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Un comentario

En el entramado de la ideología

Fuentes: Rebelión

Aparecen con cierta frecuencia, apreciaciones sobre la sociedad cubana actual, que de diversos modos desvalorizan la importancia del papel de la ideología revolucionaria cubana en los procesos hoy en curso. Por lo regular no  lo rebajan directamente, sino que ignoran su papel. Ocurre particularmente cuando se hace referencia a la necesidad de revitalizar la economía del país.

En estos casos suele recurrirse a la fórmula simplista de abstraer de la realidad social el metabolismo económico y referir los cambios necesarios exclusivamente a los factores económicos, olvidando dos elementos fundamentales: que son personas las que hacen realidad la producción de bienes y servicios y el para qué son los cambios, cuál es el fin último de la necesaria revitalización de la economía, que por más importante que sea no se termina con la finalidad de aumentar la producción.

Este despojo de partida, esta separación, conduce a inclinar la comunicación política, el discurso político a los argumentos puramente económicos y, de últimas, a contribuir a moldear la sociedad a tono con la jerarquía social que promueve el mercado con la finalidad de alcanzar crecimiento económico sin tener en cuenta el potencial retroceso social.

Y si bien lo más ideológico y lo más político en la actual coyuntura es incrementar la producción de bienes y servicios en el país, esa finalidad no puede desligarse de quiénes la llevan a cabo ni de para qué se lleva a cabo y tanto en un aspecto como en el otro, la ideología socialista de la revolución cubana tiene un papel insustituible en la orientación de estos cambios y en los contenidos del discurso político sobre los temas socioeconómicos.

La negación de su papel debilita la cohesión social en torno a la construcción de una sociedad de orientación socialista, ideal cuya realización constituye salvaguarda de la independencia y soberanía nación, de la posibilidad de un proyecto de nación con justicia social, equidad y progreso para todos.

¿Cómo entender entonces en las actuales condiciones el papel de la ideología socialista de la revolución cubana? De eso trata el siguiente comentario.

Un breve repaso de partida

Las ideologías surgen vinculadas a necesidades humanas, tanto materiales como espirituales. Las sinergias sociales que se producen desde estas necesidades a través de la comunicación van generando criterios y posicionamientos comunes que evolucionan produciendo conceptos, principios,  valores, aspiraciones, ideales comunes los cuales cuando alcanzan determinada magnitud y coherencia suelen cristalizar en doctrinas. Estas doctrinas tienen fuerza pedagógica e influyen en los comportamientos humanos, tienen capacidad orientadora, cohesionadora, a tono y en defensa de los intereses que pautan las necesidades materiales y espirituales que las generan.

Aunque vinculadas como planos de un mismo proceso social, hay diferencias entre las ideologías como procesos vivos en los que existen en la sociedad esas ideas y valores comunes que se intercambian e identifican a las personas, y las doctrinas que desde esas necesidades materiales y espirituales se generan, se construyen, se conceptualizan en forma de sistemas coherentes de principios, ideas, ideales y valores que después se proyectan en la comunicación social ejerciendo una función orientadora.

Las ideologías en su forma doctrinaria arraigan en los institutos sociales, organizaciones, partidos, ministerios, iglesias, que asumen la función de reproducir las ideas y valores ideológicos que los sustentan y les otorgan significado social. Y de hacerlo en medio de una relación conflictual –no siempre insalvable- con otras ideologías.

Este accionar consciente, conformado y ejecutado por estas estructuras, influye en la conciencia social, la cual, si bien tiene fundamentos básicos en la posición de las personas en la división social del trabajo, no se forma exclusivamente por influencia de la interrelación individuo – posición social, ya que muchos otros factores de orden cultural, mediático, político, participan en la conformación del saldo en la conciencia social de la experiencia de los individuos y, por consiguiente en la conformación de su cosmovisión.

Las ideologías son fenómenos históricos, por tanto, no son eternas tienen principio y fin independientemente del modo en que surgen, reaparecen modificadas, y desaparecen en un proceso complejo y dilatado en el tiempo.

Se generan en un determinado período histórico, y desde el momento en que son codificadas en doctrinas, estas corren el riesgo de distanciarse si no se remiten una y otra vez a la ideología viva y se desarrollan a tono con esta. Mientras, la ideología en tanto doctrina resulta convincente cuando cumple la función social de orientar, formar y cohesionar la acción común para la comprensión y solución de los problemas y dilemas sociales de quienes la comparten y tienen un efecto particular de fortalecimiento en quienes se autodefinen e identifican con ella.

En este proceso surgen personalidades y grupos con capacidad de interpretar, articular y explicar con mayor claridad las necesidades e intereses, anhelos, sentidos y sentimientos, propósitos, convicciones, creencias de los grandes grupos sociales. Al expresarlos por vía oral o escrita y mediante su propio comportamiento social, ejercen un liderazgo espiritual y dan contenido y forma al sentido común.

Ahora bien, cuando una doctrina se aleja de la realidad social que la genera, es decir, de la ideología como proceso vivo pierde capacidad orientadora. La expresión doctrinaria de la ideología, sea a través de la educación, de los medios de comunicación social, del discurso, de la narrativa política, etc., si no está en consonancia con la ideología viva pierde capacidad de convocatoria, de transformarse en fuerza material en función de la solución de los dilemas sociales, tiende a dogmatizarse, mientras las voces disidentes provenientes de la ideología viva son en tal caso tomadas de oficio por la doctrina como contrarias, en lugar de aceptarse como posibles fertilizadoras de ideas e interpretaciones necesarias.

La doctrina que se detuvo en el tiempo puede pervivir un determinado tramo del devenir social, pero a la larga se impondrán las relaciones materiales y espirituales de producción y reproducción de la vida social que generan apreciaciones y posicionamientos, y el ideal y la doctrina que lo explica deberán enriquecerse y realizarse en consonancia con esta realidad para mantener presencia e influencia pedagógica so pena de continuar debilitándose y perdiendo sustento social.

¿Y nosotros?

Esa relación conflictual es común de diferentes formas para todas las ideologías y por ende también para la ideología socialista de la revolución cubana que hoy libra su batalla de ideas en un entramado comunicacional multiplicado ad infinitum por las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, en el que junto con un enorme caudal de información valiosa fluyen formidables torrentes de contenidos superficiales, falsos, engañosos, deformadores, promotores del individualismo, el consumismo y el egoísmo, perniciosos para la salud física y moral de las personas y que van anidando, sedimentando y adquiriendo valor de sentido común en aquellas conciencias que no están en capacidad de identificar su verdadero significado, aun cuando este va en contra de sus propios intereses.

De ahí que cuando se habla precisamente de lucha ideológica o de batalla de ideas, o de guerra a pensamiento, uno de los propósitos fundamentales de la ideología revolucionaria estriba en desbrozar el camino hacia el reconocimiento de los verdaderos intereses de los trabajadores, de los ciudadanos, del pueblo cubano, lo que requiere la aclaración del fin último de la influencia ideológica nociva que al crear matrices de opinión mediante contenidos falsos o tergiversados se dirigen a desconocer, sepultar esos intereses genuinos colocando en su lugar los que promueve la ideología neoliberal.

No por gusto los adversarios ideológicos y políticos de la revolución cubana tildan de utopía el ideal socialista, descalifican cualquier alusión a los valores de la ideología socialista, la dan por finiquitada históricamente, desconocen “en general” las ideologías, mientras imponen los antivalores de la ideología neoliberal. Es una de las principales vías para desunir y debilitar a la nación cubana.

Si la ideología de la revolución socialista cubana como doctrina (proyectada en la narrativa cultural y política) se aleja de la ideología como proceso vivo en las personas, perderá inevitablemente influencia en los comportamientos humanos y ganará terreno la ideología neoliberal. En la interrelación entre la ideología como proceso vivo y la doctrina, expresada en las políticas, el discurso político, la propaganda política, ésta última no puede marchar separada al punto de no ser compatible con la ideología como proceso vivo.

En la perspectiva histórica, ningún discurso, ninguna narrativa política ha tenido nunca más peso que las tendencias profundas que se mueven en la realidad material y espiritual de la sociedad, de ahí la decisiva importancia de hacer caso a tales tendencias, las que solo pueden ser descubiertas si se tiene un estrecho y realmente identificado contacto con el pueblo y la sensibilidad y capacidad necesaria para captarlas.

Presente Fidel

La importancia de este “toma y daca” de la ideología como proceso vivo y la ideología como doctrina fue puesta de manifiesto por Fidel a lo largo de su magisterio político. Vale recordar aquí lo que expresó el 1ro de mayo de 1971, luego del fracaso de la Zafra del 70 cuando refiriéndose a las ideas revolucionarias dijo: “Pero a la vez, estos criterios, estas ideas, no deben oscurecernos, no deben privarnos de la comprensión de las medidas que debemos tomar en cada uno de los casos para resolver con criterio realista, ¡con criterio realista!, nuestros problemas actuales.”

Fidel fue enfático, subrayó la necesidad de tener criterios realistas. Entre esos criterios realistas, señaló entonces que: “…hay trabajos más duros que otros, que deben ser mejor remunerados que otros; hay calificaciones más altas que otras, que deben ser mejor remuneradas que las otras; hay que evitar que haya exceso de dinero sobre los bienes y servicios que se disfrutan, porque ello es fuente de vicio, de corrupción, de comercialismo, en definitiva: de atraso de la conciencia.”

La ética aparece aquí, no como dogma, como precepto catequístico que haya que observar, sino que recuerda la necesidad de acciones concretas precisamente para que la ideología, las ideas y valores que se transmiten tengan efecto en la sociedad.

Y añadió Fidel en ese propio discurso: “Y, por eso, cuando nos planteamos recoger el dinero excedente, no hay cambio en la política de la Revolución ni mucho menos en las posiciones fundamentales de la Revolución, sino aseguramiento de esas posiciones.  Porque si nosotros queremos avanzar en lo moral, y avanzar en la conciencia, debemos eliminar los factores que constituyen caldo de cultivo, que están contra la moral, que van contra la conciencia, que promueven la corrupción.”

Y es que, en efecto, la ética de la revolución socialista es una ética de “carne y hueso” no un dogma vacío, una frase hecha que hay que cumplir como un mandamiento catequístico. Fortalecer la conciencia revolucionaria a través de la actividad ideológica política en sintonía con la ideología viva, con la realidad social, es y seguirá siendo asaz importante para defender la independencia y la soberanía nacional, la cohesión política del pueblo, la justicia social de la revolución socialista. Junto con ello hay que resultar eficaces, convincentes con las acciones que se realicen para evitar deformaciones en la sociedad. Para ello hay que actuar con realismo.

Por eso antes, en el propio discurso, Fidel expresó: “Si nosotros en la búsqueda del comunismo marchamos más allá idealistamente de lo que podemos realmente marchar —y debemos siempre tratar de marchar al máximo—, si marchamos más allá, el resultado sería eventuales retrocesos. Hay que procurar que la ideología no sufra derrotas, porque las derrotas de la ideología se pagan con retrocesos en el camino de las revoluciones. Marchemos tan lejos como podamos, tan rápido como podamos, pero no más allá de lo que podamos, para preservar la ideología de derrotas.”

Escuchar al pueblo significa prestar atención a las tendencias profundas que habitan en la sociedad y que van en la dirección que van, y saber dialogar, explicar, pero también adoptar puntos de vista que surgen de esas tendencias profundas y combinar las acciones en materia económica con la actividad ideopolítica. Significa también dar espacio al pensamiento crítico del pueblo, fuerza vivificante de la ideología revolucionaria.

“Yo creo que es una buena lección para todos –dijo Fidel el 17 de mayo de 1982, una idea muy aplaudida-, cuando nos creamos que hemos encontrado buenas soluciones, que meditemos y volvamos a meditar y tomar muy en cuenta el sentimiento y la sabiduría de las masas. Esa es la verdadera democracia (APLAUSOS). Ese debe ser siempre el estilo de nuestro Partido y de nuestro Estado, no imponer, sino persuadir o ser persuadido, porque su papel no es tampoco el de estar persuadiendo siempre, su papel es también dejarse persuadir por el pueblo cuantas veces sea necesario, porque la máxima sabiduría ha estado, está y estará siempre en el pueblo.”

En ese diálogo, en el propósito de alcanzar toda la democracia posible, la descentralización y el creciente empoderamiento de las bases de la sociedad juegan un papel primordial. Cada paso en la descentralización implica una transferencia de poder. También una descentralización de responsabilidades. Transferir poder no es perder poder, no es dividir poder, es multiplicarlo y fortalecerlo, pues su ejercicio en todos los planos y niveles debe estar regulado por la constitución y las leyes, así como por la moral y la ética. Es también un antídoto contra la concentración excesiva de poder que suele inducir al verticalismo e incluso derivar en autoritarismo, a la par que genera condiciones más proclives a la corrupción.

El empoderamiento local, de los colectivos laborales en las empresas de producción de bienes y servicios, en los centros de salud y educacionales, las comunidades, etc. no es un antídoto 100% eficaz contra el autoritarismo y la corrupción, solo que en un colectivo realmente empoderado con capacidad de decisión y ejercicio del control social, las acciones contra estos vicios pueden ser ejercidas más directamente y con mayor eficacia. La labor ideológica y política del partido radica precisamente en propiciar, motivar, apoyar la participación eficaz del pueblo en la conducción y solución de sus problemas en los diferentes ámbitos y planos de la vida social.

Un desafío real

El apoyo mayoritario recibido en 2019 a la ideología socialista de la revolución cubana y al partido que la reproduce en tanto doctrina en sus políticas y proyección ideológica, no es un “cheque en blanco”. A cuatro años de aquel decisivo momento histórico en el que tras una genuina y amplísima consulta popular se elaboró el proyecto de Constitución que luego fue apoyado por una convincente mayoría de la voluntad popular, el país ha seguido bajo el asedio recrudecido del bloqueo, sufrió los estragos de la pandemia, resiste las consecuencias del retroceso económico mundial, se han agravado las condiciones de vida de la gente en particular por la escasez de alimentos y por la inflación que siguió al reordenamiento y se ha agudizado la sensibilidad ciudadana ante cualquier situación. Y en esas condiciones cuando el tiempo apremia se impone con urgencia no solo observar en la política las prioridades inaplazables del pueblo sino ser exigente con la transparencia, con la explicación.

Lo que a algunos puede parecer un asunto menor que no merece importancia, puede resonar en la opinión pública y no solo por el eco tergiversado de la acción mediática de los enemigos del país, sino por falta de sensibilidad de los encargados de explicar las cosas, en lugar de darlas como intrascendentes o aceptadas a priori por el pueblo. Esto es más grave cuando los hechos que no se ventilan con transparencia hieren la sensibilidad ciudadana, por cuanto minan la confianza.

Progreso vs afán de lucro

No se puede hablar de socialismo, si se cultiva o simplemente si no se combate el ideal de vida que ha moldeado el capitalismo tardío en la conciencia de la humanidad. Hablar de socialismo, sin la voluntad de superar el modo de vida al que han derivado el capitalismo y el liberalismo, es un eufemismo cuando no una demagogia. La narrativa política de signo socialista no puede excluir de su contenido la crítica al ideal de vida impuesto por el Capital.

El crecimiento económico es indiscutiblemente condición sine qua non para el socialismo en el país, máxime con los estragos que hoy produce la aguda crisis de nuestras capacidades productivas que desde la escasez y las necesidades insatisfechas está erosionando la salud del tejido social, pero ese crecimiento debe encaminarse mediante una estrategia de desarrollo no solo material, sino también espiritual, cultural de la sociedad y amigable con la naturaleza y el medio ambiente.

Aunque sea una verdad de Perogrullo debo recordar que el consumo es una variable fundamental del proceso económico de cualquier sociedad. Consumir es inevitable, no así el consumismo, que es una deformación corruptora de esa necesidad cuya finalidad es el afán de lucro de quienes promueven un consumo irrefrenable que marcha con una dinámica separada de las necesidades reales de las personas.

Una construcción social de orientación socialista tiene que reconocer la diversidad de necesidades de las personas y en consecuencia trabajar para crear el escenario favorable para satisfacerlas a través de mecanismos de distribución el producto social que reconozca las capacidades, experiencia y habilidades de los individuos, grupos y colectivos que participan en el metabolismo socioeconómico. A la vez, tiene la responsabilidad de evitar los extremos consumistas que promueve el capitalismo tardío que incentiva el consumo innecesario con las nefastas consecuencias en la salud de los seres humanos y de la naturaleza. En otras palabras, esforzarse lograr un estado del consumo inevitablemente cambiante y diverso, sí, pero siempre saludable, sostenible y responsable.

Cuando decimos que el socialismo es ahora y no algo que va después del crecimiento económico sino junto con éste, estamos poniendo el énfasis en el aseguramiento del futuro en el presente.  La articulación eficaz de las actividades socioeconómica, organizativa, jurídica normativa y político-ideológica, es el escenario en el que debe tener lugar la educación para el consumo.

Nada se gana con el ejercicio ideopolítico en este propósito si desde las actividades socioeconómica se promueve el lujo obsceno y la juridicidad no pone reglas y normas claras al respecto, si se olvida la equidad y la justicia social, se enfatiza en el dinero y se descuida el bien público. Otras veces lo he manifestado: mañana a nombre del socialismo podremos ser más ricos, pero ser menos socialistas, menos humanistas, menos solidarios. Sacrificaríamos el ideal socialista en el altar del mercado.

Las medidas económicas en curso dirigidas a estimular la producción, los servicios y con ello el desarrollo de un mercado interno más proactivo fomentan la propiedad privada, en particular la de las MiPyME´s e inevitablemente alimentan la contradicción capital–trabajo, reconstruyendo en una nueva forma estructural la sociedad y las clases sociales en ella.

Una parte creciente de la sociedad cubana está haciendo su vida en este necesario sector socioeconómico. Se complejiza la división social del trabajo generando desigualdad, mientras la psicología social de este sector, su cotidianidad centrada en sus intereses, tiende inercialmente a alejarse de los propósitos  sociales universales que encarna el Estado socialista y a encontrar puntos de contacto con la ideología liberal.

Solo con una hábil y consensuada articulación de normas económicas y jurídicas y una eficaz labor de educación ideopolítica, es posible contrarrestar esa tendencia, sin ahogar el propósito de reactivar la economía nacional y logrando que tal accionar lejos de erosionar la cohesión nacional la fortalezca. En esta relación, hay una diferencia clara, nada sutil, entre el deseo de progresar que para el individuo significa mejorar, avanzar y para la sociedad significa un desarrollo continuo, gradual y generalizado en el aspecto económico, social, moral, etc. (según la RAE) y el afán de lucro que conduce a perder los límites entre lo ético y no ético, entre lo lícito y lo ilícito.

El propósito socialista exige trabajar de un modo socialista y vivir de un modo socialista. En el largo tránsito hacia la irreversibilidad del socialismo la labor del partido en el creciente empoderamiento de la sociedad está hoy, más que nunca antes, en luchar contra el individualismo, el hedonismo, el egoísmo, el consumismo, proceso en el que se mezcla la herencia individualista del pasado capitalista y la perniciosa influencia a través la guerra cultural de los medios dominados por el monopolio mediático del imperialismo y sus tentáculos en las redes sociales.

Pero es una lucha que tiene que estar acompañada con acciones concretas en la economía y la legalidad, de manera tal que se proteja el núcleo productivo de la sociedad porque la escasez y el exceso de circulante son aliados del afán de lucro, ponen en peligro constante la salud del metabolismo socioeconómico y se termina teniendo cada vez menos, cerrando un círculo vicioso.

El ideal socialista cubano, inspirado en la ética de su ideología, no se fundamenta en el propósito a ultranza de tener más, tampoco en tener menos, y sí en una economía saludable en la que los individuos tengan el deseo de prosperar y hacer una vida en la que el trabajo tenga un sentido para su presente y su futuro, y hacer avanzar así a la sociedad en su conjunto. La estabilidad de una economía saludable en el socialismo cubano, en el que resultan principios constitucionales la plena igualdad en la educación, la salud, y otras formas socialistas de distribución del producto social, que benefician tanto al que tiene menos como al que tiene más, justifica moralmente el imperativo de poner freno al afán de lucro por medios económicos, jurídicos y educativos.

La ideología revolucionaria cubana y la labor ideopolítica

No es propósito de esta breve reflexión remontarnos al proceso de evolución y desarrollo de la ideología de la revolución socialista cubana. Me remitiré solamente al lugar común de sintetizarla en la expresión de ser una ideología martiana, marxista, leninista y fidelista.

La revolución cubana ha sido una revolución liberadora en muchos aspectos. Nos liberó en primer lugar de la tutela imperialista, produjo un cambio cultural sin precedentes, puso en manos del pueblo la tierra, los medios de producción, la educación y la salud, el derecho a la defensa del país. Nos liberó en gran medida del individualismo y el egoísmo propio de la sociedad capitalista y propició que nos educáramos como un pueblo solidario, instruido y políticamente culto.

En tanto proceso vivo, en la sociedad cubana, en el pueblo, en los ciudadanos hay convicciones martianas, marxistas, leninistas y fidelistas que naturalmente no existen en forma pura, aisladas, ni racionalizadas por cada individuo como un sistema doctrinario, sino en la complejidad y diversidad de la cotidianidad. Y ciertamente, en la medida en que cada revolucionario cubano aprecie la ideología revolucionaria en su existencia sistémica, tendrá una cosmovisión más acabada y estará en mejor capacidad de blindarse ante la avalancha de “fake news” y campañas mediáticas contra Cuba, de entender mejor la realidad que afrontamos y de participar activamente con sus criterios y acciones.

En la sociedad cubana, educada en el magisterio político de Fidel, prevalece la noción de que la contradicción fundamental de nuestra época sigue siendo la que se existe entre el Capital y el Trabajo, que el capitalismo es incapaz de resolver los ingentes y crecientes problemas de la humanidad, que solo un camino que haya eliminado de su horizonte al capitalismo puede salvarla.

La práctica política de la democracia representativa liberal, con la existencia de múltiples partidos políticos, es incapaz de poner orden en el caos político que genera la multiplicidad de intereses clasistas y corporativos que reproduce el metabolismo socioeconómico de la sociedad basado en el predominio de la propiedad privada. El sistema político de la democracia representativa liberal es incapaz de contener el desorden que implica la ausencia de planificación nacional y la competencia desenfrenada por una participación mayor en la plusvalía que genera el sistema económico con sus nefastas consecuencias en los seres humanos y en la naturaleza.

No se puede confundir la necesidad de las relaciones mercantiles con la dictadura del mercado, que es el corazón del modo capitalista de vida. Cuando se esgrime la imposibilidad de que la sociedad controle al mercado a través de la planificación, las leyes, la organización y el control social, y por ende, la imposibilidad de un modo socialista de producción y de vida, la ideología del capitalismo inevitable solo reafirma el criterio de que la humanidad tiene en el liberalismo la única opción posible. No hacen falta las ideologías, porque la neoliberal ya está implícita en los sentidos que desarrollan la jerarquía del mercado y la competencia por las ganancias.

El cubano revolucionario, consciente y trabajador persiste en el ideal socialista y asume juiciosamente el reto que impone el incremento de las relaciones mercantiles. Otros, especialmente los más jóvenes, optan por probar suerte en países desarrollados o que no están bajo el asedio del bloqueo económico, financiero y comercial de los EEUU.

No dispongo de resultados de estudios serios recientes acerca de las motivaciones de los jóvenes, pero intuyo que incluso entre los que desean emigrar a otros países buscando una salida individual a los problemas económicos que también ellos padecen dada la compleja y difícil coyuntura actual de la sociedad cubana, cifra a todas luces creciente, predomina una clara visión de la incapacidad del capitalismo contemporáneo de poner orden en ese caos político, aunque prefieran probar suerte en otras latitudes.

En esta realidad, los institutos llamados a reproducir la ideología revolucionaria cubana: el sistema educacional, los medios de comunicación social, el discurso político, la actividad partidista y gubernamental serán eficaces en la medida en que se identifiquen con la ideología viva. Cuando se habla de “trabajo ideológico” lo decisivo es la capacidad del partido y del Estado cubano de comprender lo que resulta más importante para la vida de la gente.

Una doctrina sin respuestas a los criterios, a las necesidades y aspiraciones de quienes comparten una ideología pierde sustantividad y tiende irremediablemente a dogmatizarse. En condiciones como las actuales, cuando han crecido al límite las necesidades materiales insatisfechas y no aparecen soluciones inmediatas, el discurso político, el mensaje ideológico de la revolución, será tan fuerte como sea capaz de ir a lo profundo del ser cubano.

En las actuales condiciones ocupan el primer plano las acciones concretas que respondan a las exigencias sociales. Ningún relato, ninguna narrativa política puede tener más peso histórico que las condiciones materiales de vida las personas. Un determinado punto de vista, posicionamiento ideológico, criterio político contrario al sentido común prevaleciente puede influir un tiempo a todo el pueblo, todo el tiempo a una parte del pueblo, pero no todo el tiempo a todo el pueblo, y a la larga se impondrá el sentido común prohijado por las relaciones materiales y espirituales de producción y reproducción de la vida social con sus correspondientes consecuencias políticas.

La inconformidad de la ciudadanía no se resuelve con una narrativa, con un relato por coherente que sea, se resuelve solucionando desde la perspectiva socialista la causa de la inconformidad. Y la decisión acerca de qué hacer concretamente para lograr esa solución no puede generar más inconformidad, ergo tiene que partir del consenso.

Para asegurar la cohesión en torno al ideal socialista de justicia social, no basta solamente con el esfuerzo visible del liderazgo político, con el ejemplo en su comportamiento y en su modo de vida por más importante que esto es, máxime en las difíciles condiciones de vida que hoy prevalecen en el país, se necesita asegurar una información suficiente y sin afeites, acerca de los problemas de la sociedad y consultar, prestar oídos a la sabiduría de la gente. Es humano equivocarse. Pero equivocarse con el pueblo. De eso se trata cuando se habla de democracia socialista.

Cuando el sentido común de la sociedad se distancia de la producción de los institutos políticos, se prende el bombillo rojo de la cohesión Partido-Estado-sociedad. No se conocen resultados de investigaciones sociales que puedan avalar determinados criterios. Sí, desde la experiencia, se pueden apreciar indicios de un cansancio que no solo tiene que ver con la vida cotidiana, sino que afecta la aceptación no solo del discurso político, sino también de la doctrina que explica el ideal socialista. Y no cabe duda que expresiones y explicaciones no argumentadas, ajenas a la cotidianidad, consignistas sólo debilitan la capacidad movilizadora de la ideología de la revolución.

El partido

En Cuba por razones conocidas hay un único partido, ello simboliza la voluntad popular de salvaguardar la acción unida de la sociedad cubana en función de avanzar en la realización del ideal de justicia social que encarna la constitución del país, pero al ser el único partido no solo ingresan en él personas conscientes del ideal socialista y comunista que este defiende, sino también el oportunismo, con todas las consecuencias perniciosas para el socialismo que traen aquellos elementos que buscan servirse del partido en lugar de prestigiarlo con su conducta.

Hay que recordar que en su accionar cotidiano, el partido actúa en dos dimensiones interrelacionadas: En una dimensión estructural a través de sus núcleos, comités, estructuras municipales, provinciales y a nivel nacional, asambleas, congresos, conferencias, etc., es decir, el partido en tanto estructura funcional. El otro plano es de la actividad del partido en su accionar político, o sea, el partido como movimiento sociopolítico.

Es en ese segundo plano –el espacio por excelencia de la comunicación política- que el partido establece directamente los lazos horizontales, afectivos, las relaciones primarias con la gente como parte del pueblo. Si la experiencia cotidiana del partido como movimiento sociopolítico no fluye al partido estructura o, en otras palabras, si el partido estructura subsume funcionalmente al partido movimiento sociopolítico, no fluirán con la necesaria presencia las realidades sociales, los liderazgos reales se verán superados por los formales, se debilitará la democracia interna en la organización y crecerá el formalismo. Se tendrá la apariencia de un buen funcionamiento pero en los hechos los criterios “de arriba hacia abajo” obstaculizarán la corriente “de abajo hacia arriba”.

En los últimos tiempos se está empleando más en nuestros medios la palabra líder, en lugar de “dirigente” o “cuadro”. Es elemental que no siempre que se emplea la palabra líder ésta es consecuente con los rasgos que acompañan al cuadro o dirigente. Parte de la asimilación y comprensión del mensaje político depende de la imagen integral que proyecta la persona encargada de promover la política. Ello incluye una estética que no solo tiene que ver con la imagen visual, una que lo distinga como parte aceptada del auditorio, sino que incluye la claridad de la narrativa que desarrolla, la precisión, el dominio de las características del contexto en el que está compartiendo sus criterios, su capacidad para captar la atención y promover el entusiasmo con realismo. Esto obviamente tiene que ver con su preparación previa, en primer lugar, el tener un contenido político establecido con realismo, realizable.

El alma visible de Cuba

Otras veces he mencionado el pensamiento martiano que reza: “El partido existe, seguro de su razón, como el alma visible de Cuba.” La existencia del partido, su autoestima ideológica y política, depende de su cualidad de ser el alma visible de Cuba. El rasero aquí es el alma de Cuba, no el partido, aunque éste forma parte de esa alma y la visibiliza en su accionar. Tener conciencia de esa relación es lo que  mantiene al partido vinculado al pueblo.

¿Y cómo definir el alma de Cuba? Está en su espiritualidad, en su identidad cultural, en la jerarquía de sus sentimientos que sitúa en lugar cimero la libertad, la independencia, la soberanía nacional, el patriotismo, el internacionalismo, el humanismo, la inclusión, la equidad, la solidaridad, la justicia social, conceptos todos universales, cohesionadores, identitarios.

El llamado imprescindible a la unidad nacional frente a la realidad del enfrentamiento frontal y secular entre los intereses imperialistas y los de la nación cubana, convocatoria permanente que es parte fundamental del accionar ideopolítico del partido, tiene sus postulados en la Constitución de la República que ha codificado la voluntad popular de fortalecer esa unidad confirmando la existencia de un solo partido político en el país.

La libertad y la democracia en la sociedad socialista cubana incluyen por derecho elemental el respeto a la opinión de los ciudadanos y reconocen el pluralismo ideológico y político. Otras ideologías, por ejemplo las que acompañan a las instituciones religiosas, están presentes y se expresan cotidianamente por sus portadores.

Ese pluralismo no implica forzosamente (aunque es posible también) que contenga una ruptura sustancial con el ideal socialista de la revolución cubana o con el sistema político del país, ruptura sustancial que se explicite o no, consciente o no, coloca al dicente, al portador, del lado de los adversarios de la nación y es, en consecuencia, inconstitucional. Pero el Estado socialista de derecho los implica a todos, el Gobierno gobierna para todos y el partido es responsable por todos.

También cualquier ciudadano ejerciendo sus derechos puede oponerse a una determinada política o criticar determinado comportamiento político, siempre dentro de la Constitución y ello lejos de debilitar los propósitos de la nación cubana en su conjunto puede contribuir a fortalecerlos, ya sea porque conducen a una rectificación, ya sea porque provoca el debate y una mejor argumentación y validez de tal política, lo cual sin dudas es revolucionario.

Todavía en nuestros medios de comunicación social tradicionales, en nuestra prensa, en nuestra radio, en nuestra televisión, en nuestros medios digitales, en nuestro periodismo, si bien se ha avanzado en visibilizar la crítica, estamos lejos de reflejar ese ángulo del pluralismo político constructivo que reivindica el derecho del pueblo. El tabú de no dar armas al enemigo ha empobrecido la práctica de la crítica constructiva aguda racional desde la veracidad y el respeto, además de solapar errores y responsabilidades individuales.

A modo de cierre

La reproducción de las ideas de la revolución socialista con la finalidad de fortalecer las convicciones revolucionarias en el pueblo es fundamental y debe ser sistemática, pensada, actualizada y alejarse de la reproducción de consignas, lugares comunes, frases hechas, expresiones propias de los momentos cruciales, que cuando proliferan en la cotidianidad no dicen nada nuevo, no hacen conciencia. Más bien evidencian la escasa o nula conexión de quienes las expresan con la realidad de la gente.

Muchas veces somos testigos de cómo una obra teatral, una canción, una crónica, un testimonio, una entrevista, el episodio de una novela, una película, transmiten con mucha nitidez y valor pedagógico, con más fuerza convincente, los principios de la ideología socialista cubana, que un discurso político que repite posiciones por más justificadas que estas sean. Y es que al reproducir hechos reales, sin frases hechas, sin consignas, logran ir a lo más profundo de las necesidades humanas y abrir la sensibilidad de la conciencia a los valores irrenunciables del ser revolucionario.

Ideal, valores, códigos de conducta deben marchar al unísono con las acciones en todos los ámbitos del activismo político, económico, organizativo, normativo. Éstas en sí mismas deben contenerlos y expresarlos. Desconocer el papel de la ideología socialista en esta pelea por la resiliencia y el avance del país en medio de la actual crisis, no significa otra cosa que dejar libre el terreno a los adversarios de la nación cubana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.