a lo Enric Durán, algo así como el verdadero camino a seguir.

En conclusión:

No me parece muy afortunada esta crítica, y menos en este momento concreto del año. Si Ricardo Rodríguez es un activista revolucionario tan concienciado de la necesidad de derribar el sistema capitalista, ¿no se le ocurren realidades actuales más criticables y denunciables que ésta? Aún en el hipotético caso de que tuviera razón en todas o en parte de sus críticas, ¿realmente la Objeción Fiscal al Gasto Militar podría suponer un obstáculo tan mayúsculo como para dedicarle tal andanada? Y siguiendo con los interrogantes, ¿tan ocioso anda Ricardo Rodríguez en su tarea revolucionaria que no tiene otra cosa que hacer que disparar contra quienes, con medios más o menos lejanos a los suyos, trabajan por similar objetivo?

Es de creer que Ricardo Rodríguez sea un miembro activo de uno o varios colectivos revolucionarios y que se esté jugando seriamente el tipo -como muchas de las personas que impulsamos la Objeción Fiscal al Gasto Militar y que en su día realizamos la Insumisión al Servicio Militar- en el frente de lucha que él haya considerado más útil y práctico. Sin embargo la realidad actual en la que no hay muchas luchas en marcha que parezcan estar socavando seriamente el Sistema nos debería llevar a una cierta humildad y a una cierta consideración del trabajo ajeno. Porque no parece que los partidos leninistas de diferentes pelajes estén en ningún trance de ganar las elecciones, ni parece que ningún movimiento masivo antibanca esté a punto de lograr el colapso financiero.

Pero, porque creemos en la humanidad y tenemos esperanza seguimos caminando.

En cualquier caso dar las gracias también por el motivo para reflexionar, valorar y tomar conciencia que supone esta crítica pública.

Más información sobre la Objeción Fiscal al Gasto Militar: http://www.grupotortuga.com/Campana-contra-el-Gasto-Militar

Pablo San José, miembro del Grupo Antimilitarista Tortuga